CONTINÚO MACHACANDO PARA ADVERTIR
EL PELIGRO ORIGINADO POR LA INVASIÓN DE LAS FRAUDULENTAS SECTAS PROTESTANTES,
QUINTA COLUMNA DEL IMPERIALISMO, CONTRA LA IDENTIDAD NACIONAL ,
Y CONTRA LA SACRALIDAD DE NUESTRA
RELIGIÓN; (TODO ESTO MUY DEL ‘GUSTO’ DE
BERGOGLIO).
(Publicado en la revista VERBO Nº 190; 1979)
SOCIOLOGÍA DEL
PROTESTANTISMO
EL PROTESTANTISMO COMO
NATURALIZACIÓN DEL CRISTIANISMO
MiGUEL PORADOWSKI
L
|
as
ideas, como los hombres, tienen su vida y sus luchas. De manera parecida a los
hombres, se combaten mutuamente. Hay ideas celosas, las que no se resignan
nunca a convivir pacíficamente con las otras,
sino que se esfuerzan por dominar
en exclusividad a las almas y a los corazones humanos. De las ideas nacen culturas, las que con
frecuencia heredan de sus progenitores
esta pasión de dominio y de exclusividad. La lucha de ideas es frecuentemente
seguida por el combate de las culturas.
Estas luchas se manifiestan especialmente
entre las religiones. Cada religión, y
especialmente si al mismo tiempo tiene carácter de una cosmovisión, se esfuerza
por dominar por completo el corazón del hombre que la profesa; cada religión
desea transformar cada creyente en un servidor.
Los resultados de estas luchas de ideas,
de culturas y de religiones son diversas. Cuando la fuerza de los combatientes
son desiguales, con facilidad se impone el más fuerte. El vencedor, sin embargo, no siempre mata al
vencido; a veces hace de él su esclavo. En este caso tiene lugar el fenómeno
sociológico de la asimilación, el cual no siempre consiste en hacerse parecido,
como lo sugiere el mismo término, sino más bien en la apropiación, en el
apoderamiento y la absorción por el
vencedor de los valores del vencido. Evidentemente, no todo siempre resulta
“digerible” y, por eso, el proceso de asimilación, a veces, tiene que ser precedido por el proceso de
selección y eliminación de los elementos
indeseables.
A veces, durante estas largas luchas de
ideas, culturas o religiones, es difícil darse cuenta quien será el vencedor y
quién el vencido; quien asimilador y quien asimilado.
El cristianismo, como idea, religión,
cosmovisión y, generada por ellas, civilización, se lanzó a la conquista del
mundo. Donde ha vencido y asimilado las ideas, culturas, religiones y
civilizaciones encontradas, se presenta como catolicismo; donde, por el
momento, ha perdido la batalla y ha sido asimilado por otras religiones y civilizaciones, se presenta como herejías o
cismas.
Las herejías de origen cristiano y los cismas
son, en realidad, el cristianismo asimilado por otras religiones y
civilizaciones. Sin innumerables, pero entre ellas hay dos que constituyen un
ejemplo muy elocuente, a saber: el
protestantismo y la ortodoxia. El primero es el asimilado por el germanismo judaizado;
la segunda es el cristianismo asimilado por las civilizaciones bizantina primero
y turánica después.
La lucha del cristianismo con las
creencias germánicas duró un largo tiempo, casi 15 siglos. Los resultados de
este combate se hicieron evidentes sólo al final del siglo XV, cuando estalló
la rebelión protestante (1). Todo lo profundamente cristianizado, es decir lo
asimilado por el cristianismo, se quedó en la Iglesia católica-romana,
mientras, donde el cristianismo fue
asimilado por las creencias y culturas locales, se separó de la Iglesia católica-romana y
se manifestó como el protestantismo. (2).
El proceso de asimilación del cristianismo
por las creencias germánicas muy
judaizadas está precedido por un largo proceso de selección y de eliminación de
todo lo incompatible con lo germánico judaizado; no todo el cristianismo, pues, está asimilado por lo germánico
judaizado, sino exclusivamente los elementos cristianos que cuadraban bien con
la idiosincrasia germánica judaizada, sólo lo que, para el germanismo
judaizado, se presentaba “digerible”; lo demás está rechazado.
