martes, 4 de agosto de 2020


DON JUAN MANUEL DE ROSAS
GLORIA Y HONOR.

“Don Juan Manuel de Rosas, famoso en toda la República Argentina por la influencia que ejerce sobre la población de la campaña, es un rico propietario que administra en persona sus propias estancias y las de varios propietarios opulentos… No le falta cierta educación; escribe con facilidad; está dotado, como la mayoría de los criollos, de una gran penetración. Arrastrado por gusto y por cálculo hacia la vida y las ocupaciones rurales, ha hecho de estas últimas un estudio especial, y se ha hecho famoso entre todos los pastores por su destreza en montar a caballo, por la intrepidez a que se entrega a todos los ejercicios peligrosos que hacen su gloria y le aseguran su superioridad. Siempre vestido con traje nacional, alimentándose como sus trabajadores, acompañándolos continuamente y compartiendo frecuentemente sus trabajos, ha querido todavía sobresalir en la vida que llevan esos pueblos, imponiéndose privaciones penosas o del todo gratuitas; así es que en sus viajes  ha adquirido el hábito de no aceptar cama, ni aún abrigo, y se acuesta sobre su recado, cerca del corral en que se encierran sus caballos. Es el primero en levantarse, y se hace un mérito en desafiar el sueño, el hambre, en frío, la lluvia y los ardores del sol. Los hombres sensatos se ríen de esta ostentación de insensibilidad; pero la muchedumbre de los campos tomada por su flanco débil, admira y ensalza hasta las nubes a su digno émulo, y no habla de él sino con entusiasmo. Por otra parte, un carácter de grandeza se liga a todas las empresas de Rosas; dotado de un espíritu de orden notable, y de una gran actividad, sus establecimientos están perfectamente administrados y pueden servir de modelos. Lo que sobre todo hay de loable en su explotación, es que no contento con las inmensas ganancias que dan los rebaños, se entrega con amor a la agricultura. Siembra él sólo casi tanto como todos los habitantes del Sud reunidos, y hace considerables plantaciones de árboles. 

Aquellos Estados (porque este es el nombre que se pueden dar a sus vastos dominios) son el refugio de los malhechores, seguros de encontrar una protección eficaz con tal que consientan en trabajar, y se enrolen en la severa disciplina  que su dueño somete a todos sus servidores. Rosas tiene el mayor cuidado de ellos, les paga exactamente, cuida él mismo de que estén bien alimentados, abordando siempre la impunidad  a los crímenes cometidos fuera de sus propiedades, se nuestra  inexorable por los menores delitos cuyo teatro haya sido su territorio, haciendo justicia en persona, infringiendo castigos rigurosos, sin exceptuar ni aún la pena capital. Acostumbrado a gobernar despóticamente los inmensos dominios que administra, fuerte en su popularidad, y en el afecto fanático de que es objeto en aquellas campañas, Rosas se ha declarado sucesivamente  el sostenedor interesado, o el amargo censor de los diversos gobiernos que se han sucedido desde ha muchos años; y a pesar de su profunda disimulación, se conoce sin trabajo que aspira a ser el Gefe del Estado”.

[Cfr. Alfredo d’Orvigny, Viaje a la América meridional, t.1, p.269 sgs. Estos juicios fueron escritos por Parchappe e incorporados por d’Orbigny en su obra. La cita es del representante del pueblo en la Asamblea francesa, Mr. Laurent (de l’Ardéche), publicado en La República, periódico de París, el 9 de enero de 1850, y reproducido en La Gaceta Mercantil, Nº7926, del sábado, 20 de abril de 1850.
Parchappe fue personaje de amplia actuación en el  Río de la Plata, y autor de un Apercu ou Esquisse de la Republique Argentine, Paris, 1831. Rue du Vieux Colombier, Bº 29].
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“Jamás he visto entusiasmo igual, y tal vez más sincero… Mi huésped no encontrando en los tiempos modernos ningún objeto de comparación afirmaba muy seriamente que si su héroe hubiese nacido en los siglos fabulosos de Grecia, hubiera sido el émulo de los Hércules y Teseos. Quedé asombrado de este paralelo, porque, salvo el énfasis de un elogio tal, no se puede dejar de convenir que  probaba cierta rectitud de espíritu”.


