viernes, 20 de septiembre de 2019



Limpiar la historia patria de falsedades, para poder limpiar la política nacional de corruptos y de cipayos.
Reproduzco el siguiente artículo, publicado en la revista “Revisión” Nº 9, 1964, con nociones elementales de la verdadera historia argentina

“MACANEOS” HISTÓRICOS

Se publica en esta Capital una revista que se llama “Selecciones escolares”. Alertamos a los maestros, alumnos y padres, de la crasa ignorancia de sus redactores en cosas elementales de historia argentina.
En el Nº 114, en una sección titulada “Historia Argentina”, se enseña lo que le llaman La dictadura de Rosas. Empieza: “Rosas fue el primer gobernante bonaerense en recibir facultades extraordinarias…”

Facultades extraordinarias tuvieron todos los gobiernos patrios, porque de otra manera hubiera sido imposible gobernar en tiempos de guerra. Pero tal vez el autor ha querido decir que a Rosas se le otorgaron expresamente. Antes que a Rosas se le otorgaron expresamente “facultades extraordinarias” a Ramos Mexía, en mayo de 1820, a Martín Rodríguez en octubre del mismo año (renovadas en 1821), a Lavalle en diciembre de 1828, y a Viamonte el 24 de agosto de 1829. A Rosas simplemente se le prorrogaron las facultades concedidas a Viamonte.

Después de seguir el articulista explicando el gobierno de Rosas con adjetivos tan imparciales como violento, arbitrario, etc., sigue: “cumpliendo su período de dos años presentó su renuncia”. Periodo de tres años: terminó el 17 de diciembre de 1832. Sigue: “… el día 13 de marzo (de 1835) juró el cargo por segunda vez ante la Junta de Representantes”. No fue el 13 de marzo sino el 13 de abril.

“… De todo se acuerda (Rosas) en su minucioso plan de “federalizar” el país. Pero nunca de su organización mediante una constitución”.

No se nombra la Carta de la Hacienda de Figueroa, de Rosas a Quiroga, del 20 de diciembre de 1834 donde se explica precisamente por qué era absurdo en esos momentos dar una constitución escrita. ¿Y el Pacto Federal de 1831? que era la organización, ni noticia.

Prosigue el muy “sesudo”: “No faltaron los que enfrentaron al dictador:  un grupo selecto de escritores: Echeverría, Alberdi, Sastre, Sarmiento, Gutiérrez, Varela, que debieron huir al destierro…”.

Echeverría no enfrentó al dictador en Buenos Aires, ni huyó al destierro; vivió tranquilamente en su estancia “Los Talas”, de San Andrés de Giles, hasta 1840, sin que nadie lo molestara. Si se marchó a Montevideo fue por haberse plegado, en agosto de 1840, a Lavalle, que ocupó San Andrés de Giles. Lo que hizo que el general escribiera a su mujer: “No te hagas muchas ilusiones sobre la suerte de este ejército: la única que se me pliega es la que habla, pero la que no habla y pelea me es contraria y me hostiliza como puede. Desde entonces –claro está-  Echeverría debió vivir en Montevideo y desde allí – río por medio- “enfrentó valientemente” al dictador.


Alberdi tampoco “enfrentó” a Rosas en Buenos Aires. Lo dice en su Autobiografía: “Emigrado espontáneamente, sin rencores ni odios, ni al gobierno ni al señor Rosas tenemos que hacer cargos por persecuciones que jamás me hicieron”. Lo que pasó fue que en noviembre de 1838 Montevideo estaba ocupada por los franceses y le ofrecieron a Alberdi una plaza bien rentada de redactor de “El Nacional”. Se fue allí a escribir contra Rosas (hasta entonces había sido rosista y el “Fragmento preliminar…” lo prueba, porque para eso le pagaban. Y también para escribir, y dijo algunas barbaridades de las que mejor es no acordarse.

Marcos Sastre no emigró. Ni en 1838 ni en 1840, ni en 1843, ni nunca. Fue rosista, entusiasta y decididamente rosista. Hasta que en 1851, por estar empleado en Entre Ríos, debió plegarse al pronunciamiento de Urquiza.

