miércoles, 19 de noviembre de 2014
CHRISTOPHER
FLEMING: ¿La HSSPX
está en Cisma?
En los últimos días hemos sido testigos de como la jerarquía de
Primero Monseñor Semeraro, obispo de Albano, Italia, y uno de los 9 super-obispos de Francisco, advierte que todos todos los fieles que acudan a una capilla de
La conocida asociación, Una Voce, que promueve la liturgia tradicional pero no tiene ningún vínculo oficial con
Creo que esta charla del Padre Paul Kramer [2] podría ayudar a aclararnos las ideas en relación a supuestas excomuniones y la situación de
Hoy en día, con toda la desinformación y manipulación en los medios de comunicación, y tanta confusión entre los católicos, conviene volver a lo esencial: los principios. Si tenemos claros los principios filosóficos, teológicos y morales, seremos más capaces de afrontar el caos que vivimos en el mundo. El P. Kramer hace una exposición admirablemente clara de los principios relevantes en la cuestión de
El primer punto que clarifica el P. Kramer es la licitud de atender las Misas de
Luego hace referencia al Motu Proprio de Juan Pablo II, Ecclesia Dei, del año 1988, como respuesta a las consagraciones episcopales de Monseñor Lefebvre. Este texto, como casi todo lo que sale del Vaticano desde el Concilio, es sumamente ambiguo, y está plagado de medias verdades. El que lo redactó fue muy astuto, ya que sirvió para engañar y asustar a muchos católicos de buena fe que sentían cierta simpatía por la causa del Arzobispo, pero por ignorancia del derecho canónico y los hechos relativos al caso, se dejaron intimidar. El texto dice algo extraordinario para nuestro tiempo de ecumenismo y diálogo interreligioso, algo que jamás ha dicho ni dirá ningún documento oficial posconciliar del Vaticano acerca de ninguna secta herética y cismática. Transmite la idea de que los fieles que se asocian con
Todos deben saber que la adhesión
formal al cisma constituye una grave ofensa a Dios y lleva consigo la
excomunión debidamente establecida por la ley de la Iglesia.
¡Increíble! Debe ser que ahora hay cismas "buenos" y cismas "malos", porque con las iglesias cismáticas de Oriente el Vaticano hace piruetas ecuménicas para caerles bien. Pero dejemos esta consideración por ahora. Otra cosa llamativa es que no especifica lo que significa una "adhesión formal al cisma" en este caso. ¿Incluye a todos los sacerdotes de
Al calificar las consagraciones de "acto cismático" el documento se equivoca, y es de agradecer que para sacarnos de dudas el P. Kramer define la palabra "cisma". Un católico cae en el cisma al negar el principio de autoridad del Supremo Pastor, el Papa. No se es cismático por resistir los mandatos del Papa; ni siquiera por desobedecer abiertamente al Papa. Es realmente lamentable que la enseñanza en los seminarios haya caído tan bajo que los sacerdotes y obispos de hoy en día parecen incapaces de distinguir entre el cisma y la desobediencia. El Arzobispo Lefebvre sabía perfectamente que al consagrar a cuatro obispos sin permiso estaba desobedeciendo a Juan Pablo II, en quien reconocía al Supremo Pontífice. Mas nunca negó el principio de autoridad de éste, ni quiso crear una iglesia paralela, como tienen, por ejemplo, los cismáticos "ortodoxos" o
Precisamente porque la consagración episcopal del ´88 no fue un acto cismático, los obispos de
Hay un claro precedente que deberíamos tener en mente para valorar las "excomuniones" de los obispos Semeraro y Sarlinga. En 1991 el obispo de Hawai excomulgó a seis laicos por el "delito" de recibir el sacramento de la confirmación de manos de uno de los obispos de
"Satanás ha logrado verdaderamente un
golpe maestro: logra hacer condenar a quienes conservan la fe católica por
aquellos mismos que debieran defenderla y propagarla." - Monseñor Marcel
Lefebvre
Es triste decirlo, pero hemo llegado al punto en que para ser buen católico a menudo hay que ignorar o directamente desobedecer al obispo del lugar. Aquí llegamos a un concepto que no se suele entender, incluso entre buenos católicos, por lo que intentaré aclarar las ideas. La obediencia es una virtud, pero no una virtud absoluta; depende de las circunstancias. Siempre es pecado la desobediencia a Dios (infringir uno de los mandamientos, por ejemplo), pero dado que los hombres son falibles y pecadores, es posible que ocurran situaciones en las que no solamente es lícito desobedecer a un superior, sino que es una obligación moral. Este es el principio; ahora pensemos en unos ejemplos. Si un padre manda a su hija que se prostituya, la hija no debe obedecer, porque le manda hacer algo pecaminoso. La ley divina que manda a los hijos obedecer a sus padres tiene sus límites. Veamos otro ejemplo. Supongamos que un padre dice tajantemente a su hijo que vuelva a casa sin entretenerse, pero por el camino el niño encuentra a una persona herida en la calle que pide socorro. ¿Haría mal el niño en parar a ayudar al herido?
