Comentarios a veces jocosos, otras lacerantes, al
insólito libro del famoso ‘maestro ciruela’, chileno por adopción, Domingo F.
Sarmiento, donde narra sus “Viajes por Europa, África i América, 1845-1847” .
(Imprenta Gutemberg, Santiago de Chile, 1886)
(Todas las citas en cursivas perteneces al autor del
libro; algunas frases destacables las marqué en cursivas negritas)
“Júzgame, oh Dios,
y defiende tú mi causa contra la gente malvada;
del hombre perverso
y engañador líbrame”
Salmo 42.
“A
|
Rosas no se lo ha historiado; se lo ha
novelado. Y se lo ha novelado en folletín” escribió con acierto el gran
historiador mexicano Carlos Pereyra; y con ese
criterio fue escrita la pérfida historias liberal por Sarmiento y Mitre,
divulgada por los pandilleros masones que tiranizan la cultura, la
educación y el periodismo comercial. A Rosas se lo infamó desde las
logias con maldad diabólica, y a Sarmiento se lo ensalzó demencialmente.
He
cometido la irreverencia de leer el libro de Sarmiento “Viajes por Europa, África i América, 1845-1847” , que debería haberse
titulado “Diario de un perfecto masón 33” . Digo irreverencia, porque a Sarmiento no
se lo debe leer, porque si se lo lee se derrumba el falso mito, se destiñen el
bronceado de sus bustos y queda al descubierto el yeso deleznable de la malvada superchería elucubrada por la
masonería para falsificar la Historia Patria , insinuándonos
subrepticiamente, desde la escuela, que nuestro destino histórico es ser sumisa
colonia del amo imperialista de turno, inglés o yanqui, inspirados e impulsados
ambos por el judeo-calvinismo.
De
hecho, son muy pocos los que se animan a leerlo. Sería un pecado masónico, y
estos se pagan caro y no tienen perdón. A Sarmiento se le rinde culto, pues el
liberalismo tiene sus ‘dogmas’ inconmovibles, -al tiempo que la Jerarquía ecuménica
actualmente desprecia los dogmas sagrados-, entonando ese himno que lo endiosa
como demiurgo del liberalismo: ‘Padre del aula Sarmiento inmortal’. Letanía que
resume el superficial y falso conocimiento histórico de los argentinos y
explica el oprobio nacional.
Pero
animarme a leerlo, y disponerme a viajar imaginariamente a su lado como una
sombra compañera fue todo uno. Aunque el peso de sus bustos abrumaban mis
espaldas y mi conciencia me repetía: sólo un sacrílego tiene la temeridad de
entrometerse en vida tan glorificada, avancé a su lado. Y si mantenía algún
escrúpulo, cuando Sarmiento tuvo la insolencia de llamar a Rosas “nuestro imbécil” (439) y
a su gobierno “despotismo brutal ”
(335), y recordando las “mentiras a
designio” que escribió en su
‘Facundo’, y las palabras de Pedro de Paoli en su magnífico ‘Facundo’ (94): “innata propensión de Sarmiento, el
‘maestro de los maestros’ por la impostura”; imposturas repetidas como un
sonsonete por las cotorras de las logias,
deseché mi aprensión criticándolo
a ‘calzón quitado’, sin animo de infamarlo,
pues se desacredita solo leyendo las
sandeces que escribió en sus ‘Viajes’, según iremos comentando, sin necesidad
de recurrir tampoco a las viles mentiras que
él empleaba profusamente. Si me costó cargar con la fama de sus bronces,
más todavía desechar sus mentiras que nos impusieron entrañablemente, pues
cuesta creer que propaló tantas y tan malvadas, para que surjan limpias y
verdaderas las personalidades extraordinarias de sus odiados enemigos Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga.
Se
podrá retrucar que en esa época todos se arrojaban insultos, pero los unitarios
y los ‘lomos negros’ llegaron al colmo de
infamar inclusive a los familiares de los federales. Y aunque
iban y venían las ofensas, los unitarios merecían con justicia ser
acusados de salvajes y traidores, porque lo fueron ciertamente; mientra los
crímenes adjudicados a los federales, que los hubo porque era una guerra, eran
generalmente mentiras y exageraciones.
