viernes, 14 de abril de 2023

 

LA POLÍTICA  LIBERAL ARGENTINA  OSCILA ENTRE LA ANARQUÍA Y LA TIRANÍA, POR ESTAR FUNDADA SOBRE UNA FALSA TRADICIÓN. AUNQUE BIEN PODRÍAMOS DECIR QUE SIMULTANEAMENTE,  EL GOBIERNO LIBERAL ES TIRÁNICO, AL OBEDECER LOS MANDATOS DEL IMPERIALISMO PARA DESTRUIR NUESTRA NACIONALIDAD,  Y ANARQUICO, AL SUMIR AL PUEBLO EN EL ENGAÑO, LA MISERIAY EL MIEDO, PARA TENERLO  EMBRETADO.

POR EL CONTRARIO, DURANTE EL GOBIERNO DE ROSAS, ARGENTINA SE ERIGIÓ EN NACION SOBERANA INSTAURANDO EL BIEN COMUN Y LA DIGNIDAD. FUE EJEMPLO PARA LAS NACIONES DEL MUNDO.

 

A continuación un articulo del

 

padre Leonardo Castellani:

 

LA TIRANIA Y LA ANARQUIA.

Una síntesis histórica relámpago y una crítica hecha con el bisturí en carne viva donde desnuda a nuestros liberales

 

La tiranía y la anarquía, los dos males supremos para  un país, en los libros de teoría política (como en la “Politeia” de Platón) están situados en los dos extremos. De los regímenes posibles; entre los cuales se escalonan dos, tres o cinco “regímenes lícitos”: aristocracia, timocracia, democracia…

 

Pero en la realidad histórica, esos dos “extremos “ suelen estar muy próximos (“los extremos se tocan”), porque en las naciones corrompidas o descangayadas se produce un movimiento pendular que va fácilmente del uno al otro cabo, sin poder encontrar el medio; sobre todo desde que rige en el mundo lo que es llamado “la Revolución” con mayúscula.

 

El “medio” de este movimiento pendular no es otro que el delicado equilibrio (nunca perfecto en este pícaro mundo) entre los derechos del individuo y las exigencias del Estado: y entre las ventajas de un régimen unitario y fuerte (ventajas que hacen decir a los filosos que teóricamente el mejor régimen es el del UNO: “non-arjía”) y las reacciones libertarias convulsas, a veces salvajes o alocadas, que suscita el régimen del UNO cuando abandona la consagración difícil al bien común, se convierte en “tiranía”, técnicamente hablando. La corrupción de lo óptimo es pésima. (Casi es mejor no ser óptimo en este mundo ¿no? –Esta es la base de nosotros los “republicanos”. Preferimos un gobierno menos perfecto” teóricamente, pero con menos peligro de corrupción suprema. Nuestra teoría prevé un gobierno baratito y como de entrecasa, “sin frenéticos espasmos de dolor o de alegría. –De los cuales las enfermas pobres almas van en pos…”—como dijo el romántico).

 

Pues como íbamos diciendo, esto del “movimiento pendular” se puede contemplar, por ejemplo, en la historia del Imperio Romano en tiempos de San Agustín. No es necesario repasar los estudios monumentales de Mommsen o Guglielmo Ferrero, bastan las obras del Obispo de Hipona. Las continuas sublevaciones de generales, que ponían y deponían Emperadores, habían concluido por  avezar a la usurpación del poder; y convertir, por ende en “título de legitimidad” gubernamental  el mero hecho de tener armas. De donde siguió una cadena de períodos de tiranía y períodos de anarquía, cortados por períodos de las dos cosas juntas…

 

En el tiempo de la vida del Santo, desde mediados del siglo IV a principios del V (354-430) hubo en Roma nada menos que tres generales usurpadores: Máximo III (que duró tres años), Juan I (dos años, y después asesinado, por supuesto), y el peor de todos, Attalus I, que duró más de diez años y durante cuyo mandato se produjo el tercer ataque y saqueo de la Urbe, cabeza del mundo civilizado. En este tiempo de la vida de un hombre, el Imperio se dividió y se reunió tres veces; en tanto que los reyezuelos bárbaros luchaban entre sí y se quedaban con pedazos tan grandes  de él como toda España (godo y vándalos) y Sud-Francia (francos); hasta que al fin el Imperio se pierde en Occidente y queda reducido a su parte Oriental, Constantinópolis.

