viernes, 4 de julio de 2014

Leonardo Castellani
La “Derrota de las Humanidades”
(ariículo publicado en la revista ‘Dinámica Social’)

L
a “batalla de las Humanidades” a la cual estamos atentos desde hace lo menos 20 años, puede darse por perdida; pues sólo un milagro divino podría alterar las actuales posiciones en Europa. En cuanto a la Argentina, aquí no puede perderse, porque nunca se dio: los obligados a defender esa parte esencial de nuestra tradición, para salir corriendo no esperaron sentir el primer tiro. Solamente la provincia de Salta, con obstinación digna de Güemes, retuvo la enseñanza del latín en sus escuelas provinciales durante 20 años después que Sarmiento y Wilde la hubieron suprimido en todo el país; y para hacerles aceptar las ‘subvenciones’ en dinero con que Sarmiento quería ‘protegerlas’… hubo que usar la fuerza. (Protegerlas significaba, desde luego, someterlas).

Esto tenemos de ganado para cuando venga el comunismo; no va a tener aquí el trabajo que le da hoy Germania oriental para suprimir allá el griego y el latín; ese infame ‘privilegio de los inútiles’ y ‘estudio esclavista de la clase esclavizadora’, directamente enlazados ambos con el ‘opio del pueblo’. El periodista francés Claude Lanzmann traza en Le Monde (29-XII-1951) un cuadro desolado de las condiciones de la cultura clásica y las antiguas Humanidades en las naciones europeas vasallas hoy de Rusia;  a saber, Germania Oriental, Bohemia, Hungría, Rumania, Croacia y Austria. ¿Porque habría de amar la lengua del Lacio el moscovita? El latín ha sido sustituido por el ruso como lengua obligatoria en los Liceos alemanes: los que lo estudian optative son poquísimos;  el griego se enseña sólo en 5 escuelas. Las cátedras universitarias correspondientes se mantienen todavía; pero ¿qué efecto pueden tener (se pregunta Lanzmann) en alumnos ayunos de las conjugaciones y declinaciones? Sin embargo, tengo que confesar que votaríamos en esto casi de parte de los rusos y en contra del francés; porque si aquí en Peronlandia se enseñase bien el ruso en el Bachi, en vez de las 23 o 27 materias que se enseñan mal, el provecho intelectual sería positivo y no nulo o negativo como ahora; y muchísimos muchachos salvarían la sesera. Los occidentales son ilógicos y los rusos lógicos; los occidentales arruinan la enseñanza media con toda clase de baratos insensatos y aún mentecatos ensayos, experimentos y reformas; y vienen los rusos y con toda razón le dan una patada a toda esa pudrición; como hicieron los musulmanes allá por el siglo IX en la corrompida España visigótica. Simplificaron todo brutalmente; y la gente se sintió mejor.

O errar o quitar el blanco, decía San Martín. Hoy día hay en Occidente elementos tóxicos antioccidentales que sin embargo son de origen occidental; pero que ahora vuelven en retorno ofensivo desde afuera. Estos son ante todo el marxismo comunista y el tecnicismo pragmatista. El primero es fomentado por la URSS y el segundo por la USA. Ambos tienen de común el desconocimiento de la tradición; y su efecto directo e inmediato es la tendencia a destruir las ciencias del hombre para imponer no ya las ciencias de la naturaleza (lo que no sería tan malo) sino el dominio mecánico de ella; es decir la tecnolatría. La metafísica, la teología, la historia, la literatura, la poesía, la lingüística, la filosofía, el derecho… son cosas de lujo para el ingeniero yanqui y el mecánico ruso; en cuanto al latín y al griego (instrumentos indiscutibles de todas esas ‘ciencias del hombre’) son objeto de un mismo doble odio con diferentes razones: latines es perder tiempo para el yanqui; y es formar mentalidades aristocráticas para el ruso. ¡Afuera!