Es absolutamente diferente emplear una guerra psicológica contra los traidores
a la Patria ,
que hacerla en usufructo de las logias y de los extranjeros.
Acorté
la distancia del tiempo pegándome a él,
oyendo y viendo, con desilusión y vergüenza sus ideas, sus palabras, sus
gestos, ¡su ridícula propensión a vivir como un play boy frisando ya los
cuarenta! Y así lo fui conociendo, según
sus propias palabras; descubriendo la verdadera personalidad de un Sarmiento de
carne y hueso, que ocultan estrictamente sus ‘hermanos’ masones. De la sorpresa
pasé al asombro, a la incredulidad, a la decepción, a la amargura, a la bronca,
acompañando en su viaje a este liberal ‘plebeyo y disolvente’ (J. B. Genta).
Conociendo
la escandalosa propensión de Sarmiento a exterminar a sus opositores, propia de la
consigna de su liberalismo a ultranza: ¡muera quien no piensa como pienso yo!,
don Juan Manuel, político perspicaz, recomendó a los caudillos no conciliarse
con los salvajes unitarios. Escribió a Ibarra comentando el asesinato de
Heredia: “esa maldita idea de la fusión
de partidos, que ha puesto al país en el fatal estado en que lo vemos”. Y
corrobora Vicente Sierra: “Allí donde los gobernadores dejaban subsistir a los
unitarios sin adoptar enérgicas medidas contra ellos, el crimen político, o la revuelta, era cuestión de oportunidad, pero
era un hecho ineludible. Cuando se dejaron dominar por sentimientos de conciliación poco
tardaron en comprobar su error”… (Historia
de la Argentina ,
t. VIII, 518); y así fueron asesinados Dorrego, Villafañe, La Torre , Quiroga, Heredia,
Peñaloza, etc, etc… Esto nos enseña la Historia verdadera: si no derrumbamos el mito Sarmiento la Patria argentina continuará
cayendo en el abismo de la desaparición, y los verdaderos patriotas, como en
ese entonces, perseguidos, difamados y martirizados.
Asimismo
demostró su indignidad moral cuando aceptó la Presidencia de la Nación , digitada por la
masonería, luego de haber renegado de su Patria , manifestando su deseo de ser
chileno, francés, o yanqui, según le convenía.
Cae
de maduro, considerando la bajeza y mediocridad de la cultura oficial y del
periodismo, que reconozcan al ‘grande
entre los grandes’ como el paradigma que
les precedió y los inspira, cuyas ideas
maduraron hasta que hoy día transformaron la cultura, el arte, la política en
manifestaciones cipayas del peor gusto, de mala educación, de bajeza moral, de
incitación a la subversión.
Enseña
Belloc, escribiendo sobre Mahoma, que ciertos personajes tienen el poder de
asumir las nuevas ideas que se van gestando en determinadas épocas históricas,
se identifican con ellas y las imponen rechazando las que hasta ese entonces
fundaban las sociedades, cambiando el destino de los pueblos hacia su
perdición. Esto logró Sarmiento en nuestra Patria, importando las extrañas ideas que en su época estaban de moda: las de
la Reforma
protestante, del Iluminismo, y de la Revolución francesa.
Leyendo
sus ‘Viajes’, que entretienen y entristecen a la vez, descubrimos su fuerte
voluntarismo, su pésima formación cultural y su lamentable subjetivismo que le
hacían ver caprichosamente la realidad,
ensimismado en sus propias ilusiones;
fue el prototipo de los opinantes e improvisadores que siempre dominaron
la ‘cultura oficial’. Siendo la verdad la conformidad de la inteligencia con la
realidad él no la pudo descubrir. Y sin asentarse en la realidad, la
inteligencia planea sobre la superficie de las cosas, esclava de los accidentes,
e ignorando las esencias se inventan las más disparatadas Utopías, donde no se
respeta la realidad y todo está en movimiento. Inclusive los dogmas religiosos,
tal como acontece hoy día, son alterados o negados impunemente por el
progresismo ‘católico’. Por lo cual el
liberalismo no admite Tradición alguna; más bien desconoce la verdadera
Tradición nacional. Con este bagaje de insensatez Sarmiento imaginó “una siniestra utopía de crear de la nada
un universo nuevo”… un país irreal, americanizado… (L. Castellani
‘Reflexiones políticas’, 43).
