PARA LA
HISTORIA DEL NACIONALISMO.
“LA BUENA VECINDAD”: USA,
un peligroso e indeseable extraño, prepotente y agresivo, en el “barrio” latino
de América.
Durante su
estadía en la cárcel de Villa Devoto, Enrique Osés
escribió en noviembre de 1941, excelentes artículos, que fueron publicados por
“El Pampero”, donde denunciaba la extrema gravedad de la situación política
nacional. Luego se recopilaron en su
libro ”MEDIOS Y FINES DEL
NACIONALISMO”,
(Ed. LA MAZORCA), de donde extraje el presente.
Desde esa
época el Nacionalismo enfrenta la misma lucha contra los mismos enemigos, --el de adentro y los de
afuera--; sólo que, mientras el nacionalismo fue perdiendo vigencia política,
el liberalismo, en cambio, impulsado por el imperialismo yanqui, la traición de
los gobiernos cipayos, y el pueblo estragado por el periodismo, aumentó su
influencia casi inconteniblemente .¿Habrá manera de restaurar la soberanía
argentina y la de todos los países de
América latina, de las garras yanquis? Actualmente la posibilidad es
deprimente.
Copio, a
continuación, el capítulo: “Argentinos, no “ciudadanos de América”,
describiendo la obstinada y consuetudinaria argucia yanqu icreada por Delano
Roosevelt –con el nombre de política de
la “buena vecindad”-- para apoderarse legalmente de América Hispánica.
Esa “buena vecindad”
no significa que todos los vecinos viven en pie de igualdad, sino que uno de
ello, es el mandamás, pues tiene a los demás dominados y apichonados, exhibiendo sus poderosos
músculos, que empleará ante el menor caso de contravenir sus deseos de adueñarse del barrio entero.
En el
feudalismo los vasallos eran protegidos por el Señor feudal de agresiones
extranjeras, ahora es a la inversa, deberán unirse para defenderse del feudal,
que ya no es ni caballero ni protector, sino
el mismísimo agresor: Delano Roosevelt y sucesores.
El judío
Milei, paradigma de los traidores, de puro canalla que es, sirviente de los
magnates judíos que lo dominan, actualmente se hinca ante los pies del nuevo
feudal, el trío infernal : USA,
Inglaterra e Israel , que nos traerá
“ Progreso y Civilización ”, como prometían los unitarios . El resultado
es el mismo : vergüenza y miseria.+
ARGENTINOS , NO
“CIUDADANOS DE AMERICA”
Por ENRIQUE OSÉS.
Esta mañana, Queraltó, al visitarme, dióme cuenta de que
el Ministerio del Interior había prohibido la concentración de la Alianza en la
Plaza de Mayo, el día de nuestra máxima efemérides patria . Casi le botaron
lágrimas de los ojos a este muchacho. Lágrimas de rabia y --¿por qué no?— lágrimas
de impotencia. Los pretextos de la prohibición no los conozco ni me importa
conocerlos. Los tenemos de sobra sabidos. “No hay policía para guardar el
orden”; “se puede tomar el acto como una provocación”; “no tiene personería
jurídica la Alianza”, etc. etc. Macanas. En tanto. Los comunistas pueden
reunirse en Cabildo Abierto, elevar ponencias al Ejecutivo, “desagraviar” a San
Martín y enlodar el recuerdo de esa fecha con una parodia que, esa sí, debió
ser prohibida porque no hay derecho a
usar el banderín de Mayo para lamerle los pies a Mr. Delano Roosevelt, ni para
arrojar más leña a la hoguera belicista del mundo. Ahí está “Crítica” exponente
máximo de la entrega, creando el “Día del Americano” y la “escarapela
continental”, para hacer ambiente a la misma política de “buena vecindad”
yanqui. Ahí están “La Nación” y “La Prensa”, pretendiendo lo mismo, en sendos
editoriales. Nosotros, los argentinos –según ellos—ya no somos argentinos .
Somos “ciudadanos de las tres Américas. Nosotros ya no podemos ser patriotas,
es decir, querer a nuestra Patria, única y exclusivamente, sobre todas las
cosas terrenales: somos “ciudadanos de las tres Américas”. Nosotros ya debemos
olvidarnos de que formamos un rancho aparte en el Continente. No. Somos americanos
y “nada nos separa y todo nos une” con la nación de Monroe y de Roosevelt. Y
así vamos a un desbarranco total, sin vuelta de hoja. A confundirnos en una
heterogénea mezcolanza con “ todas las naciones del continente ”; a perder nuestra
“personalidad”, nuestra “individualidad”, nuestra “soberanía”, en aras de un
continentalismo que es, sin más ni más, la entrega nuestra al más poderoso. ¡Y
esto argumentando que nos defenderán ante una probable agresión extraña! ¡Pero
si para nosotros, argentinos tanto nos son extraños, absolutamente, los Estados
Unidos de Norte América, como Tombouctú!...
Todavía, absolutamente, no hemos perdido los argentinos
nuestra capacidad de indignación. Por eso digo que no es posible tolerar más el intento de la
prensa colonial, de las instituciones cipayas –todo ello favorecido y
acicateado por el Régimen—de enrolarnos a la política de Uncle Sam. No
se puede leer sin furor, por ejemplo, el editorial de “La Nación” de ayer, a propósito de la inauguración de la estatua
de San Martín en Bogotá : “reviste un alto sentido simbólico la tendencia, hoy
tan notable a suprimir los límites de las glorias nacionales…” “ Esa abolición
de todo localismo y preocupación lugareña… revela, desde luego, la madurez de
una verdadera conciencia continental, que ha llegado a prevalecer sobre el
espíritu particularista, y hasta cierto punto estrecho, de otras épocas ”. Es
decir, en menos alambicadas perífrasis. El espíritu localista y estrecho de
otras épocas era patriotismo vivo, candente, de la naciente argentinidad. Era
el respeto y la veneración por las
glorias “locales”; era poner a San Martín como el arquetipo de la nacionalidad.
