miércoles, 4 de junio de 2025

 

 

SOBRE MALVINAS ARGENTINAS.

Transcribo textualmente un folleto con una versión inédita, --según creo--, de la guerra inconclusa de Malvinas. La narración se basa en el “BESO DE LA MUERTE”, parodia del sacrílego beso de Judas.

Durante los inciertos momentos anteriores a la invasión a Malvinas, Menachem Begin –famoso terrorista y asesino sionista-- aplicó sobre el gobierno argentino una táctica perversa, --que usaron frecuentemente los sionistas en otras ocasiones--, donde el “beso” fue figura de hipócrita amistad y camaradería entre los sionistas y los argentinos, en lucha conjunta contra un supuesto enemigo común: Inglaterra, para recuperar las Malvinas. Hipócrita porque los sionistas eran, en realidad, aliados a los ingleses y enemigos de los argentinos.

Los militares argentinos, --y en general toda la “casta” dirigente—actuaron y actúan desconociendo nociones elementales de política internacional.  Las desconocen u obvian –por ignorancia y por miedo, --o por ser masones--, cayendo siempre en la trampa enemiga como chorlitos; y confirmando la tradicional felonía del cipayismo liberal.  Así engañaron a Galtieri, según esta narración, quien cometió el enorme error político de confiar en sionistas y norteamericanos. ¡ Cría cuervos y te sacarán los ojos !

Begin “besó” a Galtieri , lo aduló y le prometió respaldo bélico para que declare la guerra, que beneficiaba a sionistas y anglo/yanquis, como los acontecimientos posteriores confirmaron. Llegó el momento glorioso de la invasión y a la par de ella, llegó la traición de Begin, abjurando de sus promesas.  Recién entonces comprendió Galtieri –demasiado tarde—que los sionistas son los aliados naturales de los anglo/yanquis, y que la diplomacia argentina está determinada por la masonería, contra los intereses nacionales.

Este “ dulce beso ” de la muerte, tiene, además, una intención aviesa, pues insinúa una tácita o abierta amenaza: si los besuqueados no acceden a los reclamos sionistas, caerá sobre ellos el poderío financiero aniquilador; y el periodismo los acusará  de “ antisemitas ”; término fantasioso que, como es sabido, es la exclusión social y política del inculpado en todos los medios oficiales.

Hasta los poderosos magnates de la “democracia y la Libertad” accedían sumisamente a los mandatos sionistas. Chaim Weismann “besuqueaba” habitualmente a los líderes aliados, principalmente a Roosevelt y Churchill, obteniendo beneficios injustos para el naciente Estado de Israe ;  que causaron el terrible genocidio de los palestinos, durante decenas de años.

A continuación el texto íntegro del folleto:

 

COMO BEGIN DIRIGIÓ A GALTIERI

PARA QUE OCUPARA LAS MALVINAS.

(Informe confidencial de Inteligencia de la LIBERTY LOBBY del 29 de junio de 1982. Esta prestigiosa entidad norteamericana, con sede en Washington, EEUU , publica el periódico “The Spot Light”, con un tiraje superior  a 500.000 ejemplares semanales donde colaboran frecuentemente senadores y diputados del Congreso de los EEUU. La sede de dicha entidad está ubicada en 3000 Independence Ave. Washington DC 20003. El documento transcripto es una traducción del original en inglés).

En su mayor parte, la fuente de información de lo que a continuación se transcribe es producto de un organismo de inteligencia de un país árabe, que no ha reparado en gastos para reunir dicha información, y que ha sido suministrada al Consejo Político de la Liberty Lobby con un pedido de que sus   miembros hicieran el mejor uso posible del mismo. Una investigación independiente, sobre algunos de los aspectos abordados en el presente informe, llevó al convencimiento del Liberty Lobby de que la información es exacta.

