LA POLÍTICA LIBERAL ARGENTINA OSCILA ENTRE LA ANARQUÍA Y LA TIRANÍA, POR ESTAR FUNDADA SOBRE UNA FALSA TRADICIÓN. AUNQUE BIEN PODRÍAMOS DECIR QUE SIMULTANEAMENTE, EL GOBIERNO LIBERAL ES TIRÁNICO, AL OBEDECER LOS MANDATOS DEL IMPERIALISMO PARA DESTRUIR NUESTRA NACIONALIDAD, Y ANARQUICO, AL SUMIR AL PUEBLO EN EL ENGAÑO, LA MISERIAY EL MIEDO, PARA TENERLO EMBRETADO.
POR EL CONTRARIO, DURANTE EL GOBIERNO DE ROSAS, ARGENTINA SE ERIGIÓ EN NACION SOBERANA INSTAURANDO EL BIEN COMUN Y LA DIGNIDAD. FUE EJEMPLO PARA LAS NACIONES DEL MUNDO.
A continuación un articulo del
padre
Leonardo Castellani:
LA
TIRANIA Y LA ANARQUIA.
Una síntesis histórica relámpago y una
crítica hecha con el bisturí en carne viva donde desnuda a nuestros liberales
La tiranía y la anarquía, los
dos males supremos para un país, en los
libros de teoría política (como en la “Politeia” de Platón) están situados en
los dos extremos. De los regímenes posibles; entre los cuales se escalonan dos,
tres o cinco “regímenes lícitos”: aristocracia, timocracia, democracia…
Pero en la realidad
histórica, esos dos “extremos “ suelen estar muy próximos (“los extremos se
tocan”), porque en las naciones corrompidas o descangayadas se produce un
movimiento pendular que va fácilmente del uno al otro cabo, sin poder encontrar
el medio; sobre todo desde que rige en el mundo lo que es llamado “la
Revolución” con mayúscula.
El “medio” de este movimiento
pendular no es otro que el delicado equilibrio (nunca perfecto en este pícaro
mundo) entre los derechos del individuo y las exigencias del Estado: y entre
las ventajas de un régimen unitario y fuerte (ventajas que hacen decir a los
filosos que teóricamente el mejor régimen es el del UNO: “non-arjía”) y las
reacciones libertarias convulsas, a veces salvajes o alocadas, que suscita el
régimen del UNO cuando abandona la consagración difícil al bien común, se
convierte en “tiranía”, técnicamente hablando. La corrupción de lo óptimo es
pésima. (Casi es mejor no ser óptimo en este mundo ¿no? –Esta es la base de
nosotros los “republicanos”. Preferimos un gobierno menos perfecto”
teóricamente, pero con menos peligro de corrupción suprema. Nuestra teoría
prevé un gobierno baratito y como de entrecasa, “sin frenéticos espasmos de
dolor o de alegría. –De los cuales las enfermas pobres almas van en pos…”—como
dijo el romántico).
Pues como íbamos diciendo,
esto del “movimiento pendular” se puede contemplar, por ejemplo, en la historia
del Imperio Romano en tiempos de San Agustín. No es necesario repasar los
estudios monumentales de Mommsen o Guglielmo Ferrero, bastan las obras del
Obispo de Hipona. Las continuas sublevaciones de generales, que ponían y
deponían Emperadores, habían concluido por
avezar a la usurpación del poder; y convertir, por ende en “título de
legitimidad” gubernamental el mero hecho
de tener armas. De donde siguió una cadena de períodos de tiranía y períodos de
anarquía, cortados por períodos de las dos cosas juntas…
En el tiempo de la vida del
Santo, desde mediados del siglo IV a principios del V (354-430) hubo en Roma nada
menos que tres generales usurpadores: Máximo III (que duró tres años), Juan I
(dos años, y después asesinado, por supuesto), y el peor de todos, Attalus I,
que duró más de diez años y durante cuyo mandato se produjo el tercer ataque y
saqueo de la Urbe, cabeza del mundo civilizado. En este tiempo de la vida de un
hombre, el Imperio se dividió y se reunió tres veces; en tanto que los
reyezuelos bárbaros luchaban entre sí y se quedaban con pedazos tan
grandes de él como toda España (godo y
vándalos) y Sud-Francia (francos); hasta que al fin el Imperio se pierde en
Occidente y queda reducido a su parte Oriental, Constantinópolis.
