domingo, 20 de octubre de 2019


NEOCOM                    
¡Ah! ¡Los dólares
lo resuelven todo!

Artículo publicado en la revista sisinono, de  mayo del 2009. Escrito por el señor Torquato Pezzella,  expone claramente el peligro para la soberanía nacional del “americanismo” judeo/calvinista,  que es ni más ni menos  el imperialismo totalitario, disfrazado de civilización “occidental y cristiana”; asumido y promocionado, en nuestro país,  por las derechas liberales,  por las derechas católicas, y por el mismo Régimen. Y auspiciado como ejemplo político por el mismísimo Benedicto XVI; en otra de sus barrabasadas. He aquí el artículo:  

LAS RAÍCES PURITANAS DEL ESPÍRITU AMERICANISTA. 

Protestantismo moderado y Protestantismo radical

Dijimos otrora (v.sisinono, enero 2009, ed. Española) que, animados por el propósito de presentar como un unicum la civilización [norte americana] y la civilización europea, los “neoconservadores” no dicen ni una palabra respecto a la profunda fractura que el protestantismo provocó en la historia de Europa, como que  el espíritu americanista  hunde sus raíces en él.

La cristiandad vivió una gran crisis en el siglo XVI con el protestantismo, que despedazó la unidad político-religiosa que existía merced al Papado romano y al Sacro Romano Imperio. La Iglesia romana había conocido herejías desde su nacimiento, más había triunfado sobre ellas. La rebelión herética de Martín Lutero (+1546), en cambio, no pudo ser contenida y arraigó en Europa del Norte (especialmente en Alemania), donde los herejes se volvieron mayoritarios y se organizaron en iglesias autónomas sostenidas oficialmente por los príncipes alemanes. El protestantismo, en efecto, rechaza la Iglesia de Roma (su credo, sus sacramentos y su ley) y el papado, y niega los orígenes apostólicos y petrinos de la esposa de Cristo.

Los Países Bajos (1) y las naciones escandinavas (Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia) siguieron a Alemania, o mejor dicho la sobrepasaron acusando a Lutero de moderación excesiva. No obstante, ya en Alemania se habían dado manifestaciones extremistas con el movimiento de los campesinos (el anabaptismo, que considera válido sólo el bautismo de los adultos). Parece ser que estas corrientes llevaron al luteranismo a sus últimas consecuencias, inclusive la negación de la Santísima Trinidad y de la divinidad de Jesucristo. En Suiza, Juan Calvino (+1564) exasperó la doctrina predestinacionista luterana y presentó el éxito terrenal y mundano por signo de beneplácito divino. El Calvinismo se denominó “puritanismo” porque quería “purificar” la iglesia nacional anglicana de cualquier residuo de papismo; desempeñó un papel  de primera magnitud en el nacimiento de [norte]América y del espíritu americanista,  sobre todo por conducto de sus pilares principales: el éxito mundano-económico y el antitrinitarismo.

EL PARAÍSO EN LA TIERRA.

EEUU “ha buscado siempre las raíces más profundas de su identidad” en la fe de los puritanos radicales o “regenerados”. El concepto puritano de vocación, “según el cual el cristiano se manifiesta como instrumento de Dios no en los heroísmos de la vida monástica, sino aceptando la propia posición en el mundo…, obrando con éxito en el reino del demonio” (T. Bonazzi, Dizionario di politica dirigido por N. Bobbio, voz Puritanesimo), entró en la sangre de los EEUU. La “vocación” o ascesis terrenal y “mundana” de que habla el profesor Tiziano Bonazzi es típica del calvinismo puritano, del americanismo y hoy, del neoconservadurismo cristianista.

