Charles Maurras
Y una página inédita sobre
Jacques Maritain.
(Publicada en la revista ”Dinámica Social”)
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n su libro póstumo “Le Bienheurreux Pie X, Sarveyut de la France ”, Charles Maurras
dedica un sabroso apéndice a Jacques Maritain, en el cual demarca con fuego a
este pensador francés, que después de
haber sido brillante expositor de la filosofía tomista y defensor de la
doctrina política, tradicional y de la monarquía, se transformó, quien sabe por
qué influencias oscuras, en una especie de oráculo del liberalismo católico que
lleva por nombre “democratismo cristiano”.
Nos permitimos reproducir a
continuación en su versión española el vigoroso texto de Maurras escrito con la
autoridad con que el hombre de una sola
línea puede juzgar a los de conducta ambigua y extrañamente sinuosa. Nuestro
colaborador, Fr. Mario Agustín Pinto O.P. es quien nos permite conocer la
interesante página maurrasiana.
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o se trata aquí de discutir las cualidades profesionales de M. Jacques
Maritain; según un juez competente, Jacques Bainville, tenía y debe poseer
aún todos aquellos talentos de un buen
profesor de filosofía, que no bastan para hacer un filósofo, como ha dicho muy
bien Schopenhauer.
De origen hugonote, nieto del desarmamentista y llorón Jules Favre, Maritain, ha pasado por tres
etapas.
He aquí los dos extremos:
El primero fue el bergsonismo, muy pronto abandonado y que nada sólido
había deparado al juvenil espíritu que de él se alimentaba. Conservó rastros
muy notables que son otros tantos vicios
en la base misma de su pensamiento.
La tercera etapa la deparó un
hermoso uniforme de embajador, más hermoso que el de Paul Claudel y aun que el
de Francisque Gay.
La etapa intermedia, etapa número dos, es aquella que había colocado al
joven profesor muy cerca de nosotros, fijándolo en ella por espacio de varios
años, antes de la otra guerra y después de ella. Convertido por el P. Clerissac
sabía aprovechar el esplendor de las Encíclicas romanas y los movimientos
espirituales que ellas determinaban en el mundo francés, utilizó sobre todo la
viva curiosidad intelectual que desde 1908 hasta 1914 orientó hacia la Suma de Santo Tomás a un buen
número de pensadores inquietos; la misma Sorbona levantaba la cortina de
hierro, ante los pionners del tomismo
triunfante. Era considerado, en efecto, comúnmente, como el teólogo de aquella
hora de la historia religiosa.
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or este título, en la famosa sucesión de Pierre Villard y según las
propias palabras del testador, el monárquico Maritain, el Maritain de Acción
Francesa vino a ser mi coheredero; él y yo obtuvimos cada uno, algo así como un
millón de francos, ‘germinal’ suma equivalente a cien o doscientos millones de
hoy en día. Como yo había donado de inmediato mi parte de la herencia a la Acción Francesa , con excepción de cincuenta mil francos que
destiné a la ‘Revue Universelle’ , nuestro filósofo se suscribió
con la misma suma a la ‘Revue’ pero guardó para sí todo lo demás, como era su
derecho.
Había comprado una pequeña casa en los suburbios de París, cosa que no sobrepasaba
tampoco ese derecho. Nuestra común cadena de oro o su recuerdo argentado pudieron contribuir a
conservar por espacio de algún tiempo a Maritain en los justos brazos de la
política sagrada de Pío IX, de León XIII, de Pío X, del ‘Syllabus’, del Cardenal
Billot y, digámoslo de una vez, del buen sentido liso y llano, política de la
cual también nosotros participábamos. Cuando fue citado por la justicia por
haber publicado mi amenaza de ‘hacer matar como a un perro’ a un ministro del
interior judío, culpable de haber asesinado por medios de la policía a siete
nacionalistas franceses, Maritain, esposo de una judía, vino a jurar ante el
tribunal con la Suma
en la boca, que un ‘proeclarus civis’ como yo estaba calificado para hacer
temblar a un tirano.
Sólo seguí siendo un ‘proeclarus civis’ para Maritain hasta fines del
siguiente año; bastaron algunos truenos en el cielo incierto para ponerlo en
fuga. En medio de tantas fidelidades como honraron nuestra causa, las
orientaciones personales, métodos y rutinas de Maritain sufrieron casi
instantáneamente un vuelco radical. Los
espectadores de afuera pudieron contar varias etapas en el renegamiento: un
opúsculo maritaniano con favor de nosotros, se trocó pronto en un libro contra
nosotros, después de haber sido, mitad y mitad, favorable a nosotros.
