sábado, 8 de marzo de 2014

Charles  Maurras
Y una página inédita sobre  Jacques Maritain.
(Publicada en la revista  ”Dinámica Social”)

E
n su libro póstumo  “Le Bienheurreux Pie X,  Sarveyut de la France”, Charles Maurras dedica un sabroso apéndice a Jacques Maritain, en el cual demarca con fuego a este pensador  francés, que después de haber sido brillante expositor de la filosofía tomista y defensor de la doctrina política, tradicional y de la monarquía, se transformó, quien sabe por qué influencias oscuras, en una especie de oráculo del liberalismo católico que lleva por nombre “democratismo cristiano”.

Nos permitimos reproducir a continuación en su versión española el vigoroso texto de Maurras escrito con la autoridad  con que el hombre de una sola línea puede juzgar a los de conducta ambigua y extrañamente sinuosa. Nuestro colaborador, Fr. Mario Agustín Pinto O.P. es quien nos permite conocer la interesante página maurrasiana.
 

N
o se trata aquí de discutir las cualidades profesionales de M. Jacques Maritain; según un juez competente, Jacques Bainville, tenía y debe poseer aún  todos aquellos talentos de un buen profesor de filosofía, que no bastan para hacer un filósofo, como ha dicho muy bien Schopenhauer.
De origen hugonote, nieto del desarmamentista y llorón  Jules Favre, Maritain, ha pasado por tres etapas.
He aquí los dos extremos:
El primero fue el bergsonismo, muy pronto abandonado y que nada sólido había deparado al juvenil espíritu que de él se alimentaba. Conservó rastros muy notables  que son otros tantos vicios en la base misma de su pensamiento.
 La tercera etapa la deparó un hermoso uniforme de embajador, más hermoso que el de Paul Claudel y aun que el de Francisque Gay.
La etapa intermedia, etapa número dos, es aquella que había colocado al joven profesor muy cerca de nosotros, fijándolo en ella por espacio de varios años, antes de la otra guerra y después de ella. Convertido por el P. Clerissac sabía aprovechar el esplendor de las Encíclicas romanas y los movimientos espirituales que ellas determinaban en el mundo francés, utilizó sobre todo la viva curiosidad intelectual que desde 1908 hasta 1914 orientó hacia la Suma de Santo Tomás a un buen número de pensadores inquietos; la misma Sorbona levantaba la cortina de hierro, ante los pionners del tomismo triunfante. Era considerado, en efecto, comúnmente, como el teólogo de aquella hora de la historia religiosa.

P
or este título, en la famosa sucesión de Pierre Villard y según las propias palabras del testador, el monárquico Maritain, el Maritain de Acción Francesa vino a ser mi coheredero; él y yo obtuvimos cada uno, algo así como un millón de francos, ‘germinal’ suma equivalente a cien o doscientos millones de hoy en día. Como yo había donado de inmediato mi parte de la herencia a la Acción Francesa,  con excepción de cincuenta mil francos que destiné a la  ‘Revue  Universelle’ , nuestro filósofo se suscribió con la misma suma a la ‘Revue’ pero  guardó para sí todo lo demás, como era su derecho.
Había comprado una pequeña casa en los suburbios de París, cosa que no sobrepasaba tampoco ese derecho. Nuestra común cadena de oro  o su recuerdo argentado pudieron contribuir a conservar por espacio de algún tiempo a Maritain en los justos brazos de la política sagrada de Pío IX, de León XIII, de Pío X, del ‘Syllabus’, del Cardenal Billot y, digámoslo de una vez, del buen sentido liso y llano, política de la cual también nosotros participábamos. Cuando fue citado por la justicia por haber publicado mi amenaza de ‘hacer matar como a un perro’ a un ministro del interior judío, culpable de haber asesinado por medios de la policía a siete nacionalistas franceses, Maritain, esposo de una judía, vino a jurar ante el tribunal con la Suma en la boca, que un ‘proeclarus civis’ como yo estaba calificado para hacer temblar a un tirano.
Sólo seguí siendo un ‘proeclarus civis’ para Maritain hasta fines del siguiente año; bastaron algunos truenos en el cielo incierto para ponerlo en fuga. En medio de tantas fidelidades como honraron nuestra causa, las orientaciones personales, métodos y rutinas de Maritain sufrieron casi instantáneamente un vuelco radical.  Los espectadores de afuera pudieron contar varias etapas en el renegamiento: un opúsculo maritaniano con favor de nosotros, se trocó pronto en un libro contra nosotros, después de haber sido, mitad y mitad, favorable a nosotros.
Pero al nevar los años maritanianos unos sobre otros, acabaron por producir antes de finalizar un cuarto de siglo, los dos asombrosos opúsculos; ‘Cristianismo y Democracia’ y ‘Los Derechos del hombre y la ley natural’ donde este profesor tan mediocre naturista como  jurisconsulto fangoso, democratiza a chorros y no deja un momento de despachase contra la Esclavitud (no por cierto la de Mammón) concebido como el arquetipo del mal y a favor de la Libertad, concebida como el arquetipo del bien en sí. ¿La libertad de qué? La libertad de quién?  Sin duda de los patrones de Maritain, los asesinos sórdidos, los delincuentes culpables de las masacres de 1944 que lo enviaron a representarlos en el Vaticano. La libertad de las tartuferias sanguinarias de Francois de Menthon. La de los perjurios y falsos testimonios de Francisque Gay. ¿La libertad de las delaciones de ese cínico? ¿O la del pequeño charlatán sub-Briand; el intrigante sin conciencia ni inteligencia de Georges Bidault? ¿O bien su propia libertad, la del mismo Maritain? Sus dos vagos libelos olvidan por completo la respuesta a este cuestionario previo. Olvidan muchas otras razones.
Porque esos esbozos de pretendida política religiosa y natural no hacen la menor mención, no dicen una palabra, ni una sola tan siquiera de lo que constituye el punto de partida de esta ciencia, su ‘principium et fons’; el Servicio Social que el orden de los seres humanos sobreentiende.

