martes, 7 de abril de 2015

Eugenio  Montes
“El Viajero y su Sombra”

EUGENIO MONTES nació en Galicia a fines del siglo XIX. Doctorado en Filosofía y Letras; hacia 1930 fue corresponsal de los diarios ABC y El Debate en varios países de Europa. Escribió poesía en gallego y en castellano, siendo galardonado como  miembro de la Real Academia Española. Durante la 2ª República colaboró en la revista monárquica ACCIÓN ESPAÑOLA inspirado en el Tradicionalismo y en Maurras. En 1933 fue uno de los fundadores de FALANGE ESPAÑOLA. En 1934/35 acompañó a JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA en sus viajes a Alemania e Italia divulgando las ideas falangistas contra el liberalismo y el comunismo. Estos pocos y desencarnados datos  no llegan a descubrir la nobleza heroica de su vida, entregada al servicio de DIOS y de la PATRIA.

De su libro “El Viajero y su Sombra”,  reproduzco a continuación el capítulo escrito en Berlín el 20/9/1934,  dedicado  a Clara Zetkin, comunista y millonaria, enriquecida gracias al Partido. Siempre actualísimo modelo que hoy día  imitan, pero degradándose aun más,  la  turba de mujeres KK, Abuelas, Madres, y todas las feministas y arpías marxistas que medran desde la ‘cultura’ y la politiquería en nuestro desvastado país.
 
Clara Zetkin, marxista y propietaria

T
enía ese pelo blanco partido en dos crenchas de las campesinas que mueven la rueca y bailan el huso.  Una mirada azul y muy tierna, mirada azul y húmeda, como la flor del lino bajo la lluvia. Un aire de vago ensueño, de lejanía envuelta en brumas en difusos anhelos místicos, como si el mundo fuese para ella aspiración, nostalgia y humo. Se caracterizaba tan bien de santa rusa, que parecía una rusa de teatro o de novela, una rusa de mentira, de esas que creen, de verdad, en la religión del proletariado, en la era de los humildes y en la igualdad de clases; es decir, en todas esas zarandajas que los soviets desprecian cínicamente. Esa misma bruma confusa la extendía sobre sus libros, amontonando incoherencia sobre incoherencia, paparrucha sobre paparrucha, para engañar mejor. Sabía muy bien, como todos los estafadores que practican la estafa sentimental, que la gente sólo admira lo tartamudo y lo roto, incapaz de soportar un pensamiento metálico, coherente y duro. La suficiente niebla para que el lector vaya desorientado, ciego. Y de vez en cuando, entre tanto y tanto párrafo de algodón en rama, una lucecita de compasión para los pobrecitos trabajadores; y luego baterías de cobre con meteoros horrísimos. Entonces, el ingenuo que va a tientas, vacilante, perdido, ya se cree encontrado. Ya encontró lo que quería: el doble rayo de piedad y de furor. La descarga romántica. Y se agarra al clavo ardiente, fulminante. Al clavo, a la hoz y al martillo. A lo que le permite destruir, satisfacer sus odios. A lo que le promete poder, venganza, felicidad, riqueza. A lo que le da avideces de oprimir y agarrotar a todo lo distinguido y lo noble.


La fórmula no es muy difícil; pero no es simple, sino compleja. Hay que mezclar la cursilería de los cuentos de Navidad, con la furia satánica y el halago a los peores instintos. Mezclar la nieva cándida, el huerfanito aterrido, con el pus y el resentimientote los bajos fondos. Confundir en un solo ser, los dos personajes típicos del folletín por entregas. Ya sabéis que en los folletines por entrega hay siempre un personaje que incorpora la virtud y otro que encarna el vicio. En la novela rusa, en cambio, inocencia e indecencia, ternura y locura, se revuelven dentro de una sola alma. Así, en el turbio caos de la psicología anárquica, los valores nobles se confunden y mezclan con lo antivalores viles, borrando la distinción cuya escrupulosa diferencia constituye toda el decoro de siglos y siglos de cultura.

