JUAN MANUEL DE ROSAS
MORALIZADOR.
Copio unos párrafos de la Historia Argentina (t. VIII, pg. 384) del gran historiado
don Vicente Sierra demostrando la
calidad humana y cristiana del gobernante providencial más acompañado de la
historia argentina.
Rosas recibió un pueblo desesperanzado e indignado; con justa razón. Y una
nación anarquizada y enfrentada, secuela de la nefasta política aplicada por el
minúsculo grupo de “lomos negros”, inspirado en el infame masón iluminado B.
Rivadavia; y su secretario, el renegado Agüero.
Rosas empleó con pleno éxito medidas
enérgicas, como debían ser si pretendía moralizar la sociedad; imponiendo una
disciplina que podría haber molestado; pero todos sabían eran indispensables. Por
lo cual, la sociedad apoyó entusiastamente su política justiciera, pues
concretaba el anhelo popular, harto de delincuentes impunes.
Los pueblos actúan y viven moralmente de acuerdo a la actividad moral y
política de sus gobernantes. Rosas pudo moralizar la sociedad porque ejerció un
gobierno moralmente intachable y ejemplarizante, de una honestidad asombrosa,
de absoluta dedicación al bien Común, y un patriotismo a prueba de balas. El
pueblo, entonces, disciplinado y organizado, lo siguió, comprendiendo que Rosas
era un verdadero Caudillo, que exigía dignificando.
La comparación con nuestra época es inmediata. Hoy día las circunstancias son
diversas, y la moralidad más degradada aún. Desgraciadamente en lontananza no
se divisa la aparición de un Caudillo providencial como don Juan Manuel de
Rosas. Argentina está en manos de la misericordia divina. ¡A rezar por la
Patria, a punto de perderla!
A continuación el profesor Sierra:
6. Empeños moralizadores.
Rosas destacó una sensible
preocupación para lograr que la comunidad retornara a vivir dentro de las
normas morales heredadas, las que se habían desgastado como consecuencia del
desorden político y las guerra civiles en que se había vivido. La provincia
revelaba un nivel moral bajísimo, una de cuyas manifestaciones eran las
quiebras fraudulentas que había pasado a ser un recurso normal para
enriquecimientos rápidos. En 135 fue ruidosa la de la casa de negocios de
Santiago Lezica, que amenazó con la ruina a centenares de acreedores. Los malos
pagadores constituían una enfermedad endémica. La gente se endeudaba sin
escrúpulos, y llegado el momento se recurría a juicio de concurso civil,
llamados de “quita y esperas”. Por
decreto del 19 de marzo, Rosas los suprimió, y reglamentó la forma para que fueran
rápidamente resueltos los ya iniciados. Como abundaban quienes, titulándose
contadores, obtenían pingües beneficios acomodando los libros comerciales a los
fines de obtener suculentas ganancias con quiebras y juicios de “quita y
esperas”, reglamentó el ejercicio de esa profesión.
Otro aspecto, y el más
grave era el alcanzado por el desarrollo de la delincuencia. En la campaña no
había seguridad alguna. Partidas de malhechores asaltaba a diestro y siniestro.
El abigeato era una actividad corriente. En la ciudad había que vivir con
puertas y ventanas trancadas en defensa de los robos. Rosas dispuso al efecto
medidas enérgicas para perseguir a asaltantes y ladrones, y una de ellas fue
reservarse las penas a aplicárseles, lo que hizo con rigor, ordenando la de
muerte que no se podía redimir ni evitar por ningún medio. Los ejecutados
lograron la glorificación de engrosar las
“Tablas de Sangre” con que los adversarios crearon el mito de un Rosas
regodeándose con esas ejecuciones, que pasaron a ser estimadas como asesinatos
políticos. Pero el resultado de su rigor fue tal que, años más tarde, un
viajero norteamericano podría decir que Buenos Aires era la ciudad más segura
del mundo, al punto que si se perdía la cartera en la calle era cuestión de
esperar que la policía la devolviera, porque nadie se atrevía a tocarla, lo que
hacía la policía para devolverla a su dueño.
Sus propósitos
moralizadores se extendieron a establecer la censura teatral, asi como a
reglamentar las fiestas de Carnaval, a fin de suprimir las salvajadas que habían
llegado a caracterizarlas. Dispuso medidas especiales para los menores que
pronunciaran palabras obscenas y fueran encontrados “mal entretenidos” en la
calle. Consecuencia lógica de estos
hechos fueron la reorganización de la policía y la reglamentación que extendió
militarizando al cuerpo de Serenos que puso a las órdenes inmediatas del
sargento mayor Nicolás Mariño, personaje pintado como un gaucho bruto y
atrabiliario, a pesar de que era vicepresidente de la omisión de vecinos que
había creado y sostenido dicho cuerpo y, además, era redactor de “La Gaceta
Mercantil”. También fue militarizada la Policía, refundiendo la Guardia del
Departamento y las Partidas Celadoras en un solo cuerpo que tituló “Escuadrón
de vigilantes a caballo”, y puso al mando de Ciriaco Cuitiño. Este cuerpo se
dividió en dos compañías, una al mando de José Vicente Parra, y la otra a la
del vigilante 1º Leandro Alem, padre del que fuera más tarde el gran caudillo
de las masas suburbanas porteñas, y quien, con personalidades como la de
Bernardo de Irigoyen, secretario en los últimos años del gobierno de Rosas,
fundaron el movimiento político que en nuestros días se conoce como radicalismo.+
Vicente Sierra
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