Eugenio Montes
“El Viajero y su Sombra”
EUGENIO MONTES nació en Galicia a
fines del siglo XIX. Doctorado en Filosofía y Letras; hacia 1930 fue
corresponsal de los diarios ABC y El Debate en varios países de Europa.
Escribió poesía en gallego y en castellano, siendo galardonado como miembro de la Real Academia Española. Durante
la 2ª República colaboró en la revista monárquica ACCIÓN ESPAÑOLA inspirado en
el Tradicionalismo y en Maurras. En 1933 fue uno de los fundadores de FALANGE
ESPAÑOLA. En 1934/35 acompañó a JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA en sus viajes a
Alemania e Italia divulgando las ideas falangistas contra el liberalismo y el
comunismo. Estos pocos y desencarnados datos
no llegan a descubrir la nobleza heroica de su vida, entregada al
servicio de DIOS y de la
PATRIA.
De su libro “El Viajero y su
Sombra”, reproduzco a continuación el
capítulo escrito en Berlín el 20/9/1934, dedicado
a Clara Zetkin, comunista y millonaria, enriquecida gracias al Partido. Siempre
actualísimo modelo que hoy día imitan,
pero degradándose aun más, la turba de mujeres KK, Abuelas, Madres, y todas
las feministas y arpías marxistas que medran desde la ‘cultura’ y la
politiquería en nuestro desvastado país.
Clara Zetkin, marxista y
propietaria
T
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enía ese pelo blanco partido en dos crenchas de las
campesinas que mueven la rueca y bailan el huso. Una mirada azul y muy tierna, mirada azul y
húmeda, como la flor del lino bajo la lluvia. Un aire de vago ensueño, de
lejanía envuelta en brumas en difusos anhelos místicos, como si el mundo fuese
para ella aspiración, nostalgia y humo. Se caracterizaba tan bien de santa
rusa, que parecía una rusa de teatro o de novela, una rusa de mentira, de esas
que creen, de verdad, en la religión del proletariado, en la era de los humildes
y en la igualdad de clases; es decir, en todas esas zarandajas que los soviets
desprecian cínicamente. Esa misma bruma confusa la extendía sobre sus libros,
amontonando incoherencia sobre incoherencia, paparrucha sobre paparrucha, para
engañar mejor. Sabía muy bien, como todos los estafadores que practican la
estafa sentimental, que la gente sólo admira lo tartamudo y lo roto, incapaz de
soportar un pensamiento metálico, coherente y duro. La suficiente niebla para
que el lector vaya desorientado, ciego. Y de vez en cuando, entre tanto y tanto
párrafo de algodón en rama, una lucecita de compasión para los pobrecitos
trabajadores; y luego baterías de cobre con meteoros horrísimos. Entonces, el
ingenuo que va a tientas, vacilante, perdido, ya se cree encontrado. Ya
encontró lo que quería: el doble rayo de piedad y de furor. La descarga
romántica. Y se agarra al clavo ardiente, fulminante. Al clavo, a la hoz y al
martillo. A lo que le permite destruir, satisfacer sus odios. A lo que le
promete poder, venganza, felicidad, riqueza. A lo que le da avideces de oprimir
y agarrotar a todo lo distinguido y lo noble.
La fórmula no es muy difícil; pero no es simple, sino
compleja. Hay que mezclar la cursilería de los cuentos de Navidad, con la furia
satánica y el halago a los peores instintos. Mezclar la nieva cándida, el
huerfanito aterrido, con el pus y el resentimientote los bajos fondos.
Confundir en un solo ser, los dos personajes típicos del folletín por entregas.
Ya sabéis que en los folletines por entrega hay siempre un personaje que
incorpora la virtud y otro que encarna el vicio. En la novela rusa, en cambio,
inocencia e indecencia, ternura y locura, se revuelven dentro de una sola alma.
Así, en el turbio caos de la psicología anárquica, los valores nobles se confunden
y mezclan con lo antivalores viles, borrando la distinción cuya escrupulosa
diferencia constituye toda el decoro de siglos y siglos de cultura.
