La soledad y el
silencio fortalecieron la personalidad del Caudillo martirizado y lo preservaron del exhibicionismo democrático. Con las siguientes palabras,
JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA
nos
ofreció la intimidad de su pensamiento magnánimo, para que sirva de ejemplo a los
nacionalistas que luchan por sus mismos ideales de:
DIOS,
PATRIA, PAN Y JUSTICIA.
Cuando
se llega a una posición política, a través del camino dramático que he tenido
que seguir, sufriendo muchas cosas en lo más vivo de mi intimidad, no se sale
al mundo exterior, no deja uno su tranquilidad, su vocación, sus medios
normales de vida, la posibilidad de cultivar el espíritu, de vivir fuera del
ruido, en ese silencio donde se sacan las únicas obras fecundas y perdurables,
para darse el gusto de levantar el brazo o fomentar el humor de tal o cual
ministro de la Gobernación. […].
Nuestro
tiempo no da cuartel. Nos ha correspondido un destino de guerra en el que hay
que dejar sin regateos la piel y las entrañas. Por fidelidad a nuestro destino andamos
de lugar en lugar soportando el rubor de las exhibiciones; teniendo que
proferir a gritos lo que elaboramos en la más silenciosa austeridad; padeciendo
la deformación de los que no nos entienden y de los que no nos quieren entender;
derrengándonos en este absurdo simulacro de conquistar la “opinión pública”, como
si el pueblo, que es capaz de amor y de cólera, pudiera ser colectivamente sujeto
de opinión. Todo eso es amargo y difícil, pero no será inútil…+
Extraído de: “Testimonios de José
Antonio”, de Enrique Pavón Pereyra; pg. 44.
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