¿Golpe de Estado?
Cuando la indignación popular está próxima a estallar
debido a la escandalosa política ‘democrática’, en contra de la Nación y del
pueblo, la masonería se adelanta para enfriar y desviar la repulsa, aplicando
un libreto repetido: elige un grupo cívico-militar siniestro, -fácil de encontrar
en las logias-, y anuncia un golpe de estado anticipándose a la aparición de la
verdadera Revolución Nacionalista Restauradora. Hoy día parecería la
quiere aplicar con Duhalde, esa calamidad al cual el periodismo debería dejar ‘descansar’ 3 metros bajo
tierra, sin tratar de insuflarle vida para reanimarlo. Junto a él actuaría
algún general con menos méritos que un mal furriel. El golpe de estado
liberal aparentará ser absolutamente ‘democrático’, para que el pueblo crea que
al fin se aplicará justici: pero es pura filfa. Será otro gobierno
tota-lita-rista.
La masonería tiene la situación
controlada. Continúa en el Poder. Los corruptos y los entreguistas impunes; y
los patriotas amordazados. Y así se
frustra la verdadera Revolución de los Restauradores; repitiéndose la decepción.
El Padre Meinvielle destaca esta táctica, utilizada, al menos, desde la nefasta
Revolución Libertadora, con las siguientes palabras publicadas en su revista ‘Presencia’ Nº 88 (verano 1966/67).
LA REVOLUCIÓN
ARGENTINA
El general Onganía,
en nombre de las Fuerzas Armadas, toma la plenitud del Poder político en la
Argentina afines de junio de 1966. En los enunciados políticos que llegan al
público se habla de poner en marcha la Revolución Argentina que,
por encima de la Constitución y de los partidos políticos, aseguren al país la meta de sus destinos históricos.
El simple ciudadano,
aunque desilusionado de tantas promesas políticas de los últimos años,
parecería dispuesto a alentar la nueva empresa debla Revolución Argentina. Pero
tenía derecho a preguntarse: ¿Reúne antecedentes el general Onganía, sobre el cual ha de
descansar casi exclusivamente la misma,
como para abrigar en la empresa alguna esperanza de éxito? La respuesta no
resultaba fácil, ya que tampoco era fácil caracterizar el famoso movimiento de los
“azules” que dio nombradía al Gral. Onganía. ¿Qué eran en definitiva los “azules”
que contaban con el aplauso y admiración de los Mariano Grondona y de todos los
conocidos “plumíferos” de “Primera Plana”? Un movimiento destinado a desplazar
a los “colorados” porque estos habían defenestrado a Frondizi ¿podía dejar de
tener vinculaciones con Frondizi? ¿No serían los “azules” la guardia pretoriana
de un frondicismo vergonzante cuya cabeza vivible sería el presidente Guido?
Por mucho que se pusiera
de fachada a la Revolución del Gral. Onganía una “derecha católica”, el juego
saltaba a la vista, sobre todo cuando era verdad sabida que en los novísimos
planes de la “Revolución Mundial” entraba la estratagema de disfrazar con
“derecha católica” la subversión de la Sinarquía internacional. De aquí podría
deducirse como verdad cierta que la Revolución del general Onganía había de orientarse en el camino
de la Sinarquía mundial que, en estos momentos, florecía en la Francia de De
Gaulle y en la España del ya famoso “Opus”.
En sus cuatro primeros
meses de vida la Revolución del general Onganía no acertó a definirse en ningún
plano. No podría ser caracterizada ni de liberal ni de socialista, ni de empresarial
ni de popular, ni de militar ni de civil, no de sinárquica ni de antisinárquica,
ni de constitucional ni de revolucionaria. Era una Revolución sin definición,
sin programa político y sin equipo ministerial homogéneo. Sin embargo, el
gobierno cumplió algunas medidas negativas que, aunque puedan ser consideradas
buenas en sí mismas, pueden dejar de serlo y tornarse malas sino van
acompañadas de otras igualmente positivas. Nos referimos señaladamente, entre
otras, a la intervención a las Universidades y al cierre de los ingenios de
Tucumán.
Así las cosas, se
produce el 7 de noviembre, en medio de nacional expectativa, la conferencia del
general Onganía por la cual el país se entera con estupor de que si antes. “en
el pasado la política consistió en exportar los excedentes una vez cubiertas
las necesidades del consumo” (La Nación, 8-11-66), “la tónica ahora consistirá
en exportar todo lo que se pueda y consumir el remanente” (ibid). En esta
pequeña frase se resume todo el discurso y programa. Así a de resultar que la
Revolución del general Onganía tirará por la ventana la ingente riqueza
nacional que irá a poder de los monopolios internacionales, monopolios de la
moneda, de la carne, de los cereales, de la lana.
No podía caracterizar
el general Onganía en forma más gráfica el destino final de la Revolución, que
será el de servir a los intereses esquilmadores de los traficantes
internacionales, los cuales a su vez están dentro de la trama de lo que se
conoce con el nombre de “Revolución Mundial”.
El general Onganía podrá tener buenos
propósitos de gobierno, pero ellos no podrán materializarse mientras no corte
todas las ataduras que –quiéralo él o no- le tienen atado a la Revolución Mundial.
Es perfectamente
inútil enjuiciar el programa gubernativo de la Revolución del Gral. Omganía.
Porque este enjuiciamiento está implícito en la Conferencia “El conflicto
dólar-oro y la Revolución Mundial”, y sobre todo porque está inscripto en la
memoria de los argentinos que no pueden olvidar el catastrófico programa de
“liberalización” emprendido primero por la Revolución Libertadora y luego por
el gobierno de Frondizi.
Baste decir que con
el discurso del Gral. Onganía del 7-11-66, la Revolución Argentina se ha
levantado contra el bienestar de la Patria y de los argentinos, y se ha
convertido en despreciable apéndice de la Revolución Mundial.
Pero la base de la
Patria –su suelo y su pueblo- sabrán sobreponerse a esta nueva frustración. .*
Presencia.
¡Dios oiga nuestros ruegos!
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