lunes, 9 de mayo de 2016

CONTINÚO MACHACANDO  PARA ADVERTIR  EL PELIGRO ORIGINADO POR LA INVASIÓN DE LAS FRAUDULENTAS SECTAS PROTESTANTES, QUINTA COLUMNA DEL IMPERIALISMO,  CONTRA LA IDENTIDAD NACIONAL, Y CONTRA LA  SACRALIDAD DE NUESTRA RELIGIÓN; (TODO ESTO  MUY DEL ‘GUSTO’ DE BERGOGLIO).
(Publicado en la revista VERBO Nº 190; 1979)

SOCIOLOGÍA DEL PROTESTANTISMO
EL PROTESTANTISMO COMO NATURALIZACIÓN DEL CRISTIANISMO
MiGUEL PORADOWSKI

L
as ideas, como los hombres, tienen su vida y sus luchas. De manera parecida a los hombres, se combaten mutuamente. Hay ideas celosas, las que no se resignan nunca a convivir pacíficamente con las otras,  sino que se esfuerzan  por dominar en exclusividad a las almas y a los corazones humanos.  De las ideas nacen culturas, las que con frecuencia  heredan de sus progenitores esta pasión de dominio y de exclusividad. La lucha de ideas es frecuentemente seguida por el combate de las culturas.
      Estas luchas se manifiestan especialmente entre las religiones.  Cada religión, y especialmente si al mismo tiempo tiene carácter de una cosmovisión, se esfuerza por dominar por completo el corazón del hombre que la profesa; cada religión desea transformar cada creyente en un servidor. 
      Los resultados de estas luchas de ideas, de culturas y de religiones son diversas. Cuando la fuerza de los combatientes son desiguales, con facilidad se impone el más fuerte.  El vencedor, sin embargo, no siempre mata al vencido; a veces hace de él su esclavo. En este caso tiene lugar el fenómeno sociológico de la asimilación, el cual no siempre consiste en hacerse parecido, como lo sugiere el mismo término, sino más bien en la apropiación, en el apoderamiento  y la absorción por el vencedor de los valores del vencido. Evidentemente, no todo siempre resulta “digerible” y, por eso, el proceso de asimilación, a veces, tiene  que ser precedido por el proceso de selección  y eliminación de los elementos indeseables.
      A veces, durante estas largas luchas de ideas, culturas o religiones, es difícil darse cuenta quien será el vencedor y quién el vencido; quien asimilador y quien asimilado.
      El cristianismo, como idea, religión, cosmovisión y, generada por ellas, civilización, se lanzó a la conquista del mundo. Donde ha vencido y asimilado las ideas, culturas, religiones y civilizaciones encontradas, se presenta como catolicismo; donde, por el momento, ha perdido la batalla y ha sido asimilado por otras religiones  y civilizaciones, se presenta como herejías o cismas.
      Las herejías de origen cristiano y los cismas son, en realidad, el cristianismo asimilado por otras religiones y civilizaciones. Sin innumerables, pero entre ellas hay dos que constituyen un ejemplo muy elocuente, a saber:  el protestantismo y la ortodoxia. El primero es el asimilado por el germanismo judaizado; la segunda es el cristianismo asimilado por las civilizaciones bizantina primero y turánica después.
      La lucha del cristianismo con las creencias germánicas duró un largo tiempo, casi 15 siglos. Los resultados de este combate se hicieron evidentes sólo al final del siglo XV, cuando estalló la rebelión protestante (1). Todo lo profundamente cristianizado, es decir lo asimilado por el cristianismo, se quedó en la Iglesia católica-romana, mientras, donde  el cristianismo fue asimilado por las creencias y culturas locales, se separó de la Iglesia católica-romana y se manifestó como el protestantismo. (2).