San Agustín abandonó los
temas políticos –después de declarar altivamente que “los pueblos corrompidos
sólo pueden ser gobernados por tiranos”—y se dedicó al tema religioso; en lo
cual sería tan bueno que yo lo imitara un poco según dicen ¡ay de mí! Estaba en
el Concilio de Cartago contra los Donatistas y Pelagianos en el año 410, cuando
le llegó la noticia de la destrucción de Roma por Alarico, que muchos
cristianos tomaban como señal de la inminencia del fin del mundo; y otra vez quiso hacerse el duro, y proclamó
que “no tenía por grandes a quienes se asombraban de que las casas cayeran y murieran
los mortales”… Más cuando los bárbaros cruzaron el Estrecho y sitiaron a
Hipona, dejando tras sí un reguero de ruinas, aflojó el santo y se murió de
pena:”pidió a Dios que se lo llevara” –dicen los devotos--. En el fondo era
patriota aunque parecía un perfecto “nazi”; o por lo menos era “patricio”.
La razón de que se oscile tan
fácilmente de la tiranía a la anarquía
es que en el fondo de ambas hay algo en común que es el desgobierno: el Tirano,
aunque parece que gobierna demasiado, no gobierna en realidad; porque no
“ordena” más solamente “manda” y atropella. Pero la gente de este país no sabe a
punto fijo lo que es “tiranía” ni lo que es “anarquía”; lo conocemos solamente
por sus efectos, es decir, cuando ya es un poco tarde…
Educados por José Mármol y
José Ingenieros, creemos que tiranía es
la manera de un despatarro de mazorqueros, fusilamientos arbitrarios, cintas
coloradas, insultos inmundos y salvajes al adversario político… Y la pobrecita
Amalia que cae atravesada de balas en los brazos de su amante Torcuato (o como se llame el amante)
en medio de las carcajadas satánicas de Cuitiño; y en cuanto a la “anarquía” se
nos hace que es un especie de caos, despelote y entrevero general. Pero en realidad
de verdad, “tirano” no significa ni duro, ni déspota ni cruel, a no ser en los dramas de Lope: Luis XI de Francia fue todo eso y no fue un
tirano, lo mismo que Solano López de Paraguay. Ni tampoco “anarquía” significa
una merienda de negros; hay anarquía de frac y corbata blanca.
Técnicamente, “anarquía”
significa “falta de vigencia de la ley”. Ley significa un algo que esté “por
encima de la voluntad y aun de la cabeza de los hombres”, en el sentido que
diremos ahora. En los dos extremos de la corrupción política, predomina sobre
la ley la voluntad de los hombres: en la Tiranía la de Uno; y en la anarquía la de Muchos.
Cuando dije “Ley” no quise
decir lo que llaman “ley” Grotius, Kant, Hegel o Karl Smith, y en general los juristas
modernos; es decir, un instrumento de la voluntad del político, sino lo que
llaman “ley” (positiva o natural) son las mismas inclinaciones de las cosas a
sus fines propios”… y ·Ley Natural no es otra cosa al cabo sino la luz del
intelecto infundida en nosotros por los cielos, con la cual conocemos lo que se
debe hacer y lo que se debe evitar” –dice Santo Tomás de Aquino (S. Th.I, 60,
Esta diferencia entre el
concepto de “Ley” de la Tradición y la nueva ley rusoniana de la Revolución,
debe ser objeto de otro artículo, pues ella es capital: no es indiferente, antes
es divertidísimo que la ley descienda del intelecto, como quería la antigua
filosofía; o de la voluntad, como quieren las modernas filosofías
voluntaristas, o por mejor decir, la sofística contemporánea. “Decir que de la
voluntad de Dios depende “la ley moral… (Occam, Descartes) es blasfemia”,,,
enseñó Tomás de Aquino. Baste
decir ahora que cuando nuestros abuelos el siglo pasado hablaban de “restaurar
las leyes” o nombraban con el título de Restaurador, al que no nombraré (porque
si lo nombro soy ipso facto “nazi”), querían decir “volver a las leyes de antes”, a las de
siempre, a las eternas,… a la idea antigua de “Ley”. No pretendían muchas leyes
nuevas, que si a eso vamos, don Bernardino González Rivadavia era machazo en
eso e hizo lo menos cinco veces más leyes que “el Otro”. Lo que querían era que
la “Ley” se mirase de otra manera; querían en suma que fuera obedecida y eso,
por parte de todos, empezando por el mismo mandatario, convertido así en
“Promulgador” y vocero de la Razón, y puesto debajo de ella.
