A continuación, un reportaje del señor Salvador Nielsen
al
PADRE LEONARDO
CASTELLANI
Publicado, décadas atrás, en la revista Mayoría.
Nacionalismo y
Catolicismo
REPORTAJES PESADOS.
Uno llega a la casa del padre Castellani, con su bagaje de preguntas en el
bolsillo, que son algo así como un molde en el cual se trata de encerrar al
reporteado. Pero uno se ha olvidado que a ningún nacionalista le corresponde
mejor que “al cura” aquello de Anzoátegui de que “nuestra medida es nuestra
falta de medida”. Y entonces, cuando se lo quiere encerrar en la jaula del
reportaje que tiene preparado, se retoba, se escapa por las tangentes y el
periodista termina haciéndose un embrollo de padre y señor mío.
Antes que podamos
abrir la boca, y salirnos con la nuestra nos suelta: -Hágame preguntas
livianas, sus entrevistas anteriores han sido un poco pesadas, aunque buenas.
Pensamos entonces,
en el juego aquel del “veo-veo-, y salimos a nuestra vez con:
P.-¿Cuál es su
color predilecto?
R,- El negro. “Camicia nera” o “sottana nera”.
P.- ¿Cuál es la
flor que más le gusta?
R.- Pues, naturalmente, la Estrella Federal.
P.- ¿Cuál es el
nombre que prefiere?
R,- Ninguno, pues a los que amo les cambio el nombre. Si
dijera “el Verbo Encarnado”, Emmanuel, no tendría gracia, aunque sería verdad.
Digamos: Manuelita.
P.- ¿Cuál es su
peor defecto?
R.- Eso se lo voy a contestar al final.
P.- ¿Cuál es el
pájaro que más le gusta?
R.- Frondizi.
Creemos que con esto
el reportaje es lo suficientemente alado y liviano como para entrar al rubro de
lo pesado. Y atacamos:
HACE FALTA UN LIBRO.
P.- ¿Qué piensa
acerca del nacionalismo y del catolicismo?
R.- “Lanzose el noble bruto con ímpetu salvaje”, dijo el
poeta. Ya me parecía que traiba el facón abajo el poncho ¿Cree usted que eso se
puede contestar con menos de un libro? Pero viene bien la pregunta, porque ayer
nomás vino aquí mi tía Vicente con un montón de objeciones contra el
nacionalismo, diciendo que había una montonera de gente buena, católica, no
zonza del todo que le ponían esas objeciones y la arrollaban; que yo tenía que
escribir un artículo acerca de “porqué el nacionalismo ha sido condenado por la
Iglesia, y sin embargo es bueno”, y demás; y me convenció.
NACIONALISMO Y ANTISEMITISMO.
p.- ¿Recuerda esas
objeciones?
R.- Si, la primera es: ¿Porqué los nacionalistas dicen:
HAGA PATRIA MATE UN JUDÍO?
P.- ¿Y la respuesta?
R.- Los que son capaces de matar a un judío y aún lo
hacen (como al pobre Marcos Satanowsky)
NO LO DICEN. Los que los dijeron otrora eran unos changuitos incapaces
de matar una mosca; y lo hacían para enfatizar exageradamente que en la
Argentina hay un “problema judío”. Era una figura retórica que llaman
“hipérbole”. El mismo Walsh a lo mejor lo dijo. ¡!Qué hombre ese Walsh!
Salúdelo.
P.- (lo
hicimos). Pero… ¿estaba mal eso?
R.- Muy mal. Abominable. Era un pecado. Pero no era un
pecado contra el quinto mandamiento: era un pecado contra el Primer Mandamiento
que nos prohíbe ser idiotas. Pero ¿Quién los para a los muchachitos cuando salen de 5º año
nacional? Yo lo quise parar una vez a Queraltó y me mandó contra un poste.
P.- Yendo un poco
más a fondo… ¿Existe un problema judío en la Argentina?
R.- Si, lo hay ¿Qué le vamos a hacer?
P.- Y ¿cuál es la
solución?
R.- No la tiene, por ahora. No es el problema mayor de la
Argentina. Es un sub-problema. Como decía don Ángelo Cisera:”¡Qué jodío ni
jodío! ¡Aquí lo jodío somo nosotro!”. Quería decir que los malos cristianos
somos un problema peor; y que por eso estamos co…robados”.
P.-La gente, sin
embargo, dice que usted es antisemita.