      El proceso de asimilación del cristianismo por las creencias germánicas  muy judaizadas está precedido por un largo proceso de selección y de eliminación de todo lo incompatible con lo germánico judaizado; no todo el cristianismo, pues, está asimilado por lo germánico judaizado, sino exclusivamente los elementos cristianos que cuadraban bien con la idiosincrasia germánica judaizada, sólo lo que, para el germanismo judaizado, se presentaba “digerible”; lo demás está rechazado.
      Conviene entonces ver si ha quedado algo de esencial en el cristianismo asimilado por el germanismo judaizado y, por consiguiente, si hay algo esencial del cristianismo en el protestantismo.

      Recordemos pues, cuáles son los elementos esenciales en el cristianismo y veamos si estos elementos se encuentran en el protestantismo.
      Manteniéndose siempre dentro de un análisis sociológico, es decir solamente desde el punto de vista de la sociología de la religión, hay que constatar que la religión cristiana difiere de todas las otras religiones, principalmente por su carácter sobrenatural. El cristianismo se considera a sí mismo no solamente como una religión revelada, sino también como una religión sobrenatural; no es entonces una obra humana, no es el producto del espíritu humano (como lo quisiera Kant) o de la cultura humana, sino que es dado al hombre por Dios; es esencialmente una obra divina, pues su fundador es Cristo, el Dios encarnado (es humana solamente en el sentido de que, siendo Dios su fundador, hombre-Dios, y todo lo que El hace es divino-humano)  y siendo el cristianismo una religión sobrenatural, lo más importante y lo más esencial en él, es la vida espiritual sobrenatural, es decir Cristo mismo, la gracia increada, que se comunica a los creyentes bautizados por los sacramentos. Pues bien, entre la mayoría de los protestantes predomina el concepto del cristianismo como una religión natural y no sobrenatural lo que se manifiesta en el rechazo por parte del protestantismo  de casi todos los sacramentos, menos el bautismo.
      En segundo lugar, el cristianismo difiere  de las otras religiones por ser una religión institucionalizada en forma de Iglesia, fundada en Cristo y por Cristo, pues es concebida no solamente como una organización y comunión de los fieles entre sí, sino como una sociedad sobrenatural, de hombres y de Dios  unidos en el misterioso  Corpus Misticum, Christi, un organismo (3) vivo, espiritual, sobrenatural, que transciende este mundo temporal, pues abarca tanto a los que luchan  en la tierra por el Reino de Dios en los corazones humanos (Ecclesia militans) y a los que todavía, en el Purgatorio, por el purificador sufrimiento, se preparan al encuentro con Dios y a la convivencia con Él en la felicidad eterna del Cielo (Ecclesia patiens), como también se extiende a los que ya están en el Cielo y son la  “mayoría” (no solamente en el sentido cuantitativo sino ante todo cualitativo) de este Cuerpo Místico, con el mismo Cristo, la Santísima Virgen María, los Apóstoles y los Santos a la cabeza (Ecclesia triumfans).
      Tampoco hay nada de eso en el protestantismo, pues éste, rompiendo con Roma y con la Iglesia visible, rompió no solamente con la Iglesia como institución temporal, humana, histórica, como una comunidad de los creyentes en Cristo, sino también con la Iglesia como organismo vivo sobrenatural, como el Cuerpo Místico de Cristo (pues lo uno e inseparable de lo otro) y por eso el protestantismo es solamente una comunidad de los fieles, una realidad natural,  temporal,  una sociedad de los creyentes en Cristo, como cualquier otra asociación religiosa o de culto. El protestantismo, rompiendo con la Iglesia, rompió con Cristo vivo (sólo se quedó con el Cristo histórico), con la vida espiritual, sobrenatural. Dejó de ser la vida espiritual-sobrenatural; sólo es una cosmovisión, una filosofía de la vida una creencia y un conjunto de ceremonias de culto (4).
