Leonardo
Castellani
La “Derrota
de las Humanidades”
(ariículo publicado en la revista ‘Dinámica Social’)
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a “batalla de las Humanidades” a
la cual estamos atentos desde hace lo menos 20 años, puede darse por perdida;
pues sólo un milagro divino podría alterar las actuales posiciones en Europa.
En cuanto a la Argentina ,
aquí no puede perderse, porque nunca se dio: los obligados a defender esa parte esencial de nuestra tradición, para salir corriendo no esperaron
sentir el primer tiro. Solamente la provincia de Salta, con obstinación digna
de Güemes, retuvo la enseñanza del latín en sus escuelas provinciales durante
20 años después que Sarmiento y Wilde la hubieron suprimido en todo el país; y
para hacerles aceptar las ‘subvenciones’ en dinero con que Sarmiento quería
‘protegerlas’… hubo que usar la fuerza. (Protegerlas
significaba, desde luego, someterlas).
Esto tenemos de ganado para
cuando venga el comunismo; no va a tener aquí el trabajo que le da hoy Germania
oriental para suprimir allá el griego y el latín; ese infame ‘privilegio de los
inútiles’ y ‘estudio esclavista de la clase esclavizadora’, directamente
enlazados ambos con el ‘opio del pueblo’. El periodista francés Claude Lanzmann
traza en Le Monde (29-XII-1951) un
cuadro desolado de las condiciones de la cultura clásica y las antiguas
Humanidades en las naciones europeas vasallas hoy de Rusia; a saber, Germania Oriental, Bohemia, Hungría,
Rumania, Croacia y Austria. ¿Porque habría de amar la lengua del Lacio el
moscovita? El latín ha sido sustituido por el ruso como lengua obligatoria en
los Liceos alemanes: los que lo estudian optative
son poquísimos; el griego se enseña sólo
en 5 escuelas. Las cátedras universitarias correspondientes se mantienen
todavía; pero ¿qué efecto pueden tener (se pregunta Lanzmann) en alumnos ayunos
de las conjugaciones y declinaciones? Sin embargo, tengo que confesar que
votaríamos en esto casi de parte de los rusos y en contra del francés; porque
si aquí en Peronlandia se enseñase bien
el ruso en el Bachi, en vez de las 23 o 27 materias que se enseñan mal, el
provecho intelectual sería positivo y no nulo o negativo como ahora; y
muchísimos muchachos salvarían la sesera. Los occidentales son ilógicos y los
rusos lógicos; los occidentales arruinan la enseñanza media con toda clase de
baratos insensatos y aún mentecatos ensayos, experimentos y reformas; y vienen
los rusos y con toda razón le dan una patada a toda esa pudrición; como
hicieron los musulmanes allá por el siglo IX en la corrompida España
visigótica. Simplificaron todo brutalmente; y la gente se sintió mejor.
O errar o quitar el blanco, decía
San Martín. Hoy día hay en Occidente elementos tóxicos antioccidentales que sin
embargo son de origen occidental; pero que ahora vuelven en retorno ofensivo
desde afuera. Estos son ante todo el marxismo comunista y el tecnicismo
pragmatista. El primero es fomentado por la URSS y el segundo por la
USA. Ambos tienen de común el desconocimiento de la tradición; y su
efecto directo e inmediato es la tendencia a destruir las ciencias del hombre
para imponer no ya las ciencias de la naturaleza (lo que no sería tan malo)
sino el dominio mecánico de ella; es decir la tecnolatría. La metafísica, la teología, la historia, la
literatura, la poesía, la lingüística, la filosofía, el derecho… son cosas de
lujo para el ingeniero yanqui y el mecánico ruso; en cuanto al latín y al
griego (instrumentos indiscutibles de todas esas ‘ciencias del hombre’) son
objeto de un mismo doble odio con diferentes razones: latines es perder tiempo para el yanqui; y es
formar mentalidades aristocráticas
para el ruso. ¡Afuera!