El puritanismo de caracteriza, escribe Monseñor Leone Cristiani. `por ser “un partido y una actitud
psicológica en el seno de las diferentes confesiones (protestantes)… cuyo propósito estriba en  purificar la Iglesia de toda mancha papista […]; el puritanismo es el hombre de sola la Biblia  [sobre todo del Antiguo Testamento]… las imágenes grandiosas de la literatura hebrea le confirieron un extraño acento al sobrio entusiasmo del puritano, que se volvió sentencioso, dogmático, apocalíptico […]. Entre las consecuencias importantes del puritanismo figura el origen de las colonias [norte]americanas. Los famosos Padres Peregrinos, que emigraron a [norte]América en 1620 a bordo del Mayflower, eran puritanos […] fue responsabilidad del puritanismo, asimismo, la creación de aquella gentry (gente bien) y aquella burguesía de comerciantes ingleses, severos, ávidos de ganancia, que consideraban la riqueza como una bendición del cielo y la pobreza como efecto del vicio” (10). El mismo Monseñor Leone Cristiani escribe, en el Dictionaire de Thèologie Catholique (voz puritanismo): “El puritano tiene espíritu de dureza y ostentación que huele a fariseísmo: a) el culto de sola la Escritura [el espíritu subjetivistra revolucionario y milenarista; nota del a.]; b) el dogma calvinista del predestinacionismo; el puritano creó en el campo moral el gusto por la honorabilidad” impecable, que no está exenta del peligro del fariseísmo… el cual se expresa en la observancia exterior y escrupulosa de la ley, terminando así por favorecer la hipocresía, que cubre de bellas apariencias los vicios escondidos e identifica falsamente la honorabilidad con la santidad”.

Uno de los mayores historiadores americanos, Charles Austin Beard (1874-1948), explica en su monumental obra Nacimiento de la civilización americana  (1927) que los puritanos que se trasladaron  a [norte]américa estaban convencidos de ser el pueblo elegido  al cual le había sido destinada aquella tierra rica y poderosa, una especie de paraíso en la tierra o tierra prometida.  Georges Batault, por su parte, muestra muy bien en Judaisme et puritanisme (1921) la afinidad que liga al judaísmo talmúdico con el puritanismo (11). La pseudoreforma protestante, explica el autor fue esencialmente antirromana y descubrió en la tradición judía tanto el espíritu de rebeldía y el milenarismo (v.Apocalissi giudaiche, en el Dizionario Bíblico de F. Spadafora) cuanto la mentalidad mercantilista propia del librecambismo angloamericano.   El puritanismo nace de la unión del anabaptismo con el calvinismo; se funda en el libre examen luterano, o sea, en la interpretación libre y subjetiva de la Biblia, con el resultado de interpretarla en un sentido exclusivamente literal y material (como los judíos), de ahí que encuentre en el Antiguo Testamento el espíritu farisaico del judaísmo postbíblico.  Según Batault, se puede decir que el puritanismo es una especie de judaísmo talmúdico para los gentiles.


Sigue diciendo Batault que los puritanos ejercieron un gran influjo en la constitución de [norte]américa; mejor dicho: fueron los auténticos creadores del ideal [norte]americano. Hasta tal punto convergen los papeles desempeñados en [norte]américa por los judíos y los puritanos, que no es posible distinguirlos. Los Estados Unidos se han convertido en la mayor potencia política, económica y militar bajo el influjo judeopuritano; además el espíritu judeopuritano se ha difundido en todo el mundo por conducto de [norte]américa.

Me parece que se puede afirmar que mientras en Europa el judaísmo no pudo aprovecharse de la religión madre europea, el catolicismo romano, que también en este punto ejerció su función de “contenedor” del “misterio de iniquidad que ya está en acción en el mundo” (San Pablo), en [norte]américa, en cambio, la religión predominante en el Nuevo Mundo, el puritanismo, le dio no sólo tolerancia y emancipación asimiladora, sino también plena libertad religiosa, social y política, que hizo de él una sola cosa con el “americanismo” y lo convirtió en el padre cofundador de los Estados Unidos: puritanismo y judaísmo sionista son coesenciales y tienden teológicamente al dominio del mundo y a su transformación en una especie de  paraíso en la tierra en virtud del bienestar  material obtenido mediante el espíritu liberal-mercantilista. (12).

