“No existe un
movimiento proletario, y ni siquiera comunista que no actúe con intereses
monetarios, en la dirección marcada por el dinero y durante el tiempo permitido
por el dinero, y eso sin que los idealistas que hay entre sus líderes tengan ni
la más mínima sospecha”.
OSVALDO SPENGLER,”LA
DECADENCIA DE OCCIDENTE”.
M
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uchos serios estudiosos de la Historia sostienen que la
guerra de 1914/1918 tuvo ligar
simplemente para detener el establecimiento geográfico del comunismo en Rusia.
La razón por la que se supone que empezó esta guerra fue el asesinato de un príncipe heredero. Ahora bien, cuando
se asesina a alguien, rey o pobre, la tarea de la justicia es perseguir al
asesino y hacer que pague por sus culpas. Por el contrario, de 1914 a 1918
murieron cincuenta y cinco millones de
personas, el dolor de sus parientes y amigos no podrá nunca ser evaluado, se
perdieron los mejores hombres de Europa, y todo esto por el asesinato de un
hombre. Es absurdo pensar que éste fue el motivo de la guerra. Al comienzo de
1917 parecía que la guerra acabaría en un punto muerto, que se negociaría la
paz y que no habría un vencedor. Sin embargo, esto no se podía permitir, pues
entonces el comunismo no se habría establecido nunca en Rusia.
La clave para introducir el comunismo en Rusia era
introducir a Norteamérica en la guerra. Esta fue una tarea difícil, pues un
noventa y nueve por ciento de los norteamericanos no quería tener nada que ver
con Europa o sus guerras.
En 1916 tuvo lugar una elección presidencial en los
Estados Unidos. Willson, el ganador, tenía una salida y sólo una. Sus
guionistas decían: el nos mantendrá fuera de la guerra en Europa; y por
supuesto ganó, con una victoria absoluta. Lo que la gente no sabía al votar era
que todo estaba ya bien planeado para
que Norteamérica interviniera en la guerra. La estratagema usada fue el
hundimiento del “Lusitania” cerca de las costas de Cork con la consiguiente pérdida
de muchas víctimas americanas. Sin embargo, lo más curioso es que el
“Lusitania” había sido hundido dos años antes. Antes de que zarpara, los
alemanes, mediante anuncios de páginas enteras en los periódicos de New York,
habían advertido a la gente que no viajaran en él pues contenía armas y
seguramente sería bombardeado. Sin embargo, el truco dio resultado y los
norteamericanos intervinieron, contra su voluntad, en la guerra para poner
punto final a todas las guerras.
Al comienzo de 1917, Trotsky estaba en New York. Se
suponía que era un periodista sin dinero que escribía de vez en cuando
artículos para algún periódico comunista. Sin embargo, Trotsky vivía en un
lujoso piso y tenía una criada y un chofer. Cuando salió para Rusia, se llevó
consigo un cargamento de armas y 277 revolucionarios adiestrados. Todo esto lo
pagó la firma bancaria Kuhn Loeb & Co., de Wall Street , de la que eran
socios los dos hermanos Warburg, nativos de Berlín. Otro socio era
Jacobo Schiff. El nieto de Jacobo, John Schiff, declaró en el periódico de
Nueva York, “América”, del 23 de febrero de 1949: “Hoy se estima que el viejo
invirtió unos veinte millones de dólares por el triunfo final del bolchevismo
en Rusia”. Por lo tanto, veinte millones de dólares de la fortuna privada de un
hombre se invirtieron en el triunfo final del comunismo en Rusia (citado en el libro
de Gary Allen:”None dare call it conspiracy”. , “Nadie se atreve a llamarlo
conspiración”).
Mientras Trotsky estaba arreglando todo esto en
Nueva York, incluyendo la adquisición de un pasaporte norteamericano después de
haber estado allí sólo durante tres meses,
¿dónde estaba Lenin?. Lenin estaba en Suiza. Los dos hermanos Warburg
que habían ayudado económicamente a Trotsky en Nueva York tenía otro hermano en
Berlín. En unión con el Alto Mando alemán, este Warburg consiguió poner a Lenin en un tren blindado,
con ocho millones de libras en oro, y se encargó de que el tren llegase a Moscú
sin problemas, donde Lenin se encontraría con Trotsky y su legión de fieras.