Para lo cual era necesario
que la ley promulgada fuera , pareja y
prudente; o sea de acuerdo a las costumbres y “derivada de la razón en orden al
bien común” –o derivada de Dios, en definitiva “fuente de toda razón y
justicia”: de los cielos, como dijo el
de Aquino. Más para que la ley sea realmente Ley (lo cual no es soplar y hacer
botella), ley justa, pareja y prudente, comúnmente se requiere que no salga del
mate de uno sólo, sino que se junten varios mates buenos,,, y si es posible
todos. Y esto es “democracia”, según el muy “nazi” de Santo Tomás ¡que era hijo
de una condesa alemana!... No “democracia
cristiana”, porque en aquellos tiempos atrasados no se habían misturado todavía
lo político con lo religioso sino democracia a secas, o “república”, porque el
gobierno es más suave y más feroz –enseña el Aquinate—cuando todos tienen
alguna parte en la MEDIDA DE SU CAPACIDAD”… Ojo con esta medida de la capacidad.
A mi en la clase de historia me
enseñaron cuando chico que en este feliz país en que nací hubo una cadena de períodos de tiranía y de anarquía cortados
por relámpagos de Libertad, a saber:
1º. Tiranía bajo los reyes de
España, atestiguada por el mismísimo Himno nacional,
2º. la Libertad, que como un
rayo rompió con ruido todas las cadenas,
El
25 de Mayo
Día
del trueno y del rayo,
Último
del Despotismo
y…primero
de lo mismo…
como decía el maestro Parodi,
un catalán que me enseñó a leer;
3º, la Anarquía;
4º. Tiranía de nuevo;
5º. La Libertad de nuevo, con
la Constitución de1853, esta vez Libertad definitiva y eterna…
Pero resulta que en el 90
hubo aquí una revolución muy seria contra la “Tiranía” de nuevo; y en 1912,
cuando salí de la escuela, se implantó el sufragio universal libre y obligatorio, y se recobró la Libertad
definitivamente. Pero en 1930, el glorioso Ejército argentino, mandado por
Uriburu, hizo otra revolución contra la Anarquía; y después de 1955, otra
revolución contra la Tiranía mandada por diversos generales. Entonces se me
confundió toda la historia, “perdí mi latín” y
no comprendía nada. Recuerdo en1930 mientras estaba estudiando en Amiens , los diarios franceses describían
los sucesos argentinos más o menos ansina:
“…et aloors, le general Ouribourú sortit son revolver
et chassa le génerl Irigoyén: maisalorsquoi un autre general, Agustín Juto .
sortit sou revolver et chassa le general Ouriboiru:
lequel ,étant un gran ami de la france,
vint a Paris…et y mourut”…Recuerdo
que me daba vergüenza imponente leer esto; hasta que al fin me consolé
diciendo, con el autor de El Ente
Dilucidado: “Los monstruos ¿somos nosotros o son ellos?”
Pero se me confundió grande
toda la historia argentina, y recién ahora , a los 60 años, se me comienza a
ordenar de nuevo. Días pasados encontré a un muchachito leyendo precozmente la Vida de Rosas, de Manuel Gálvez, el cual
me dijo: “Tío, el fruto de esta lectura es bastante triste; porque resulta que
en la escuela me han engañado”. A lo cual respondí: “Dale gracias a Dios que te
enteras a lo doce años; yo no me enteré hasta los
Pero esto que diré ahora recién me enteré a los
El pueblo argentino jamás
asimiló el liberalismo francés o inglés o norteamericano; no se sabe porqué. Los
liberales lo han tenido aquí TODO para hacérselo
asimilar: el progreso, la moda y la mentira, prensa grande, libros, universidad…
y hasta sacerdotes, curas y obispos liberales o
Liberaloides; y el pueblo
argentino no lo asimiló: mala suerte. Cada
vez que el pueblo eligió libremente su
“caudillo”, (como decía Estanislao López) eligió un caudillo
antiliberal. Ninguno de ellos le salió muy santo, y uno de ellos le salió al
final un canallita; más el pueblo, les
petites gens, como dice el francés, persistió tozudamente en su actitud
antiliberal. El partido radical, cuando empezó
a “liberalizarse”, empezó a decaer; es
un hecho; algo aflojó en su espinazo.