R.- Los zonzos. Ese nombre Emmanuel que nombré antes ¡es
judío! Mire, cuando yo estuve en la mala, los judíos me ayudaron
(materialmente) más que los curas. Es un hecho. César Tiempo me dio
trabajo en “La Prensa”; un buen médico judío me curó gratis y otro judío me dio
dinero. Entre paréntesis (¡no fue Bemberg!).
P.- ¿Cuál es
entonces el problema si los judíos son buenos?
R.- Antes el problema era la conversión de los judíos,
pero ahora los judíos se convierten a un
cristianismo disuelto, escribió Carlos Marx. Prefiero con mucho a César Tiempo,
buen poeta y buen israelita, que no a Carlos Cuchetti, mal poeta.
LOS CHINOSY EL NACIONALISMO.
P.-Pasemos ahora a
otras objeciones. Esta es la de Carlos Cuchetti; “Los nacionalistas dicen que
hay que defender a la Iglesia, porque forma parte de nuestra tradición; según
eso, un chino debería defender el budismo por ser nacional, y el budismo es
mentira”.
R.-Bien. Eso sería, en el chino, “ultranacionalismo” o
nacionalatría, que es una corrupción pésima del nacionalismo; que según, eso
debe ser una cosa óptima; porque se sabe que la corrupción de lo óptimo es
pésima”. Le prevengo que los liberales del siglo pasado eran mucho más
ultranacionalistas que nosotros, y todos los chinos juntos. Lea a Adolfo
Saldías, si quiere, y lo verá. Y eso que este es el más sensato de todos.
Tenían un complejo de inferioridad nacional; y como rebote, otro complejo más
tonto de superioridad supernacional. Creo, sin embargo- continúa el padre
Castellani- hay algo de verdad en eso de que el chino debe defender el budismo,
por ser nacional, hasta más no poder; es decir, hasta ser arrollado por la
Verdad.
P.- ¿Cómo sería
eso? ¿¿No es una religión falsa?
R.- Mire: la religión verdadera, si es impuesta por
fuerza o muy de golpe no prende bien; como las instituciones norteamericanas no
prendieron aquí con la Constitución del 53. El duque de Alba quiso imponer de
golpe el catolicismo en los Países Bajos, y dos tercios de los Países Bajos se
volvieron furiosamente calvinistas. Muy de otro modo se hubieron los grandes
misioneros jesuitas en China y la India: el Padre Roberto Di Nóbilis se hizo
brahamán, aprendió los vedas, llevó la vida durísima de los “yoguis” o
penitentes, y les decía: “Esto que se lee aquí, en los libros sagrados
vuestros, es verdad. La primera pareja humana pecó y fue castigada: nosotros
tenemos la misma revelación. Pero hay otra cosa que vosotros no sabéis: una
Redención…”, etcétera. Injertaba el cristianismo en lo nacional hindú y no
destruía las costumbres, sabidurías y creencias hindúes, para después edificar
todo de nuevo sobre nada.
P.- De modo que
aquello que Maurrás decía: “Politique d’abord”…
R.- Es ultranacionaliasmo; y es5tá mal. No, perdón. En el
contexto de Maurrás, eso estaba bien; donde estaba mal era en el contexto del
arzobispo de Burdeos que (engañado astutamente por Briand) hizo condenar a
Maurrás. Maurrás decía: “Yo prescindo de si el catolicismo cristianismo es
verdadero o falso; yo9 lo encuentro en la tradición francesa conformando la
fisonomía y la moral propia de este país que amo, al cual ha hecho grande; y yo
lo defiendo. –Pero, ¿usted en su interior sabe que el cristianismo es falso?.-
Si supiera de cierto que es falso, no lo defendería,”- respondía Maurrás. Al
fin de su vida supo de cierto que no era falso.
¿CONDENADO POR LA IGLESIA?
P.- Entonces
¿Porqué la Iglesia condenó al nacionalismo?
R.- Condenó algunas falsas bases teóricas o doctrinales
del nacional-sociolaismo. El nacionalismo alemán era patriotismo instintivo, lo
mismo que el italiano, el francés, el portugués, el español, el irlandés y el
argentino; pero “quidquid recipitur ad modum recipientis recípitur”, se
condenó de errores protestantes y paganos. Una cosa es el patriotismo, otra
cosa es el prusianismo. La estatolatría de Hegel no es la teoría del
Estado de Franco. Pero, ¡qué rabia le tienen a Franco aquí los izquierdistas!