F
rente a esta posición neta, que tiene la ventaja de la claridad, el Occidente no sabe defenderse y es incapaz de ‘aprender del enemigo’.En vez de reforzar y afianzar rotundamente la tradición que hizo a Europa, cede en toda la línea; y la hijuna que da el ejemplo es (como en tiempos de Lutero) la Inglaterra; con el agravante que ahora la sigue España. Si Europa fuese lo que debía ser y fue en siglos pasados, por el primer reflejo defensivo y aun por pura testadurez y ‘pique’, hubiera ducho: “!¿Ah, si? ¿El latín es inútil, y el latín es religioso y retrógrado? Muy bien… ¡Cinco años más de latín en todas las escuelas, solamente para ir en contra de los rusos y los yanquis!” Pero lejos de decir eso, el Consultative Committe on Secondary Education de Londres emitió en 1938 una opinión ‘dubitativa’ acerca de la eficacia concreta de los estudios clásicos y aconsejó una reforma radical. ¡Muy bien! Pero el Counciul for Curriculum Reform, nombrado para llevarla a cabo, planificó algo que es amputación más que reforma. Según el informe producido en 1946 (Raymond, Modern Education) “la creciente intensidad de los comercios  internacionales de toda laya, volverá dentro de poco indispensable el uso de una lengua universal, que no será el latín sino el Basic English (un inglés esqueletificado, parecido al Pidgin English de los pueblos coloniales) o bien una “Interglosa” artificial expresamente fabricada, como el esperanto o el volapuk: eso debería enseñarse desde ya en las Grammar Schools, o escuelas primarias. La Comisión aprecia en su justo valor la tradición clásica, no reniega de su contribución a la formación de la cultura occidental, y admite su necesidad indispensable hasta el Renacimiento; pero del Renacimiento acá, ella es una carga de más en más pesada y artificial; de modo que esta Regia Comisión hace suyo el grito de guerra de Perrault en su polémica con Boileau (1687).

 “Qui nous delivrera des Greces et des Romains?...”

No se opondrá ciertamente a que un grupo selecto y reducido de estudiantes, “que tengan aptitudes especiales”, se dedique al estudio de esas venerables lenguas antiguas y de esos autores remotos, como Homero, Tucidides o Virgilio; pero tal estudio debe ser retirado de la educación general. Hasta aquí la “Comisión para la reforma del Programa”, según The content of education Proposal for the reform of de School Curriculum being the ínterim report of the Council for Curriculum Reform: Univ. Of London Press, 1945.

¡Qué lejos está ya la Inglaterra de Churchill del tiempo en que Tomás Arnold, Rector de la High School” de Rugby (1842) proclamaba bizarramente que no se debía llamar antiguos a Platón, Aristóteles, Tácito y César: “pues son de nosotros los británicos conciudadanos y contemporáneos”. “Expulsad, oh ingleses, el latín y el griego de nuestras escuelas y confináis la mirada de la actual generación a sí misma y a sus inmediatos predecesores; nos habéis así restado centurias enteras de la experiencia del mundo, rompiendo nuestra experiencia, y poniéndonos en un estado tal como si la raza humana hubiera surgido a la existencia el año 1500”, dice el experto y sensato Rector de Rugby, (Jornal of Education, 1834).

Inglaterra claudica y España vacila. “El tiempo, con su irrecusable veredicto, ha borrado ya en los pueblos cultos todos los vestigios de la educación humanista; sería en vano hacer su apología y tratar de resucitarla…” –escribe Manuel de Montoliú en Diario de Barcelona, 30-III-1952. Franco ha quitado un año de latín en el bachillerato, dedicando el último año, que es el séptimo a la preparación especializada para la Universidad- prácticamente lo que aquí llamamos “el Ingreso”. Pero seis años de latín no son suficientes para aprender bien el latín; y para aprenderlo mal (hemos defendido siempre) no vale la pena: cualquier cosa mal sabida estorba más que aprovecha; pues lo que perfecciona el entendimiento humano son los ‘hábitus’ perfectos, no los hábitos incoados. Así que Franco comienza a fallar. “¿Por qué será que todos los regímenes autoritarios detestan el latín?”- escribe Luigi Alfonsi en Riforma de Milán… Pero ¡Alfonsi Luigi, hombre! ¿por ventura Mussolini detestaba el latín? ¿No recuerdas que se puso a  aprenderlo a los 50 años?”  ¿No recuerdas que el ensayista francés André Suarèz befa cruelmente en su libro ‘Valeurs’ al “dictador que le da por aprender latín a los 50 años?” ¿Qué hubiera dicho Suaréz de Lugones que dos días antes de morir recibió clase de latín –y tenía 63 años?

Si lo hubiese aprendido a los 10 años no hubiese muerto. A los mejor. Hubiese muerto más tarde y mejor… Hélas.

