martes, 14 de abril de 2020


¡OJO CON EL LIBERALISMO!

“…la Dictadura para ellos es una mala palabra; en lo cual se contradicen brutalmente, pero por fuera solamente; porque en el fondo lo que ellos quieren es la dictadura para ellos;  la dictadura con la cara de libertad….”             Padre Castellani.

A continuación reproduzco unos párrafos de una clase de Filosofía, dictada por el inolvidable profesor, mártir nacionalista, Jordán Bruno Genta, impresa en su libro “La Idea y las ideologías”, anatematizan-do  al liberalismo; debido a que en el prestigioso canal TLV1, que recomiendo vivamente, dirigido por el camarada Juan Manuel Soaje Pinto, se le otorga bastante espacio a un señor que se declara extremadamente liberal, con su consecuente rechazo a los dogmas declarados por la Iglesia.             Sus afirmaciones son extrañas, además, al nacionalismo; o sea a la realidad histórica argentina.

27º  Clase.

Sócrates insiste  en agotar todos los argumentos posibles, hasta aquellos prácticamente más fuertes e impresionantes que Protágoras puede esgrimir en defensa de su doctrina, a fin de que la refutación sea completa y definitiva. Corresponde anticipar que no obstante el carácter definitivo de la refutación socrática, la sofística reaparece siempre de nuevo y goza de una popularidad indiscutible, porque es el método para los fáciles triunfos en los negocios humanos, habida cuenta de la eficacia práctica de la simulación, del engaño, de las seductoras apariencias, de la economía del esfuerzo y de los acomodos oportunistas.

¿Acaso los prudentes que se usan y los numerosos partidarios del mal menor tienen otro maestro que Protágoras?

Una notoria falta de visión académica ampliamente difundida en los medios escolares de nuestro mundo occidental, impide, o hace difícil, por lo menos, el justo reconocimiento de Protágoras como padre del liberalismo en todos los órdenes teóricos y prácticos. El liberalismo moderno procede del Gran Sofista, tanto como el liberalismo de sus contemporáneos de la antigua Grecia.

Liberalismo quiere decir siempre lo mismo: odio incurable a toda autoridad legítima, así en el pensamiento como en la conducta. Una autoridad ilegítima, falsa, aparente es, en cambio, tolerable y hasta digna de los mejores auspicios liberales; nada más lógico puesto que una falsa autoridad es una real falta de autoridad y, además, un escarnio del principio de autoridad.

La supresión de la autoridad, esto es, de toda superioridad teórica y práctica, se consigue real y verdaderamente hasta donde es posible violentar el régimen natural de las cosas, por medio de una apariencia de autoridad y de ordenación jerárquica. Y así se llega a un estado de anarquía y confusión extremos dentro de una aparente organización constitucional y de una codificación artificiosa de códigos y reglamentos que parecen contemplar hasta el más mínimo detalle.

Todo está mezclado y confundido con todo: creencias, filosofías, artes, costumbres o usos, razas, sexos, edades, en un cosmopolitismo de feria de vanidades divinas y humanas donde todo vale igual y es igualmente respetable porque nada vale nada ni se respeta nada. He aquí el ambiente propicio para la sagrada libertad que preconiza el liberalismo; en esa Babel del espíritu se siente, por fin, libre  y se acomoda sin trabas ni escrúpulos de ninguna  clase .

Liberalismo quiere decir, pues, una inteligencia liberada de las odiosas definiciones y una voluntad libre de tener que decidirse y comprometerse definitivamente en nada.

Pretender que la inteligencia defina, diga lo que es, el ser uno y el mismo de las cosas, es un propósito dogmático, totalitario y opresivo que repugna a la libertad. ¿Porque una opinión ha de valer más que otra cualquiera? ¿Qué significa declarar que un juicio es verdadero y que otros son falsos? O, ¿Qué es eso de proclamar que hay una Religión verdadera y que las otras son falsas?

Tan sólo un espíritu sectario, fanático, regresivo y oscurantista puede hablar de la Verdad, del Bien, de la Belleza y de la Justicia con carácter absoluto: no hay ni debe haber esencia de nada y, por lo tanto, no puede ni debe haber definición.

Esto quiere decir que la inteligencia humana no tiene su objeto propio en definir, en declarar lo que es, puesto “que todo está en movimiento, y que las cosas son para los particulares y para los Estados tales como ellas les parecen”; tal como repite incansablemente Protágoras…. […].

Comentario del blog: el liberalismo, desde Protágoras hasta nuestros tristes días argentinos:

Ese señor liberal, repudia históricamente al hispanismo y al catolicismo, según lo escuché decir, empleando lugares comunes plagados de errores filosóficos e históricos, tan obsoletos y agresivos que se tornan risibles; siendo idénticos a los argumentos que los hermanos ‘tres puntos’ persisten en avivar.

Seguramente, al repudiar también nuestra tradición federal y rosista, y la autoridad paternal política de nuestros Caudillos, que fueron la gloria de nuestra nación, se identifica con los adoradores de la diosa Libertad, dogmática y asesina; por lo cual, en la época argentinista de don Juan Manuel, hubiera podido tener de compinches a Gutiérrez, Echeverría, y demás liberales, como es de suponer.

El liberalismo, en cualquiera de sus grados es enemigo del nacionalismo y del catolicismo. El liberalismo es un pecado patriótico y religioso; es verdaderamente una apostasía. Surge del error sacrílego de anteponer esa diosa sobre el Dios verdadero, siendo sus consecuencias erróneas y nefastas. El poderoso, y las naciones poderosas, pueden así libremente aplastar al débil, según enseña el Pecado original. El liberalismo, al desconocerlo, cae necesariamente en el absolutismo de las países ‘iluminados’, ‘democráticos’ o marxistas. La política del pasado siglo XX lo evidencia.

Por otra parte, este señor cuenta con una extensa información política realmente muy valiosa, que yo realmente valoro. Pero carece de formación política y religiosa. Esto es muy de lamentar, considerando su inteligencia y sus mejores intenciones, pues se torna intratable.

Sus comentarios a los hechos que descubre al no estar bien fundados y dirigidos, pueden fácilmente confundir a algunos televidentes, pues el liberalismo es una ideología demagógica que prende fácilmente en los seres ablandados por la ‘democracia’; que tanto abundan en nuestro país.

Esta postura es muy peligrosa, pues algún nacionalista, exageradamente complaciente, de gran ‘viveza’ política, podría encontrar fácilmente coincidencias, en algunos pocos y muy determinadas puntos, fuera de contexto, con liberales, masones, protestantes, marxistas o judíos; al costo de abandonar parte de su doctrina para establecer un absurdo contubernio ecuménico. Tal cual propone el Vaticano II con resultados catastróficos.  Tanto es así, que, desde su aplicación, la vigencia de las ideologías anti-nacionales aumentó enormemente en Argentina. La unión que de allí resulte será nula, porque los principios y los fines son absolutamente opuestos entre sí.  Nadie gana y todos pierden en la confusión.

Las palabras del profesor Genta sobre la nefasta teoría liberal, permanente arma anglosajona, son bien explícitas y claras, y definidamente nacionalistas. Por tanto, los nacionalistas debemos ser intransigentes y rechazar toda forma de liberalismo.


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