Agostino Degli Espinosa escribe: “Europa lo era todo hasta finales del 1400, es decir, estaba ella sola […]. La reforma luterana es el comienzo del surgimiento de un mundo nuevo junto a este antiguo […]. El primer hecho que marcó el desgajamiento material del nuevo mundo respecto del viejo fue el levantamiento de Holanda contra España […]. El protestantismo republicano holandés […] transmigró después a Inglaterra, donde, a diferencia del anglicanismo, que conservó su carácter imperfecto al permanecer monárquico y no lejos del catolicismo en lo dogmático, llegó a la extrema perfección  política (con el republicanismo) y religiosa (con el antitrinitarismo y la antirromanidad). […] Por eso es posible […] llamar puritano o protestante l movimiento  innovador, y católico al conservador, en la lucha que se trabó desde el siglo XVI en adelante […]. El siglo XVI marca, en efecto, una revolución social de carácter económico ; la industria, partiendo de Italia, penetraba las demás naciones… unas naciones que antes habían sido campesinas y guerreras […]. Lo que colonizó [norte]américa… no fue sólo la religión… sino también el amor a la libertad universal […]. Los hombres que  abandonaron sus casas de Inglaterra […] para irse a vivir al salvaje Nuevo Mundo eran los auténticos rebeldes a las leyes que reinaban en el viejo mundo europeo […]; tales hombres eran principalmente puritanos […] que lucharon contra la imperfección de la reforma religiosa anglicana y contra la limitación de ésta al campo religioso […]. Sus adeptos […] en busca de una tierra virgen donde crear el Estado ideal, antimonárquico y anticatólico” (13).

El mencionado autor explica asimismo que [norte]américa fue sacudida por dos corrientes diferentes del mismo protestantismo: la “inglesa conservadora y tradicional [anglicana no excesivamente antirromana desde el punto de vista del dogma]”, y la “holandesa claramente innovadora [republicana y anticatólica] desde el punto de vista dogmático” (14). Tales corrientes eran dos ramas de un mismo árbol, pero mientras que “Inglaterra se hallaba, desviadas e incompleta en sus realizaciones a causa de la educación autoritaria y jerárquica aún viva”, Holanda, “en cambio era libre y estaba decidida a llegar a las extremas consecuencias lógicas a las que tendía” (15). Ambas corrientes se volvieron  encontrar en [norte]américa, donde, sIn embargo, prevaleció la más radical, de cuño holandés. En efecto, “hay que convencerse íntimamente… de que la vida de las colonias americanas no es la continuación   de la vida inglesa”, sino que, “la única nación europea de la que deriva la [norte]americana[…] es Holanda” (16), republicana, democrática y anticatólica (entendemos por catolicismo lo siguiente: unidad y trinidad de Dios; encarnación, pasión y muerte de Jesucristo, Verbo encarnado, consustancial al Padre y al Espíritu Santo).

DAR GATO POR LIEBRE.

Se denominan antitrinitarios todos aquellos que “profesan algún error contra el misterio de la Santísima Trinidad, ora afirmen que hay en ella tres naturalezas (triteristas), ora sostengan haber en ella una sola persona (monarquianos), ora nieguen la divinidad de alguna de las tres personas divinas”.
La corriente antitrinitaria moderna surge en Holanda en el siglo XVI, con el anabaptismo y el milenarismo (retorno próximo de Cristo a la tierra); se trasladó después a los EEUU  (a donde continuó emigrando hasta 1945) (17). Luego, en el siglo XVIII, el baptismo se adhirió en América del Norte a la cristología neoarriana, y se llegó oficialmente en 1719 a la negación del dogma de la Santísima Trinidad;  se formó el unitarismo a finales del siglo XVIII (18). Este se caracteriza por la negación dela Trinidad, a la que califica de idolatría; estuvo representado en la antigüedad (siglos II y III) por el modalismo, el monarquismo, el sabelianismo y el arrianismo; en el siglo XVI tuvo por representante al socianismo (19). La reforma protestante permaneció fiel originariamente al dogma trinitario (Lutero, Melanchton y Calvino), pero sentó las premisas de su negación al sustituir la autoridad de la revelación oral, escrita y magisterial por el subjetivismo individualista (“a nosotros nos parece que…”), con lo cual desencadeno  las reacciones humanísticas antitrinitarias que, partiendo de la academia florentina de los Médici, de los talmudistas y los cabalistas del Renacimiento y de Erasmo de Rotterdam, se propagaron a Holanda, Polonia,  Inglaterra y, después, a los EEUU (20).