Conviene entonces ver si ha quedado algo
de esencial en el cristianismo asimilado por el germanismo judaizado y, por
consiguiente, si hay algo esencial del cristianismo en el protestantismo.
Recordemos pues, cuáles son los elementos
esenciales en el cristianismo y veamos si estos elementos se encuentran en el
protestantismo.
Manteniéndose siempre dentro de un
análisis sociológico, es decir solamente desde el punto de vista de la
sociología de la religión, hay que constatar que la religión cristiana difiere
de todas las otras religiones, principalmente por su carácter sobrenatural. El
cristianismo se considera a sí mismo no solamente como una religión revelada,
sino también como una religión sobrenatural; no es entonces una obra humana, no
es el producto del espíritu humano (como lo quisiera Kant) o de la cultura
humana, sino que es dado al hombre por Dios; es esencialmente una obra divina,
pues su fundador es Cristo, el Dios encarnado (es humana solamente en el
sentido de que, siendo Dios su fundador, hombre-Dios, y todo lo que El hace es
divino-humano) y siendo el cristianismo
una religión sobrenatural, lo más importante y lo más esencial en él, es la
vida espiritual sobrenatural, es decir Cristo mismo, la gracia increada, que se
comunica a los creyentes bautizados por los sacramentos. Pues bien, entre la
mayoría de los protestantes predomina el concepto del cristianismo como una
religión natural y no sobrenatural lo que se manifiesta en el rechazo por parte
del protestantismo de casi todos los
sacramentos, menos el bautismo.
En segundo lugar, el cristianismo
difiere de las otras religiones por ser
una religión institucionalizada en forma de Iglesia, fundada en Cristo y por
Cristo, pues es concebida no solamente como una organización y comunión de los
fieles entre sí, sino como una sociedad sobrenatural, de hombres y de Dios unidos en el misterioso Corpus Misticum,
Christi, un organismo (3) vivo, espiritual, sobrenatural, que transciende
este mundo temporal, pues abarca tanto a los que luchan en la tierra por el Reino de Dios en los
corazones humanos (Ecclesia militans)
y a los que todavía, en el Purgatorio, por el purificador sufrimiento, se
preparan al encuentro con Dios y a la convivencia con Él en la felicidad eterna
del Cielo (Ecclesia patiens), como
también se extiende a los que ya están en el Cielo y son la “mayoría” (no solamente en el sentido
cuantitativo sino ante todo cualitativo) de este Cuerpo Místico, con el mismo
Cristo, la Santísima Virgen
María, los Apóstoles y los Santos a la cabeza (Ecclesia triumfans).
Tampoco hay nada de eso en el
protestantismo, pues éste, rompiendo con Roma y con la Iglesia visible, rompió no
solamente con la Iglesia
como institución temporal, humana, histórica, como una comunidad de los
creyentes en Cristo, sino también con la Iglesia como organismo vivo sobrenatural, como el
Cuerpo Místico de Cristo (pues lo uno e inseparable de lo otro) y por eso el
protestantismo es solamente una comunidad de los fieles, una realidad
natural, temporal, una sociedad de los creyentes en Cristo, como
cualquier otra asociación religiosa o de culto. El protestantismo, rompiendo
con la Iglesia ,
rompió con Cristo vivo (sólo se quedó con el Cristo histórico), con la vida
espiritual, sobrenatural. Dejó de ser la vida espiritual-sobrenatural; sólo es
una cosmovisión, una filosofía de la vida una creencia y un conjunto de ceremonias
de culto (4).