La batalla no ha acabado aún porque en Francia e Italia todavía quedan ‘duros’ que no se hacen a un lado, gente nacida antes del 14 y educada con los clásicos ¡y con qué finura! León Bérad, el gran aclamador y comentador de Homero, ex senador y ex ministro de Instrucción, dio el golpe más eficaz (probablemente decisivo) al proyecto de reforma de la ‘Commission’ presidida por el físico Paul Langevin en su maravilloso ensayo: L´avenir de la culture classique (Rev. Des deuux Mondes, 1949); los estudios clásicos son insustituíbles para resistir el peligro del rebajamiento y la nivelación por lo ínfimo a un común denominador espiritual extremadamente chato,  con que nos amenaza el utilitarismo tecnócrata de nuestros días. Hoy día se ha operado el encuentro del número con la ciencia y el poder; es decir, que la ciencia vuelta ‘técnica’ se ha puesto al servicio de la masa. Siguió a esto una revolución universal; que va camino a la unificación del mundo; unificación que no quiere (ni puede) limitarse a lo material. Pero si este movimiento unificante  y uniformante produce la nivelación por lo bajo del mundo moral y personal, la naturaleza padecerá tal violencia que el mundo dará un reventón –dice Bèrard. Y dice bien.

Italia mantiene sus 8 años de latín y 5 de griego puestos por Gentile; pero están en juego, contra ellos las más bravas tendencias iconoclastas; y en un debate oficial, tenido en Roma en el Palazzo Venezia el 25 de noviembre de 1948, uno de los relatores resumió el creciente cansancio, desencanto o estrangurría de las masas actuales hacia la noble y grave tradición ‘difícil’, con estas palabras de facilonería: “El profesor Paladini habló del orden, la armonía, el equilibrio que se aprenden (?) en los clásicos latinos; pero nosotros los podemos aprender también en los clásicos ingleses, tudescos y galos… Una gran parte del mundo moderno, que vive, trabaja y construye, ya no tiene mucho que ver con los griegos y los romanos… Se dice que de los Liceos Clásicos saldrán guapos muchachos bien preparados; pero en realidad, la ventaja del mundo clásico es una ventaja formal; quiero decir, más de apariencia y rutina que otra cosa; como en apariencia somos religiosos, como en apariencia somos romanos, así en apariencia amamos un clásico que en realidad no sentimos… Vayamos a las realidades de la vida; y arrojemos ya las apariencias…” Así dijo un ‘democristiano’ que merecería ser… americano. Un hombre de la era atómica.

La era atómica quiere romper sus amarras con las otras eras: la educación clásica del adolescente, tradición secular en Europa, es una de esas amarras. Aquí no la tenemos, como he dicho, por lo cual podemos libremente levantarnos al espacio y hacer llover desde el cielo fuego sobre nuestros enemigos. Aquí en la Argentina no hay educación clásica buena y eficaz ni siquiera en los Seminarios; ni la habrá en un espacio por lo menos de 20 años.

P
ara decir esto y para que sepamos a qué atenernos, he escrito todo lo anterior.

Si, es menester saber que este problema de las humanidades clásicas no tiene solución visible por ahora, ni aquí ni en Salta. El argentino tiene que tomar partido y tratar de arreglarse con lo que aquí se da: total, leer los Evangelios en su lengua original; y asimismo Homero, Sófocles, Horacio o Julio César se debe poder suplir con buenas traducciones francesas y ‘conferencias’. Así como Unamuno dijo: “¡Que inventen ellos!, así el buen argentino deber decir: “¡Que piensen otros!”. ¿Qué quieren que les diga? ¡Quieren que los engañe! Si quieren que los engañe les diré lo contrario. “¡Que piensen los otros! ¡No te metás!”.

Las horitas de latín  que se introdujeron en los primeros años del bachi y (creo) después se retiraron, eran una ridiculez. Hay que aspirar solamente aquí a un Liceo pasable, a un Bachi menos peor que el de ahora; aunque Sea  con inglés o ruso.


¡Con ruso! El actual bachillerato produce ingente cantidad de malos poetas; siempre sería ganancia que produjese en cambio algunos buenos traductores. Más que eso no podemos aspirar en Sarmientolandia. Por más que yo creo firmemente que si Sarmiento viviera en nuestros días (sería ministro de Educación, sin duda) se pondría a aprender latín y griego a los 110 años… Lo juro. Como si lo viera.+