El socianismo, escribe Mario Bendiscoli, es deudor del humanismo estoicisante y pelagiano (y sobre todo cabalista), según el cual las capacidades éticas naturales del hombre, que en su opinión no se halla herido por el pecado original, bastan para hacerle observar los mandamientos sin necesidad dela gracia divina (21). El socianismo asumió la cristología arriana, al decir de la cual Cristo no es Dios, sino tan sólo un gran hombre; desembocó en la apocatástasis origeniana (que niega la eternidad del infierno), en el indiferentismo liberal dogmático y en la tolerancia absoluta y por principio, y finalmente puso en marcha el liberalismo inglés (22). Monseñor Leone Cristiani escribe que Arrio, en los siglos XVII-XVIII, revivió en Polonia. Holanda e Inglaterra, y, por último se estableció en los EEUU, donde conoció una expansión mayor que en Europa. Antitrinitarios fueron Newton, Clarke y Milton, y como tal se consideró a Locke. En 1794 los “cristianos liberales” (Liberal Christians) se establecieron en los EEUU, donde fundaron unas 500 iglesias, con otros tantos ministros y 60.000 fieles (hasta 1925) (23). Lelio Socini (+1562), nativo de Siena y estudiante de derecho en Padua, seguía la corriente del escepticismo humanista (cabalista y paganizante). Viajó por toda Europa ejerciendo de intermediario entre los diferentes heresiarcas protestantes. Calvino lo recomendó al príncipe Nicola Radziwill de Polonia (1556-1558), país en el que fomentaba el espíritu novador religioso y el irenismo protestante, esto es, la libre difusión y convivencia de todas las sectas reformistas, por más distintas y contrarias entre sí que fueran. Su sobrino, Fausto Socini (+1604), Piccolomini por parte de madre (una familia que dio dos Papas a  la Iglesia, Pío II y Pío III), siguió las huellas del tío y se trasladó a Polonia  con los Hermanos Polacos, una secta antitrinitaria de Luclawice, en Cracovia. Allí se desposó con una joven noble del lugar y logró evitar la expulsión que había  decretado el rey Stafano Bathory en  1583, (gracias a la ayuda de la nobleza liberal polaca, que  había fundado varios cenáculos antitrinitarios en diversos  castillos, donde se reunían conventículos de humanista-biblistas); no obstante, medio siglo después fue cerrada la sede principal de los socinianos en Rakow, cerca de Cracovia (Gymnasium bonarum artium), y estos emigraron a los EEUU, que se convirtió en la sede principal del “antitrinitarismo cristiano” (24) (auténtiva contradictio in terminis, visto que los dos misterios principales del cristianismo son la encarnación del Verbo divino y la unidad-trinidad de Dios).

Naturalmente, el  “cristianismo” puritano [norte]americano no es antitrinitario totalmente y por naturaleza, sino que lo es tendencialmente, y tiende en gran escala a rebajar, a omitir intencionalmente, si es que no a negar la divinidad  de Cristo y la trinidad de las personas divinas. Como quiera que sea, sigue siendo veterotestamentario por esencia, y el Evangelio es casi accidental para él. Por eso el puritanismo [norte]americano está más cerca del talmudismo judaico que del cristianismo y del protestantismo de Lutero, Melanchton y Calvino; sobre todo se opone diametralmente al catolicismo romano. De ahí que buscar en los EEUU las raíces del cristianismo europeo es como “dar gato por liebre”.