Debe advertirse que cuando Trotsky pasaba por Nueva
Escocia, en el S. S. “Christiana”, con sus armas, sus revolucionarios y sus
veinte millones de dólares, los guardacostas lo arrestaron pensando con mucha
razón que no iba a hacer nada bueno. Poder es el nombre del juego. Trotsky no
tuvo que soportar los rigores de una cárcel canadiense sino unos pocos días. Se
las arregló para usar mucho el teléfono. ¿Adonde piensan que llamaba?
Naturalmente a Wall Street y, créase o no, a Washington (un ciudadano
cualquiera debería intentarlo alguna vez).
Aunque parezca increíble, Trotsky pudo seguir su camino
por orden nada más y nada menos que del mismo presidente Wilson.
Debe notarse que una hija de Jacobo Schiff estaba
casada con uno de los hermanos Warburg, llamado Félix. Él y su hermano Paúl
llegaron a Nueva York desde Berlin a comienzos de siglo, y se unieron a la
firma Kuhn Loeb & Co. Max se quedó en Berlin, donde también tenía negocios
bancarios.
Ahora vemos como el comunismo le fue impuesto al
infortunado pueblo ruso por dinero, por ingentes cantidades de dinero, y
mediante una acabada organización que se extendía por todas partes. Un general
ruso blanco, llamado Arséne de Goulevitch, en su libro “Czarism and the
revolution” (El zarismo y la revolución), nos dice que:
“Los mayores proveedores de dinero durante la
revolución no fueron ni los excéntricos
millonarios rusos, ni los bandidos armados de Lenin. El “dinero” real vino, en
primer lugar, de ciertos círculos británicos y norteamericanos que durante
mucho tiempo había apoyado la causa revolucionaria rusa […]. El importante
papel que jugó el banquero norteamericano Jacobo Schiff en los acontecimientos
en Rusia, aunque haya sido sólo parcialmente revelado, ha dejado de ser un
secreto […]. El 7 de abril de 1917, el general Janín escribió lo siguiente en
su diario (“Au G.Q.G. russe”; -“En el G.C.G. ruso”-, Le monde slave, vol. II,
1927, pp. 296/7): “Larga entrevista con
R., quien me confirmó lo que ya me había dicho M. Después de referirse al odio
de los alemanes hacia él y su familia, pasó al tema de la revolución que según
él fue planeada por los ingleses, más exactamente por sir George Buchanan y
lord (Alfred) Milner. Petrogrado, por entonces estaba llena de ingleses […].
Afirmó que podía nombrar las calles y los números de las casas donde se
alojaban los agentes británicos. Se sabe que durante el levantamiento
distribuyeron dinero a los soldados y los incitaron para que se amotinaran […].
En entrevistas privadas me han dicho que lord Milner gastó más de 21 millones
de rublos para financiar la revolución rusa”.
Es bueno notar, aunque sólo sea de paso, que la Conferencia de Paz de
París que tan bien estableció sus planes para la guerra de 1939/1945 eligió
como representantes de “sus” respectivos países, nada más y nada menos que a
lord Milner y a los hermanos Warburg: Paúl, Félix y Max, que habían financiado
generosamente tanto a Trotsky como a Lenin. Estos millonarios pudieron proveer
el dinero y la organización sin los que ninguna revolución puede tener éxito.
¿Dónde hubieran entrado las llamadas masas oprimidas, tantos millones y tan
sofisticados expertos en organización? Los super-ricos podía proporcionar las
dos cosas. El lector puede preguntar: pero ¿por qué? ¿porqué los super-ricos
proporcionarían armas a aquellos que han prometido matarlos en la cama?
Otra cosa que hay que recordar es que la revolución
habría fracasado en unos cuantos meses sino hubiera sido por la inmensa ayuda económica y de otro tipo
proporcionada por la misma pandilla de super-ricos. En los años ’20 esta misma gente proporcionó
millones de dólares y de libras para salvar lo que Lenin llamaba su “Nuevo
Programa Económico”, evitando así el derrumbamiento soviético. ¿Porqué querrían
los super-ricos, hombres como los Rothschilds, los Rockefeller, los Schiff, los
Warburg, los Harrimans y Milners, salvar a los soviéticos cuya meta, según
declaraban a voz en cuello, era despojar a todos los ricos de sus riquezas y
distribuirlas a cada uno de acuerdo a sus necesidades?