Sarmiento se había ido a trabajas a Chile. Dice que por persecuciones políticas, y cuenta haber escrito en los baños del Zonda una frase de Fortuol: On un túe foint les ides (“Las ideas no se matan”). Es dudoso, como todas las cosas contadas por el imaginativo don Faustino, porque no hay en los documentos de San Juan orden alguna de captura contra Sarmiento. Que tampoco había hecho hasta entonces propaganda antirrosista. Este “prócer”, para quien las ideas no se mataban, pero los gauchos sí (“…no ahorre sangre de gauchos…” de su carta a Mitre del 20 de septiembre de 1861, ver Archivo Mitre, tomo IX, pg. 363), se hizo fervoroso antirrosista, como cuenta en el Facundo cuando la guerra entre Francia y su patria, porque estar con Francia era estar con la cuna de la civilización, el derecho, etc.

Juan María Gutiérrez estuvo preso por Rosas. En esto la acertó el redactor de Selecciones escolares, alguna vez tenía que dar en el clavo. Estuvo preso por el arbitrario dictador cuando se le encontró una gravísima correspondencia donde Gutiérrez (entonces Ingeniero 1º del Departamento Topográfico) informaba a Montevideo, para uso de los invasores franceses y sus aliados bien pagados, las condiciones de Buenos Aires y la costa para un desembarco extranjero. Rosas –“arbitrario tirano”- lo dejó cesante y lo condenó a servir las armas en el ejército que se preparaba en Santo Lugares para luchar contra los franceses, cuando debió mandarlo fusilar por traidor y espía. Gutiérrez, el “escritor más castigado de esos tiempos sin pensamiento”, dice Sarmiento, (que jamás estuvo preso ni nadie lo castigó), y “sufrió un martirio que sus amigos tenían derecho a envidiarle”, agrega Alberdi, que se había ido tranquilamente por la aduana, con sus papeles en regla y sin molestias). Porque el martirio del dulce Juan María fue terrible: lo rudos sargentos restauradores le obligaban a comer la “tumba” cuartelera junto con los demás soldados, lo que le trajo una repugnancia de estómago, que hizo que su madre le pidiera a Rosas que lo soltara. Rosas lo soltó después de tenerlo en Santos Lugares -¡tres días y medio!- exigiendo que se reemplazase en el servicio militar por diez personeros, y dándole pasaporte para que se fuese a Montevideo, porque la madre andaba con miedo que los mazorqueros le pegaran un susto a su “hijito”. En tanto valoraba Rosas las condiciones militares de Gutiérrez que exigió su reemplazo por diez personeros, y tan poco importaría su oposición periodística, que le dio un pasaporte para irse ¡al centro enemigo! En Montevideo, contribuyó Gutiérrez a defender la plaza en certámenes poéticos, porque jamás cargó un arma, salvo los tres días y medios que estuvo haciendo instrucción y saltos de rana en el cuartel de Santo Lugares. Y cuando vino el sitio de Montevideo se escapó “para no exponerse inútilmente a los cañones”.

Y finalmente Florencio Varela no emigró por causa de Rosas. Se fue después de perdida la revolución unitaria de 1828. Vivió en Montevideo, formó su estudio, y de cuando en cuando volvía a Buenos Aires a darse un paseo, como ocurrió en 1839, en pleno gobierno de Rosas. La verdad es que nadie le molestó.

El artículo omite toda mención a los conflictos internacionales de la época de Rosas, que es la clave y la explicación de su gobierno. Para el articulista no hay intervención francesa entre los años 1838 al 1840, y Lavalle y Paz aparecen como héroes que se levantan por su cuenta a pelear por la “libertad y la constitución” sin decir quien los pagaba y los armaba. Ni hay intervención anglo-francesa de 1845 a 1850, ni guerra con Brasil en 1851.

¡Ojo, compañeros, con esta revista cipaya que deforma la mente patriótica de los niños! *










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