 

San Agustín abandonó los temas políticos –después de declarar altivamente que “los pueblos corrompidos sólo pueden ser gobernados por tiranos”—y se dedicó al tema religioso; en lo cual sería tan bueno que yo lo imitara un poco según dicen ¡ay de mí! Estaba en el Concilio de Cartago contra los Donatistas y Pelagianos en el año 410, cuando le llegó la noticia de la destrucción de Roma por Alarico, que muchos cristianos tomaban como señal de la inminencia del fin del mundo;  y otra vez quiso hacerse el duro, y proclamó que “no tenía por grandes a quienes se asombraban de que las casas cayeran y murieran los mortales”… Más cuando los bárbaros cruzaron el Estrecho y sitiaron a Hipona, dejando tras sí un reguero de ruinas, aflojó el santo y se murió de pena:”pidió a Dios que se lo llevara” –dicen los devotos--. En el fondo era patriota aunque parecía un perfecto “nazi”; o por lo menos era “patricio”.

 

La razón de que se oscile tan fácilmente  de la tiranía a la anarquía es que en el fondo de ambas hay algo en común que es el desgobierno: el Tirano, aunque parece que gobierna demasiado, no gobierna en realidad; porque no “ordena” más solamente “manda” y atropella. Pero la gente de este país no sabe a punto fijo lo que es “tiranía” ni lo que es “anarquía”; lo conocemos solamente por sus efectos, es decir, cuando ya es un poco tarde…

 

Educados por José Mármol y José Ingenieros, creemos que tiranía es  la manera de un despatarro de mazorqueros, fusilamientos arbitrarios, cintas coloradas, insultos inmundos y salvajes al adversario político… Y la pobrecita Amalia que cae atravesada de balas en los brazos de  su amante Torcuato (o como se llame el amante) en medio de las carcajadas satánicas de Cuitiño; y en cuanto a la “anarquía” se nos hace que es un especie de caos, despelote y entrevero general. Pero en realidad de verdad, “tirano” no significa ni duro, ni déspota ni cruel, a  no ser en los dramas de Lope:    Luis XI de Francia fue todo eso y no fue un tirano, lo mismo que Solano López de Paraguay. Ni tampoco “anarquía” significa una merienda de negros; hay anarquía de frac y corbata blanca.

 

Técnicamente, “anarquía” significa “falta de vigencia de la ley”. Ley significa un algo que esté “por encima de la voluntad y aun de la cabeza de los hombres”, en el sentido que diremos ahora. En los dos extremos de la corrupción política, predomina sobre la ley la voluntad de los hombres: en la Tiranía la de Uno; y en la anarquía la de Muchos.

 

Cuando dije “Ley” no quise decir lo que llaman “ley” Grotius, Kant, Hegel o Karl Smith, y en general   los juristas modernos; es decir, un instrumento de la voluntad del político, sino lo que llaman “ley” (positiva o natural) son las mismas inclinaciones de las cosas a sus fines propios”… y ·Ley Natural no es otra cosa al cabo sino la luz del intelecto infundida en nosotros por los cielos, con la cual conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar” –dice Santo Tomás de Aquino (S. Th.I, 60, 5, a.).

 

Esta diferencia entre el concepto de “Ley” de la Tradición y la nueva ley rusoniana de la Revolución, debe ser objeto de otro artículo, pues ella es capital: no es indiferente, antes es divertidísimo que la ley descienda del intelecto, como quería la antigua filosofía; o de la voluntad, como quieren las modernas filosofías voluntaristas, o por mejor decir, la sofística contemporánea. “Decir que de la voluntad de Dios depende “la ley moral… (Occam, Descartes) es blasfemia”,,, enseñó Tomás de Aquino.              Baste decir ahora que cuando nuestros abuelos el siglo pasado hablaban de “restaurar las leyes” o nombraban con el título de Restaurador, al que no nombraré (porque si lo nombro soy ipso facto “nazi”), querían decir  “volver a las leyes de antes”, a las de siempre, a las eternas,… a la idea antigua de “Ley”. No pretendían muchas leyes nuevas, que si a eso vamos, don Bernardino González Rivadavia era machazo en eso e hizo lo menos cinco veces más leyes que “el Otro”. Lo que querían era que la “Ley” se mirase de otra manera; querían en suma que fuera obedecida y eso, por parte de todos, empezando por el mismo mandatario, convertido así en “Promulgador” y vocero de la Razón, y puesto debajo de ella.