Durante la 2ª Guerra  Mundial Menachem Begin era  un oficial de  las fuerzas comunistas (rusas), que invadían su Polonia natal desde la Unión Soviética. Se destacó en la tarea de lanzar granadas a los agricultores polacos y a tirotear a los prisioneros polacos desarmados, con una ferocidad  tal  que asombraba aun al más duro de sus compañeros “comisarios” soviéticos. En esos tiempos Begin decía que disfrutaba tomando revancha de los polacos porque “a los polacos no le gustaban los judíos y eran peores que los alemanes”. El Kremlin debe haber tenido en alta estima su desempeño, ya  a ser  que en un gesto sin precedentes, fue licenciado –con honores y medallas—y llevado secretamente fuera del país.

Pocos meses después, Begin se encontraba vistiendo el uniforme de Su Majestad Británica. De un soldado rojo, había pasado a ser un soldado del Reino, con la total aprobación del Kremlin. Aparentemente los británicos no le ofrecieron la oportunidad de masacrar a una cantidad suficiente de personas, y por lo tanto Begin desertó y retomó su carrera de asesino en Palestina.  

Con la ayuda de la Unión Soviética, Begin organizó una banda de terroristas sionistas conocida como “Irgun”, y otras, como la banda “Strern”. Los soviéticos le suministraron armas, a través de su satélite Checoeslovaquia, y pronto Begin pudo embarcarse en una embestida de atentados terroristas con explosivos, torturas y ejecuciones de soldados británicos, y en una masacre en gran escala de los indefensos nativos de Palestina.

La ola de terror llevó a la imposición del régimen sionista en Palestina y a la expulsión de la mayoría de los palestinos. Los Estados Unidos, que habían apoyado a Begin con dinero, y los soviéticos con armas, reconocieron inmediatamente al nuevo régimen como a un Estado y ambos trabajaron frenéticamente para su admisión en las Naciones Unidas.

Las bandas terroristas se hacen gobierno.

A partir de aquellas épocas violentas, los grupos terroristas de Begin han aumentado y prosperaron, formando una red de agresión y subversión mundial, totalmente apoyada por el Estado de Israel. La  Liga Antidifamatoria (EEUU), la Liga de Defensa Judía (EEUU) y el Mossad (Servicio secreto israelí) son sólo tres de las agencias de propagación del terrorismo israelí que operan en todo el mundo.

La obsesión de Begin de asesinar a la gente “que no quiere a los judíos” se ha convertido en la política oficial israelí. Sucesivos primeros ministros israelíes y funcionarios han reiterado que Israel “se reserva el derecho de tratar con cualquiera y en cualquier lugar que sea hostil a los judíos o a Israel”, una licencia que los protege tanto de los palestinos que objetan ser masacrados y expulsados de su país, como de las críticas del New York Times. El Mossad tiene un cheque en blanco para implementar esta política.

Una política como ésta, puesta en práctica por cualquier otro país, provocaría la indignación mundial. La unica razón para que esto no suceda es el fuerte control sionista sobre los medios de difusión y los “cristianos” descarriados.

Argentina en la lista de golpes de Begin.

Fue esta estrategia la que seleccionó a Argentina como un blanco a ser destruido por el Mossad. Durante años el régimen israelí sintió que el medio millon de judíos residentes en Argentina no gobernaba suficientemente ese país, y eso era un acto hostil en contra de Israel. Las Agencias internacionales judías incentivaron una tormenta de odio contra la Argentina: violaba derechos humanos, era antisemita, daba refugio a los nazis, estaba lista para construir bombas atómicas, y era, --por lo tanto—una amenaza para el mundo.

Esta conocida letanía de quejas, fielmente reproducidas por el mundo periodístico, es habitualmente acompañada por sanciones de las “democracias mundiales”, de ambos lados de la Cortina de Hierro y por la desaprobación de los Bancos internacionales.  Generalmente es suficiente para hacer derrocar a los gobiernos “hostiles”. Por alguna razón esto no ocurrió en el caso de Argentina. Los israelíes habían juzgado mal a los argentinos, gente orgullosa, poco acostumbrada a someterse a las presiones externas o al soborno. El país es rico y puede soportar las sanciones internacionales impuestas por los “directores” del mundo.