Esto para mí es una especie
de prodigio. Será por tozudo o por inteligente, por falta de religión o por sobra
de religión, por falta de cultura o por sobra de cultura: pero el hecho está
allí, macizo como una roca: el pueblo no quiere a los liberales.
En este momento histórico ,
ello se comprende un poco: no hay liberales de gran talento aquí ahora. Fíjense
en los que ahora escriben o hablan bien (con autoridad, eficazmente) son todos
comunistas o nacionalistas; liberales de gran calibre no hay. Pero en otro
tiempo hubo un Sarmiento, un Mitre, digamos en otro plano, un Lisandro de la
Torre… Más el pueblo erre que erre, en cuanto le dan cancha libre, va y
ensalza un caudillo antiliberal hasta
las nubes… Para mi que la culpa la tienen los médicos o los curas rurales, o la
Acción Católica.
De modo que al pueblo
argentino le pasa un poco como le pasó a Julio Camba. Cuando el gran humorista
español escribió su mejor libro Haciendo
de República… sus amigos de la peña, la redacción y el café dijeron: “El
gordo se ha convertido al catolicismo”, a lo cual el gordo replicó: “No, lo que
pasa es que me he dado cuenta de que era católico”.
Así que el pueblo argentino que no sabe definir el liberalismo, se da cuenta bruscamente
sin cesar que es “antiliberal” Y no se puede decir que la culpa la tengan los “nazis”:
en tiempo de Irigoyen no había “nazis”.
De manera que, si la historia
tiene leyes fijas (lo cual no es seguro) se podría decir esto: ahora se han
copado la revolución los liberales, gobernaran un tiempo, vendrá otra
revolución y pondrá en el inestable y
codiciado trono a un antiliberal…¿En qué plazo? Porque lo plazos de las revoluciones
argentinas se van acortando visiblemente…
Hablo de las revoluciones grandes, que cambian el régimen del
país, haciendo oscilar el péndulo de un extremo a otro; no hablo del golpe de
San Martín en 1822, o de las revoluciones radicales de 1893 o de 1905, que
fueron meros colazos del 90. Y bien:
De la Revolución de Mayo a
Caseros, 43 años.
De Caseros a Irigoyen 42
años.
De la del 90 a Uriburu 40 años.
De Uribiru a Farrell, 13 años.
De Farrell a Lonardi, 12
años.
¿A qué se deben estos ciclos?
Estos ciclos se deben a que los
militares jóvenes tienen que imbuirse de la ideología correspondiente para
hacer la correspondiente “revolución” (es decir, tienen que ir “juntando rabia”)
compenetrándose de la ideología de Rousseau y de Echeverría si gobierna un
cardillo absoluto; y de las ideas absolutas si gobiernan prudentes liberales
totalitarios… Así, durante la década infame, los oficiales jóvenes absorben las
ideas del “Pampero”, y se convencen de que el país marcha mal, y durante la
década siguiente, se dan cuentan por si mismos (y por los “panfletos”) de que la libertad también es necesaria, y
que otra vez el país marcha mal, y entonces ¡Pumba!... “le general X sortit son revolver, et chasa le general Z”… y
así sucesivamente.
Hay que tomarlo un poco en
broma: al fin la vida es corta y el que se hace malasangre se la acorta más
todavía. Pero lo que queríamos decir que
hay que salir de una vez del movimiento pendular, sise puede; y que no se puede
salir si no se consolida la “Ley”… o se restauran las leyes, como ustedes quieran.
Y la ley no se puede restaurar sino sobre la base de una restauración moral.
¿Y cómo se hace la
restauración moral? Muchas preguntas, Sancho: ese es el tema de otro artículo.
Pero por de pronto, moralízate tú, el
que estás leyendo esto, antes de querer moralizar a los otros a la fuerza. Tú,
aunque seas Comisario Investigador y
émulo del mismísimo Mahatma Gandhi…
“hypocrite lecteur, mon senblable, m on frére…” +
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