 

Para lo cual era necesario que la ley promulgada fuera , pareja  y prudente; o sea de acuerdo a las costumbres y “derivada de la razón en orden al bien común” –o derivada de Dios, en definitiva “fuente de toda razón y justicia”: de los cielos, como dijo  el de Aquino. Más para que la ley sea realmente Ley (lo cual no es soplar y hacer botella), ley justa, pareja y prudente, comúnmente se requiere que no salga del mate de uno sólo, sino que se junten varios mates buenos,,, y si es posible todos. Y esto es “democracia”, según el muy “nazi” de Santo Tomás ¡que era hijo de una condesa alemana!...  No “democracia cristiana”, porque en aquellos tiempos atrasados no se habían misturado todavía lo político con lo religioso sino democracia a secas, o “república”, porque el gobierno es más suave y más feroz –enseña el Aquinate—cuando todos tienen alguna parte en la MEDIDA DE SU CAPACIDAD”… Ojo con esta medida de la capacidad.

 

A mi en la clase de historia me enseñaron cuando chico que en este feliz país en que nací  hubo una cadena  de períodos de tiranía y de anarquía cortados por relámpagos de Libertad, a saber:

 

1º. Tiranía bajo los reyes de España, atestiguada por el mismísimo Himno nacional,

2º. la Libertad, que como un rayo rompió con ruido todas las cadenas,

El 25 de Mayo

Día del trueno y del rayo,

Último del Despotismo

y…primero de lo mismo…

como decía el maestro Parodi, un catalán que me enseñó a leer;

 

3º, la Anarquía;

4º. Tiranía de nuevo;

5º. La Libertad de nuevo, con la Constitución de1853, esta vez Libertad definitiva y eterna…

 

Pero resulta que en el 90 hubo aquí una revolución muy seria contra la “Tiranía” de nuevo; y en 1912, cuando salí de la escuela, se implantó el sufragio universal  libre y obligatorio, y se recobró la Libertad definitivamente. Pero en 1930, el glorioso Ejército argentino, mandado por Uriburu, hizo otra revolución contra la Anarquía; y después de 1955, otra revolución contra la Tiranía mandada por diversos generales. Entonces se me confundió toda la historia, “perdí mi latín” y  no comprendía nada. Recuerdo en1930 mientras estaba estudiando  en Amiens , los diarios franceses describían los sucesos argentinos más o menos ansina:

 

“…et aloors, le general Ouribourú sortit son revolver et chassa le génerl Irigoyén: maisalorsquoi un autre general, Agustín Juto .

sortit sou revolver et chassa le general Ouriboiru: lequel ,étant  un gran ami de la france, vint a Paris…et y mourut”…Recuerdo que me daba vergüenza imponente leer esto; hasta que al fin me consolé diciendo, con el autor de El Ente Dilucidado: “Los monstruos ¿somos nosotros o son ellos?”

 

Pero se me confundió grande toda la historia argentina, y recién ahora , a los 60 años, se me comienza a ordenar de nuevo. Días pasados encontré a un muchachito leyendo precozmente la Vida de Rosas, de Manuel Gálvez, el cual me dijo: “Tío, el fruto de esta lectura es bastante triste; porque resulta que en la escuela me han engañado”. A lo cual respondí: “Dale gracias a Dios que te enteras a lo doce años; yo no me enteré hasta los 35”.

 

Pero esto que diré ahora  recién me enteré a los 60, a saber: el eje permanente de la historia argentina es la pugna entre la tradición hispánica y el liberalismo foráneo, bajo cuyo signo nacemos  a la “vida libre”: y esta pugna  durará hasta el año 2000 por lo menos, como está descrito en el libro SU MAJESTAD DULCINEA (2ª parte de “El nuevo Gobierno de Sancho”) de inminente publicación…, después que yo muera.