El “beso de la muerte” de Begin.

La política palestina de no “hacer tratos” con Israel está basada más en la experiencia y en el afán de supervivencia que en la intransigencia. Luego de años de haber observado que todos aquellos que habían hecho tratos con Israel llegan a fines lastimosos, desde Somoza hasta el Sha de Persia, los palestinos decidieron hace mucho tiempo que era más seguro pelear que hacer tratos. La experiencia palestina, aparentemente, nunca fue tomada en cuenta por el Presidente Leopoldo F. Galtieri, de Argentina. Éste, que exitosamente resistió la presión externa e interna que intentaba derrocarlo, no pudo resistir la adulación barata y los ardides.

Cuando Begin observó que el gobierno argentino no caía en pedazos, bajo los repetidos golpes dela “ignominia mundial”, optó por la táctica del “beso de la muerte”. En lugar de atacar a sus enemigos, formuló propuestas amistosas llenas de tratos y promesas. De Gaulle las recibió, Batista las recibió, así como Somoza, el Sha y media docena de los llamados líderes derechistas  de  todo el mundo, quienes corrieron hacia sus brazos israelíes por el solo privilegio de no ser llamados antisemitas.

Begin envió emisarios a Galtieri, con un mensaje especial: que los israelíes miraban con toda simpatía la lucha argentina en contra del colonialismo británico. Begin le recordó a Galtieri, durante una conversación telefónica en febrero de1982, que él también había luchado contra el imperialismo británico y que él personalmente había colgado a muchos de sus exponentes (una referencia a cómo Begin había colgado a soldados británicos, en Palestina, en los años 1940).

Galtieri no podía creer lo que escuchaba y su sospecha inicial fue superada por la alegría de oír la voz de un simpatizante.

Begin habló insistentemente acerca del honor de Argentina e incitó  Galtieri a que “llevara a cabo el glorioso destino de Argentina en Las Malvinas ” .   Begin prometió que sus emisarios trabajarían en un tratado para que Argentina lograra su objetivo.

El estímulo.

Begin llamó a  Galtieri en otras tres ocasiones durante el mes de marzo de 1982 . Le dijo que él había sido responsable por el repentino contacto amistoso realizado por el Departamento de Estado durante el mes de enero . También le dijo que “mantendría a los Estados Unidos del lado de Argentina”.

Los diplomáticos argentinos en EEUU confirmaron que habían  sido cortejados  por  el  Departamento de Estado y agasajados por  Jeane Kirkpatrick, de quien Begin se jactaba que harían cualquier cosa por Israel.

Begin prometió proveer armamento y repuestos para la Fuerza Aérea Argentina, apoyar a Argentina en su disputa territorial con el país vecino Chile, y proveer información secreta confiable en cuanto a la reacción británica frente a la ocupación de Las Malvinas, así como también apoyo norteamericano y soviético en el incidente (una velada referencia a las ligaduras de Begin con el Kremlin).

El grupo árabe en la Argentina, enterado del trato inútilmente intentó persuadir para que rechazara cualquier propuesta de Begin.  Una delegación islámica previno  a  Galtieri  de  que Begin  estaba conduciendo  a  la Argentina  a “ aguas profundas que pueden resultar la sepultura acuática de su gobierno “.

 La delegación le advirtió también que los países islámicos y tercermundistas no podrían apoyar los legítimos reclamos de Argentina en lo que se refería a Las Malvinas , si  Galtieri  se ajustaba al plan pergeñado por Begin.

Galtieri desechó estas advertencias y continuó embelesado con el “canto  de sirena” que Begin le hacía escuchar.  Aquellos miembros de la cúpula militar argentina que expresaron sus reservas fueron enviados a puestos lejanos  o separados de sus cargos .

