sábado, 7 de junio de 2025

 

Y LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON…

Recordando mis sueños del amanecer.

 Leyendo al  Padre  Castellani en su libro: “Cristo y los fariseos”, me sobresaltó esta  intimación tan apropiada para ser impuesta a nuestra apostasía nacional:.

“ Sólo Cristo, el último y mayor de los Profetas podía pronunciar esta imprecación y esta amenaza. El destino inmediato de Jerusalén estaba presente a sus ojos. También el suyo propio. Añade Cristo la profesia final:

¡ Jerusalén , Jerusalén!

Que matas a los profetas,

Y lapidas a los que te son enviados. ¡ Cuántas veces quise congregar tus hijos

Como la gallina congrega sus pollos

Bajo sus alas – y  rehusaste!

He aquí que vuestra casa quedará desierta  .

Estimados camaradas : en mi ensueño imaginé que la terrible condena que pesaba sobre la soberbia de Jerusalén es la que se está avecinando rápidamente sobre nuestra Patria.  Con razones valederas y similares , pues la evidente apostasía Argentina, que es la separación y la incomunicación –quedarnos solos sin la protección de la Santísima Trinidad—  provocará la desolación y el aniquilamiento de nuestra Patria. ¡Porque el maldito gobierno liberal se resiste a aceptar Su ayuda y protección!

¿Estamos aún a tiempo de reconciliarnos con Dios? ¿Será inevitable la “balcanización” o la destrucción total de nuestra Patria, en manos de los nuevos fariseos, el yanqui y el judío? ¿Surgirá a tiempo el Caudillo esperado por los patriotas que restaure la grandeza patria aceptando la ayuda Divina?

Y mi sueño terminó recordando un cuento “teológico” del tucumano Capuchón Gonzales:

“Crecía el Paraná, y sobre el techo de un rancho entrerriano un criollo atisbaba angustiado que no mermaba la crecida. Le llegaba el agua a la cintura cuando se presentó una lancha vecinal: -suba, paisano-; --no gracias les contestó: --“¡el Señor me salvará!”. Tiempo después, llegándole el agua al cuello, divisa una lancha de Cruz Roja, y se repite la escena: La misma ayuda y la misma contestación: “¡El Señor me salvará”. Al fin, con el agua en la comisura de los labios baja del Cielo un helicóptero de Prefectura: --¡suba! ¡No pierda ni un minuto más!  Y el paisano, barboteando los últimos suspiros repitió: –“el Seños me salvará” --.

 “Fue el fin del creyente y despistado paisano. Subió al Cielo y dirigiéndose a Dios le dijo; --esperaba Tu ayuda--.  Y el Señor le contestó: todavía te quejas, gaucho cabeza dura y engreído, te mandé dos lanchas y un helicóptero ¡ y no quisiste subir! “.

Dios no nos descuida ni abandona y quiere nuestra salvación ; pero requiere nuestros libre y agradecido consentimiento, cuando la oportunidad se nos presenta, pues sin Él nos ahogamos en la miseria.

Desde 1852, el gobierno unitario/liberal/fariseo mantiene tozudamente la apostasía argentina, cada vez más diabólica. Sin aceptar al Señor, la maldición sobre Jerusalén caerá también sobre nosotros. +

 LA LEYENDA DE LA SALAMANCA:

En You Tube apareció un documental “novelado” sobre la leyenda o mito de la “Salamanca”. El autor lo presenta con intención pedagógica, seguramente. Exponiendo que la leyenda y su recuerdo actual está principalmente radicado en el pueblo de Salavina, en Santiago. Allí realizó entrevistas con paisanos del lugar, ya “pasados” por la TV, quienes tienen respecto al mito ciertas reminiscencias lejanas, que ya poco inciden en sus vidas cotidianas. Pero sin lugar a dudas creen que responde a la ambición de Satanás de cosechar las  almas de quienes se la entregan -que es lo que los identifica como seres libres e inteligentes—por un esporádico triunfo en la vida comercial  o artística. ¿Tendrá alguna realidad espiritual la Salamanca?

Pues bien, queridos camaradas; en el año 1963, viviendo yo en el inolvidable Cafayate, solía con mi amada esposa recorrer emocionados los históricos alrededores, plenos de Tradición, pisando senderos frecuentados centenares de años atrás por los primitivos habitantes, que allí dejaron huellas de sus vidas.