UN TESTIMONIO NADA SOSPECHOSO.

Monseñor Luigi Giussani escribió en 1967 un interesante libro (Teología protestante americana), que la editorial Marietti hizo reimprimir en el 2003. El fundador de Comunión y Liberación estudia en él en profundidad y elogia, con miras ecuménicas, la doctrina protestante. Procuraré resumir los puntos principales.

Los colonos que huyeron a [norte]américa eran, sobre todo “anglicanos, calvinistas, luteranos, ‘sectarios’ de diferentes orientaciones, sobre todo baptistas” (25). Giussani explica que mientras en Europa el anglicanismo, el luteranismo y el calvinismo permanecieron minoritarios, en los EEUU, por el contrario, el calvinismo se volvió ampliamente mayoritario y dio a dicho país un carácter más veterotestamentario que cristiano” (26). La iglesia protestante [norte]americana se organizó en un “congregacionismo”, es decir, como independiente de la iglesia anglicana (si bien no separada por completa de ésta) (27). La primera generación calvinista [norte]americana (John Cotton, +1652) era la “teocracia feroz… de un ‘Papa’ sin mitra, de una comunidad que odiaba al Papa” (28).  Para ella sólo los miembros de la iglesia congregacionista [norte]americana eran ciudadanos de pleno derecho, a pesar de que, según su propia doctrina, debía regir una relación de separación total entre la Iglesia y el Estado (29). El congregacionismo conocerá su fase democrática con John Wise (+1725), superando la incongruente teocracia de Cotton –dada la separación entre el poder espiritual y el temporal-, y motivará la lucha por la independencia [norte]americana (30). La segunda generación calvinista estadounidense (sínodo de Boston, 1662) amplió el concepto de “iglesia” afirmando que el bautismo podían administrarlo no sólo los perfecto o santos de la iglesia congregacionista, sino, además, cualquier adepto suyo, aunque no fuese santo o perfecto (30).

Por otra parte Jacobus Arminius (+1609) teólogo holandés emigrado a los EEUU, había impugnado la rigidez del predestinacionismo calvinista y congregacionista al asegurar que la libertad del hombre no puede estar determinada por la voluntad de Dios. Eso significaba la destrucción del corazón de la doctrina calvinista.

Del “arminianismo” nació una corriente racionalista e iluminista que reemplazó al calvinismo tradicional en el liderazgo [norte]americano al poner en tela de juicio el dominio absoluto de  la voluntad de Dios sobre la libertad del hombre. Pero con Jonathan Edwards (+1758) vino la reacción del puritanismo ortodoxo y anturracionalista, que ratificó la supremacía absoluta de la voluntad divina sobre la iniciativa humana. De Edwards nació una corriente religiosa llamada “gran despertar”, que propugnaba un “renacimiento” (revival) de la vida religiosa fundado en la emoción sentimental. El enemigo era el deísmo ‘arminiano’. El racionalismo deísta-liberal contraatacó a su vez, a finales del siglo XVIII, y, rechazando la doctrina ‘revivalista’ edwardsiana, negó asimismo la  santísima Trinidad y la divinidad  de Cristo.

Nota monseñor Giussani con razón que dicha lucha fue sólo un resultado natural del puritanismo [norte]americano, que contenía en sí los gérmenes de las dos corrientes: la predestinacionista y la racionalista antitrinitaria. Por eso “este resultado del puritanismo de la New England no es una sorpresa inesperada: exalta uno de los polos de la tensión dualista que lo caracteriza desde el origen. Por un lado […] una fuerte percepción de la misteriosidad de lo divino […]; por el otro […] una exigencia de la racionalización” (32). El protestantismo calvinista [norte]americano se ha caracterizado siempre por esta tendencia doble, hecha de sobrenaturalismo exagerado y fideísta contra deísmo racionalista e iluminista, de predestinacionismo contra liberalismo humanista y activista, de fundamentalismo exegético antievolucionista contra secularismo antropocéntrico. Las consecuencias de esta dicotomía son, en el ámbito moral, el rigorismo farisaico-puritano contra el permisivismo y el laxismo hedonistas. A [norte]américa se la define, con toda razón, como “el país más religioso y más secularizado”.