Obviamente, si estos hombres han establecido el
comunismo y le han dado su primera base en Rusia no temen lo que el comunismo
les pueda hacer, puesto que en realidad ellos controlan todos sus movimientos.
Como ha comentado Gary Allen, al nacionalizar a Rusia, aunque no era su
objetivo principal, estos ricos “insiders”
(o iniciados) como también se los llama, se compraron enormes tierras
ricas en minerales valoradas en unos 30 o 40 millones de dólares. Sólo se
pueden hacer suposiciones sobre la forma en que se ejercita el control. El profesor Anthony Sutton, del Instituto Hoover
de Guerra y Paz ha escrito varios libros sobre este tema después de haber
pasado veinte años examinando documentos oficiales del gobierno y otros
materiales irrecusables en relación a la ayuda económica que Occidente envió a
los soviéticos.
Una de las descripciones más reveladoras de los motivos
de aquellos que destruyeron la Rusia
Imperial para promover el comunismo se encuentra en le libro notable: “Geneva versus Peace”
(Ginebra contra la Paz ),
escrito por el conde de Saint-Aulaire,
embajador francés en Gran Bretaña desde 1920 a 1924 (Sheed and War, Londres, 1937). El
embajador francés reproduce un comentario que hizo, en una cena, un
revolucionario judío, miembros del corto régimen comunista de Bela Kun,
establecido en Hungría después de la primera guerra mundial. El revolucionario
se había convertido más tarde en director de “un gran banco de Nueva York, uno
de esos que financiaron la
Revolución bolchevique”. Cuando uno de los invitados le
preguntó “cómo era posible que la alta finanza protegiese el bolchevismo”, él
contestó:
“Demasiado sal corroe la carne, demasiado poca deja
que se pudra. Este precepto se puede aplicar, con justicia, tanto a la mente
humana como a los pueblos de la tierra. Nosotros los judíos la aplicamos
sabiamente donde se la debe aplicar, siendo la sal el símbolo de la sabiduría.
Nosotros la mezclamos discretamente con el pan que consumen los hombres. La
administramos en dosis corrosivas sólo en determinadas excepciones, cuando hace
falta librarse de los restos de un pasado inmoral, como en el caso de la Rusia zarista. Esto le
explica un poco porqué el bolchevismo encuentra favor ante nuestros ojos; es un
admirable saladero con el que se puede corromper y destruir, pero no preservar.
Pero más allá y por encima de este caso particular, nosotros estamos en
comunión con el marxismo en su forma más pura en la Internacional , en
otras palabras , con nuestra religión, porque es el arma de nuestro
nacionalismo, defensiva y ofensiva, escudo y espada. Usted dirá que el marxismo
es la antítesis misma del capitalismo que nos es igualmente sagrado. Es
precisamente por esto, porque son opuestos entre sí, que ponen en nuestras
manos los dos polos del planeta, permitiéndonos que seamos su eje. Estos dos
contrarios, al igual que el bolchevismo y nosotros, encuentran su identidad en la Internacional. En
la administración del nuevo mundo […] nuestra organización para la revolución
se manifiesta por el bolchevismo destructor y para la construcción, por la Liga de las Naciones, que
también es obra nuestra”.
El profesor Sutton ha escrito una historia en tres
volúmenes, intitulada “Western technology and Soviet Economic Development” (La
tecnología occidental y el desarrollo de la economía soviética), en la que
prueba, más allá de toda controversia que la Unión Soviética se construyó
realmente en los Estados Unidos. Debido a que los argumentos del profesor
Sutton no pueden ser refutados, él es
ignorado por los media, que son por supuesto el vocero de esos mismos ricos que
han convertido a la Unión Soviética
en la potencia militar que es ahora.
El
profesor Sutton ha escrito otros dos libros: “Wall Street and the Bolshevik
Revolution” (Wall Street y la revolución
bolchevique) y “Wall Street and the Rise
of Hitler” (Wall Street y la ascensión de Hitler). Inútil decir que estos dos
libros no son analizados en las mejores revistas. En realidad no son
mencionados en absoluto. A Sutton se lo trata como si no existiera. Con tantos
periódicos deseosos en todo momento de “scoops”. ¿Cómo es que ningún periodista
inteligente se las ha arreglado para hacerle las preguntas apropiadas y
publicarle las respuestas? Es verdad que Sutton y otros escritores valientes
que denuncian la conspiración consiguen que editores igualmente valientes
publiquen sus libros, pero los ricos se las arreglan para que ni siquiera uno
entre cien oiga alguna vez de ellos, y uno entre cien nunca logrará transmitir
su mensaje a los otros noventa y nueve.