¿Ha visto? Mucho más que a Hitler. ¿Por qué será? El comunismo, la masonería y
la Revolución Internacional saben muy bien que el único cauterio eficaz contra
ellos es ahora el nacionalismo. (Mañana no lo será quizás). De sobra ven que
tiene raíces cristianas, cualquiera que sea la pudrición de alguna de sus
ramas… Para las “Mayoría” de los nacionalistas “camisavieja”, como Jacovela, el
nacionalismo era catolicismo, cipayo significaba “coimero”, y “política” quería
decir sacrificios, trabajos y desvelos por el bien de los demás.
P.- La gente dice: “pero
eso es otra cosa; eso puesto así no es nazismo”.
R.- No es el nazismo que ellos ven en el cine: de
acuerdo. En el siglo XIII el nacionalismo (las naciones, las “unidades
nacionales”) sustituye al feudalismo, lentamente, no de golpe. La Iglesia miró
tranquilamente esa transformación, e incluso la ayudó en casos aunque sea
verdad que un representante de la Iglesia, Cauchón quemó a Juana de Arco. Era
una transformación natural de algo así
como pequeñas naciones en naciones grandes, a causa de la pólvora, la
Imprenta y las comunicaciones. Los letrados como Santo Tomás sabían
que Aristóteles había previsto esa ley:
´el enseñó que una nación no puede ser demasiado chica (como el Uruguay) ni
demasiado grande, como los Estados Unidos y Rusia, aunque él decía Persia. Si
es demasiado chica se vasalla, si es demasiado grande no se puede gobernar sino
con un despotismo, oculto o patente. Pero anotó el Angélico que la facilidad
de las comunicaciones puede alterar el alcance de esa ley general: y eso
pasó con el fin del feudalismo; y está pasando mucho más ahora. Lo que era una
nación ENORME para Aristóteles –como la Argentina- puede ser normal ahora. No
digo que lo sea. En el siglo XVI, la
‘Nación’ en sentido moderno se hizo posible en todas partes; y nació. Surgió un nuevo orden de gobierno y de convivencia
social.. Dentro de ese nuevo orden hemos nacido nosotros.; y como el encierra
todo lo que hace la vida digna de ser
vivida, nosotros lo defendemos, incluso contra nosotros mismos, contra nuestros
abusos. Queremos que la Argentina sea…
¿Cómo es la cosa?... políticamente soberana, socialmente justa y económicamente
libre. Queremos cerrar la casa al hereje, al ladrón y al perturbador, al explotador
y al embustero de afuera. Con los de la casa nos arreglaremos. No tenemos otra
casa que ésta. ¿No saben el cuento de Lord Acton? Lord Acton dijo: “cada vez
que hay un irlandés asandose al fuego lento, detrás hay otro girando el
asador”. Más el escritor O’Fahertyy completó el epigrama: “Y detrás está un
inglés pagando al irlandés traidor”. Si ha de haber argentinos manejando el
asador donde se asa el bien común argentino, queremos por lo menos pagarle nosotros: aunque no sea propiamente
10.000 libras o 100.000 dólares. Queremos ser dueños de la Puerta, y también
del Puerto: aunque para eso posiblemente sea necesario sacar la Puerta del
Puerto: quiero decir trasladar la Capital.
¿TRIUNFARÁ AL NACIONALISMO?
P.- ¿Cree usted que
nuestra causa triunfará?
R.- La de usted,
‘karaí’, no sé. La mía triunfará seguro. Aunque fuese causa perdida, yo la
defendería, quiero decir, si tuviese con qué defenderla: ahora me contento con
vivir. Oficio verdulero, criar al hijo, y después al nieto. Puede ser que el
“ultrainternacionalismo” masónico, o el socialista, triunfe; esa hipótesis la
contemplo en mi novela “Dulcinea, no sabemos nada”. Pero yo tengo en el
Apocalípsis, en la Quinta Edad del mundo (o sea la Iglesia de Sartes”) una
palabra que dice: “Sé vigilante y defiende lo que ha quedado, aunque sean
cosas que deban morir”. A lo mejor sucede en el mundo una cosa extraordinaria
que me haga posible escribir la segunda parte: “La vuelta de Don Quijote”… en
el año 1963.
P.- ¿Tanto piensa
usted vivir?
R.- Todo puede ser.
Y nos vamos.
Mientras Santamaría le da al acelerador de la motoneta, una duda nos hace
olvidar el frío: ¿Nos corresponde firmar el reportaje? Si “el cura” ha sido el
que nos ha llevado y traído por donde a él mejor se le ocurrió. Pero, al menos,
para saber quién es el otro que sale en la foto, decidimos firmar.
SALVADOR NIELSEN.
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