HUMOR ALEMÁN.
HEGEL DESCRIBE AL TELEVIDENTE MODERNO:
“Cuanto más culto es un hombre tanto menos vive en lo
exterior e inmediato. Pocas cosas son enteramente nuevas para él y, en general,
lo que hay de esencial en las cosas nuevas, le es ya conocido. Más aún, el
hombre culto emplea habitualmente sus imágenes y experimenta, rara vez, la necesidad
de ver lo que ocurre en el exterior. La multitud, por el contrario, corre
siempre con la boca abierta, allí donde hay algo que mirar”. (Filosofía del Espíritu, 455).
Palabras sabias. Ahora
bien, el imperialismo de la información también sabe que el ciudadano
televidente de la boca abierta, es un personaje ideal para zamarrearlo
mentalmente de un lado para otro, de una opinión a otra, de un sentimiento a
otro, dejándolo sin criterio propio para mejor someterlo.
El imperialismo ha
logrado que el abriboca, para sentirse vivo, se mantenga inmóvil mirando el
televisor durante horas, oyendo una sucesión interminable, de absurdas,
degradantes mentiras; verdades recortadas y acontecimientos manipulados. Y al
fin, su criterio es plenamente el que le mete en su cerebro las multinacionales
de la información; que él asume y luego repiten como verdades apodícticas.
Paul Morand se quejaba,
un siglo atrás, en su libro “Nueva York”, porque en USA el periodismo le llenaba
la cabeza a la gente con curiosidades improcedentes, le informaban que en
Méjico un fulano había sacado un primer premio en horticultura, o que un terremoto
asoló una perdida isla en el Pacífico… Pero nada, poco, o falsificado de lo que
ocurría a su alrededor.
El abriboca está también
imposibilitado de mantener alguna conversación seria, trascendente, que fuese
al meollo de los problemas. Llegamos
siempre a lo mismo: desaparición de la vida social, y abandono del televidente
en la soledad del individualismo, en la
inmediatez egoísta pues busca contactos sólo para tratar de gozar o enriquecerse
inescrupulosamente.
“Individuos volubles,
inconsecuentes, incapaces de mantener una promesa, que cambian con las
circunstancias; cuyas vidas empiezan y terminan en cada momento”. Los sufrimos zumbando
alrededor nuestro como moscas insoportables.
Acabemos con el ridículo ciudadano conformista
e indolente de la boca abierta educándolo política y espiritualmente, proclamando a los cuatros vientos las grandes
verdades trascendentes del patriotismo nacionalista. Nuestra voz la oye Dios, falta
nuestro esfuerzo para que sobreviva la Patria. +
¡DIOS, PATRIA, HOGAR!
INDEPENDENCIA ECONÓMICA,
JUSTICIA SOCIAL,
SOBERANÍA POLÍTICA,
NACIONALISMO CULTURAL.
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