EL NACIONALISTA O EL
PATRIOTA QUE DESCONOCE O RELEGA LA POLÍTICA DE DON JUAN MANUEL DE ROSAS NO
COMPRENDE LOS MOTIVOS DE LA CATÁSTROFE QUE HUNDIÓ A NUESTRA PATRIA.
LA RESTAURACIÓN ARGENTINA
SOBERANA DEBE COMENZAR DESDE CASEROS, ALLÍ MISMO DONDE SE DESPLOMÓ.
Hasta quedar sin aliento debemos gritar repudiando
la traición de Urquiza, pues en Caseros comenzó el drama argentino. Sólo
defenestrando a Caseros y a sus ejecutores, y falsos próceres que lo divulgaron,
y descubriendo la verdad Histórica, podremos encarar la Restauración patria.
A continuación un comentario
de Luis Soler Cañas publicado en “Dinámica Social”,(año 1952), a un libro de
Julio Irazusta:
URQUIZA Y EL PRONUNCIAMIENTO.
Se presenta el libro de Julio Irazusta “Urquiza y el pronunciamiento”. Constituye
algo más que un aporte interesante para el esclarecimiento de una cuestión que
tiene profundamente divididas las opiniones de los argentinos del presente. Se
trata a mi juicio de un libro útil y valioso del que no podrá prescindir quien
desee considerar ese período de nuestra Historia.
Julio Irazusta integra, como es sabido, la corriente de historiadores
argentinos calificados como revisionistas. En otros términos pertenece al
sector rosista. Y este sector rosista no
está fanatizado ni se mueve al impulso de pasiones heredadas, sino que funda
sus aserciones y sus conclusiones en el estudio sereno, imparcial de los hechos
lo certifica precisamente este trabajo suyo, en el que el rigor analítico y una
extremada lucidez estimativa se unen para conformar un panorama del momento
argentino de 1851 que juzgo será imprescindible en adelante para un conocimiento
cabalmente aproximado de ese trozo de historia argentina.
Sin entrar en un examen detallado de cuanto en él queda considerado y
puesto en luz de claridad diré que de su lectura se extrae una idea muy buena y
muy ilustrativa del estado del país, de las opiniones de los gobernantes del
interior, del concepto de estos, así como prominentes ciudadanos porteños,
tenían acerca de la situación argentina; también, del conocimiento que todo el
país tenía sobre la gravedad y trascendente importancia de la situación de la
República en relación con las naciones vecinas y con las naciones europeas.
Impresiona comprobar que los juicios de los gobernantes eran casi unánimes
y coincidentes respecto a las cuestiones primordiales relacionadas con la
existencia misma de la nación, su unidad y su soberanía, amenazadas por
coaliciones foráneas, y como en ningún lugar del país se ignoraba el sentido y
la trascendencia de la lucha que Rosas libró contra los poderes europeos
interventores en los asuntos del Río de la Plata.
Surge del libro de Irazusta la conclusión irrefutable de que, pese cuanto se ha afirmado en contrario, existía
entonces ya, una profunda y verdadera unidad corroborándose así mediante otros
elementos de juicio la demostración que a ese respecto ya hiciera
magníficamente Ricardo Font Escurra en el libro “ La Unidad Nacional ”. Y que
existía, además, conciencia de esa unidad,
reflejada en el apoyo reiteradamente dado al gobernante porteño y en la
apreciación de los hechos internacionales como interesando y afectando a todas
las provincias por igual.
El trabajo me parece igualmente esclarecedor por lo que se refiere a
Urquiza, excelente guerrero, […faltan palabras en el original] , por imperio de
sus escasas dotes de estadista. Y la figura de Rosas, analizando al dictador a
través de actitudes aparentemente contradictorias o misteriosas se alza del
estudio de Irazusta revestida de una grandeza inequívoca.
He aquí donde el libro interesará más profundamente al estudioso de los
fenómenos sociales. Irazusta arguye que el país, a pesar de apoyar a Rosas se encontraba
fatigado. Y que el propio Rosas hallábase cansado de su larga permanencia en el
poder ( Irazusta aventura la tesis de que sus reiteradas renuncias no eran
fingidas ); que advertía con claridad como la opinión nacional se mostraba fatigada,
avecinándose el momento en que otra política
debería forzosamente reemplazar a la suya.
La conclusión a la que arriba el autor de “ Urquiza y el Pronunciamiento ”
es realmente amarga y dura: el país, dice, no quiso seguir el cumplimiento de
una política de grandeza y defeccionó en el momento mismo en que esa política
–la de Rosas—debía afirmarse mediante el enfrentamiento armado y declarado con
el Brasil.
Caseros, infortunadamente facilitado por la ceguera política y las ambiciones
de Urquiza, constituyó la coyuntura no buscada por el país, que éste aprovechó,
sin embargo, para desligarse del compromiso de una alta empresa nacional: el
engrandecimiento argentino a través de una reconstrucción del Virreinato
–entonces todavía posible—y el fortalecimiento de su ser y de su influencia en
América y frente a Europa.
Luis Soler Cañas.
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