Y aún admitiendo que la epopeya libertadora extendióse a otros pueblos de
América –cuyos héroes “nacionales” también la hicieron por su cuenta-- ¿qué
tiene que ver todo esto con la “continentalidad” americana adosada geográfica,
política, racial. cultural, religiosamente, con Norte América? Nada.
Absolutamente nada. La independencia norteamericana es sajona y protestante ;
la nuestra católica e hispánica. La nuestra es espiritual y aquella comercial.
Nosotros nos desvinculamos de un imperio, y Norte América de otro, totalmente
distintos en la raíz, en los medios y en los fines. No hay unidad
continental que valga. Y de tal modo es esto cierto que para darle una sombra
de verosimilitud siquiera al pretexto unificador, los servidores de Roosevelt
tienen que hablar del “…nexo común de la democracia”. Y olvidarse que el
imperialismo democrático de Norte América lleva arrasadas ya las soberanías de
toda América Central y de casi toda nuestra América del Sud, o por la fuerza de
la conquista o por el dólar ; o por la diplomacia o por el petróleo ; o por sus
soldados armados o por Wall Street.
Se necesita estar ciegos, para no ver adonde se nos
quiere llevar. Todas las creaciones “panamericanistas”, no tienen otro
propósito que unirnos al imperialismo yanqui. Yo no entro ahora a establecer si
es que Estados Unidos, mejor dicho, su gobierno pretende arrastrarnos a la
guerra en auxilio de Gran Bretaña, porque aún sigo dudando de que Estados
Unidos entre en la guerra, a pesar de todas sus alharacas. Pero sostengo que
toda la politica yanqui de hoy, tienen
una perfecta sincronización con la política yanqui de ayer; con las anexiones de
que hablaba o con las conquistas de que también hablaba. Bases aeronavales,
empréstitos, visitas de confraternidad. Congresos, Rotarys Clubs, intercambios
culturales, etc. etc. no llevan sino a hacernos entrar en la órbita yanqui. Yo
no sé si concluida la guerra actual tendremos que guardarnos de las potencias
totalitarias vencedoras. Es una posibilidad que no podemos descuidar. Pero si
todos los argentinos somos patriotas ¿acaso no debemos guardarnos lo mismo, de
esa potencia imperialista que está mucho más cerca, como lo es el país del Norte?
¿Por qué, entonces, quienes nos acusan a nosotros de ”totalitarios”, por el sólo hecho de que somos
nacionalistas, se enrolan y pretenden enrolarnos a todos los argentinos, en la
política económica y bélica, de otra potencia, tan extranjera respecto de nosotros,
como Estados Unidos? ¿Cuál es el primer deber de un Estado soberano, sino
reunir a sus súbditos, en defensa de la Nación? ¿Cómo es admisible que un
Estado permita dentro de sus fronteras nacionales, en todos los planos –ideológico,
cultural, político, económico, espiritual—el que unas entidades como Acción Argentina, y una prensa como toda la prensa colonial, y
ministros y funcionarios públicos, y maestros, y “tutti cuanti”, en vez de
fortalecer el sentimiento argentino, el
sentimiento orgulloso, cerrado, viril, patriótico, “localista, “estrecho”
--como dice “La Nación”-- exalte un “sentimiento continental” , que no
tiene otro sentido que diluir , en el orden individual lo argentino; y en el orden
colectivo , la nacionalidad argentina.
Esta es otra de las tremendas inmoralidades del régimen
actual, de que hablábamos ayer. Los que queremos a nuestra Patria, una grande, indivisible,
rectora, para nosotros, para nuestros hijos, para nuestra posteridad, somos
“totalitarios”, no podemos reunirnos, no podemos proclamar la verdad argentina,
somos “servidores” de una potencia extranjera, quintas columnas y traidores. (¡Malditos sean!). Los otros,
los que proclaman su adhesión incondicional a Gran Bretaña, los que se
enorgullecen de usar casimir inglés en sus trajes, los que juran por Roosevelt,
los que intentan y lo dicen, salir a pelear al problemático costado de Estados
Unidos, por la democracia inglesa, esos son “ciudadanos de América” y pueden
celebrar un Cabildo Abierto y tienen, en fin, todo el Régimen a su disposición.
No importa. Ésta es época de confusió0n y de derrumbe. Y
seguramente deben acaecer más terribles hechos, antes que tengan lugar nuestros
hechos. En estos días de Mayo fortalezcamos los nacionalistas el vínculo que
nos une. Seamos, procuremos serlo, más argentinos que nunca, más cerradamente,
más sectariamente, más fieramente argentinos que nunca. Hagamos de nuestra
argentinidad una ciudadela inexpugnable. Y tengamos esta convicción. Nada
podrán todos los “ciudadanos de las tres Américas” que recluten “Argentine
Action, “Crítica” y el Régimen, contra un puñado de cien argentinos.+
ENRIQUE OSÉS.
“MEDIOS Y FINES DEL NACIONALISMO”.
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