     En tercer lugar, el cristianismo es un conjunto de dogmas y de principios morales. Pues bien, muchísimos dogmas de la fe cristiana fueron rechazados inmediatamente por el protestantismo, otros,  poco a poco, fueron abandonados a lo largo de los siglos, y otros los interpretan de tal manera que poco de ellos quedó intacto. Incluso los dogmas centrales del cristianismo, el de la Santísima Trinidad  y el del mismo Cristo, Hombre-Dios, llegaron a ser, en el protestantismo, discutibles y presentados de distintas maneras, según las diferentes sectas, habiendo sectas que lo rechazaron por completo.
      Respecto a la ética cristiana, la situación tampoco se presenta mejor, a pesar de que hay apariencias a las que el protestantismo da mucha importancia, incluso, en algunos casos, mayor que a los dogmas.
      Al respecto hay que recordar que la ética cristiana no es solamente, como las otras éticas un conjunto de principios morales de conducta individual y social, codificados, sistematizados, que obligan a los creyentes; es mucho más, ya que es, ante todo, una vida según la fe, una aplicación práctica del dogma, es el mismo dogma vivido, realizado en la vida de cada día , en la acción; es el dogma realizado en la vida diaria del cristianismo. Por eso no se la puede nunca codificar plenamente, presentar en fórmulas, en prescripciones concretas. La ética cristiana es estable en sus principios, en su fuentes, en los dogmas sobre los cuales está basada, pero es cambiable, viva, elástica, en la práctica, en sus aplicaciones. Nada más ajeno a la ética cristiana que el formulismo; no son las fórmulas, sino la recta conciencia que debería decidir en cada caso concreto. Cada exigencia moral cristiana está basada sobre los dogmas; la ética cristiana  es la aplicación práctica del dogma en la variadas situaciones de la vida diaria.
      Pues bien, el protestantismo abandonó los dogmas cristianos y entonces no está en condiciones de formar las conciencias y de capacitar a los fieles para sacar personalmente, en cada circunstancias, conclusiones adecuadas  de los principios de la fe, para la conducta diaria.  De ahí que, como el judaísmo acabara en el concepto de ética estática, como un conjunto de fórmulas cada día menos justificadas, porque menos fundadas sobre los dogmas, a medida que estos dogmas eran abandonados.
     Por el abandono de los dogmas, la moral protestante perdió los fundamentos y con eso perdió también su motivación: quedó en el vacío. Al principio, en los primeros años, e incluso siglos, tenía todavía fuerza por tradición, por inercia, e incluso, en muchos casos, se presentaba más exigente que la moral católica.  Sin embargo, con el correr del tiempo, secularizándose, se transformó en un código de normas de buenas costumbres para la gente culta y… nada más. Una vez laicizada, separada de los dogmas e incluso de  la fe misma, deviene un conjunto de costumbres  que- como todas las costumbres- pueden ser abandonadas o, al menos, cambiadas. El capital moral acumulado  por las generaciones anteriores que todavía vivían de la fe , de los dogmas, al no ser renovado, poco a poco se agota. De ahí el fenómeno de la relajación de las costumbres en las sociedades protestantes en los últimos tiempos, mientras que, entre los católicos la relajación de las costumbres es siempre un fenómeno pasajero, pues  rápidamente se vuelve a las fuentes, al dogma, como la base de la moral inmutable entre los protestantes es un fenómeno irreversible, pues no hay a qué volver cuando las fuentes se secaron para siempre por el abandono del dogma. Por algún tiempo se puede recurrir al fariseísmo o servirse de la hipocresía,  pero, tarde o temprano, viene al abierto laicismo, es decir una franca y completa ruptura con el cristianismo.
      Parece evidente, entonces,  que el protestantismo no contiene nada de lo esencial del cristianismo, pues la conservación solamente de la ética cristiana, pero debilitada al máximo por el abandono de los dogmas, no basta para que se  pueda reconocerlo como religión cristiana, es decir, revelada. Incluso muchos de los protestantes  francamente constatan que ellos consideran al cristianismo como la más bella y la más sublime religión, pero puramente humana, un producto de la cultura, el más valioso y el más precioso tesoro de la humanidad, el más exquisito logro del espíritu humano… y nada más.