L
a principal característica de este servicio es el hecho de ser prestado y cambiado según condiciones prodigiosamente desiguales en toda ciudad humana entre el hijo y los padres, el maestro y el alumno, el jefe y el soldado. La madre que amamanta a su hijo, prolonga el don de la vida.  El niño que mama la libera de su leche. No se trata de cosas iguales ni de cosas libres, sino forzosas. El corazón interviene también, a buen seguro; pero antes que el corazón el cuerpo. La ley moral también. Pero antes que ella la ley física. Con anterioridad a toda preocupación ética y aún a toda virtud viviente, el juego de los sentimientos espontáneos, de los intereses elementales que se mezclan y se complementan instituye ayudas mutuas  automáticas y fundamentales que, en el primer grado de la vida social, se manifiestan como los sustentáculos de la vida misma, gracias a ellos el compuesto humano puede crecer y madurar y no de otra manera. Sin esa inmensa reciprocidad de servicios, se habría volatilizado en el éter. “He querido, dice Jesucristo a Santa Catalina de Siena, que tuviesen necesidad los unos de los otros”.
Pero ese Cristo ya no es el de Jacques Maritain.
El beneficio tutelar de esas servidumbres y del encadenamiento de nuestras condiciones se ha obliterado totalmente en él desde que tuvo la revelación de los Derechos del Hombre y de  ‘La granja del Tío Tom’  ¡El Abate Gregoire y Miss Beecher Stowe, para él ya no hay más que eso!  Ante estos dos nuevos maestros de su sociología sagrada las leyes del orden de este mundo no cuentan para nada ¿Habrá acaso un plan providencial de las sociedades, ‘qualem Deus auctor omdodot’, según la Encíclica  ‘Graves de comuni? No; ¡la antorcha de  la Libertad considerada como un primer principio, basta para recorrer el camino! Y mucho camino por cierto fuera de lo Humano, fuera de lo Romano, en la metafísica judeo-protestante. En tanto que la ‘Emmerpeterie’ alimenticia o doctrinal desempeñe en la boca de Maritain el papel de un bocado y de un freno, tal vez (adviértase que digo tal vez), experimentará aún cierto embarazo, no económico sino filosófico, y ese  oscuro malestar le hará capaz de recordar el hermoso apóstrofe del Cardenal Billot; “Sofistas insensatos: ¡quién os ha transformado hasta al punto  de que, invocando sin cesar a la naturaleza, cometéis tantos pecados contra ella!” El día que haya arreglado sus cuentas con el exterior, en que la vida práctica haya quedado asegurada y la familia esté al abrigo de la estrechez y la inquietud, entonces no sería difícil que la doctrina de Maritain se bañe y se  mueva en una Antifísica acentuada y aún integral, donde se podrán romper todos los lazos; y así liberada su pluma y su lengua el feliz esposo de la judía sabrá romper el compromiso de un respeto humano que proviene del primer tomismo nutricio; habrá recuperado aquella alegre indiferencia que conviene al  simoníaco de carácter y de vocación.+