LAS BOMBAS DE LA DEMOCRACIA Y LA LIBERTAD
La Barbarie anglo/yanqui contra la cristiandad.
(Comentario publicado en el libro: “La Crisis del laicismo”, del Padre Antonio
Hernández, pg. 210, Poblet, 1952).
En los momentos
en que escribimos estas líneas, cuantos de veras aman la civilización, se
sienten consternados por el acto, a ciencia y conciencia consumado, por las
tropas anglo/norteamericanas, contra el Monasterio de Monte-Cassino, reducido,
como suena, a polvo; cuna, varias veces centenaria, de una obra civilizadora y
cultural, sin segundo en el mundo entero, y exponente, a la vez de lo que la
Iglesia ha hecho por civilizar e instruir a Europa, este monumento debiera
estar por encima de toda contienda belicosa. Son obras de todos, que a nadie
perjudican y a todos benefician, estas instituciones monásticas seculares.
Se ha dado como
pretexto para el atentado, el que los alemanes estaban en el mismo
atrincherados. Pero el juramento por Dios, prestado ante el Papa Pío XII por el
Abad Obispo y los monjes residentes en el monasterio histórico, deja fuera de
duda, que la noticia dada previamente por radio a los ejércitos
anglo-norteamericanos de que en él no había ni un solo soldado alemán, fuera de
que desde sus muros no se disparó ni un solo tiro, era enteramente cierta. Por
lo tanto, el bombardeo ha sido injustificado ante la historia.
Lea nuestro
lector; para que se dé cuenta de la actitud de esos ejércitos
anglo-norteamericanos, lo que al dia siguiente de cometido el atentado,
publicaban las agencias periodísticas más fuertes de Norte América a la faz de
todo el mundo. “Empezado el bombardeo de la célebre Abadía los ejércitos
aliados apostados en las carreteras y caminos contemplaban la obra de la
artillería en su acción demoledora. Las llamaradas de los incendios, provocadas
por las bombas incendiarias, junto con el desplome de las cúpulas y murallas,
ofrecía a los ojos un espectáculo grandioso”. Así hablaba ante el mundo la U.P.
¡Apostarse en los
caminos para celebrar la demolición caprichosa de un santuario de la
civilización, del arte y de la sabiduría…! Y ¡juzgar grandioso el espectáculo
más bárbaro que pueda cometer un ejército en campaña…!. Tales cosas vale la
pena que las tome en cuenta el historiador imparcial que el día de mañana forme
el juicio definitivo de estos actos.
Por nuestra
parte, y para que se vea lo que la Iglesia pierde al llorar sobre las ruinas de
la celebérrima Abadía de Monte-Cassino, queremos dar una breve reseña histórica
de la misma, pues la acción civilizadora que desde ella se ha realizado, no es
ajena al asunto fundamental de este capítulo.
Subió San Benito
de Nurcia, y con él, otros dos grandes santos y almas privilegiadas, san Mauro
y san Plácido, el año 529, a la escarpada montaña de Cassino. La donación de
esta montaña y otras cuantiosas tierras fue hecha al santo, según se cree, por
el padre de san Plácido, noble patricio romano.
Aquí escribió su
regla san Benito; aquí organizó su trabajo; aquí conquistó, en justicia, el
nombre de “Padre de los monjes de Occidente”. “Desde este rincón, ha podido
escribir Dom Tosti, historiador de la Orden Benedictina, la semilla se
convirtió en árbol tan frondoso, que a la sombra de sus ramas se cobijó toda
Europa, civilizada y santificada por los religiosos de la Orden de san Benito”.
Durante los
primeros siglos de su existencia, fue su historia la historia de Roma, la de la
Iglesia y la de Italia. Alguien, del bando opuesto al catolicismo, ha descrito,
como siglos benedictinos, aquellos en que los Papas y los Obispos, los
Emperadores y los Reyes, eran hijos espirituales de los monjes. Con san
Gregorio el Grande, los benedictinos alcanzaron el trono Pontificio, y en los
siglos sucesivos, fueron muchos los Papas y Obispos que subieron a tan altos
cargos desde las celdas monásticas de san Benito.
Fue san Gregorio
el Grande quien, iluminado por Dios, mandó a san Agustín, al frente de cuarenta
monjes benedictinos, a convertir a Inglaterra. Y de Inglaterra salieron sus
sucesores, en labor apostólica a evangelizar a casi toda la Europa occidental.
Cuando, en 1847, el cardenal Newman visitó la celebérrima Abadía de
Monte-Casino, escribió en el “Álbum de peregrinos”: ¡Oh, santo Monte-Cassino, de
donde Inglaterra bebió las aguas
regeneradoras de la doctrina católica, ruega por nosotros que hoy despertamos
de la herejía, para tornar a nuestro prístino vigor…!