      Hay gente que no cuestiona el carácter cristiano del protestantismo en razón, solamente, de que consideran como indiscutible  el hecho de que el protestantismo guarda y respeta el Decálogo. Y es verdad que casi todas las sectas  protestantes respetan sincera y seriamente el Decálogo, a pesar de que lo interpretan de distintas maneras. Pero cabe preguntarse: el  acatamiento del Decálogo, por muy serio y severo que sea ¿es índice de lo cristiano? Es evidente que no, pues el Decálogo no es algo específicamente cristiano; es dado por Dios a todos los hombres, de todos los tiempos, de todas las culturas. El Decálogo es solamente una expresa y concreta formulación del derecho natural, el cual obliga a  todos y no solamente a los mosaístas y cristianos; es lo mínimo que cada hombre, para poder llevar una vida humana (y no la de un animal) tiene que observar; es una forma, la escrita en las piedras de Moisés, de la ley natural, grabada por Dios en el corazón de cada hombre, como nos lo recuerda San Pablo en su carta a los romanos; es el minimum sin el cual el hombre deja de ser hombre, rebajándose concientemente al nivel de la bestia, y haciéndose peor que los animales, como lo dice Santo Tomás: Malus homo peior bestiae et plus nocet (IIa. IIae., 64, 2 ad 3) y todos tienen que darle la razón.
     El Decálogo, pues, obliga no solamente a los cristianos y a los judíos, sino a todos los hombres, y su acatamiento por los protestantes no puede ser considerado como prueba de fidelidad al cristianismo, sino de fidelidad a la moral natural. Para ser cristiano se necesita algo más que vivir según el Decálogo; se necesita tener la fe en Cristo, el Verbo encarnado, y vivir según esta fe, según las enseñanzas de Cristo, según su nueva ley, la ley del amor, lo cual no es posible sin la ayuda de Cristo, y cuya fe Él nos otorga con su gracia santificante por los sacramentos, pues con sus propias fuerzas el hombre no es capaz de llevar  este tipo de vida espiritual. Hemos visto que todo eso está ausente en el protestantismo.
     El cristianismo protestante no es un cristianismo verdadero; es un sucedáneo del cristianismo, un sucedáneo muy peligroso y dañino, pues los que lo reciben con  buena fe  están convencidos  de que reciben no el sucedáneo sino lo auténtico, y así quedan engañados. Lo peor es que este falso cristianismo, tomado por el verdadero, actúa como vacuna contra la auténtica evangelización. Así como un  organismo biológico, al ser vacunado, se hace resistente contra el virus  o bacteria respectivos, los pueblos protestantes, por la ”vacuna” protestante, se hacen reacios a la aceptación del auténtico cristianismo. Es sabido que más fácilmente reciben a los misioneros de la Iglesia los paganos que los pueblos ya convertidos al protestantismo, y esto es válido tanto dentro como fuera de Europa.
      Desde el punto de vista de la sociología de la religión, el protestantismo se presenta como un conglomerado de elementos del paganismo germánico, del judaísmo y del cristianismo. La proporción de estos elementos es muy variada según las sectas. Algunas de ellas son más germánicas, otras más judaicas y otras más cristianas, pero ninguna puede ser clasificada como auténticamente cristiana.+

NOTAS:
(1). La rebelión de Lutero es solamente una entre muchísimas otra rebeliones, anteriores a él, especialmente en Holanda.
(2). Como otro  ejemplo ilustrativo se puede mencionar el mahometanismo el cual, desde este punto de vista, es la asimilación  por las creencias monoteísmo árabes, de un cristianismo previamente y casi por completo judaizado.
(3).  La Iglesia es la única sociedad humana que puede ser comparada, sin restricciones, al organismo biológico.
(4). Lo que no excluye la posibilidad de que, cada protestante de buena fe, válidamente bautizado, pertenezca individualmente al Cuerpo Místico de Cristo.