ARTE
Clases del
profundo filósofo tomista de la Cultura y el Arte, Padre Fray Mario José Petit
de Murat O.P., durante el año 1953, impresas a mimeógrafo. Como creo que nunca
fueron publicadas, las iré transcribiendo una a una, para evitar una pérdida
irreparable. Era un placer escucharlo
por su amenidad y su agudeza. Yo tuve ese privilegio en el Convento de Santo
Domingo y en una conferencia en la Facultad de Arquitectura de Buenos Aires,
que no causó, entre los estudiantes, la admiración
que hubiera merecido. Acostumbrados a estudiar memorizando los apuntes que
vendía el CEA.
CLASE 1ª
La necesidad de estas clases nos muestra el estado
deplorable en que está la Virgen y Madre que es la Iglesia. Su rostro está
ennegrecido. La Iglesia está en decadencia. El arte es confesional. El arte de la
Iglesia es confesión del estado en que se encuentra la parte humana. Basta
observar las estampas e imágenes que se aceptan en estos días para darse cuenta
de ello. Lo que son esos Corazones de Jesús que avivan la piedad de nuestros
fieles. Es algo espantoso. Los peores
artistas, aquellos que no tienen cabida ni en las secciones de propaganda, van
a hacer Corazones de Jesús, que no
tienen nada de Jesús ni de cristiano. ¡Nada! Me han nombrado Director de la
Cofradía del Sagrado Corazón y créanme que sufro cada vez que veo la imagen en
el altar. Eso parece yeso, que el yeso también tiene su belleza. Eso parece un
merengue, parece azúcar de torta, algo horrible! ¿Y qué voces son las que
cantan en los templos? Aquellas que no se atreverían a entonar en ninguna otra
parte. Es que el espíritu que anima a
los cristianos de hoy es una desolación, es algo espantoso, donde no hay nada
de cristianismo. Es necesario que nos re-eduquemos para que el arte cristiano
vuelva a la dignidad, a la pureza que alcanzó en otros tiempos.
Santo Tomás, (que es maravilloso en sus escritos, pues créanme,
que tiene una inspiración, una justeza, una claridad tal que a veces da la
impresión que le hubiera faltado muy poco para estar libre del pecado original)
hace una síntesis de las actividades humanas (aquellas que brotan de un trabajo
deliberado—que tiene su principio en la voluntad del hombre).
Hay cuatro actividades propiamente humanas y que están
llamadas a ordenar las cosas:
1ª) Actividad especulativa (especulativo, de espejo,
reflejar). La inteligencia del hombre es pura nada, pero especula, refleja,
vale en cuanto refleja. La inteligencia es pura potencia de recepción. Se abre
al mundo exterior y debe captar las cosas como son, no en su forma y color sino
en su esencia, en lo que le da valor de tal. Con esto el hombre se llena del
orden del universo. Especulación es ese poder el valor de las cosas en la
verdad.
Cómo explica Santo Tomás la inteligencia: Toda perfección
específica supone límite. La perfección específica es la que me da tal ser. El
hombre al ser tal no puede ser aquel otro ser. La causa determinante de tal ser
es el alma. Si yo tengo tal perfección no tengo otra, ¿cómo se supera ese
límite? Por la inteligencia. La unión entre lo que el hombre conoce y lo conocido
es más íntima que la que hay entre el alma y el cuerpo. Cuando llega a la
perfección del juicio es el conocimiento el que nos llena.
Una vez que está establecido lo que vio hecho, el hombre
ve que tiene que ser principio activo de algo. Ante todo, que tiene que poner
orden en sus pensamientos, librarse de sofismas, apoyarse en verdades bien
aprobadas. Tenemos que poner en nuestras vidas un principio y tenemos la
LÓGICA.
Hay otra región en la que hay que poner orden: la región
de nuestros actos humanos. Tenemos la moral. Tengo que cuidar mucho mis actos.
Necesito reglas muy lúcidas que me permitan encontrar el paraíso. Todo acto me
perfecciona o me destruye –ante todo a mí.
Por último hay otra actividad por la que ponemos orden en
las cosas que se nos han confiado y que están necesitando una perfección que por
sí mismas no pueden alcanzar, y tenemos el ARTE.
Una cosa nos tiene que causar asombro: que el hombre
pueda poner perfección en algo. Es un poderoso argumento para los materialistas
el decirles: si la materia es todo ¿cómo puede empleársela en oficios bajos?
¿Cómo es que puede recibir perfección?
Con ésta actividad, la más alta, la contemplación, el
hombre hace suyo el orden del universo. Las consolaciones más altas del hombre
están por eso en la filosofía y en la teología. El CONOCIMIENTO es lo que hace
al hombre feliz. Poseer la esencia de las cosas en la verdad, en su
configuración, en la mentalidad divina. El conocimiento es la posesión sabrosa,
real del universo, la especulación. Es el que nos entrega todas las cosas.
*
(Continuará)
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