Pero al nevar los años maritanianos unos sobre otros, acabaron por
producir antes de finalizar un cuarto de siglo, los dos asombrosos opúsculos;
‘Cristianismo y Democracia’ y ‘Los Derechos del hombre y la ley natural’ donde
este profesor tan mediocre naturista como
jurisconsulto fangoso, democratiza a chorros y no deja un momento de
despachase contra la
Esclavitud (no por cierto la de Mammón) concebido como el
arquetipo del mal y a favor de la
Libertad , concebida como el arquetipo del bien en sí. ¿La
libertad de qué? La libertad de quién?
Sin duda de los patrones de Maritain, los asesinos sórdidos, los
delincuentes culpables de las masacres de 1944 que lo enviaron a representarlos
en el Vaticano. La libertad de las tartuferias sanguinarias de Francois de
Menthon. La de los perjurios y falsos testimonios de Francisque Gay. ¿La
libertad de las delaciones de ese cínico? ¿O la del pequeño charlatán
sub-Briand; el intrigante sin conciencia ni inteligencia de Georges Bidault? ¿O
bien su propia libertad, la del mismo Maritain? Sus dos vagos libelos olvidan
por completo la respuesta a este cuestionario previo. Olvidan muchas otras
razones.
Porque esos esbozos de pretendida política religiosa y natural no hacen
la menor mención, no dicen una palabra, ni una sola tan siquiera de lo que
constituye el punto de partida de esta ciencia, su ‘principium et fons’; el Servicio Social que el orden de los
seres humanos sobreentiende.
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a principal característica de este servicio es el hecho de ser prestado
y cambiado según condiciones prodigiosamente desiguales en toda ciudad humana
entre el hijo y los padres, el maestro y el alumno, el jefe y el soldado. La
madre que amamanta a su hijo, prolonga el don de la vida. El niño que mama la libera de su leche. No se
trata de cosas iguales ni de cosas libres, sino forzosas. El corazón interviene
también, a buen seguro; pero antes que el corazón el cuerpo. La ley moral
también. Pero antes que ella la ley física. Con anterioridad a toda preocupación
ética y aún a toda virtud viviente, el juego de los sentimientos espontáneos,
de los intereses elementales que se mezclan y se complementan instituye ayudas
mutuas automáticas y fundamentales que,
en el primer grado de la vida social, se manifiestan como los sustentáculos de
la vida misma, gracias a ellos el compuesto humano puede crecer y madurar y no
de otra manera. Sin esa inmensa reciprocidad de servicios, se habría volatilizado en el éter. “He querido, dice
Jesucristo a Santa Catalina de Siena, que tuviesen necesidad los unos de los
otros”.
Pero ese Cristo ya no es el de Jacques Maritain.
El beneficio tutelar de esas servidumbres y del encadenamiento de
nuestras condiciones se ha obliterado totalmente en él desde que tuvo la
revelación de los Derechos del Hombre y de
‘La granja del Tío Tom’ ¡El Abate
Gregoire y Miss Beecher Stowe, para él ya no hay más que eso! Ante estos dos nuevos maestros de su
sociología sagrada las leyes del orden de este mundo no cuentan para nada
¿Habrá acaso un plan providencial de las sociedades, ‘qualem Deus auctor
omdodot’, según la Encíclica ‘Graves de comuni? No; ¡la antorcha de la Libertad considerada como un primer principio,
basta para recorrer el camino! Y mucho camino por cierto fuera de lo Humano,
fuera de lo Romano, en la metafísica judeo-protestante. En tanto que la
‘Emmerpeterie’ alimenticia o doctrinal desempeñe en la boca de Maritain el
papel de un bocado y de un freno, tal vez (adviértase que digo tal vez),
experimentará aún cierto embarazo, no económico sino filosófico, y ese oscuro malestar le hará capaz de recordar el
hermoso apóstrofe del Cardenal Billot; “Sofistas insensatos: ¡quién os ha
transformado hasta al punto de que,
invocando sin cesar a la naturaleza, cometéis tantos pecados contra ella!” El
día que haya arreglado sus cuentas con el exterior, en que la vida práctica
haya quedado asegurada y la familia esté al abrigo de la estrechez y la
inquietud, entonces no sería difícil que la doctrina de Maritain se bañe y se mueva en una Antifísica acentuada y aún
integral, donde se podrán romper todos los lazos; y así liberada su pluma y su
lengua el feliz esposo de la judía sabrá romper el compromiso de un respeto
humano que proviene del primer tomismo nutricio; habrá recuperado aquella alegre
indiferencia que conviene al simoníaco
de carácter y de vocación.+