El libro de Sutton
“Wall Street y la ascensión de Hitler” prueba sin lugar a dudas que
estos mismos ricos pusieron a Hitler para asegurarse que la segunda Guerra
Mundial estallara en el momento planeado. El objetivo de la segunda Guerra
Mundial era extender el yugo comunista a la Europa del este –lo cual se consiguió con mucho
éxito- y a China. Sin embargo, esperamos poder dedicar un capítulo especial a la
entrega de China a los comunistas, llevada a cabo por poderosos agentes de los
mismos hombres, situados en los más altos puestos en el gobierno
estadounidense.
El profesor Sutton prueba que la segunda Guerra
Mundial no sólo estuvo muy bien planeada, sino que fue extremadamente
provechosa para un grupo seleccionado de financieros “iniciados”. Rastreando
cuidadosamente este secreto estrechamente guardado, Sutton documenta, mediante
documentos originales y relatos de testigos, el papel desempañado por
J.P.Morgan, T:W:Lamont, los intereses de Rockefeller, la General Electric Co., la Standard Oil , el First National
City Bank, los bancos Chase y Manhattan y, `por supuesto, Kuhn Loeb & Co. y
decenas de otros elitistas de los
negocios En la portada de “Wall Street and the Rise of Hitler” se dice que este
libro muestra como se financió y provocó la guarra más sangrienta y destructiva
de la Historia. Seguramente
iba a provocar furibundos desmentidos y encendidos debates. Pero los editores
se equivocaban. Al libro se lo trató con el silencio, que es algo mucho más
eficaz que los desmentidos y los debates acalorados.
En la página 111, en el capítulo titulado ¿Quién
financió a Hitler?, Sutton formula esta pregunta: ¿Cómo podemos probar que
estos pagos políticos tuvieron lugar en realidad? Entonces da detalles sobre el
banco mediante el cual se hicieron estos pagos. Y dice: “Entre los papeles del
juicio de Nuremberg se hallan los recibos originales de las transferencias de
la división bancaria de la I :G:
Farben y de otras fimas elencadas en la página 110, al Banco de Berlín Delbruck
Dresdner Bank y de otros bancos, a la cuenta de su “National Treuhand” los
gastos del Partido Nazi durante la elección.
La traducción del recibo de transferencia de la I :G: Farben, a modo de ejemplo,
es la siguiente:
“Traducción de la carta de I.G. Farben, del 27 de
febrero de 1933, avisando la transferencia de 400.000- Reichsmark a la cuenta
del fideicomiso nacional: I.G.
Farbenindustrie Aktiengesellsschaft. Departamento bancario.
Firma
Delbruck, Schickler and Co.
Mauerstrasse
63/65, Frankfurt (Main ) 20
27 febrero de 1933
Nuestra referencia (incluirla en respuesta) B/Goe
Con la presente les informamos de que hemos
encargado al Dresdner Bank en Frankfurt/M, para que mañana por la mañana les
acredite a ustedes 400.000 RM, que deberán colocar en la cuenta del “Nationale
Treuhand”.
Atentamente se despide,
I.G. Farbenindustrie Adtiengesellschaft
Expreso (firmado) Selck (firmado) Bangert”
En la página 126 Sutton declara:
“Cuando examinamos los nombres comprendidos tanto
en el Círculo Keppler original anterior a 1933 y el posterior a 1933, el
ensanchado círculo Keppler-Himmler, vemos que las multinacionales de Wall
Street estaban muy binen representadas, más que ningún otro grupo
institucional. Tomemos una a una cada multinacional de Wall Street o su
asociada alemana –las identificadas en el capítulo 7 como ligadas al
financiamiento de Hitler- y examinemos sus lazos con Keppler y Heirich Himmler”.
Sutton prueba sin una sombra de duda que Hitler fue
puesto para hacer la guerra de la misma manera como se organizaría un match de
box entre Cassius Clay y un digno oponente, capaz de ofrecerle una buena pelea.
