miércoles, 26 de octubre de 2022

 

Los textos que frecuentemente imprimo, como el presente, de los grandes maestros del nacionalismo, entre los cuales descuellan el Padre Castellani y el profesor Genta, serían suficientes, contando ¡O milagro!, con la buena voluntad y patriotismo de los políticos, para restaurar la Soberanía nacional y el Bien Común,  en tanto se respeten los fundamentos fundacionales patrios. Pero no sucede así, predomina el verde sobre la ‘verdá’, el soborno verde sobre el patriotismo. El liberalismo corruptor se ha hecho carne en la dirigencia argentina…

 

 

UNA OBLIGACIÓN RELIGIOSA

PADRE LEONARDO CASTELLANI

(publicado en “Jauja” Nº 20, agosto 1968)

 

Un joven amigo (treinta años), escritor de nota y hábil periodista, nos dice que: “en el país anda mal lo directivo, lo eclesiástico y civil, y anda bien lo submisivo obediencial”; o sea, hablando en plata: “el pueblo es espléndido y los gobiernos son malos”, trillado estribillo de todos.

 

Quisiéramos fuese así, pero tenemos nuestras dudas: parece imposible un pueblo muy bueno pueda tener cien años de tiranías. De algún modo u otro se hubiera librado de ellas; ya que la Escritura dice: “Por los pecados del pueblo permite Dios reine el hombre hipócrita” (Job,XXXVI), 30). Si se fijan, todos los politiqueros son hipócritas: uno dicen y otro guardan dentro, passim. Lo que concuerda con  lo que dijo el francés: todo pueblo tiene el Gobierno que se merece.

 

El desmejoramiento del carácter de nuestros Jefes populares (de Rosas a Irigoyen, de Irigoyen a Perón) muestra quizá el desmejoramiento de la casta. El patético final de don Hipólito (a quien prácticamente mataron a tropelías y disgustos), muestra la villanía encaramándose a las altas esferas.

 

Lo que parece el fondo de la historia novísima de la Argentina sería lo siguiente: el país ha sufrido alrededor de un siglo la explotación de dos imperialismos; o si quieren, del capitalismo internacional: sistema alevoso del comercio y las finanzas, basado en la usura, y denunciado veinte veces por los Pontífices Romanos. Esa explotación, al principio ignorada o pasada por alto, se fue haciendo cada vez más manifiesta y odiosa.

 

Habiendo tantos recursos naturales, al comienzo el filtraje de riquezas hacia el extranjero dejaba un margen, con el cual la gente de aquí se acomodaba, había para todos; e incluso los “acomodados”  proclamaban a altas voces  la “prosperidad” desta feliz nación; hasta que de repente nos encontramos “subdesarrollados”, con gente hambrienta, desempleada, progresivamente asalariada y con malos salarios, despojados de sus bienes los pequeños propietarios

 

Uno tras otros, los mejores publicitas del país fueron haciendo la luz sobre las causas de la “crisis”; y haciendo doler la llaga con el dedo en ella.

 

Ahora la opinión común no puede llamarse a engaño: amplia y claramente se conoce la situación “colonial” del país; de modo que cuando se celebró con más ruido que nueces el “Sesquicentenario de la Independencia”, en realidad se celebraba el paso colonial  de un amo a otro, contra la consigna de Manuel Belgrano:”queremos el amo viejo o ninguno”.

 

Hablando breve y mal, se puede decir que  en definitiva este Cono Sur pasó de ser un Reino de las Españas a una factoría de la Antiespaña. Esto no era propiamente una colonia, sino una  Provincia de España; y ahora es una disimulada factoría de quienes ustedes saben: del Maldito.

 

Las intenciones de los Congresales de Tucumán eran buenas; el que los siguió inmediatamente hizo un enorme esfuerzo para  actuarlas. Después vinieron… otros. Luego de la gran derrota nacional de 1852, en cuya calle vivo… hay que decir las palabras brutas: entrega, soborno, estupidez, perdueles, pasmarotería, cretinización.

 

¿Y ahora? Mucho hablar de Revolución: o Argentina, o Nacional o Internacional. O sea que el país está abocado a tres salidas; y la primera no es salida.

