¿QUÉ ES EL
NACIONALISMO?
Ante ciertas improvisaciones , desaciertos e incertidumbres de algunos buenos patriotas que desean, con buena fe, elaborar una Doctrina Nacionalista, el egregio nacionalista profesor Jordán Bruno Genta, se anticipó desde muchos años antes, para orientar a estos patriotas, definiendo los principios fundacionales del Nacionalismo, que deben encauzar nuestra lucha para lograr la Restauración de las Leyes.
Argentina, aunque ya no es prácticamente un país Soberano, aún conserva una identidad propia que la diferencia de sus pares; con unos principios básicos fundamentales que deben ser respetados, aunque el paso de los tiempos recomienden acentuar uno u otro aspecto. Pero al repudiarlos y desconocerlos, como se propusieron los unitarios/liberales, aún en nuestros días, han dejado a la Patria en vías de desaparecer en la babel mundialista.
Dijo
el profesor Genta:
El Nacionalismo es la reacción lúcida, enérgica e imperiosa en
defensa de la Patria en peligro. Es la reivindicación del ser nacional,
negado, disminuido o traicionado.
La fuerza interior que impulsa al Nacionalismo es el amor a la Patria,
exaltado por la conciencia del peligro. Se expresa en una doctrina de
afirmación de lo que hace a la esencia y al fin de la Nación: su unidad, su
integridad, su honor, su soberanía y su vocación histórica. Y la negación de
todo lo que divide, disgrega, ablanda, envilece y humilla.
La definición nacionalista se proyecta en una política restauradora de
deberes y servicios que serán cumplidos por amor o por fuerza, en el sacrificio
del propio bien al Bien común.
En lugar de la retórica pusilánime y servil de los derechos y libertades
individuales, el Nacionalismo proclama que la persona humana tiene deberes
previos para con Dios, la Patria, la familia, la profesión y consigo misma,
cuyo leal cumplimiento es imprescindible para ejercer legítimos derechos y
libertades.
La ética de los deberes que se apoya en la roca inmutable de la Iglesia Católica,
Apostólica y Romana, permitirá restablecer las jerarquías de los cuerpos
sociales en un Estado Nacional fuerte.
El Nacionalismo repudia la servidumbre del Patronato y promueve la libertad
de la Iglesia para el cumplimiento de su sagrada misión, a la vez que acata su
indiscutible soberanía espiritual. La Iglesia de Cristo está en la Nación, pero
sobre ella porque es sobrenatural y divina.
Las otras confesiones son toleradas siempre que no pretendan misionar
ni convertir a la Patria en una Babel de
creencias y costumbres.
El Nacionalismo Argentino no tolera en absoluto y combate sin cuartel a las
ideologías de la antipatria y del anticristo: el judaísmo, la masonería y el
comunismo, así como sus frutos de muerte, el pluralismo religioso, el laicismo
escolar, la Reforma Universitaria, la indiscriminación de los hijos , el divorcio
vincular, la ciudadanía automática, el relajamiento de las costumbres, las
concesiones petroleras y territoriales, la explotación financiera y la
dictadura del proletariado.
En cuanto a los medios para lograr la regeneración política de la Patria,
el Nacionalismo declara que la democracia, de los partidos y de las elecciones
libres o fraudulentas, es un callejón sin salida y una trampa masónica para
asegurar el fracaso de todo empeño patriótico y precipitar la ruina definitiva
de la Nación.
El Nacionalismo quiere el reinado de Cristo sobre las almas y las
instituciones, tanto como liberarlas de la superstición de la democracia.
El Nacionalismo quiere la Verdad en todo, en la inteligencia, en la
historia, en la política. No puede concebir siquiera que se planteen
soluciones económicas de una crisis que es principalmente religiosa y moral.
El Nacionalismo es una apelación suprema a la vergüenza nacional, a la
capacidad de Verdad y de heroísmo que resta en los argentinos. No admite nada
más que el esfuerzo y el sacrificio de generaciones para salvar a la Patria,
los mismos que fueron necesarios para fundarla y darle un lugar entre sus pares
del mundo.
El Nacionalismo repudia el plan de estabilización financiera y económica
que nos somete al yanqui bárbaro y prepotente, incapaz de respetar y de tratar
con honor. A ese yanqui que en Comodoro Rivadavia, con la billetera repleta
cree que puede comprarlo todo, hasta el vil privilegio de exhibirse sucio,
descamisado, las patas sobre la mesa y acompañado con prostitutas en los
salones del hotel principal. Que contrata obreros y empleados nativos al margen
de las leyes vigentes; insulta y humilla hasta provocar las más violentas
reacciones de sus víctimas, o hace cuñas con billetes de mil pesos para
estabilizar una mesa que se mueve.
No se trata de casos aislados ni de mala educación, sino del estilo de
mandar propio de la barbarie prepotente. Los mejores agentes de Moscú no serán
jamás tan eficaces como la conducta de estos yanquis para la propagación del
comunismo en la Argentina.
El Nacionalismo declara que tan sólo los nativos que tienen alma de
cipayos, pueden creer que lo dólares de la usura y sus prepotentes
administradores van a salvar a la Patria.
Si todavía hay un resto de vergüenza, se impondría la reacción nacionalista
que movilice a todos los argentinos para realizar el esfuerzo supremo del
patriotismo. Una movilización de tiempos de guerra exterior para el trabajo
agobiador y el servicio abnegado que deberá vertebrarse en la más rigurosa
disciplina militar, empezando por las mismas Fuerzas Armadas de la Nación,
gravemente afectadas en su espíritu y en su estilo, por la desmovilización
civilista y burguesa que vienen sufriendo desde hace años.
Las Fuerzas Armadas de la Nación no son ni una clase, ni un partido, ni una
casta, sino “la expresión carnal de la Patrias”; así como la Iglesia de Cristo
es el principio de su unidad espiritual y de sus tradiciones legítimas.
El Nacionalismo es, pues, la política de restauración nacional, fundada en
las dos instituciones fijas e inmutables que permanecen en medio de la
movilidad de todas las cosas; la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas de la nación.
El Nacionalismo no rechaza al
extranjero ni la convivencia internacional. Admite la ayuda exterior y la
inversión de capitales foráneos; pero se opone a que la Patria sea avasallada
en su espíritu y en su economía por la Plutocracia Internacional o por la
Internacional Proletaria.
El Nacionalismo es la reacción natural de la fidelidad argentina. +
(Tomado del periódico
Combate, de fines de la década del ’50).
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