Iluminándose
con las luces tenebrosas de las logias masónicas, donde llegó a ostentar el
satánico grado 33, Sarmiento hizo perder el rumbo de la Patria hacia su destino de
grandeza; y la Grande
Argentina fue arrinconada por sus secuaces, como hoy día es
manifiesto, en un lugar de vergüenza internacional, predisponiendo con su
palabra y su ejemplo la entrega nacional, por medio del protestantismo, el
marxismo y el capitalismo, al imperialismo judeo-calvinista.
PADRE
DEL AULA.
Es
el maestro indiscutido del fracaso argentino, ‘padre del aula Sarmiento inmortal’; de esas aulas que amamantaron a nuestro
pueblo, adormeciéndolo en el liberalismo entreguista, y formando una clase
dirigente corrupta y apátrida, que nos mantiene en un sumidero de ignorancia
histórica y política, como la mejor manera de hurtar impunemente nuestra
Patria, desde su alma soberana hasta la última hectárea de tierra. Y el pueblo
ignorante se lamenta y no entiende nada, pues tanto los mismos políticos como
el periodismo, domesticados por intereses internacionales, le escamotean la
verdad, ocultando todos los chanchullos de las logias y los comités. Y al fin,
en el colmo de la estolidez, ‘legaliza’ con su voto el robo y la corrupción,
creyendo tener alguna decisión política
efectiva. El sufragio no es el camino para que participe con eficacia y
dignidad, libremente. Además, no tiene porqué entender, y no entiende, problemas
de política nacional y menos de
la internacional. Tampoco los abogados en las Cámaras, entienden nada fuera de
su especialidad leguleya; esos curiales
que tiranizan la política democrática, afirmaba Ramón Doll. Cada cual en lo
suyo. Para que el pueblo participe con entendimiento, honradez y patriotismo
estarían las Corporaciones, por eso mismo eliminadas por el liberalismo.
La
educación en un país soberano debe principalmente incluir al culto a Dios y la
Patria , enseñando a
pensar según los postulados de la Filosofía
tomista. La pedagogía de Sarmiento, por
el contrario, al no incluir realmente a Dios, la Patria ni la Filosofía , fue derivando
lenta y lógicamente, como es ostensible
en nuestros días en ateísmo, traición y
epicureísmo, degradando a los estudiantes con las ideologías liberal
y marxista. El que desee profundizar
este tema para comprender la confusión
ideológica de Sarmiento y su dañina pedagogía debería leer los libros del
profesor Jordán Bruno Genta: “Acerca de
libertad de enseñar y de la enseñanza de la libertad” y “La Idea y las Ideologías” donde derrumba los postulados del liberalismo.
