jueves, 2 de febrero de 2023

 

Lúcido comentario sobre el ridículo

y dañino ecumenismo vaticano.

La mano izquierda de Dios

RAFAEL GAMBRA.

(Publicado en la revista  IESUS CHRISTUS, de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, en el número 77, de septiembre 2001).

 

Hemos asistido a una larga campaña electoral y a una interminable sesión de investidura sin u nadie jamás, ni por desliz, haya mencionado a la Iglesia, ni a la Religión, ni al Santo Nombre de Dios.  Ni aún en frases convencionales como “si Dios quiere” o “haga Dios” Ni los de izquierda ni los de centro, ni los separatistas.  (No digamos los de derecha, porque esos no existen;  derecha ya es sólo un insulto o una mala insinuación. Nadie quiere ser recto, derecho, diestro; todos se reivindican como zurdos, torcidos, siniestros). Sólo hablan de economía. Al oírlos, se diría que en la “católica España” no existe ya un átomo de fe ni de preocupación religiosa.

 

Lo peor es que ésta aparente apostasía civil coincide con una situación en la Iglesia en que ésta parece contentísima con su privatización y marginación pública (La Iglesia libre en el Estado laico).  Más aún: se aplica apasionadamente a pedir perdón por todo lo que ha hecho ad extra en su pasado (las cruzadas, la Inquisición, el dogmatismo, la penas canónicas…) y a cambiarlo todo ad intra. La Iglesia –parece—es ya sólo beneficencia (laica), diálogo ecumenista y pacifismo.

 

Si en el orden civil mundial  y nacional están de acuerdo en prescindir de la Iglesia, y ella misma se arrepiente de lo que ha sido y de  lo que es ¿porqué subsiste la Iglesia? El público, al que nadie enseña ya a conocer y mar la religión, pierde rápidamente la poca fe que le quedaba hasta poderse temer que en dos generaciones nadie sepa de que se trata ni para que sirve. Visto el presente, sería coherente que, al cabo de este Año Jubilar, se pusiera en los templos el cartel de: “se traspasa por cese de negocio”.

 

Sólo que, además de la organización de las Naciones Unidas y de las Conferencias Episcopales, está Dios y las promesas de Cristo a la Iglesia  que Él mismo fundó. Ya acaba de dar una muestra del poder de su mano izquierda frente a la locura impía de los hombres. Parece que en el Sinaí se proyectaba un abrazo ecuménico de las tres religiones abrahánicas en un sincretismo onusiano y pacifista. Pero no acudieron ni los judíos, ni los moros, ni los bizantinos.

 

De aquella  magna soledad poco o nada se ha hablado. Mientras tanto la Iglesia pervive y resurgirá. Tenemos el mejor Garante.+

 

 

Rafael  Gambra.

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