La novela antigua se embellece con nostalgias de
epopeya. Cuando el héroe épico pasa de cabalgar por las cimas sonoras del
verso, a cabalgar por los llanos de la prosa, surge la novela. El paladín
pierde altura, no pierde, empero, montura. Va a caballo con porte y condición
de caballero. Novelas de caballería. En el yelmo de Amadís, mil bellezas
relucen. Es joven, guapo, rico, de sangre real y de corazón generoso. Don
Quijote ya no es joven, ni guapo, ni rico, ni rey. Ya es una elegía. (Y la más
honda y dulce y la más entrañable que se
haya escrito jamás). Hidalgo, viejo y
pobre, con pocos maravedíes y muchas arrugas. Viejo y pobre sí, pero todavía
hidalgo.
De Amadís a Don Quijote van unos años de cansancio,
sufrimiento y fatiga. En esos años hemos ido perdiendo bríos, pero no hemos
perdido un ápice de honra. Pero ya de Don Quijote a los hermanos Karamasow
perdemos toda la dignidad y el honor del espíritu. En la novela rusa el
protagonista es tanto mejor cuanto peor
sea, cuanto más se encanalle en él lo humano. Un buen protagonista de
Dostoiewski debe ser idiota, criminal, ladrón y ‘místico’. Su falsa santidad le
sirve para canonizar el vicio, para hacer agradable y apetecible lo que es sí
repugnante y obsceno. La transformación de valores operada por el resentimiento
alcanza a todo el concepto del mundo. El cosmos, con cuanto contiene, se trueca
en caos. Nunca, en seis mil años de historia universal, las potencias
demoníacas y aberradas han conseguido nada semejante.
En su época de juventud, Clara Zetkin intenta, sin
éxito, hacer novelas de ese tipo. La penuria de sus dotes literarias no le
permite expresar su resentimiento por los modos indirectos y metafóricos
propios del género. Entonces se decide a expresarlo de un modo directo y
brutal. Pergueña unos cuantos de esos mitines escritos que la plebe llama sociología. Y que consisten en incitar los malos impulsos que a
todos nos bullen dentro, en lanzar anatemas a cuanto alude a distinción y
elegancia, prometiéndole el poder a la hez de los suburbios industriales.
El prestigio de la propagandista crece de día en día
entre las almas taradas. La plebe encuentra en ella su tribuna y la alza hasta
la tribuna de la representación nacional. Llega a ser Presidente del Reichstag.
Y ¿Porqué no? ¿No llevamos tiempo y tiempo confundiendo primero la sociedad con
el pueblo, y después el pueblo con el detritus de las urbes?
Presidente del Reichstag y millonaria. Y también esto
es lógico. ¿No hemos quedado en que la gloria de nuestra civilización se cifra
en que todo el mundo conozca el alfabeto? Millonaria. Muchos de sus lectores
ignoraban el hecho. Pero los soviets no. Por eso la invitaron a ir a Rusia, la
alojaron en un antiguo palacio archiducal y comenzaron a cortejar a la vieja
insinuándole, entre mimos, que una persona de edad debe tener a punto el
testamento. Testó. Murió en olor de multitud. Lágrimas proletarias lloraron a la santa de los pobres. Ahora el Gobierno ruso y sus herederos naturales se
pelean por esos miserables ochavos de la herencia: una casa en el barrio
elegante de Berlín, algún papel del Estado y setecientas mil pesetas en dinero.
Si hay lógica en el mundo la fortuna debe ir a Rusia para que los soviets hagan
una traducción de sus obras al castellano. A ver si algún día, un muchachito de
esos de traje de mahón y socorro rojo, exaltado con su lectura, sale a la calle
y al grito chamberilero de “¡Muera el fascio!” nos mata en una esquina a
cualquiera de nosotros. A uno de estos que, en medio del asco de los tiempos
actuales, aún somos bastante decentes para no escribir novelas rusas y para
meternos en libros de caballería.+
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