Un pequeño alemán alucinado, padre putativo de,
¡ Francisco 1º !
¿Porqué razón el Vaticano de Francisco Iº avanza
para concretar la instauración de la nueva Iglesia modernistas, con sorprendentes
innovaciones y actitudes aviesas? Nada surge por generación espontánea; todo lo
que existe es causado. La actual demolición de la Iglesia tradicional tiene su inmediata
motivación en el pensamiento de un pequeño alemán alucinado de actuar por
mandato divino, según la común creencia de todos los que se creen “reformadores”
predestinados, salvadores de la Iglesia. Ratzinger se considera, entonces, la
encarnación misma del Vaticano II, según he leído en dos pequeños libritos que
ha escrito: “La Iglesia se renueva” y
“La Iglesia se mira a sí misma”
(ediciones Paulinas). Pero los libritos podrían titularse, para ser más
consecuente con el texto, el primero: “Haciendo una Iglesia nueva” y el
segundo: “La Iglesia se miró al espejo y no era la más linda”. Por lo escrito, resulta
ser el padre putativo del escandaloso
papado de Francisco Iº. quien no hizo más que desarrollar el pensamiento de su
antecesor, y de todos los Papas posteriores al Vati-2.
Como carezco de conocimientos teológicos, criticaré
sólo aplicando mi sentido común… sin es que del mismo algo me queda. Y me
atengo a lo que leí en algunos libros teológicamente muy serios. Como debería
hacer cualquier católico perplejo. Para
lo cual, documentaré mi crítica transcribiendo,
a medida que pasan las hojas, algunos párrafos que considero esclarecedores, del
primero de esos libritos, subtitulado: una “Mirada
retrospectiva sobre la primera sesión del Concilio Vaticano II”, escrito en
1963.
Comienza con el panegírico del cardenal
modernista Frings, “quien con su profunda
bondad humana dio a los días romanos aquel brillo que desde entonces conservan
en mi memoria”. (pg. 5)
Protesta por la lentitud de las ceremonias
litúrgicas y condena “el peligroso
arqueologismo en el que fue encerrada la liturgia de la misa a partir del
Tridentino”; y, ya pensando en el Nuevo Ordo sostiene: (pg. 11), “un
síntoma importante del éxito del Concilio sería ver hasta donde se
diferenciaría la liturgia de clausura de la de apertura”.
Algo positivo encontró en el acto de
apertura: la alocución papal “que rechazó
todas las sentencias sólo negativas y que exhortó a emplear, en lugar de ellas,
la medicina de la misericordia; que no quiso admitir como meta del Concilio las
nada escolásticas disputas sobre los refinamientos de diversas doctrinas, sino
que exigió una renovación fundamental de todo a través del entendimiento activo
con el tiempo actual y sus necesidades” (pgs. 11- 40, etc).
Valoró el gesto del Papa firmando como “Juan, Obispo de la Iglesia Católica”… “sin ningún título especial, sino
sencillamente el ministerio que lo une con sus hermanos, los obispos de toda la
Iglesia de Dios” (pg. 12). Con el
tiempo se fueron desarrollando trágicamente estas ideas de democratizar el
Vaticano.
“El primer hecho sensacional” –dice-, ocurrió cuando los Cardenales Liénart y Frings,
ante el aplauso generalizado exigieron: “el
Concilio estaba decidido a actuar con autonomía y no degradarse a la categoría
de órgano ejecutivo de las comisiones preparatorias” (pg. 14). Sabido es
que esto significó darle un palo, alejándolo, al cardenal Ottaviani, dejando la
decisión en las manos de los obispos, ignorantes política y teológicamente,
casi toda la mayoría de ellos, y perfectamente manejables por los del Rin. Por
lo cual, el tiempo fue desnudando los escándalos de muchos obispos, que optaron
por usar de su poder arbitrario para cometerlos. Quedó así satisfecho el deseo
de los obispos progresistas, de limitar el poder del Papa, democratizándolo. Evidentemente
esta fue una decisión anárquica intencional, pues es inimaginable pensar que
obispos con cierta cultura política no hayan previsto el caos consiguiente que
originaría la imposición de este libre examen liberal; como realmente
aconteció.
Destaca, siguiendo a Congar “algo nuevo y verdaderamente necesario” (pg.
15): que la Iglesia perdió la unión
horizontal entre los obispos, que debería existir junto a la dirección vertical
con “el centro”. Y, en consecuencia,
el Concilio “ha asumido aquella función
que le asigna el derecho canónico (Can 228) esto es, ejercer poder supremo
sobre toda la Iglesia”.
Sobre la nueva moda del diálogo
indiscriminado, irrazonable, escribió en pg. 16: “se manifestó claramente una fuerza espiritual… en el diálogo fraternal
con los hermanos separados, en la lucha contra el mundo ateísta y en el propio
despertar espiritual de la Iglesia,… pues la tensión y el enfrentamiento entre
la diversidad y la unidad forman parte de la autorrealización de la Iglesia”.
