domingo, 15 de noviembre de 2020

 

           CAPITALISMO USA: SIN ESCRÚPULOS MORALES.

Durante un debate en la TV, sobre el fraude electoral que, según parece, se descubrió en los EEUU, uno de los panelistas expresó su asombro y e indignación por dudar de la honestidad política norteamericana, cuna y paradigma de la democracia mundial…

¡Palabras increíbles! Estúpidas e insidiosas, dichas por un personaje ‘lunático’, al que no le resultó convincente la historia de estos dos últimos siglos, donde se manifestó la perversa política aplicada por los yanquis en nombre de la ‘democracia’; mintiendo y engañando maquiavélicamente, a propios y extranjeros, para lograr violentamente poder y riquezas, (Torres Gemelas, Pearl Harbor, racismo, Maine, etc.). Entonces, ¿qué impedimento moral podrían tener estos políticos para organizar un sencillo fraude electoral?

 W. Sombart,  en “El Burgués”, 161 sig., de donde extraje los párrafos que a continuación publico,  expone claramente la mentalidad del empresario norteamericano, actuando con ambición sin límites, ejerciendo un liberalismo extremo, impregnado de la inmoralidad que proviene de la “religión del comercio” calvinista.

Es razonable comprobar que este culto inmoral a Mamón, -para llegar a ‘Jehová’-, impulsa las acciones de los trust y de la política norteamericana. Actualmente, de acuerdo a lo actuado en esta época de la ‘Pandemia’, la aplicación de las vacunas, las drogas, la reducción de la población mundial –abortos e eugenesia-, el gobierno universal, la difusión de la inmoralidad, etc. son maniobras expresamente programadas y ejecutadas por ciertos personajes siniestros e inescrupulosos.

¡Son para ellos realizaciones ineludibles, pues rinden beneficios incalculables! ¡Pues ellos todo lo pueden! ¡Para ellos todo es posible! ¡Las ‘Tablas de la Ley’ que manejan los autorizan a hacer y deshacer los que se les antoje! ¡Peor aún, es lógico que se encuentren obligados a programar cualquier maldad y crimen, mientras rindan utilidades!

Escribió Sombart:

 

 “Un tipo [de empresario] que se hace cada vez más frecuente, sobre todo en los EEUU a medida que las empresas se amplían, es aquel al que damos el nombre –a falta de otro mejor-, de capitán de empresa. Estos hombres encaran la combinación de los diferentes tipos que ya conocemos: son, a la vez, filibusteros y calculadores, señores feudales y especuladores, como lo comprobamos a través de los ejemplos norteamericanos que nos proporcionan los magnates de los monopolios colosales”.

 “Se proclama una libertad ilimitada, se exige la supresión de todo lo que pueda oponerse a la obtención del lucro. Se trata, en primer lugar, de la libertad formal, de la libertad de obrar y de holgar, a la que considera como un factor esencial para la adecuada conducción de los negocios. Se soportan con paciencia las restricciones impuestas por el derecho y la moral. Sin parar en los demás, se querría tener el derecho de hacerles la competencia desleal cuando el interés propio lo exigiese (y esta es la razón por la que se renuncia también a la autoprotección); Se encuentra mal que el Estado o  los representantes de  los obreros digan su palabra cuando se trata de concertar contratos de trabajo. Se repelen todas las trabas de épocas anteriores. No se confía más que en la propia fuerza y en el juego natural para asegurarse el éxito económico. (pg. 172).

“Un ejemplo elocuente de esta ausencia de escrúpulos lo suministra la manera de proceder de los trust norteamericanos.  […] Estas prácticas nos muestran, a lo vivo, el significado de no arredrarse por escrúpulos ni detenerse ante ningún medio susceptible de contribuir al éxito de la empresa. Para ensanchar su mercado, el trust no hesitó en malvender sus productos, en acordar a los intermediarios descuentos increíbles, en imitar a marcas conocidas y en vender un producto inferior de apariencia engañosa.

[…] A los grandes triunfadores de la carrera del capitalismo moderno se les puede aplicar lo que se dijo recientemente de Rockefeller, a saber, que se han “sabido sustraer a toda moral, con una falta de escrúpulos ingenua y natural”. El mismo John Rockefeller, cuyas memorias reflejan a las mil maravillas esta mentalidad infantil y simple, podría resumir su Credo diciendo que está dispuesto a  subvencionar a  un ejemplar con un millón de dólares, a condición de que poseyendo las virtudes positivas necesarias esté “desprovisto de todo escrúpulo” y demuestre suficiente coraje como para “sacrificar, si fuera menester, millares de personas”… *

Werner Sombart.

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