Esto no es una chuscada; es la realidad, que se funda en el dualismo y la contradicción ínsitos intrínsecamente en el calvinismo, que, si por un lado es predestinacionista e interpreta el Génesis al pie de la letra (fundamentalismo exegético), por el otro posee una carga de espíritu de libre iniciativa y de activismo  consiguiente al “dogma” predestinacionista según la cual la bendición de Dios se ve en el éxito mundano-económico del hombre, que se siente asi impulsado a obrar libre y liberalmente para sentirse salvado por el Dios tirano. De ahí que aunque, por una parte se insiste en la rigurosidad y casi en la tiranía de la voluntad divina, por la otra se ve uno llevado a “formar su personalidad –o carácter- como quinta esencia de toda moralidad” (33). Si se enfoca tan sólo un elemento del protestantismo [norte]americano, no se logra entender el espíritu aparentemente contradictorio del americanismo y se corre el riesgo de erigirlo en ideal, como hacen los teocom(servadores) europeos (34).

Las corrientes teológicas [norte]americanas posteriores oscilarán entre teocentrismo tiránico y predestinacionismo y antropocentrismo liberal e inmanentista-panteísta, que son las dos caras de la misma moneda del puritanismo [norte]americano. Esta tensión teológica explica políticamente el paso de la teocracia calvinista a la democracia puritano-[norte]americana.

Un rasgo acusado de la religión protestante [norte]americana, continúa diciendo el cura Giussani, es el concepto de “experiencia religiosa· de lo divino, un sucedáneo censista-empirista y pragmatista del voluntarismo: Dios no es objeto de fe como adhesión intelectual a dogmas revelados y definidos, no es tampoco, a la manera kantiana, un producto de la voluntad humana, sino sólo objeto de experiencia sensible. La existencia de Dios no es demostrable racionalmente, más es experimentable: a Dios se le “siente”. Fuera de la experiencia no hay nada:  la metafísica a muerto, el idealismo clásico está superado; sólo la experiencia sensible es fuente de “conocimiento” y de acción, conforme al iluminismo filosófico británico censista y empirista. “El temperamento y la cultura de los [norte]americanos –prosigue Giussani- rechazan la rigidez y el contraste […]. El pensamiento [norte]americano irá ansiosamente en busca de puntos de contacto entre los dos polos de lo natural y lo trascendente”, de manera que a Dios, aunque es un “tirano” absoluto, se le “siente” o experimenta sentimentalmente dentro de nosotros, y nos hace tan seguros de nosotros mismos que nos rempuja al activismo exasperado.

Esta es la religiosidad americanista, tan próxima al modernismo pero tan celebrada al mismo tiempo por Comunión y Liberación, por los teoconservadores y por Benedicto XVI en su viaje a los EEUU (abril 2008), un país definido como “modelo ideal” de las relaciones entre el Estado y la Iglesia: ¡separación absoluta entre ambos y libertad para todas las religiones, verdaderas o falsas!

TORQUATO PEZZELLA.

Notas.