¿Ignoraba acaso el papel de los protestantes en la gestión del humanismo ateo? ¿Se
habrá enterado del fracaso de su teoría, sabiendo que Francisco 1º
confraterniza y alienta a ateos y corruptos que se le ríen en la cara? El
cardenal Ratzinger comenzó esta decadencia postulando el liberalismo
modernista, por lo que no resulta extraño que su sucesor haya agravado la
caída. Sin embargo, en varias ocasiones, como para que resulte el motivo
principal de sus memorias, destacó que la Iglesia dormida despertó al son de
los simpáticos y atrayentes cascabeles, que hacían sonar, en San Pedro, los liberales
y modernistas; y que él, entusiasmado, bailó intelectualmente de placer.
“Desde un principio el clima del Concilio estaba marcado por la actitud
magnánima de Juan XXIII, quien en esto se diferenció notablemente del Papa del
Primer Concilio Vaticano… estimulando la franqueza y la actitud abierta…
superando la neurosis del antimodernismo, que desde los comienzos del siglo
continuamente se ha hecho sentir y que siempre ponía obstáculos” (pg. 19). Infamó, entonces, a Pío IX a quien
consideraba un neurótico, ni sincero ni magnánimo; en cambio, Juan XXIII, fue
llamado el “bueno”, porque permitió el desarrollo de su modernismo. En esta,
como en otras muchas ocasiones, lanza coces muy poco positivas y muy inmisericordes.. olvidándose de Juan el
“bueno”. Pero así son los liberales.
Estas, sus mismas palabras, lo definen como
un modernista a ultranza, haciéndosele muy difícil retractarse, pese a los buenos deseos de
ciertos católicos conservadores, que creen que al pasar del tiempo, el cardenal
Ratzinger reculó, y corrigió, ladero de Juan Pablo II, sus errores “juveniles”;
permitiéndoles a esos papólatras pusilánimes aceptar al cardenal, convertido ya
por ellos en un San Jorge del Concilio,
sin aceptar la evidencia aplastante de que continuó con su progresismo, como
comprobamos, además de sus acciones, principalmente por las que debería haber hecho
y omitió, y también por las inexplicablemente amistosas y misteriosas “tenidas”
actuales con Francisco 1º.¿Sería posible “dialogar” con Francisco 1º sin
amoscarse?
Sobre la liturgia: de los cuatros proyectos
presentados por el Cardenal Ottaviani, “los
dos últimos no había madurado completamente… por lo que tenían que provocar
antagonismos de gran trascendencia” (pg.22). El Concilio hizo, entonces, “una verdadera profesión de fe, punto de partida propiamente dicho de toda
renovación,… la doctrina de la Iglesia, que de esta manera fue liberada de la
estrechez ‘jerarcológica’ (Congar), de
los últimos siglos… Finalmente hay que decir también que en este asunto el
Concilio pudo cosechar lo que ha
madurado en la Iglesia a través de sus luchas de los últimos decenios: en estos
días se ha hecho perceptible la fecundidad de una lucha difícil y trabajosa y
al principio muchas veces mal
comprendida” (pg. 26). Por el contrario, el modernismo fue siempre muy bien
comprendido, principalmente por San Pío X.
Respecto a la misa (siempre omite el “Santa”;
como también el “San” refiriéndose a los Papas, e inclusive a los santos,
anteriores al Vati-2). ”En primer lugar
se puede hablar de un retorno a los orígenes… para deshacer aquella rigidez
ritual”… “una participación más
activa de los laicos” … y la posibilidad de
dar la comunión “bajo las dos
especies”.
Trata de descentralizar la emisión de las
leyes litúrgicas, asignando “a las
Conferencias episcopales un poder legislativo litúrgico para el ámbito de su
país… como potestad propia de ellos mismos”, no delegado por el Papa; …
pues “desde el punto de vista del derecho
canónico, las Conferencias episcopales hasta ahora no existían”… “robusteciendo
el poder episcopal”…, “pieza fundamental en la renovación de la eclesiología”. (pg.30).
“El latín es una lengua muerta, pero la Iglesia sigue viviendo”; se deben imponer las lenguas nacionales, lo
que “será capaz de prestar un servicio
esencial para un nuevo encuentro entre el espíritu cristiano y el moderno... Difícilmente
se podrá negar que la esterilidad, a la que fueron condenadas muchas veces la
teología y la filosofía católicas desde el fin del iluminismo, no en último
lugar se debía a la sujeción a una lengua en la que ya no se llevaban a cabo
las realizaciones vitales del espíritu humano”. Desde entonces, ya en el
reino de la anarquía democrática, cada obispo crea su propia liturgia, cada vez
más escandalosas.
Fobia alemana contra la latinidad. Las Iglesias
ortodoxas son “un factor interno
corrector de cualquier exclusivismo latino, que siempre abría los límites de su
enangostado horizonte latino y obligaba a la asamblea a pensar no en forma
latina sino católica y evitar la funesta confusión de lo latino con lo
católico” (pg.34).
