martes, 10 de enero de 2017

LA RELIGIÓN DEL ANTICRISTO
Alguna vez advertí el dolor que sentía cuando  las trágicas profecías del Padre Castellani, que existen abundantes en sus escritos, entre sus serios y profundos artículos denunciando la degradación religiosa, cultural, política argentina,  intercalaba alguna nota de fino humorismo, haciendo que algunos lectores desorientados interpreten ligeramente la tremenda  realidad de su mensaje;  donde el Padre Castellani vislumbra la desaparición de la Argentina y de su pueblo estragado por el liberalismo. A continuación transcribo unos párrafos de su extraordinario libro Las Canciones de Militis, en el capítulo La Destrucción de Roma, que hacen temblar a quienes lo leen concienzudamente,  corroborando lo que escribí. Es para llorar como mujer lo que no supimos defender como hombres. Hago notar que el artículo fue escrito en plena guerra mundial, que el Papa reinante (con todas las letras) era el último Príncipe , Pío XII, y los obispos, poco más o menos, los de siempre.

L
a desaparición gradual del sentimiento de lo sacro es uno de los peores síntomas de la decadencia del mundo moderno, en el cual crece a la par de esta pérdida el sentimiento contrario de la crueldad, que Belloc pone como una de las notas de esa “última herejía” que se prepara a dar el asalto general a la Iglesia, herejía que no tiene nombre todavía, porque el de “modernismo” ya le queda chico, herejía que es la falsificación de la religión más temible que ha existido, y que será sin duda la religión del Anticristo. Así como el mundo no reaccionó eficazmente contra las matanzas de Rusia, las matanzas de Méjico y las matanzas de España, no se debe esperar que la llamada “opinión pública”, perfectamente sujeta bajo los mecanismos de anestesia de la gran prensa mercantilizada, reaccione eficazmente contra la destrucción del centro de la unidad católica, pese a las protestas aisladas de algunos obispos, y a la formal maldición del Papa. Porque hay una maldición en la alocución del 12 de marzo: el bombardeo de Roma es “abominable a los ojos de Dios”.
     
Roma es el centro de la unidad católica y es como la cifra de las cuatro notas de la Iglesia visible. Son por lo tanto los otros núcleos de la unidad de la Iglesia, los obispos de todo el mundo, los que deben proteger al Primer Obispo con su protesta, que si fuera unánime y universal ciertamente sería eficaz: pues por democráticos que sean los gobiernos democráticos de hoy día, todavía le conservan cierto vago respeto a la opinión pública, aunque no tanto como al dinero. Si esta protesta no se produce y la confusión del momento o la tiranía del Estado moderno  entregado a las fuerzas económicas, impone el silencio a los sucesores de los Apóstoles, quiere decir que la catolicidad ha sufrido un momentáneo eclipse, y que los males del mundo actual son tan profundos que el remedio se ha marchado al cielo, para bajar de allí en forma de hierro y fuego…


Padre Leonardo Castellani