La
brillante labor pedagógica de Genta como Rector del Instituto del Profesorado
Secundario, en la quinta década del siglo pasado, podría haber neutralizado la
pedagogía disolvente de Sarmiento. Pero su actuación irritó de tal manera a los
amos de la educación, masones y
marxistas, que determinaron su cesantía, decretada por el General Farrell y el
peronista A. Benítez, pretextando falta de ‘ecuanimidad y ponderación’, lo que
era absurdo, pero en realidad porque un General de la Nación obedecía a las
logias. Desde entonces, recluido en su Cátedra privada de Filosofía continuó su
labor patriótica con sus clases y
editando, además de los mencionados: “Rehabilitación de la Inteligencia ”, “El
Filósofo y los Sofistas”, “Guerra Contrarrevolucionaria”, etc… Además se debe
leer “La Reforma
de la Enseñanza ”,
entre otros, del Padre Castellani, perseguido por los jesuitas por su excepcional inteligencia. La Jerarquía católica
no defendió a ninguno de ellos, más bien
los repudió por ser nacionalistas y católicos, y carecer
de ‘ecuanimidad y ponderación’, paro en realidad para no indisponerse con el gobierno y la
masonería, alterando su pacífica
indolencia. ¡Gravísimo pecado! No los aprovecharon
ni a ellos ni a muchos otros, para
formar una clase dirigente católica de primer nivel, que el país necesitaba
imperiosamente. Y el que quiera recrearse
con la chispa genial de Julio Camba puede leer ‘La Ciudad automática’
(Austral), entre otros artículos ‘La alfabetización, cantidad negativa’…
Ya
no se predispone a los alumnos a leer obras de calidad literaria o filosófica
¡ordenadoras! ¡para pensar!, sino más bien se incita a la juventud
‘maravillosa’ solapadamente, aboliendo las autoridades naturales, a todas las
modalidades del libertinaje, la insolencia, la indisciplina, el ‘viva la pepa’,
mentalizados por la TVBasura , la computadora y los celulares ¡Los maestros
y profesores les tienen miedo! ¡Los ‘nenes de papá’ están exacerbados por el
‘progresismo’! ¡Se saben con poder anárquico y que son imputables! ¡Pero los
maestros se lo buscaron cantando
loas a Sarmiento! En definitiva, la educación
al no estar bien orientada es
perniciosa.
La
misión de estudiar la educación primaria durante su periplo, le fue encomendada
por los chilenos con el ánimo de sacárselo de encima, como veremos. De
educación menciona poco y nada; y lo poco disparatado. Respecto a la cantilena
insoportable que insiste en las innumerables escuelas que, dicen, fundó, el
Padre Castellani aclaró que el cura Brochero, y no fue el único, sin la
alharaca de las logias, por supuesto, fundó más que él. Pero lo principal no es
la cantidad que creó, sino que en las mismas se enseñó y se enseña una
educación colonialista que sirve para leer los diarios del Régimen y para
conseguir algún conchavo burocrático (Castellani); porque como era
previsible, partiendo de las ideas
deletéreas de Sarmiento, de cultura cada vez menos.
Estando
en Alemania escribe, por fin, algo sobre instrucción escolar con su fanfarronería
habitual; “He recojido sobre este punto
datos preciosísimos cuya lectura, a enumerarlos en esta, lo haría a Ud quedarse
perfectamente dormido, tan erudita sería
mi exposición” (332). En las cercanías de Boston visitó a Horace Mann pues
era “el principal objeto de mi viaje”
(416) (lo que es falso). “Contóme sus
tribulaciones y las dificultades con que su grande obra había tenido que
luchar, por las preocupaciones populares sobre educación, i los celos locales y de secta, i la
mezquindad democrática que deslucía las mejores instituciones”. Pero ni uno
ni otro mencionan lo que se enseñaba. Luego de las charlas Sarmiento profiere
otra de sus alabanzas desmedidas: “Aquí,
como en todas las cosas, brilla la
soberana inteligencia de este pueblo” (448); pues admira la educación
protestante: “en Boston está la sede i el
centro del unitarismo relijioso, que propende a reunir en un centro común todas
las subdivisiones de secta i elevar la creencia al rango de filosofía relijiosa
i moral”. Con estas ideas el prócer
de las logias considera apropiado reducir la religión a filosofía, masónica por
supuesto, y predice de alguna manera el ecumenismo, implantado por el Vaticano
II, consolidado en Asís y aún en proceso herético sin miras de detenerse, donde
la religión verdadera con la Misa
del ‘Novus Ordo’ será una secta como cualquier otra.
UN
MATETE EN LA CABEZA.