En una reunión de la Junta, realizada en abril, Galtieri  dijo que el apoyo de Israel haría inevitable que la Argentina recobrara Las Malvinas “ sin ninguna reacción británica ”. La inteligencia israelí continuó informando , a los diplomáticos argentinos en Londres, que la economía británica se encontraba en un estado tan peligroso que ni siquiera una fragata sería enviada a Sud América . En lo que se refiere a los Estado Unidos  , los agentes del Mossad en ese país elaboraron una compleja patraña para engañar a los argentinos.

Durante numerosas y espléndidas cenas los argentinos recibieron seguridades por parte de agentes israelíes actuantes en el Departamento de Estado y que supuestamente obraban como leales diplomáticos norteamericanos, de que los EEUU estaban obligados no solo por la  Doctrina Monroe,  sino también por el Tratado de Río (TAR).

¿Qué debía dar Argentina a cambio de todos estos favores? Simplemente brindar una mayor porción de poder a los judíos residentes en Argentina , y unirse con los otros regímenes derechistas de Latinoamérica para apoyar a Israel en las Naciones Unidas. Galtieri y los restantes miembros de qiela Junta pensaron que era poco el precio que debían pagar por una victoria que los afianzarían en el poder para siempre.

Cumpliendo con su palabra Begin hizo posible que los diarios detuvieran la publicación de historias de horror sobre la Argentina. Los principales críticos del gobierno argentino, tales como Jacobo Timmerman y Amnesty Internacional, ésta con sede en Inglaterra, repentinamente y por obligación se mantuvieron en silencio. Evidentemente tenían órdenes en tal sentido.

En una semblanza especial relativa a los miembros del Junta, preparada por el Mossad, Begin fue informado, --entre otras cosas—que “por lo general los derechistas latinoamericanos, ansían la respetabilidad y harían cualquier cosa por lograrla”.

La Junta estaba eufórica. Habían recuperado la respetabilidad, gracias a los administradores de la respetabilidad: la prensa controlada por el sionismo.

Triples Negociaciones.

Galtieri y sus colegas desconocían el paquete de proposiciones hechas “a medida”, que fueron ofrecidas por Begin a los enemigos de la Junta, y considerablemente reñidas con las promesas formuladas a ésta.

El gobierno británico recibió información vital sobre cada aspecto de las aptitudes militares argentinas; varios códigos diplomáticos y militares fueron secretamente entregados a los británicos por agentes sionistas operantes dentro del gobierno argentino.

El trato era que Margaret Thatcher podría utilizar una guerra de poco riesgo para recuperar alguna popularidad, la cual se encontraba en su punto más bajo.

Habría mucho dinero para aquellos que apoyaran el gobierno de Thatcher  y a ella le interesó la idea de ser la heroica doncella que asesinaba al monstruo fascista anti-británico.

A cambio de estos favores, Begin deseaba la cabeza de lord Carrington, Ministro de Relaciones Exteriores británico, quien persistentemente criticaba a Israel, a fin de obtener el comercio árabe para Gran Bretaña.

Aun cuando repetidamente se le había dicho a Begin que la crítica de Carrington era un  engaño para obtener dólares árabes,  temía que la actitud de Carringon fuera contagiosa y por lo tanto debía ser detenida.

Carrington recibió diferente información secreta que la Thatcher. Se le informó que los argentinos estaban llenos de machismo  y  que fanfarroneaban, que la amenaza de invasión era sólo una cortina de humo para distraer a las masas de sus problemas.

Caringon, muy familiarizado con la maestría británica de proveer a las  masas de su país con pomposas distracciones, aceptó prontamente la información secreta inspirada por el Mossad. Thatcher, por su parte había aceptado   sacrificar a Carrington,  en aras de sus propios fines.