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rente a esta posición neta, que
tiene la ventaja de la claridad, el Occidente no sabe defenderse y es incapaz
de ‘aprender del enemigo’.En vez de reforzar y afianzar rotundamente la tradición
que hizo a Europa, cede en toda la línea; y la hijuna que da el ejemplo es
(como en tiempos de Lutero) la
Inglaterra ; con el agravante que ahora la sigue España. Si
Europa fuese lo que debía ser y fue en siglos pasados, por el primer reflejo
defensivo y aun por pura testadurez y ‘pique’, hubiera ducho: “!¿Ah, si? ¿El
latín es inútil, y el latín es religioso y retrógrado? Muy bien… ¡Cinco años
más de latín en todas las escuelas, solamente para ir en contra de los rusos y
los yanquis!” Pero lejos de decir eso, el Consultative
Committe on Secondary Education de Londres emitió en 1938 una opinión
‘dubitativa’ acerca de la eficacia concreta de los estudios clásicos y aconsejó
una reforma radical. ¡Muy bien! Pero el Counciul
for Curriculum Reform, nombrado para llevarla a cabo, planificó algo que es
amputación más que reforma. Según el informe producido en 1946 (Raymond, Modern
Education) “la creciente intensidad de los comercios internacionales de toda laya, volverá dentro
de poco indispensable el uso de una lengua universal, que no será el latín sino
el Basic English (un inglés
esqueletificado, parecido al Pidgin
English de los pueblos coloniales) o bien una “Interglosa” artificial
expresamente fabricada, como el esperanto o el volapuk: eso debería enseñarse
desde ya en las Grammar Schools, o
escuelas primarias. La
Comisión aprecia en su justo valor la tradición clásica, no
reniega de su contribución a la formación de la cultura occidental, y admite su
necesidad indispensable hasta el Renacimiento; pero del Renacimiento acá, ella
es una carga de más en más pesada y artificial; de modo que esta Regia Comisión
hace suyo el grito de guerra de Perrault en su polémica con Boileau (1687).
“Qui nous delivrera des Greces
et des Romains?...”
No se opondrá ciertamente a que
un grupo selecto y reducido de estudiantes, “que tengan aptitudes especiales”,
se dedique al estudio de esas venerables lenguas antiguas y de esos autores remotos, como Homero, Tucidides o Virgilio;
pero tal estudio debe ser retirado de la educación general. Hasta aquí la “Comisión para la reforma del Programa”, según The content of education Proposal for the
reform of de School Curriculum being the ínterim report of the Council for
Curriculum Reform: Univ. Of London
Press, 1945.
¡Qué lejos está ya la Inglaterra de Churchill
del tiempo en que Tomás Arnold, Rector de la
High School ” de Rugby (1842) proclamaba
bizarramente que no se debía llamar antiguos a Platón, Aristóteles, Tácito y
César: “pues son de nosotros los británicos conciudadanos y contemporáneos”.
“Expulsad, oh ingleses, el latín y el griego de nuestras escuelas y confináis
la mirada de la actual generación a sí misma y a sus inmediatos predecesores;
nos habéis así restado centurias enteras de la experiencia del mundo, rompiendo
nuestra experiencia, y poniéndonos en un estado tal como si la raza humana
hubiera surgido a la existencia el año 1500” , dice el experto y sensato Rector de
Rugby, (Jornal of Education, 1834).
Inglaterra claudica y España
vacila. “El tiempo, con su irrecusable veredicto, ha borrado ya en los pueblos
cultos todos los vestigios de la educación humanista; sería en vano hacer su
apología y tratar de resucitarla…” –escribe Manuel de Montoliú en Diario de
Barcelona, 30-III-1952. Franco ha quitado un año de latín en el bachillerato,
dedicando el último año, que es el séptimo a la preparación especializada para la Universidad-
prácticamente lo que aquí llamamos “el Ingreso”. Pero seis años de latín no son
suficientes para aprender bien el latín; y para aprenderlo mal (hemos defendido
siempre) no vale la pena: cualquier cosa mal sabida estorba más que aprovecha;
pues lo que perfecciona el entendimiento humano son los ‘hábitus’ perfectos, no
los hábitos incoados. Así que Franco
comienza a fallar. “¿Por qué será que todos los regímenes autoritarios detestan
el latín?”- escribe Luigi Alfonsi en Riforma
de Milán… Pero ¡Alfonsi Luigi, hombre! ¿por ventura Mussolini detestaba el
latín? ¿No recuerdas que se puso a
aprenderlo a los 50 años?” ¿No
recuerdas que el ensayista francés André Suarèz befa cruelmente en su libro
‘Valeurs’ al “dictador que le da por aprender latín a los 50 años?” ¿Qué
hubiera dicho Suaréz de Lugones que dos días antes de morir recibió clase de
latín –y tenía 63 años?
Si lo hubiese aprendido a los 10
años no hubiese muerto. A los mejor. Hubiese muerto más tarde y mejor… Hélas.