Este ejemplo ilustra lo que ocurrió en el desastre postconciliar. La jerarquía dejó
¡Cuánto daño ha causado en nuestro tiempo tumultuoso la actitud servil de los católicos que repiten como papagayos la frase: el que obedece no peca! Claro, es más cómodo tragar con todo lo que los obispos progresistas quieren imponer, e ir con la corriente. Sin embargo, el espíritu auténticamente católico no puede fingir que "aquí no pasa nada" cuando la fe es atacada, cuando
Monseñor Lefebvre
Sin embargo, pueden haber personas que
piensan que, a pesar del bien que hizo, Monseñor Lefebvre se equivocó en su
decisión, que no debió de consagrar obispos sin permiso del Papa. El argumento
esgrimido por el Arzobispo fue el "estado de necesidad", algo
contemplado en el nuevo Código de Derecho Canónico. Según este argumento, las
normas que rigen en situaciones normales no rigen en una emergencia. Por
ejemplo, en el Código de 1917 se establecía que normalmente un sacerdote
necesitaba permiso especial para confesar fuera de su jurisdicción. Pero si un
día un sacerdote está fuera de su diócesis y ve a un hombre muriéndose tras un
accidente de tráfico, no tiene que pedir permiso a nadie. Es una emergencia y
la norma sobre la jurisdicción queda anulada por otra norma de rango superior: la salvación de las almas. Es de sentido común.
Según el argumento del estado de necesidad, Monseñor Lefebvre actuó bien al consagrar a los obispos, sin permiso del Papa, porque era necesario para asegurar la continuidad del auténtico sacerdocio católico, que a su vez es imprescindible para la salvación de las almas. Quizás se podía haber hecho las cosas de otra manera, pero en ese momento Monseñor Lefebvre no veía ninguna alternativa. Sabía que estaba llegando al final de su vida, igual que Monseñor Castro Mayer, y que aparte de ellos no había en el mundo entero ningún obispo dispuesto a ordenar a los sacerdotes de su seminario, o cualquier sacerdote formado según la doctrina tradicional, que celebrara exclusivamente los ritos tradicionales. Él insistió que en desobedecer a Juan Pablo II estaba obedeciendo a Dios, porque hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. (Hechos 5:29)
A pesar de estos hechos, el argumento
del estado de necesidad es una cuestión opinable. Entiendo a los que aún no
aprecian la disyuntiva en la que se encontró el Arzobispo. Lo que no es de
ninguna manera opinable es la invalidez de su excomunión, porque sólo hace
falta saber leer el Código de Derecho Canónico para saber que no se actuó según
la ley de la Iglesia.
Dicho Código, promulgado en 1983 por el propio Juan Pablo II,
dice en su artículo 1323:
No queda sujeto a ninguna pena quien,
cuando infringió una ley o precepto por necesidad.
Como acabo de decir, es opinable que existiera tal estado de necesidad. Sin embargo, el derecho canónico también dice claramente que no hace falta que haya un estado OBJETIVO de necesidad para eximir de una pena. Es preciso solamente que la persona en cuestión crea SUBJETIVAMENTE y de manera no culpable que existe ese estado de necesidad, para no estar sujeto a la pena. ¿Quién puede negar que Monseñor Lefebvre creía subjetivamente que existía un estado de gravísima necesidad en
Aunque estuviera completamente equivocado y creyera de manera culpable que existía un estado de necesidad, tampoco se aplicaría la pena de excomunión de manera automática, o latae sentenciae, como señala erróneamente Ecclesia Dei. Esto es lo que dice el artículo siguiente, 1324:
El infractor no queda eximido de la
pena, pero se debe atenuar la pena establecida
en la ley...
cuando el delito ha sido cometido por quien errónea pero culpablemente juzgó
que concurría alguna de las circunstancias indicadas en el 1323, 4 [el ya
citado caso de necesidad].
Si el Vaticano ni siquiera es capaz de aplicar correctamente su propio Código de Derecho Canónico, sinceramente no entiendo para qué sirve. Si las normas se aplican según el capricho del Papa reinante, significa en efecto que el Papa es una especie de sultán, cuya misma palabra es la ley. Cristo no quiso que Su Vicario reinara como dueño de
Lamentablemente hoy en día esto no se entiende. Muchos católicos creen sinceramente que una actitud acrítica y aduladora hacía el hombre que ocupa la cátedra de San Pedro demuestra su devoción hacía
Algo parecido escribió el eminente teólogo dominico Melchor Cano en el siglo XVI. Sus sabias palabras se las recomiendo a todos los fans neo-católicos del Papa Francisco:
Pedro no necesita de nuestras mentiras
y adulación. Los que ciega e indiscriminadamente alaban cada decisión del
Supremo Pontífice son los que más contribuyen a socavar la autoridad de la Santa Sede.
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NOTAS
[1] Una referencia intencionada al libro de Monseñor Lefebvre, Católicos Perplejos
[2] Autor de libros tan interesantes como
Publicado en In novissimis diebus.
www.desdemicampanario.blogspot.com.ar