La Abadía tuvo a
su cargo, en la época más brillante de su vida, dos principados, veinte
condados, cuatrocientas cuarenta ciudades y aldeas, doscientos cincuenta
castillos, y mil seiscientos sesenta y dos Iglesias.
Hasta hace poco,
la biblioteca poseía unos 20.000 (veinte mil) volúmenes. Y si la cantidad no es
mucha, a pesar de no ser despreciable, la calidad es magnífica; pues entre los
volúmenes que guardaba había muchos impresos en las primeras prensas. El
archivo contenía una de las más valiosas colecciones de códigos manuscritos, de
mapas y de títulos originales cuya antigüedad se remonta hasta el siglo VIII,
firmados muchos de estos documentos por Carlo Magno y sus sucesores.
En una cripta
espaciosa, bajo el santuario y el coro, descansaban los restos de san Benito y
de santa Escolástica, su hermana. Recientemente se había renovado la decoración
de la cripta con bellísimos mosaicos y con trabajos de alto relieve ejecutados por
los artistas de la Congregación Benedictina de Beuron, Alemania, quienes se
dedicaron a estas obras por más de diez años consecutivos, auxiliados por
numerosos especialistas locales. Estas reformas fueron bendecidas el año 1913.
Se ha dicho, “por
la prensa cablegráfica” que muchas de estas joyas, incluso la biblioteca, ha
sido puesta a salvo por los alemanes llevándoselas al Castillo Papal de
S’Ángelo. ¡Ojalá! Y así haya sido.
El Monasterio ha
sufrido reformas durante los catorce siglos de su existencia, y es natural. En
la actualidad, el convento formaba un solo cuerpo cuadrangular con aspecto de
fortaleza. Abundaban los patios y “cortiles” con diferentes niveles, unidos
entre sí por artísticas escalinatas. Uno de sus mejores corredores semejaba una
moderna alameda de 575 pies de longitud, 18 de ancho y 26 de altura. La cumbre
de la montaña estaba coronada por el Santuario de la Abadía, uno de los más
bellos y ricos de Italia. Lucen en él exquisitos ejemplares de arte florentino
y mosaicos de Cosmati.
Las vicisitudes
de los tiempos han hincado, en repetidas ocasiones, su garra demoledora en la
célebre Abadía. Primero, cuando la irrupción de los lombardos, a fines del año
600; después en 1239, cuando Federico II invadió y saqueó la Abadía; más tarde
un terremoto arruinaba la construcción del monasterio; en los tiempos modernos,
allá por el año 1799, los franceses entraron a saco en los claustros del gran
Cenovio; y un poco más tarde el gobierno italiano confiscaba el Monasterio y
obligaba a la fuerza, a los religiosos, a vivir en él, custodiándolo.
Hoy, cuando el
olor de la pólvora, el trepidar de los aeroplanos, los incendios de las bombas
y el ronco estrépito de los cañones llega hasta el Monasterio de Monte-Casino,
hay en él una oficina postal propia; un observatorio climatológico y una
imprenta célebre por sus trabajos litográficos. Sostiene la Abadía un seminario
y un internado para alumnos seglares. Cabe recordar que aquí hizo sus primeros
estudios la lumbrera mayor que ha tenido el mundo cristiano, Santo Tomás de
Aquino: el sol que ha iluminado tantos siglos. Todo esto ha venido a tierra por
la acción anticultural de los ejércitos anglo-norteamericanos, y los sesenta
religiosos que en él vivían, han sido dispersados o han caído muertos entre
llamas.
El escudo de la
Abadía tiene esta alegórica inscripción; “Succisa virescit” (cortada, retoña).
Muchas veces en el correr de los catorce siglos que cuenta de vida gloriosa, ha
demostrado que la leyenda de su escudo es una hermosa realidad; porque, aunque
todo ha pasado en torno a ella, ella nunca ha muerto, porque nada ni nadie ha
podido quebrantar aquel espíritu que san Benito inoculó en su Regla, que es el
que siempre anima a sus hijos. Hombres inmortales, como inmortal es el espíritu
de Dios que los informa.
(Los datos aquí
vertidos los hemos tomado de un artículo de prensa compuesto por el Ilsmo. Sr.
Abad Martín Veth. O.S.B., estudiante que fue de la Abadía de Monte-Casino,
primero, y, más tarde Abad de la misma.
Lo dio a luz el “NCWC News Service”, pocos días antes dela destrucción
de la Abadía por los cañones del general norteamericano Clark).+
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