martes, 3 de febrero de 2015

SANTA MISA
A TODOS  AQUELLOS CATÓLICOS  QUE, POR ALGUNA RAZÓN JUSTIFICABLE,  NO PUEDAN ASISTIR A LA SANTA MISA, EL PADRE MESTRE ROC LES RECOMIENDA REZAR "MI MISA"...
2º Mi Misa de cada día
            Quizás no pueda asistir a la Santa Misa todos los días. Pero sí puedo rezar «mi Misa»… En el silencio matutino o vespertino de mi habitación, en mi taller, en mi oficina, en mi estudio… Puedo rezar «mi Misa» uniéndome al Santo Sacrificio que se está ofreciendo sobre todos los altares católicos del mundo. Y «mi Misa» comienza así:

            1º Mi purificación. — Como el sacerdote al pie del altar… Comenzaré purificando mi alma. Mi acto de contrición… Con sinceridad: Dios mío, te amo; perdón y misericordia.
            2º Mi renovación de fe. — Y así purificado, renovaré mi fe… Con la lectura de un texto de la Sagrada Escritura en la que no falte la porción evangélica, o con la recitación pausada del Credo.
            Creo en Dios, mi Padre, mi Creador…
            Creo en Jesucristo, su Hijo, mi Redentor…
            Creo en el Espíritu Santo, mi Santificador…
            Creo en la Santa Madre Iglesia…
            Creo en mi Bautismo, en la Comunión de los Santos… Creo en la vida eterna… Amén.
            3º Mi ofertorio. — Es despertar en mí una voluntad de entrega. Es un deseo sincero de ofrecimiento…
            Todo mi día, mis oraciones y trabajo, entregados al Señor, como la gota de agua que se derrama en el cáliz del Sacrificio…
            Mi vida unida con Cristo… Para gloria del Padre… En reparación de todos los pecados… Por mis necesidades personales y familiares… Por las necesidades del Apostolado… Por las intenciones del Papa… Por las necesidades de la Iglesia y del mundo… Por nuestra Fraternidad de San Pío X y su gran combate contra el liberalismo.
            Este sincero deseo de entregarme prepara mi consagración.
            4º Mi consagración. — Es la realización de mi ofertorio: El momento más solemne de «mi Misa». Es un transformar mi vida en Jesús… Es un consagrar mi vida al amor… Y mi consagración puede ser así:
«¡Divino Corazón de Jesús! Por medio del Corazón Inmaculado de María Santísima, te ofrezco todas mis oraciones, obras y padecimientos de este día en reparación de nuestros pecados y por todas las intenciones por las que te inmolas continuamente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te ofrez­co todo esto en especial por la libertad y exaltación de nuestra Santa Madre Iglesia».
            Mi consagración está hecha. Ahora tengo que vivirla, las veinticuatro horas del día, cumpliendo con amor mi deber de estado.
            5º Padrenuestro. — Es la gran oración del cristiano… Son las grandes intenciones del Corazón de Jesús… Lo rezaré lentamente… Es mi preparación para la Comunión… Padre nuestro que estás en los cielos…
            6º Mi comunión. — Es la consumación de «mi Misa». Quizá no pueda comulgar hoy sacramentalmente. Haré, por lo menos, una Comunión Espiritual…
            La Comunión espiritual es esto: un acto de fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía. Un deseo sincero de recibirlo espiritualmente en mi corazón… Puedo hacerlo así:
«Ven, Señor Jesús, y quédate conmigo. Dame tu gracia para ser fiel a tus mandamientos. Dame tu gracia para que jamás me aparte de Ti. Amén».
            Y en el silencio de mi corazón uniré mi vida con la de Cristo, y El me dará su gracia para mi combate de hoy.
            7º «Mi Misa» va a terminar. — «Mi Misa» llega a su fin. Tengo por cierto que Dios me devolverá centuplicado el obsequio de mi sacrificio.
            Y ahora pongo fin a «mi Misa» como los sacerdotes en nuestras iglesias. Va a ser mi acción de gracias como final de mi sacrificio. Diré pausadamente tres veces aquella hermosa salutación del ángel a la siempre Virgen María, completada posteriormente por el amor filial de la Iglesia a su Madre y Reina. Dios te salve María… Dios te salve, Reina y Madre de misericordia…
            Quizá las rece por mis intenciones particulares… Pero me acordaré de que los sacerdotes piden por la conversión del mundo, y de que el Papa Pío XI pidió que se rezaran estas oraciones por la conversión de Rusia. Pediré, pues, para que el Papa consagre Rusia al Corazón Inmaculado de María, para que revele el tercer secreto de Fátima, para que la Jerarquía de la Iglesia vuelva a la fidelidad de la Tradición, y en fin, por el triunfo de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.

© Seminario Internacional Nuestra Señora Corredentora
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