miércoles, 23 de septiembre de 2020

 

¿Golpe de Estado?

Cuando la indignación popular está próxima a estallar debido a la escandalosa política ‘democrática’, en contra de la Nación y del pueblo, la masonería se adelanta para enfriar y desviar la repulsa, aplicando un libreto repetido: elige un grupo cívico-militar siniestro, -fácil de encontrar en las logias-, y anuncia un golpe de estado anticipándose a la aparición de la verdadera Revolución Nacionalista Restauradora.                                                                                                                                                 Hoy día parecería la quiere aplicar con Duhalde, esa calamidad al cual el periodismo   debería dejar ‘descansar’ 3 metros bajo tierra, sin tratar de insuflarle vida para reanimarlo. Junto a él actuaría algún general con menos méritos que un mal furriel.                                                                                El golpe de estado liberal aparentará ser absolutamente ‘democrático’, para que el pueblo crea que al fin se aplicará justici: pero es pura filfa. Será otro gobierno tota-lita-rista.                                              La masonería tiene la situación controlada. Continúa en el Poder. Los corruptos y los entreguistas impunes; y los patriotas amordazados.                                                                                                        Y así se frustra la verdadera Revolución de los Restauradores; repitiéndose la decepción. El Padre Meinvielle destaca esta táctica, utilizada, al menos, desde la nefasta Revolución Libertadora, con las siguientes palabras publicadas en su revista  ‘Presencia’ Nº 88 (verano 1966/67).

LA REVOLUCIÓN ARGENTINA

El general Onganía, en nombre de las Fuerzas Armadas, toma la plenitud del Poder político en la Argentina afines de junio de 1966. En los enunciados políticos que llegan al público se habla  de  poner en marcha la Revolución Argentina que, por encima de la Constitución y de los partidos políticos, aseguren  al país la meta de sus destinos históricos.

El simple ciudadano, aunque desilusionado de tantas promesas políticas de los últimos años, parecería dispuesto a alentar la nueva empresa debla Revolución Argentina. Pero tenía derecho a preguntarse: ¿Reúne antecedentes el  general Onganía, sobre el cual ha de descansar casi exclusivamente la  misma, como para abrigar en la empresa alguna esperanza de éxito? La respuesta no resultaba fácil, ya que tampoco era fácil caracterizar el famoso movimiento de los “azules” que dio nombradía al Gral. Onganía. ¿Qué eran en definitiva los “azules” que contaban con el aplauso y admiración de los Mariano Grondona y de todos los conocidos “plumíferos” de “Primera Plana”? Un movimiento destinado a desplazar a los “colorados” porque estos habían defenestrado a Frondizi ¿podía dejar de tener vinculaciones con Frondizi? ¿No serían los “azules” la guardia pretoriana de un frondicismo vergonzante cuya cabeza vivible sería el presidente Guido?

Por mucho que se pusiera de fachada a la Revolución del Gral. Onganía una “derecha católica”, el juego saltaba a la vista, sobre todo cuando era verdad sabida que en los novísimos planes de la “Revolución Mundial” entraba la estratagema de disfrazar con “derecha católica” la subversión de la Sinarquía internacional. De aquí podría deducirse como verdad cierta que la Revolución del  general Onganía había de orientarse en el camino de la Sinarquía mundial que, en estos momentos, florecía en la Francia de De Gaulle y en la España del ya famoso “Opus”.

En sus cuatro primeros meses de vida la Revolución del general Onganía no acertó a definirse en ningún plano. No podría ser caracterizada ni de liberal ni de socialista, ni de empresarial ni de popular, ni de militar ni de civil, no de sinárquica ni de antisinárquica, ni de constitucional ni de revolucionaria. Era una Revolución sin definición, sin programa político y sin equipo ministerial homogéneo. Sin embargo, el gobierno cumplió algunas medidas negativas que, aunque puedan ser consideradas buenas en sí mismas, pueden dejar de serlo y tornarse malas sino van acompañadas de otras igualmente positivas. Nos referimos señaladamente, entre otras, a la intervención a las Universidades y al cierre de los ingenios de Tucumán.

Así las cosas, se produce el 7 de noviembre, en medio de nacional expectativa, la conferencia del general Onganía por la cual el país se entera con estupor de que si antes. “en el pasado la política consistió en exportar los excedentes una vez cubiertas las necesidades del consumo” (La Nación, 8-11-66), “la tónica ahora consistirá en exportar todo lo que se pueda y consumir el remanente” (ibid). En esta pequeña frase se resume todo el discurso y programa. Así a de resultar que la Revolución del general Onganía tirará por la ventana la ingente riqueza nacional que irá a poder de los monopolios internacionales, monopolios de la moneda, de la carne, de los cereales, de la lana.

No podía caracterizar el general Onganía en forma más gráfica el destino final de la Revolución, que será el de servir a los intereses esquilmadores de los traficantes internacionales, los cuales a su vez están dentro de la trama de lo que se conoce con el nombre de “Revolución Mundial”.

 El general Onganía podrá tener buenos propósitos de gobierno, pero ellos no podrán materializarse mientras no corte todas las ataduras que –quiéralo él o no- le tienen  atado a la Revolución Mundial.

Es perfectamente inútil enjuiciar el programa gubernativo de la Revolución del Gral. Omganía. Porque este enjuiciamiento está implícito en la Conferencia “El conflicto dólar-oro y la Revolución Mundial”, y sobre todo porque está inscripto en la memoria de los argentinos que no pueden olvidar el catastrófico programa de “liberalización” emprendido primero por la Revolución Libertadora y luego por el gobierno de Frondizi.

Baste decir que con el discurso del Gral. Onganía del 7-11-66, la Revolución Argentina se ha levantado contra el bienestar de la Patria y de los argentinos, y se ha convertido en despreciable apéndice de la Revolución Mundial.

Pero la base de la Patria –su suelo y su pueblo- sabrán sobreponerse a esta nueva frustración. .*

Presencia.

¡Dios oiga nuestros ruegos!

 

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