1-      Los Países Bajos se componían de las provincias del Sur (la Bélgica actual), que eran católicas y francófonas, y las del Norte (la actual Holanda que eran de lengua flamenca y protestante. Eran tierras muy ricas, dedicadas al comercio marítimo. El rey de España no toleraba que los holandeses (súbditos suyos) fuesen protestantes, por lo que Flandes se rebeló contra Felipe II en 1576, bajo el caudillaje del holandés Guillermo de Orange.
   En Inglaterra, entre tanto, Isabel I, que quería reforzar la iglesia nacional anglicana, perseguía a los puritanos, que emigraron a América del Norte. Seguía no sólo una política de expansión colonial en la América septentrional sino que, además, libraba una guerra de agresión contra la marina española que llevaba a la patria los tesoros de las colonias americanas, valiéndose de los corsarios o piratas del mar capitaneados por Francis Drake. La España de Felipe II estaba entonces en su apogeo, pero comenzaba también su decadencia (1588: derrota de la Armada Invencible). Junto con España, poco inclinada a la nueva mentalidad especuladora y mercantilista, también los demás países católicos comenzaron a declinar frente a los países protestantes, los cuales, por el contrario, empezaron a emerger y a tomar la delantera económico-política, mientras que los EEUU perfeccionaron el predominio del puritanismo holandés y de los Padres Peregrinos ingleses, fugitivos de la madre patria, sobre el anglicanismo de la corona británica.
2-      L. Cristiani, en Enciclopedia Católica. Nótese que el puritanismo trasladó la festividad del domingo (resurrección de Cristo) al sábado judaico (reposo de JHWH en el A.T.) a tenor de la numeración anglicana y calvinista.
3-      Sobre el problema del judaísmo en Holanda, Inglaterra y [norte]América puede consultarse la voz Ebrei, en la Enciclopedia Italiana: ”En virtud de la concesión que Carlos V a los marranos de residir en los Países Bajos, no pocos  de ellos se asentaron allí […]. Después de la Unión de Utrtecht […] los marranos comenzaron a […] ejercer una notable influencia en la nueva república, de suerte que, poco a poco, volvieron abiertamente al judaísmo. […] El rabinato de  la comunidad de Amsterdam… hizo diligencias para la readmisión de los judíos en Inglaterra. […]  La transformación del espíritu religioso en Inglaterra después de la preponderancia del protestantismo y de las guerras con España, hicieron pensar en la oportunidad de readmitir a los judíos. […] Oliver Cromwell dio permiso a algunos judíos, en 1657, para establecerse en Londres. En 1685, un decreto del rey Jacobo II declaraba libre el ejercicio del culto judío. […] Los judíos se asentaron en varias colonias de la América septentrional: se trataba particularmente de judíos de origen portugués provenientes de Holanda”.
4-      Tocante a la herejía modernista, llamada “americanismo” y condenada por León XIII en Testem benevolentiae (1895) léase H. Delassus, L’Americanisme et la conjuration antichre tienne. El autor prueba que en el origen del americanismo doctrinal y ascético se halla la Alliance Israelite Universelle. El alma de todo apostolado, de J. B. Chautard, constituye una óptima refutación del americanismo ascético.
5-      a   8-  A. Degli Espinosa, Imperialismo USA.
9-      El más activo de lo antitrinitarios fue Miguel Servet, de quien monseñor L. Cristiani escribe lo siguiente: “Miguel Servet, nacido el 29 de septiembre de 1511 en Tudela (Navarra) […] pretendía restaurar el cristianismo de los orígenes remontándose más allá de la metafísica, la cual, al decir de él, había destruido la fe primitiva. […] Jesús no es un ser transcendente, sino un hombre entre otros hombres. No es Dios por naturaleza sino que fue santificado por el Padre […]. Además, Servet se declaró partidario del antitrinitarismo y definió a la Santísima Trinidad como ‘un cerebro en tres cabezas’ (…)” Servet adhirió a la reforma protestante y sobrepasó incluso al calvinismo al abrazar el anabaptismo, que dio lugar, en unión con el “puritanismo inglés” tradicional, a la concepción más radical e innovadora, llamada “puritano-americana”, la cual es una mezcla de puritanismo y anabaptismo y, por ende, resulta ser tendencialmente, y en algunos casos también formalmente antitrinitaria y negadora de la divinidad de Cristo (se comprende entonces que el judaísmo talmúdico pudiera triunfar en la América puritano-anabaptista). Escribe también M. L. Cristiani en la Enciclopedia Católica  que Servet fue “Un hereje antitrinitario[…] Católico exteriormente irreprensible, compuso su obra principal, que apareció con el título de Christianismi resstitutio [Retitución del cristianismo] (Viena 1553)… Jesús es el Hijo del Dios eterno, no Hijo eterno de Dios  […]. Por tanto rechazó la doctrina trinitaria y del Concilio de Nicea y la  cristología del Concilio de Calcedonia. […] y afirmó además, una especie de milenarismo”.
10     Y  11-  Dizionario crítico di Teología, J. Y. La Coste.
12-    Obr. Cit.: Además de los Socini fueron unitarios también Giorgio Biandrata (+1588), quien difundió el unitarismo en Italia del norte y en Suiza, y Miguel Servet (+1553), que probó difundirlo en Ginebra, pero fue condenado a muerte por Calvino. En tiempos más recientes se dio cierto desarrollo de iglesias unitarias en Inglaterra, con Teófilo Lindsey (1808) emigró a los EEUU en el 1794 y se unió a los congregacionistas unitarianos estadounidenses, que negaban toda fórmula dogmática (reemplazada por la experiencia religiosa), profesaban un vago sentimentalismo moral o moralismo sentimental y el filantropismo liberal-masónico (ibídem). Secuaces polacos de los Socini fueron Valentín Schlalz (+1622), Juan Volkel (+1618), y otros […]. Sería muy interesante  estudiar sus relaciones con los cabalistas y los talmudistas de  la academia medicea de Florencia, y con el ambiente judaizante polaco, que tenía por referencia a Sabbetai Sevi primero (1626-1676) y luego a Jacobo Frank (1726-1791).. (A Rotondo, Studi di Storia ereticale del Cinquecento).