Hay una sola cosa que los conspiradores o “iniciados”
temen y es el ser desenmascarados. El poder de que disponen es grande,
aparentemente sin límites. Cada pizca de ese poder que puede ser usada se
emplea para grabar en las mentes de las gentes sencillas del mundo la mismísima
idea fija de que todo lo que ocurre en el mundo es accidental y que no se lo
puede evitar.
Se nos ha dicho que la prostitución es la profesión
más antigua del mundo, pero muchas veces el pecado que se comete en contra de
esas mujeres que venden sus cuerpos es aún mayor del que ellas cometen. Hay
otra forma de prostitución. Es la de las universidades, la de los
intelectuales, de los editores y de los media en general. Todos pueden vivir
mejor que la amante de un ricachón, si están de acuerdo con lo que se considera como la línea correcta. Había un
secretario de redacción en el “New York Times” que se mantuvo apegado a ella
durante treinta años. Cuando no pudo aguantar más, dejó el trabajo y publicó un
libro titulado: “All the News that Fritz” (Todas las noticias que convienen). El
“New York Times” había cumplido un papel importante en la entrega de Cuba a los
comunistas. Todos los días, con ocasión y sin ella, repetía la canción de que Castro
no era comunista. Era un idealista, únicamente un reformador agrario. Cuando
Castro subió al poder anunció que él era y siempre había sido un comunista. Es
curioso que el “New York Times” no lo supiera.
Whittaker Chambers en su libro “Witness” (El
testigo) cuanta que cuando él era el editor del periódico comunista de Nueva York,
a los jóvenes secretarios de redacción que estaban en aprendizaje se les
aconsejaba siempre que leyeran el ·”New York Times”. Allí encontrarían la línea
a seguir.
El mundo de hoy tiene la apariencia de un gran
burdel donde todos menos unos pocos tienen su precio. Si los que podían haber
hablado, lo hubiesen hecho, no habría habido primera Guerra Mundial, ni toma de
Rusia o de ningún otro país por los comunistas.
Los Papas había venido advirtiendo al mundo desde
1846 y mucho antes, con enciclicas tras encíclicas, sobre lo que planeaban hacer
estas sociedades secretas. Ni un católico romano entre cien sabía que tales enciclicas
existían, mucho menos conocían su contenido. Ni siquiera el clero y los
maestros católicos tienen la menor idea del contenido de esas encíclicas. ¿No
hubiera podido reunir la
Iglesia católica a un grupo de jóvenes más dedicados que cualquier
cuadro comunista, jóvenes que tendrían la absoluta seguridad de estar
predicando la palabra de Dios? ¿Puede
ser que los “iniciados” o conspiradores se hayan infiltrado en la Iglesia con el único objetivo
de ver que quede sepultado el espléndido cuerpo de doctrina social engarzado en
las encíclicas?
DEIRDRE
MANIFOLD
(“Fátima
and the Great Conspiracy”, Firinne Publications. Galway , Ireland ,
1982, pp 65/73).
DEIRDRE
MANIFOLD
Mrs. Deirdre Manifold, católica irlandesa y madre
de familia, dedicó diez años a estudiar la bibliografía seria –un medio
centenar de libros- sobre la estrategia de los Poderes ocultos y la Conspiración
mundialista de los “One-Worlders”. Como fruto de su dedicación ha publicado ya,
desde 1982, tres obras muy importantes, que además de revelar cantidad de
hechos ignorados por el gran público, constituyen una excelente compilación
sobre la Revolución
mundial:
+ “FÁTIMA AND THE GREAT CONSPIRACY” (1982).
(Firinne
Publications, 5 th. Edition, 1985, 128 pp.) . Traducido al francés y al portugués; la española,
ya lista, se halla a la espera de un editor).
+ “KARL MARX, THE TRUE OR FALSE PROPHET”.
(Firinne
Publications, 1985, 140 pp.). (Revised edition: G:S:G: & Associates, USA,
1989, 159 pp.).
+ “TOWARDS WORLD GOVERNMENT. THE NEW WORLD
ORDER”.
(Firinne
Publications, 1990, 131 pp.).
En esta hora de confusión y tinieblas, cuando los
planes anticristianos de los “one-worlders” comienzan a efectivizarse a paso redoblado,
no sabríamos recomendar bastante los
oxigenantes libros de esta contrarrevolucionaria de primer nivel que es
Mrs. Deirdre Manifold.
Pedidos
a:
FIRINNE
PRESS (Firinne=verdad).