La batalla no ha acabado aún
porque en Francia e Italia todavía quedan ‘duros’ que no se hacen a un lado,
gente nacida antes del 14 y educada con los clásicos ¡y con qué finura! León
Bérad, el gran aclamador y comentador de Homero, ex senador y ex ministro de
Instrucción, dio el golpe más eficaz (probablemente decisivo) al proyecto de
reforma de la ‘Commission’ presidida por el físico Paul Langevin en su
maravilloso ensayo: L´avenir de la
culture classique (Rev. Des deuux Mondes, 1949); los estudios clásicos son
insustituíbles para resistir el peligro del rebajamiento y la nivelación por lo
ínfimo a un común denominador espiritual extremadamente chato, con que nos amenaza el utilitarismo
tecnócrata de nuestros días. Hoy día se ha operado el encuentro del número con
la ciencia y el poder; es decir, que la ciencia vuelta ‘técnica’ se ha puesto
al servicio de la masa. Siguió a esto una revolución universal; que va camino a
la unificación del mundo; unificación que no quiere (ni puede) limitarse a lo
material. Pero si este movimiento unificante y uniformante produce la nivelación por lo bajo del mundo moral y personal, la naturaleza
padecerá tal violencia que el mundo dará un reventón –dice Bèrard. Y dice bien.
Italia mantiene sus 8 años de
latín y 5 de griego puestos por Gentile; pero están en juego, contra ellos las
más bravas tendencias iconoclastas; y en un debate oficial, tenido en Roma en
el Palazzo Venezia el 25 de noviembre de 1948, uno de los relatores resumió el
creciente cansancio, desencanto o estrangurría de las masas actuales hacia la
noble y grave tradición ‘difícil’, con estas palabras de facilonería: “El
profesor Paladini habló del orden, la armonía, el equilibrio que se aprenden
(?) en los clásicos latinos; pero nosotros los podemos aprender también en los
clásicos ingleses, tudescos y galos… Una gran parte del mundo moderno, que
vive, trabaja y construye, ya no tiene mucho que ver con los griegos y los
romanos… Se dice que de los Liceos Clásicos saldrán guapos muchachos bien
preparados; pero en realidad, la ventaja del mundo clásico es una ventaja
formal; quiero decir, más de apariencia y rutina que otra cosa; como en apariencia somos religiosos, como en apariencia somos romanos, así en apariencia amamos un clásico que en
realidad no sentimos… Vayamos a las realidades de la vida; y arrojemos ya las
apariencias…” Así dijo un ‘democristiano’ que merecería ser… americano. Un
hombre de la era atómica.
La era atómica quiere romper sus
amarras con las otras eras: la educación clásica del adolescente, tradición
secular en Europa, es una de esas amarras. Aquí no la tenemos, como he dicho,
por lo cual podemos libremente levantarnos al espacio y hacer llover desde el
cielo fuego sobre nuestros enemigos. Aquí en la Argentina no hay
educación clásica buena y eficaz ni siquiera en los Seminarios; ni la habrá en un espacio por lo menos de 20
años.
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ara decir esto y para que sepamos
a qué atenernos, he escrito todo lo anterior.
Si, es menester saber que este
problema de las humanidades clásicas no tiene solución visible por ahora, ni
aquí ni en Salta. El argentino tiene que tomar partido y tratar de arreglarse
con lo que aquí se da: total, leer los Evangelios en su lengua original; y asimismo
Homero, Sófocles, Horacio o Julio César se debe poder suplir con buenas
traducciones francesas y ‘conferencias’. Así como Unamuno dijo: “¡Que inventen
ellos!, así el buen argentino deber decir: “¡Que piensen otros!”. ¿Qué quieren
que les diga? ¡Quieren que los engañe! Si quieren que los engañe les diré lo
contrario. “¡Que piensen los otros! ¡No te metás!”.
Las horitas de latín que se introdujeron en los primeros años del
bachi y (creo) después se retiraron, eran una ridiculez. Hay que aspirar solamente
aquí a un Liceo pasable, a un Bachi menos peor que el de ahora; aunque Sea con inglés o ruso.
¡Con ruso! El actual bachillerato
produce ingente cantidad de malos poetas; siempre sería ganancia que produjese
en cambio algunos buenos traductores. Más que eso no podemos aspirar en
Sarmientolandia. Por más que yo creo firmemente que si Sarmiento viviera en
nuestros días (sería ministro de Educación, sin duda) se pondría a aprender
latín y griego a los 110 años… Lo juro. Como si lo viera.+