[Recibido en Santa Fe por un administrador de Rosas, Mr. D’Orbigny recuerda en términos característicos la impresión que hizo en él la conversación animada e inagotable de su huésped, dice Laurent (de l’Ardeche), en el mismo artículo.].
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“¿Somos nosotros, republicanos demócratas, enrolados bajo las reformas sociales que deben mejorar pacíficamente la condición moral, intelectual y física de la clase más numerosa y más pobre, somos nosotros los que nos asustamos de que la República democrática, abrazando el nuevo mundo todo entero, amenace arrojar de allí las tendencias monárquicas y los medios aristocráticos del partido Europeo? No olvidemos que la guerra de los gauchos del Plata contra los unitarios del Uruguay representa, en el fondo la lucha del trabajo indígena contra el capital y el monopolio extrangeros, y que de este modo encierra para los Federales una doble cuestión de nacionalidad y de socialismo.

“Los unitarios y sus amigos lo saben bien. Así, ved lo que dicen de Rosas. A sus ojos, el Gefe del federalismo es un vecino peligroso para el Brasil, a título de propagandista y libertador de los esclavos; a sus ojos, si hay algo en las orillas del Plata que ofrezca analogías con las doctrinas de los revolucionarios y  factores de barricadas, son las doctrinas y los actos del General Rosas”; a sus ojos, el general Rosas realiza en el Plata  lo que se habría realizado en Francia, dicen ellos, si por desgracia la sociedad no hubiese salido victoriosa de las malas pasiones que la han atacado tantas veces. 

Tomamos estas líneas de un escrito publicado por el honorable representante de los unitarios, por el Plenipotenciario mismo de Montevideo. Él ha creído útil a su causa y conforme a la verdad hacer de Rosas un revolucionario y un socialista. Lo que hay de cierto es que si el poder  de Rosas se apoya en efecto sobre el elemento democrático, que si Rosas mejora  la condición social de las clases inferiores, y que si hace  marchar las masas populares  hacia la civilización, dando al progreso las formas que permiten las necesidades locales, lo que hay de cierto es que él hace todo esto sin necesitar hacer revoluciones y barricadas, pues que la soberanía nacional es la única que le ha elevado al poder donde le mantiene invariablemente la confianza, la gratitud y el entusiasmo de sus conciudadanos”.

[Laurent (de l’Ardeche), Representante del pueblo, en La República, de París, 9 de febrero de 1850; reproducido en La Gaceta Mercantil, del miércoles, 20 de abril de 1850.].

Testimonios publicadas por DIEGO LUIS MOLINARI en su libro “Prolegómenos de Caseros”.

Comentario nacionalista: Estas opiniones de importantes personajes franceses contemporáneos destacan la personalidad insigne de nuestro Restaurador. Hay más testimonios, algunos los  di a luz, y otros  vendrán, todos coincidentes en admiración.
Destaco, además, que los mismos fueron emitidos por personajes cuyos intereses nacionales franceses estaban en Montevideo. Lo que no fue óbice para la sinceridad de las alabanzas, pese a ser don Juan Manuel, un enemigo real de Francia. Destacaron así la caballerosidad francesa.
 Ellas a la vez echan por tierra las injurias diabólicas de los unitarios contra la fama, el honor, el patrimonio y hasta la familia de nuestro héroe, en una persecución salvaje, con la pretensión de devastar su vida misma. Actitud perversa que es un baldón para nuestra Patria; que no sé cómo se revertirá.
Aclaro además, que su espíritu democrático y gauchezco de ninguna manera fue ficticio u oportunista. Era su auténtica personalidad. Fue un SEÑOR como son los verdaderos aristócratas.  El mejor, único e insustituible. La adhesión popular no fincaba especialmente en sus destrezas gauchas, pues aún sin saber cabalgar lo hubieran honrado y aclamado. Su grandeza fue ser verdadero representante de las raíces, de las tradiciones, del ser auténtico argentino, integrando al pueblo en su misión

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