      13- 14-15-16-17- obra citada.
18- L. Giussani, Teología protestante americana.
19-20-21-22-23-24-25- obra citada.
26- L. Coppertino, Spagetticon.
*
Nota nacionalista del blog: destaco un error con ‘aires’  “neocom”, en la que cayó  el  señor Pezzella, y una carrada de intelectuales,  inclusive españoles, al  identificar  América con Norteamérica. Cuando se refiere a algo relativo a EEUU, escribe ‘americanos’; como si América fuese sólo el patronímico de los yanquis; según costumbre generalizada entre los ‘eruditos’ europeos. Una verdadera confusión, que quizá haya comenzado con León XIII.                                                                                                                                                                        
EEUU no tiene nombre propio, y podría nombrarse con cierta exactitud: “Mayflowerlandia” o “Calvinolandia”, recurriendo a sus orígenes; “yanquilandia”, EEUU., o Norteamérica; América del Norte o América septentrional; o “dólarlandia” recordando que el dólar es su alma, el ansiado ‘Eldorado’. Pero los europeos con espíritu de inmigrantes frustrados la nombran América. Y esto nos indigna.                                                                                                                                                                           
La colonización norteamericana, por los personajes, por el espíritu, por las circunstancias que la impulsaron, fue sólo una disputa ‘familiar’ entre protestantes, que se concretó como una utopía materialista judaizante; en mayor o menor grado todos fueron predestinacionistas hebreos; de donde germinó del capitalismo.
Absolutamente opuesta a la evangelización católica realizada por España en América Hispánica. De tal manera, el nombre de América, si alguna de las dos Américas debería ostentarlo con dignidad y merecimiento seríamos los “sudacas”; aunque eche por tierra el mito obsesionante del becerro de oro, repleto de dólares, con que sueñan los europeos ‘eruditos’.                                                                                                                                                                                                                                            
Me tomé el engorroso trabajo de agregar [norte] donde el autor escribió América, para salvar ese error de ignorancia insoportable.


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