 

El pueblo argentino jamás asimiló el liberalismo francés o inglés o norteamericano; no se sabe porqué. Los liberales lo han tenido aquí  TODO para hacérselo asimilar: el progreso, la moda y la mentira, prensa grande, libros, universidad… y hasta sacerdotes, curas y obispos liberales o

Liberaloides; y el pueblo argentino no lo asimiló: mala suerte.               Cada vez que el pueblo eligió libremente su  “caudillo”, (como decía Estanislao López) eligió un caudillo antiliberal. Ninguno de ellos le salió muy santo, y uno de ellos le salió al final un canallita; más el pueblo, les petites gens, como dice el francés, persistió tozudamente en su actitud antiliberal. El partido  radical, cuando empezó a  “liberalizarse”, empezó a decaer; es un hecho; algo aflojó en su espinazo.

 

Esto para mí es una especie de prodigio. Será por tozudo o por inteligente, por falta de religión o por sobra de religión, por falta de cultura o por sobra de cultura: pero el hecho está allí, macizo como una roca: el pueblo no quiere a los liberales.

 

En este momento histórico , ello se comprende un poco: no hay liberales de gran talento aquí ahora. Fíjense en los que ahora escriben o hablan bien (con autoridad, eficazmente) son todos comunistas o nacionalistas; liberales de gran calibre no hay. Pero en otro tiempo hubo un Sarmiento, un Mitre, digamos en otro plano, un Lisandro de la Torre… Más el pueblo erre que erre, en cuanto le dan cancha libre, va y ensalza  un caudillo antiliberal hasta las nubes… Para mi que la culpa la tienen los médicos o los curas rurales, o la Acción Católica.

 

De modo que al pueblo argentino le pasa un poco como le pasó a Julio Camba. Cuando el gran humorista español escribió su mejor libro Haciendo de República… sus amigos de la peña, la redacción y el café dijeron: “El gordo se ha convertido al catolicismo”, a lo cual el gordo replicó: “No, lo que pasa es que me he dado cuenta de que era católico”. Así que el pueblo argentino que no sabe definir el liberalismo, se da cuenta bruscamente sin cesar que es “antiliberal” Y no se puede decir que la culpa la tengan los “nazis”: en tiempo de Irigoyen no había “nazis”.

 

De manera que, si la historia tiene leyes fijas (lo cual no es seguro) se podría decir esto: ahora se han copado la revolución los liberales, gobernaran un tiempo, vendrá otra revolución  y pondrá en el inestable y codiciado trono a un antiliberal…¿En qué plazo? Porque lo plazos de las revoluciones argentinas se van acortando visiblemente…

 

Hablo de las revoluciones grandes, que cambian el régimen del país, haciendo oscilar el péndulo de un extremo a otro; no hablo del golpe de San Martín en 1822, o de las revoluciones radicales de 1893 o de 1905, que fueron meros colazos del 90. Y bien:

 

De la Revolución de Mayo a Caseros, 43 años.

De Caseros a Irigoyen 42 años.

De la del 90  a Uriburu 40 años.

De Uribiru a  Farrell, 13 años.

De Farrell a Lonardi, 12 años.

 

¿A qué se deben estos ciclos? Estos ciclos se deben  a que los militares jóvenes tienen que imbuirse de la ideología correspondiente para hacer la correspondiente “revolución” (es decir, tienen que ir “juntando rabia”) compenetrándose de la ideología de Rousseau y de Echeverría si gobierna un cardillo absoluto; y de las ideas absolutas si gobiernan prudentes liberales totalitarios… Así, durante la década infame, los oficiales jóvenes absorben las ideas del “Pampero”, y se convencen de que el país marcha mal, y durante la década siguiente, se dan cuentan por si mismos (y por los “panfletos”)  de que la libertad también es necesaria, y que otra vez el país marcha mal, y entonces ¡Pumba!... “le general X sortit son revolver, et chasa le general Z”… y así sucesivamente.

 

Hay que tomarlo un poco en broma: al fin la vida es corta y el que se hace malasangre se la acorta más todavía. Pero lo que queríamos decir  que hay que salir de una vez del movimiento pendular, sise puede; y que no se puede salir si no se consolida la “Ley”… o se restauran las leyes, como ustedes quieran. Y la ley no se puede restaurar sino sobre  la base de una restauración moral.

 

¿Y cómo se hace la restauración moral? Muchas preguntas, Sancho: ese es el tema de otro artículo. Pero por de pronto, moralízate tú, el que estás leyendo esto, antes de querer moralizar a los otros a la fuerza. Tú, aunque seas  Comisario Investigador y émulo del mismísimo Mahatma Gandhi…

 

“hypocrite lecteur, mon  senblable, m on frére…” +

 

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