 

1º.- Seguir tirando por el actual pantano, hundiéndose y en consecuencia pudriéndose; porque los patriotas sabemos que el estado colonial no puede mantenerse, sino interviniendo la corrupción ; puesto que este coloniaje hipócrita no es el de España, al cual  le convenía las buenas costumbres; a este le conviene el desorden, la obscuridad, la división y la podredumbre. De ahí que para muchos de nosotros el anticolonialismo ha devenido simplemente una obligación religiosa.

 

2º.- La verdadera Revolución Nacional; o sea la reestructuración del país de acuerdo a sus orígenes: o a sus “ancestros”, como dicen brutalmente los periodistas. Esta es la verdadera salida, pero es muy difícil. Si el pueblo argentino es “espléndido”, como dicen juvenilmente J.M.P. y C.P.T., la podrá hacer; pero lo malo es que ya debería haberla hecho. (También nosotros, la otra generación, debemos arrastrar este reproche en esta sporca vida). Cada día que pasa se hace más problemática. El tiempo milita contra ella. El estado general del mundo no la propicia nada.

 

3º.- La Revolución Comunista, que es la salida del menos esfuerzo. “¡Oh, la Argentina no puede ser comunista!” Descuídate y te lo dirán. La injusticia generalizada, la inanidad y la cobardía de los que deberían iluminar y el creciente descontento y decepción, pueden hacer comunista a cualquier país.

 

--Oh, A Inklaterra no, a Inklaterra no—dijo el embajador inglés.

 

--A Inglaterra también—le contestó tranquilamente Eugenio Pacelli, Legado Pontificio en Varsovia.

 

No se hagan ilusiones. Yo creo que este pueblo ha sido sano, lo es todavía en parte; pero está sometido a un formidable proceso de descomposición.

 

Mi maestro de Teología, cardenal Ludovico Billot (el mayor teólogo de este siglo), escribió hace justo cincuenta años en el proemio de su tratado De Ecclesia (III), esta página que quiero traducir de su egregio latín patrístico:

 

“Habiendo ya dicho de la verdad de la Iglesia Católica, ora en absoluto, ora en relación con las sectas que del nombre “cristiano” se glorían; y después de su íntima constitución en cuanto a miembros, potestad y jerarquía; nos resta la última cuestión, a saber: de su habitud al estado político. O sea los principios que deben fundamentar las relaciones regulares de la sociedad Temporal, con la Sociedad Espiritual, divinamente fundada por Jesucristo.

 

Y ya hace cien años que estos principios comenzaron gravemente a obscurecerse, incluso entre muchos católicos.

 

De donde se ha  hecho dificilísimo persuadir de su verdad a los que la educación y las costumbres de la presente circunstancia dan la opinión predominante. Puede decirse que el mismo aire ambiente les ha imbuido desde la niñez los dogmas del moderno liberalismo.

 

Paladinamente vemos que no hay esperanza de que revivan y reflorezcan en la tierra las naciones cristianas, a no ser por una vuelta rotunda a aquellos eternos principios.

 

Y si de su restitución hubiera que desesperar, sería signo de que no anda nada lejos la última catástrofe: conforme a lo predicado por el Apóstol en la Segunda a los Tesalonicenses, cap. II, 3…”

 

Después de lo cual, el Teólogo expresa su desconfianza de que el liberalismo está herido de muerte por las avasallantes demostraciones de los más juiciosos publicistas, economistas, políticos y filósofos, de los cuales nombra a De Maistre, De Bonald, Kétteler,Veuillot, Le Play, Cardenal Pie, Liberatore…

 

Y expresa también su confianza de que el Concilio Vaticano reanudado (a cuya preparación él mismo estaba abocado), de  igual modo que, en su primer tramo, sepultó al Galicanismo y al Jansenismo, en su próximo segundo tramo había de pulverizar al liberalismo.

 

Vino el segundo tramo…

 

Lo que pasó en la realidad lo tenemos delante de los ojos.+

 

 

Padre Leonardo Castellani.

No hay comentarios:

Publicar un comentario