Durante uno de esos paseos, en esa oportunidad acompañados con  dos inolvidables amigos, que por esos días vacacionaban en nuestra casa: el veterano nacionalista Ernesto Heritier, revisionista y excelente dibujante, y el joven Alberto Balzanelli, futuro brillante director de coros en el Teatro Colón. Pues bien, en una quebrada no muy lejana al pueblo, topamos con un rancho precario habitado por un gaucho salteño, de edad avanzada, con un nombre sorprendente y respetable, apropiado al lugar de su residencia: Don Alejandro Magno.

Tratamos amistosamente con él, deseando conocer lugares históricos especiales. Aceptó y convenimos en que al día siguiente nos llevaría a conocer la Cueva del Suri ¿Dónde nos encontraríamos? Muy sencillo: partiendo del pueblo al amanecer, nos aclaró, subiendo por el sendero, mucho más arriba de su rancho, nos esperaría en el gran peñón, al costado del sendero.

La sorpresa de nuestros porteños invitados fue mayúscula. Decime, me decían, acá hay cientos de peñas, y después del amanecer puede ser todo el día.  Acostumbrados a citas puntuales en Corrientes y Esmeralda, a las tantas en punto. Dudaban: ¿Estás seguro de todo esto no es un cuento?

Me consideré afectado en mi falsa veteranía de andante por los cerros, y los tranquilicé; pero dentro de mí corría una incertidumbre: si la cita fallaba mis amigos se burlarían hasta el cansancio.

Al amanecer siguiente comenzamos la esforzada escalada. Mirá, a cada rato  me decían, ese debe ser el peñón, pero don Alejandro no está. Al fin grité, casi adivinando, es ese, y estaba esperándonos  a pesar de no tener reloj minutos más ,minutos menos ,mucho más cómodo y puntual , que si estuviese en Esmeralda y Corrientes. De ninguna manera faltó a su palabra.

Allí nos desviamos subiendo por una picada hasta la famosa Cueva del Suri, adornada con muchas petrografías. De entrada nomás nos aclaró: él no quería paga alguna, sólo convenimos en un detalle trascendente: si encontrábamos la Campana de Oro de la Salamanca él sería el dueño absoluto.

Antes de penetrar en la Cueva nos enfrentamos con un obstáculo insalvable: su entrada estaba tapada por una capa de arena que sólo permitía entrar como lagartijas. Y lo peor fue que la capa era tan liviana como talco, cernida por los siglos, pues al penetrar se levantó tal polvareda que casi a oscuras y ardiéndonos los ojos, salimos a la disparada. Yo me hice de un precioso trozo de una tutuma policromada, que aún conservo, pero la Campana nunca sonó.

Fue algo decepcionante, pero amenizado por las vituallas que mi esposa llevó y entonados por el buen patero, los cuatro nos alegramos sobremanera de haber conocido a un auténtico creyente en el mito de la Salamanca, viviendo feliz en la soledad y el silencio; ajeno al fragor de la degradante vida ciudadana, poblada de jubilados despreciados e histéricos. Dueño y Señor de su ambiente y de su libertad, soñaba con poseer la famosa Campana.

Disfrutamos caminando por senderos maravillosos donde resplandece intacta la Gloria de Dios, Creador y protector de la naturaleza y de la vida. Nunca olvidaremos. +

MARAVILLA DE LA CREACIÓN:

Otro documental me trajo la noticia siguiente: bajo sus alas las moscas tienen una especie de hélice de helicóptero, que les permite realizar todas las piruetas durante el vuelo. Una verdadera maravilla de la Creación. Dios, con humor divino, se les adelantó algunos siglos a De la Cierva y a los tecnócratas belicistas modernos, --que se rompen el coco buscando inventar máquinas infernales--, haciéndoles notar su Poder.

Y puso a esos repugnantes, sucios y apestosos insectos, que comen en plato ajeno e invaden nuestras vidas. Seguramente  causan mas muertes  que las guerras, bajo el mandato, hasta el fin de los tiempos, del Rey de las Moscas. DIOS presagió lo que sucedería a la humanidad en cuanto se aleje un tranco de Él.

Por eso, al amanecer siguiente, al despertar, pensé que había cierta relación entre moscas y helicópteros, ambos imperialistas, cubriendo el mundo. Y así medio amodorrado imaginé que las moscas eran helicópteros yanquis dirigidos por el Rey de las Moscas y manejados por los sionistas contra Gaza.  Y a cada mosca que mataba, caía un helicóptero y yo gritaba alborozado: ¡Viva Gaza libre de asesinos! Me desperté reconfortado. +

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