La novela antigua se embellece con nostalgias de epopeya. Cuando el héroe épico pasa de cabalgar por las cimas sonoras del verso, a cabalgar por los llanos de la prosa, surge la novela. El paladín pierde altura, no pierde, empero, montura. Va a caballo con porte y condición de caballero. Novelas de caballería. En el yelmo de Amadís, mil bellezas relucen. Es joven, guapo, rico, de sangre real y de corazón generoso. Don Quijote ya no es joven, ni guapo, ni rico, ni rey. Ya es una elegía. (Y la más honda y dulce y la más entrañable que  se haya escrito jamás).  Hidalgo, viejo y pobre, con pocos maravedíes y muchas arrugas. Viejo y pobre sí, pero todavía hidalgo.

De Amadís a Don Quijote van unos años de cansancio, sufrimiento y fatiga. En esos años hemos ido perdiendo bríos, pero no hemos perdido un ápice de honra. Pero ya de Don Quijote a los hermanos Karamasow perdemos toda la dignidad y el honor del espíritu. En la novela rusa el protagonista es  tanto mejor cuanto peor sea, cuanto más se encanalle en él lo humano. Un buen protagonista de Dostoiewski debe ser idiota, criminal, ladrón y ‘místico’. Su falsa santidad le sirve para canonizar el vicio, para hacer agradable y apetecible lo que es sí repugnante y obsceno. La transformación de valores operada por el resentimiento alcanza a todo el concepto del mundo. El cosmos, con cuanto contiene, se trueca en caos. Nunca, en seis mil años de historia universal, las potencias demoníacas y aberradas han conseguido nada semejante.

En su época de juventud, Clara Zetkin intenta, sin éxito, hacer novelas de ese tipo. La penuria de sus dotes literarias no le permite expresar su resentimiento por los modos indirectos y metafóricos propios del género. Entonces se decide a expresarlo de un modo directo y brutal. Pergueña unos cuantos de esos mitines escritos que  la plebe llama sociología. Y que consisten en incitar los malos impulsos que a todos nos bullen dentro, en lanzar anatemas a cuanto alude a distinción y elegancia, prometiéndole el poder a la hez de los suburbios industriales.

El prestigio de la propagandista crece de día en día entre las almas taradas. La plebe encuentra en ella su tribuna y la alza hasta la tribuna de la representación nacional. Llega a ser Presidente del Reichstag. Y ¿Porqué no? ¿No llevamos tiempo y tiempo confundiendo primero la sociedad con el pueblo, y después el pueblo con el detritus de las urbes?

Presidente del Reichstag y millonaria. Y también esto es lógico. ¿No hemos quedado en que la gloria de nuestra civilización se cifra en que todo el mundo conozca el alfabeto? Millonaria. Muchos de sus lectores ignoraban el hecho. Pero los soviets no. Por eso la invitaron a ir a Rusia, la alojaron en un antiguo palacio archiducal y comenzaron a cortejar a la vieja insinuándole, entre mimos, que una persona de edad debe tener a punto el testamento. Testó. Murió en olor de multitud. Lágrimas proletarias lloraron a la santa de los pobres. Ahora el  Gobierno ruso y sus herederos naturales se pelean por esos miserables ochavos de la herencia: una casa en el barrio elegante de Berlín, algún papel del Estado y setecientas mil pesetas en dinero. Si hay lógica en el mundo la fortuna debe ir a Rusia para que los soviets hagan una traducción de sus obras al castellano. A ver si algún día, un muchachito de esos de traje de mahón y socorro rojo, exaltado con su lectura, sale a la calle y al grito chamberilero de “¡Muera el fascio!” nos mata en una esquina a cualquiera de nosotros. A uno de estos que, en medio del asco de los tiempos actuales, aún somos bastante decentes para no escribir novelas rusas y para meternos en libros de caballería.+

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