Dirigentes peronistas radicados en España fueron contactados por los agentes secretos del Mossad, y se les suministró –en términos poco crípticos—la noticia alentadora de que su regreso al país podría estar cercano, requiriéndoles que recordaran que le deberían un favor a Israel cuando lo hicieran.

En realidad, los israelíes tenían ya un equipo seleccionado, listo para tomar poder, una vez que la Junta dimitiera, completamente ajena a los objetivos peronistas. Begin pensó que no sería perjudicial, de todas maneras, revolver el avispero en las agitadas aguas de la política latinoamericana, con el   propósito de sembrar confusión. El escenario estaba dispuesto y la trampa lista.

Argentina atrapada.

En la víspera de la ocupación argentina de Las Malvinas, Haig, Thatcher y Begin compartían un solo temor: que los argentinos se acobardaran y abandonaran la expedición. Begin llamó a Haig, instándolo a que asegurara a los argentinos el apoyo de los Estados Unidos o, en última instancia su neutralidad.

El secretario de Estado Haig, obligado como siempre lo estuvo respecto a todas las exigencias israelíes personalmente aseguró el apoyo de EEUU hacia la Junta.

No bien el último de los soldados argentinos desembarcó en Las Malvinas, Haig cambió súbitamente de actitud, ante el asombro desesperado de Galtieri . Pero la suerte estaba echada. Era demasiado tarde para cambiar el curso de los acontecimientos y la Junta nerviosamente aguardó las consecuencias de su acción.

A medida que las promesas de Begin se desmoronaban , Galtieri impacientemente llamó a Begin y le solicitó que mantuviera su palabra. Begin lo tranquilizó, en la misma forma que los médicos le hablan a sus pacientes agonizantes: con un jovial “ Ya te pondrás bien , Leopoldo  ”.

Una guerra indispensable.

Una creciente cantidad de integrantes de la cúpula militar argentina tuvo la incómoda sensación de que habían sido engañados. Esto no era una buena noticia para la Thatcher ni para Begin; la guerra en el Atlántico Ser era indispensable para ambos. Begin estaba tan preocupado por la posibilidad de que Galtieri  fuera derrocado antes de que Gran Bretaña atacara las islas, que ordenó a la totalidad de la población judía en Argentina que se lanzara a las calles de Buenos Aires y demostrara su apoyo hacia la Junta , hacia la ocupación y hacia la guerra contra los británicos . Galtieri  aprovechó esta demostración para convencer a sus escépticos colegas de  que no había sido engañado.

Cuando un coronel de la inteligencia militar argentina presentó pruebas de que Begin había ordenado esa manifestación y puesto de relieve la sospecha de que tales manifestaciones obraban deslealmente , así como sus deleznables motivos Galtieri relevó a dicho coronel y a algunos de sus subordinados.

Para asegurar la guerra, Begin instó a Haig para que pusiera en escena un “show de idas y vueltas” “a la Kissinger” y para que actuara como un honesto negociador, manteniéndolo en eso el tiempo suficiente para permitir que la armada británica llegara a la escena. Haig se prestó a desempeñar esta pantomima con gran gusto, al tiempo que simultáneamente, entregaba material sofisticado para el aparato bélico británico y proporcionaba la información adquirida por los satélites estadounidenses y aviones espías que sobrevolaban Las Malvinas.

Una derrota humillante derrocaría a la Junta y dejaría su lugar a un nuevo gobierno orientado en favor de la Trilateral. Haig consideró esta trama como un motivo de orgullo y llamó a su mentor, Kissinger para su aprobación. El secretario de Estado de Rockefeller verbalmente lo felicitó. Más tarde, ese mismo día Haig recibió una llamada telefónica del propio jefe : David Rockefeller, quien le dirigió un cumplido por sus cualidades de estadista e insinuó que podría alguna vez ser un buen presidente. Haig se sintió tan embargado por la emoción que su esposa pensó que había sufrido otro ataque cardíaco.