En tercer lugar, el cristianismo es un
conjunto de dogmas y de principios morales. Pues bien, muchísimos dogmas de la
fe cristiana fueron rechazados inmediatamente por el protestantismo,
otros, poco a poco, fueron abandonados a
lo largo de los siglos, y otros los interpretan de tal manera que poco de ellos
quedó intacto. Incluso los dogmas centrales del cristianismo, el de la Santísima Trinidad y el del mismo Cristo, Hombre-Dios, llegaron
a ser, en el protestantismo, discutibles y presentados de distintas maneras,
según las diferentes sectas, habiendo sectas que lo rechazaron por completo.
Respecto a la ética cristiana, la
situación tampoco se presenta mejor, a pesar de que hay apariencias a las que
el protestantismo da mucha importancia, incluso, en algunos casos, mayor que a
los dogmas.
Al respecto hay que recordar que la ética
cristiana no es solamente, como las otras éticas un conjunto de principios
morales de conducta individual y social, codificados, sistematizados, que
obligan a los creyentes; es mucho más, ya que es, ante todo, una vida según la
fe, una aplicación práctica del dogma, es el mismo dogma vivido, realizado en
la vida de cada día , en la acción; es el dogma realizado en la vida diaria del
cristianismo. Por eso no se la puede nunca codificar plenamente, presentar en
fórmulas, en prescripciones concretas. La ética cristiana es estable en sus
principios, en su fuentes, en los dogmas sobre los cuales está basada, pero es
cambiable, viva, elástica, en la práctica, en sus aplicaciones. Nada más ajeno
a la ética cristiana que el formulismo; no son las fórmulas, sino la recta
conciencia que debería decidir en cada caso concreto. Cada exigencia moral
cristiana está basada sobre los dogmas; la ética cristiana es la aplicación práctica del dogma en la
variadas situaciones de la vida diaria.
Pues bien, el protestantismo abandonó los
dogmas cristianos y entonces no está en condiciones de formar las conciencias y
de capacitar a los fieles para sacar personalmente, en cada circunstancias,
conclusiones adecuadas de los principios
de la fe, para la conducta diaria. De
ahí que, como el judaísmo acabara en el concepto de ética estática, como un
conjunto de fórmulas cada día menos justificadas, porque menos fundadas sobre
los dogmas, a medida que estos dogmas eran abandonados.
Por el abandono de los dogmas, la moral
protestante perdió los fundamentos y con eso perdió también su motivación:
quedó en el vacío. Al principio, en los primeros años, e incluso siglos, tenía
todavía fuerza por tradición, por inercia, e incluso, en muchos casos, se
presentaba más exigente que la moral católica.
Sin embargo, con el correr del tiempo, secularizándose, se transformó en
un código de normas de buenas costumbres para la gente culta y… nada más. Una
vez laicizada, separada de los dogmas e incluso de la fe misma, deviene un conjunto de
costumbres que- como todas las
costumbres- pueden ser abandonadas o, al menos, cambiadas. El capital moral
acumulado por las generaciones anteriores
que todavía vivían de la fe , de los dogmas, al no ser renovado, poco a poco se
agota. De ahí el fenómeno de la relajación de las costumbres en las sociedades
protestantes en los últimos tiempos, mientras que, entre los católicos la
relajación de las costumbres es siempre un fenómeno pasajero, pues rápidamente se vuelve a las fuentes, al
dogma, como la base de la moral inmutable entre los protestantes es un fenómeno
irreversible, pues no hay a qué volver cuando las fuentes se secaron para
siempre por el abandono del dogma. Por algún tiempo se puede recurrir al
fariseísmo o servirse de la hipocresía,
pero, tarde o temprano, viene al abierto laicismo, es decir una franca y
completa ruptura con el cristianismo.
Parece evidente, entonces, que el protestantismo no contiene nada de lo
esencial del cristianismo, pues la conservación solamente de la ética
cristiana, pero debilitada al máximo por el abandono de los dogmas, no basta
para que se pueda reconocerlo como
religión cristiana, es decir, revelada. Incluso muchos de los protestantes francamente constatan que ellos consideran al
cristianismo como la más bella y la más sublime religión, pero puramente
humana, un producto de la cultura, el más valioso y el más precioso tesoro de
la humanidad, el más exquisito logro del espíritu humano… y nada más.