La presencia de más o menos 200 expertos y
observadores nombrados por el Papa ”significaba
un elemento nuevo y en gran medida fructífero. Sin pronunciar palabra alguna,
creaban ambiente: nadie, al pronunciar su discurso, podía desentenderse de su
presencia. Esto imprimió una responsabilidad ecuménica especial a las palabras
de cada uno…” (pg.35). Resultado, entre otros, de este pavor ecuménico de
asustar a los disidentes, fue el relegamiento de la glorificación de la Santísima
Virgen (pg. 50); cuya intercesión hubiera sido fundamental ante la crisis del
mundo moderno… Pero ¡viva la ideología sectaria!
Nuevamente, en pg. 37, se queja,
agrede al anti-modernismo, y
patalea. El Esquema sobre las Fuentes de la Revelación, dice, está “determinado totalmente por una mentalidad anti-
modernista, que tomó su forma alrededor del principio de este siglo, esto es,
se caracteriza por un ’anti’, por una negación, que comparada con la salida
positiva del esquema de la liturgia tuvo que dar una impresión helada y hasta
chocante… Para comprender la actitud mental que se expresa en semejantes
textos, es menester tener ante los ojos la situación de la lucha de la Iglesia
en los últimos cien años. Ella toma su forma claramente en el Syllabus de Pío
IX (1864)… Alcanza su punto culminante
con las medidas de acción de Pío X (sin
“san”) contra el modernismo,… En estos
años se llevó a cabo una enconada discusión que encontró su expresión en
figuras tan trágicas como Loisy y Turmel, hombres que, a pesar de haber perdido
interiormente la fe, exteriormente siguieron siendo católicos en la creencia de
que debían reformar y modernizar, a su modo, a la lglesia… Finalmente, como
último relampagueo de la crisis anti-modernista se ha de señalar a la encíclica
Humani Generis de Pío XII (1950) que una vez más volvió sobre la línea marcada
por los nombres de Pío IX y Pío X”
“La teología de las negaciones y prohibiciones… sino distribuir la medicina
de la misericordia…, sino de nuevo presentar positivamente la Fe [proporciona]…
un nuevo y positivo encuentro con sus orígenes, con sus hermanos, con el mundo
de hoy…” (pgs. 39/42),
dice cínicamente, pues todo su librito es una condena explícita y brutal a la
Tradición. “No se ayuda nada con
condenaciones, y que ya bastante tiempo de por sobre todo lo que es falso y
todo lo que no debe hacer, pero que por fin quiere escuchar lo que tan pocas
veces oyó: qué es lo verdadero, con qué mensaje positivo puede la fe ir al
encuentro de nuestro tiempo”. Queriendo significar que la Iglesia, antes de
él, ocultaba la Verdad,… sin “prestar
atención a la verdad que posee el otro” (pg.44).
Después arremetió contra Santo Tomas, como
era previsible, para que el Concilio esté “abierto
a la plenitud toda de lo cristiano”; e insiste: “al continuarse la lucha contra el modernismo, a menudo se fundaba casi
exclusivamente en la teología latina de los últimos cien años y de esta manera
estaban amenazados en que la plenitud de lo católico apenas podía manifestarse”
(pg. 45).
Y
continúa con este desfogue de resentimiento contra las verdades de la Iglesia,
que ya no puedo continuar anotando porque estoy asqueado. Todas las novedades
que propuso finalizaron lamentablemente. Como muestra bastan estos botones,
aunque con sólo uno hubiera sido suficiente. Con lo cual, el que tenga buena voluntad puede consultar
los mencionados libritos, para comprender más detalladamente la tragedia desacralizadora que desataron los Papas del Concilio Vaticano IIº.
¡Ya dejen de hacerle el juego al falsario llamándolo francisco! vomitivo.
ResponderEliminar¿como pueden leer a Ratzinger? sus sofismas asquean. Lean el análisis del padre Mattias Gaudron en el catecismo de la crisis de la iglesia. Muy bueno.
ResponderEliminarhttps://eccechristianus.wordpress.com/2013/10/17/catecismo-catolico-de-la-crisis-en-la-iglesia-i-por-el-padre-matthias-gaudron/
https://www.youtube.com/watch?v=wZavb3fpO0k
ResponderEliminarEn defensa de la tradición -Parte 38
ConviccionRadio
La libertad fruto de la consciencia y fundamento de la dignidad humana es inviolable incluso en materia de Religión.
La iglesia de Cristo se identifica perfectamente con la humanidad.
La iglesia romana debe ser mediadora para el advenimiento de la fraternidad universal.
El diálogo es necesario para encontrar la unidad aún a costa de la Verdad.
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El hereje jp2 que todos se tragaron sin filtros. jaja
Y resulta que ahora el que destruye la Fe es bergoglio.