(La subsiguiente renuncia de Haig fue destinada a engañar a los latinoamericanos y a los árabes, para hacerlos  pensar que  había habido un cambio radical  en el gobierno de Rockefeller/Reagan, a fin de poder posibilitar el restablecimiento de la influencia de Rockefeller. Mediante su renuncia, Haig ha recibido la eterna gratitud de los trilateralistas y de los sionistas).

 Si la Thatcher necesitaba desesperadamente un melodrama en el Atlántico Sur para que la rescatara de un abismo de impopularidad, Menachem Begin tenía un motivo más urgente: asegurarse que la guerra comenzaba de acuerdo a lo planeado. Durante tres meses se había preparado cuidadosamente para la invasión del Líbano y para el organizado genocidio de los refugiados palestinos, que él mismo había expulsado hacía 30 años de Palestina. La guerra del Atlántico Sud conjuntamente con la ausencia circunstancial del presidente Reagan de la Casa Blanca, aportarían la necesaria distracción como para minimizar cualquier conmoción que la  invasión  pudiera producir  en el mundo. Todo ocurrió según lo planeado. Thatcher obtuvo algunos puntos en las encuestas de popularidad, Haig recibió las felicitaciones de Rockefeller y Begin masacró más refugiados palestinos.

El sucesor elegido por Begin, Ariel Schienerman Sharon, conocido en el Cercano Oriente como el “gordo carnicero de Galilea” disfrutó su trabajo de asesinar  a  los refugiados y en una conferencia de prensa se jactó de que cuando “nos pisan los pies  les cortamos la cabeza”, una versión inflacionaria del “ojo por ojo”.

Los perdedores.

Los contribuyentes norteamericanos son los mayores perdedores de todas las representaciones teatrales de Begin. Sus dólares –ganados con dificultad—lo pagarán todo. Estados Unidos perderá influencia en América Latina y Begin podrá empujar a ésta hacia sus amigos del Kremlin. Una vez más Siria habrá perdido su fuerza aérea, proporcionada por los soviéticos, a manos de máquinas superiores norteamericanas, utilizadas por los israelíes.

Extrañamente, mientras el país “cliente” del Kremlin, Siria, suplicaba armas para luchar contra los israelíes, debido a que habían invadido el Líbano, Brezhnev nada hacía y se rehusaba a ofrecer cualquier tipo de ayuda, no obstante el “pacto de mutua asistencia” firmado entre Siria y la Unión Soviética el año pasado. Esto llevará a que los veteranos estudiosos de la “sovietología” lleguen a la conclusión de que la presunta frialdad diplomática de que alardean la Unión Soviética e Israel es un mito fraguado por los dos países para engañar al mundo, y que la antigua conspiración entre el sionismo político y el comunismo, para conquistar el mundo, es tan posible como siempre.

El acuerdo soviético-israelí incluye una cláusula secreta que especifica que los árabes serán siempre provistos de armas de inferior calidad, cuya lista será aprobada con anterioridad por los israelíes. Este acuerdo explica por qué los árabes jamás han ganado una guerra contra Israel.

La evidencia muestra, por el contrario, que los árabes están aprendiendo lentamente. Saddam Hussein, Presidente de Irak, confió en la información secreta de Mossad, cuando lanzó su invasión a Irán. En forma similar a  la relatada previamente, Begin aseguró a  los iraquíes el apoyo norteamericano (en venganza por la crisis de los rehenes). Huyssein cayó en la trampa. El objetivo de Begin era eliminar a Irak, como posible invasor y protector del Líbano. Para asegurarse, luego, bombardeó la planta nuclear iraqúi, en construcción con aviones israelíes camuflados como iraníes.

Esos hechos son ampliamente conocidos en el Cercano Oriente y no serán subestimados entre las nuevas generaciones de árabes, mucho más advertidas que sus antecesores, acerca de las prácticas isralíes.*

Buenos Aires, 30 de agosto de 1982.-

 

 

 

 

 

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