jueves, 2 de febrero de 2017

Comentario copiado de la revista “ULISES” de abril 1966; escrito por Louis Salleron.
La política ecuménica protestante es tan  invariablemente  falsa que actualmente se puede definir su accionar con estas mismas palabras de Salleron escritas en 1960. Hoy día otros ridículos Ramsey visitarán el Vaticano con el mandil puesto, manifestación de supremo ecumenismo.

EL PROGRESISMO EN ACCIÓN.
RAMSEY
     
S
egún informaron abundantes crónicas, el Arzobispo de Canterbury y Primado de la Iglesia de Inglaterra, Dr. Arthur Michael Ramsey, efectuó una visita oficial al Sumo Pontífice, a fin de dar unos pasos a favor de la Unidad Cristiana.
     
Venimos observando que, mientras sólo de dar pasos” se trate –es decir, de viajar y hacer turismo- o de darse ecuménicos abrazos  en algún monasterio católico con pensión completa, los protestantes están encantados con este asunto de la Unión de las Iglesias. Pero ¡guay! que se les poda quieran dignarse revisar sus doctrinas heréticas! ¡Ah, no! Ellos nada tienen que corregir. Son los católicos los equivocados, es la Iglesia de Roma la intolerante la triunfalista, la anquilosada y la oscurantista. ¿No lo han reconocido acaso los mismos “expertos” del Concilio Vaticano?
     
Sabiendo de los aires de superioridad que se gastan los anglicanos cuando nos miran con lágrimas y nos llaman “papistas” porque obedecemos al Vicario de Cristo, tuvimos curiosidad por conocer a su representante, esperando encontrar en él alguna grandeza espiritual que justificara aquel orgullo y aquella suficiencia.
     
Y nos dimos con un viejito travieso y macaneador que, según informa La Nación del 27 de marzo, tiene en su haber las siguientes genialidades: “El sexo es algo limpio y divertido”; “La castidad no es una gran virtud”; “La mokini es el modo de expresión de la nueva generación”… ¡Basta!

Sospechamos que la unión con semejantes paparrucheros no hará ningún bien al catolicismo y que por eso el Espíritu Santo la está demorando, hasta que vengan tiempos (y agentes) mejores

Tratemos de imaginar la reunión con el Papa. El fiel hijo de Enrique VIII (aquel otro enemistado con la castidad por un ardiente motivo llamado Ana Bolena) no habrá podido con su genio y habrá largado media docena de disparates, mezclando a los dogmas con los Beatles, a la política con los Sacramentos y a la liturgia con las bikinis; todo ante la mirada angustiada de Pablo VI.

Luego de despedirlo, el Papa habrá corrido presurosa a su Capilla privada, habrá cerrado las puertas y, cayendo de rodillas frente al Sagrario con los brazos en cruz, habrá exclamado: “¡Señor! ¡Te lo suplico! ¡Antes de convertirlo al catolicismo, convierte a este buen hombre al sentido común! ¡Porque… demasiados locos tenemos ya en casa!”.+

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VATICANO  II

Los efectos del Concilio se verán más tarde. Por ahora sólo estamos viendo los efectos de un ciclón, Un clero que hace lo que le da la gana, órdenes religiosas en plena anarquía, seminarios donde se aprende la teología en Teilhard de Chardin, la filosofía en Marx y la espiritualidad en Freud, un clima general de modernismo y un progresismo que destruye la fe y las costumbres, mina las instituciones, desorienta a las familiias… un espíritu de iluminación gnóstica, panteísta, comunista, pacifista, que intenta transformar a la Iglesia en un hormiguero de sectas ridículas; todo esto y mucho más  se nos ha convertido en algo tan natural, que ya ni lo notamos. El Papa si lo advierte. Y cuando nos habla de sus preocupaciones “post-conciliares”, fácilmente podemos imaginarnos algunas…

¿Exageración? No lo creo.

¿Pesimismo? Los hechos son los hechos.+

Louis Salleron.