lunes, 30 de noviembre de 2020

 

¿QUÉ ES EL NACIONALISMO?

Ante ciertas improvisaciones , desaciertos e  incertidumbres de algunos buenos patriotas que desean, con buena fe,  elaborar una Doctrina Nacionalista,  el egregio nacionalista profesor Jordán Bruno Genta, se anticipó desde muchos años antes, para orientar a estos patriotas,   definiendo los principios fundacionales del Nacionalismo, que deben encauzar nuestra lucha para  lograr la Restauración de las Leyes. 

Argentina, aunque ya no es prácticamente un país Soberano, aún conserva una identidad propia que la diferencia de sus pares; con unos principios básicos fundamentales que deben ser respetados, aunque el paso  de los tiempos recomienden acentuar uno u otro aspecto.  Pero  al  repudiarlos y desconocerlos, como se propusieron los  unitarios/liberales,  aún en nuestros días, han dejado a la Patria en vías de desaparecer en la babel mundialista.                                                                                                 

Dijo el profesor Genta:

El Nacionalismo es la reacción lúcida, enérgica e imperiosa en defensa de la Patria en peligro. Es la reivindicación del ser nacional, negado, disminuido o traicionado.

La fuerza interior que impulsa al Nacionalismo es el amor a la Patria, exaltado por la conciencia del peligro. Se expresa en una doctrina de afirmación de lo que hace a la esencia y al fin de la Nación: su unidad, su integridad, su honor, su soberanía y su vocación histórica. Y la negación de todo lo que divide, disgrega, ablanda, envilece y humilla.

La definición nacionalista se proyecta en una política restauradora de deberes y servicios que serán cumplidos por amor o por fuerza, en el sacrificio del propio bien al Bien común.

En lugar de la retórica pusilánime y servil de los derechos y libertades individuales, el Nacionalismo proclama que la persona humana tiene deberes previos para con Dios, la Patria, la familia, la profesión y consigo misma, cuyo leal cumplimiento es imprescindible para ejercer legítimos derechos y libertades.

La ética de los deberes que se apoya en la roca inmutable de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, permitirá restablecer las jerarquías de los cuerpos sociales en un Estado Nacional fuerte.

El Nacionalismo repudia la servidumbre del Patronato y promueve la libertad de la Iglesia para el cumplimiento de su sagrada misión, a la vez que acata su indiscutible soberanía espiritual. La Iglesia de Cristo está en la Nación, pero sobre ella porque es sobrenatural y divina.

Las otras confesiones son toleradas siempre que no pretendan misionar ni convertir  a la Patria en una Babel de creencias y costumbres.

El Nacionalismo Argentino no tolera en absoluto y combate sin cuartel a las ideologías de la antipatria y del anticristo: el judaísmo, la masonería y el comunismo, así como sus frutos de muerte, el pluralismo religioso, el laicismo escolar, la Reforma Universitaria, la indiscriminación de los hijos , el divorcio vincular, la ciudadanía automática, el relajamiento de las costumbres, las concesiones petroleras y territoriales, la explotación financiera y la dictadura del proletariado.

En cuanto a los medios para lograr la regeneración política de la Patria, el Nacionalismo declara que la democracia, de los partidos y de las elecciones libres o fraudulentas, es un callejón sin salida y una trampa masónica para asegurar el fracaso de todo empeño patriótico y precipitar la ruina definitiva de la Nación.

El Nacionalismo quiere el reinado de Cristo sobre las almas y las instituciones, tanto como liberarlas de la superstición de la democracia.

El Nacionalismo quiere la Verdad en todo, en la inteligencia, en la historia, en la política. No puede concebir siquiera que se planteen soluciones económicas de una crisis que es principalmente religiosa y moral.

El Nacionalismo es una apelación suprema a la vergüenza nacional, a la capacidad de Verdad y de heroísmo que resta en los argentinos. No admite nada más que el esfuerzo y el sacrificio de generaciones para salvar a la Patria, los mismos que fueron necesarios para fundarla y darle un lugar entre sus pares del mundo.

El Nacionalismo repudia el plan de estabilización financiera y económica que nos somete al yanqui bárbaro y prepotente, incapaz de respetar y de tratar con honor. A ese yanqui que en Comodoro Rivadavia, con la billetera repleta cree que puede comprarlo todo, hasta el vil privilegio de exhibirse sucio, descamisado, las patas sobre la mesa y acompañado con prostitutas en los salones del hotel principal. Que contrata obreros y empleados nativos al margen de las leyes vigentes; insulta y humilla hasta provocar las más violentas reacciones de sus víctimas, o hace cuñas con billetes de mil pesos para estabilizar una mesa que se mueve.

No se trata de casos aislados ni de mala educación, sino del estilo de mandar propio de la barbarie prepotente. Los mejores agentes de Moscú no serán jamás tan eficaces como la conducta de estos yanquis para la propagación del comunismo en la Argentina.

El Nacionalismo declara que tan sólo los nativos que tienen alma de cipayos, pueden creer que lo dólares de la usura y sus prepotentes administradores van a salvar a la Patria.

Si todavía hay un resto de vergüenza, se impondría la reacción nacionalista que movilice a todos los argentinos para realizar el esfuerzo supremo del patriotismo. Una movilización de tiempos de guerra exterior para el trabajo agobiador y el servicio abnegado que deberá vertebrarse en la más rigurosa disciplina militar, empezando por las mismas Fuerzas Armadas de la Nación, gravemente afectadas en su espíritu y en su estilo, por la desmovilización civilista y burguesa que vienen sufriendo desde hace años.

Las Fuerzas Armadas de la Nación no son ni una clase, ni un partido, ni una casta, sino “la expresión carnal de la Patrias”; así como la Iglesia de Cristo es el principio de su unidad espiritual y de sus tradiciones legítimas.

El Nacionalismo es, pues, la política de restauración nacional, fundada en las dos instituciones fijas e inmutables que permanecen en medio de la movilidad de todas las cosas; la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas de la nación.

 El Nacionalismo no rechaza al extranjero ni la convivencia internacional. Admite la ayuda exterior y la inversión de capitales foráneos; pero se opone a que la Patria sea avasallada en su espíritu y en su economía por la Plutocracia Internacional o por la Internacional Proletaria.

El Nacionalismo es la reacción natural de la fidelidad argentina. +

 

(Tomado del periódico Combate, de fines de la década del ’50).

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