Hay gente que no cuestiona el carácter
cristiano del protestantismo en razón, solamente, de que consideran como
indiscutible el hecho de que el
protestantismo guarda y respeta el Decálogo. Y es verdad que casi todas las
sectas protestantes respetan sincera y
seriamente el Decálogo, a pesar de que lo interpretan de distintas maneras.
Pero cabe preguntarse: el acatamiento
del Decálogo, por muy serio y severo que sea ¿es índice de lo cristiano? Es
evidente que no, pues el Decálogo no es algo específicamente cristiano; es dado
por Dios a todos los hombres, de todos los tiempos, de todas las culturas. El
Decálogo es solamente una expresa y concreta formulación del derecho natural,
el cual obliga a todos y no solamente a
los mosaístas y cristianos; es lo mínimo que cada hombre, para poder llevar una
vida humana (y no la de un animal) tiene que observar; es una forma, la escrita
en las piedras de Moisés, de la ley natural, grabada por Dios en el corazón de cada
hombre, como nos lo recuerda San Pablo en su carta a los romanos; es el minimum
sin el cual el hombre deja de ser hombre, rebajándose concientemente al nivel
de la bestia, y haciéndose peor que los animales, como lo dice Santo Tomás: Malus homo peior bestiae et plus nocet (IIa.
IIae., 64, 2 ad 3) y todos tienen que darle la razón.
El Decálogo, pues, obliga no solamente a
los cristianos y a los judíos, sino a todos los hombres, y su acatamiento por
los protestantes no puede ser considerado como prueba de fidelidad al
cristianismo, sino de fidelidad a la moral natural. Para ser cristiano se
necesita algo más que vivir según el Decálogo; se necesita tener la fe en
Cristo, el Verbo encarnado, y vivir según esta fe, según las enseñanzas de
Cristo, según su nueva ley, la ley del amor, lo cual no es posible sin la ayuda
de Cristo, y cuya fe Él nos otorga con su gracia santificante por los
sacramentos, pues con sus propias fuerzas el hombre no es capaz de llevar este tipo de vida espiritual. Hemos visto que
todo eso está ausente en el protestantismo.
El cristianismo protestante no es un
cristianismo verdadero; es un sucedáneo del cristianismo, un sucedáneo muy
peligroso y dañino, pues los que lo reciben con
buena fe están convencidos de que reciben no el sucedáneo sino lo
auténtico, y así quedan engañados. Lo peor es que este falso cristianismo,
tomado por el verdadero, actúa como vacuna contra la auténtica evangelización.
Así como un organismo biológico, al ser
vacunado, se hace resistente contra el virus
o bacteria respectivos, los pueblos protestantes, por la ”vacuna” protestante,
se hacen reacios a la aceptación del auténtico cristianismo. Es sabido que más
fácilmente reciben a los misioneros de la Iglesia los paganos que los pueblos ya convertidos
al protestantismo, y esto es válido tanto dentro como fuera de Europa.
Desde el punto de vista de la sociología
de la religión, el protestantismo se presenta como un conglomerado de elementos
del paganismo germánico, del judaísmo y del cristianismo. La proporción de
estos elementos es muy variada según las sectas. Algunas de ellas son más germánicas,
otras más judaicas y otras más cristianas, pero ninguna puede ser clasificada
como auténticamente cristiana.+
NOTAS:
(1).
La rebelión de Lutero es solamente una entre muchísimas otra rebeliones,
anteriores a él, especialmente en Holanda.
(2).
Como otro ejemplo ilustrativo se puede
mencionar el mahometanismo el cual, desde este punto de vista, es la
asimilación por las creencias monoteísmo
árabes, de un cristianismo previamente y casi por completo judaizado.
(3).
La Iglesia es la única sociedad humana que puede ser
comparada, sin restricciones, al organismo biológico.
(4).
Lo que no excluye la posibilidad de que, cada protestante de buena fe,
válidamente bautizado, pertenezca individualmente al Cuerpo Místico de Cristo.