El
mismo nos aclara su improvisado enciclopedismo ‘ilustrado’ (276): “Era mi cabeza desde pequeñuelo, allá en la
remota y poco erudita provincia, un cajón desastre lleno de retazos de
historia, viajes, vidas de santos cuentos de brujas i aparecidos, i otras mil zarandajas que por
brevedad no inventario. Fue su Señoría Ilustrísima quien siendo cura del lugar
me puso la cartilla en la mano, como dicen, i no habrá olvidado, porque no lo
he olvidado yo, que a la edad de cuatro años me había labrado la reputación del
lector más petulante y gritón que se había hasta entonces visto”.
Su
carácter insoportable le duró mientras peregrinó en este valle de lágrimas,
junto a su improvisación intelectual, que podría haber ordenado con un firme
estudio filosófico, del que careció, según se comprueba leyendo estas páginas
de sus ‘Viajes’. Mons. Franceschi
(citado por Mauricio Ferrari Nicolay, revista ‘Estudios’ Nº408) dice que “no
tuvo maestros adecuados ni educadores suficientes”, y menos lo fue su ayo, el
presbítero Oro, teñido de liberalismo. Este
tuvo la oportunidad de ordenar las ideas y la potencia vital de su discípulo,
evitando que la Patria
caiga en manos de un desaforado. Pero
para educarlo correctamente, Oro debería haberse comenzado por sacudir su liberalismo ¡y abandonar las
bailantas! Y como esto no sucedió, la defección del presbítero fue un momento
histórico crucial de enorme trascendencia, pues desde ese entonces se concretó una de las causas del derrumbe de
nuestra grandeza patria.
Sin
comprender el drama de profundidad
teológica que se vivía en el mundo, Sarmiento ‘inmortal’ asumió con fe
religiosa la ideología liberal, progresista, iluminista, nacida del ‘libre
examen’ luterano, engrosada con deletéreas hipótesis calvinistas gnósticas, de
moda en su época. De él podemos decir. A) actuó y pensó siempre como un
perfecto masón 33; b) fue determinista, creyendo que el Progreso, fundado en el
evolucionismo, es la ineluctable ley histórica; c) este Progreso viene de la
mano de la raza predestinada por Jehová; la judeo calvinista anglosajona, la WAPS , la raza superior; d)
desarraigado: como masón y progresista reniega
de sus raíces religiosas y nacionales, ridiculizando lo hispánico, lo
americano, lo católico y lo argentino; e)materialista: incapaz de captar lo
esencial de la realidad no supera lo material, y ya en USA lo encandila la
grandiosidad mensurable, dimensiones y dólares; f) manifestó un aguachento
cristianismo secularizado, propio del ‘americanismo’; g) fue el precursor de la
‘americanización’ de nuestra Patria, hoy día en su apogeo; h) consideró al
protestantismo superior al catolicismo… etc.
Llegando
a Venecia se indigna pues “la policía inquisitorial” austríaca la convirtió en una “penitenciaría subdividida en canales”
(304), pero se da maña para introducir mediante una estratagema obras de Blanc
y Michelet, entre otras dos; “estos cuatro libros eran nuestro pasto,
devorados con ansia en las horas que nos dejaban libres las correrías”; suficientes
para embrollar aún más su desquiciado caletre con las ideas ‘avanzadas’ de
estos socialistas, seguramente masones.
Las
narraciones de sus ‘Viajes’ prueban, página tras página, que el matete que se hizo con sus dispares
conocimientos enciclopédicos, como hojas
volando al viento, desprendidas de la rama filosófica del tronco teológico, se debía a su incapacidad
para razonar con sentido común, principio de la sabiduría; sentido común que él
degradó en el ‘buen sentido’ de Franklin, que tanto admiraba. De él se podría
decir: ‘el sentido común es el menos común de los sentidos’ (Alberini, Genta). La
narración de los disparates que escribió
en sus ‘Viajes’ sería de no acabar, por lo que me limito a los que mejor pueden
describir su personalidad.
Algún
obcecado podría protestar pues don Juan Manuel, paradigma de los gobernantes
argentinos, reconocido mundialmente en su época, tampoco tenía estudios de alto
nivel, pero se guió prudentemente con los buenos que tuvo, con su entrañable sentido común y sabiéndose
rodear con los patriotas más granados de su época. Sarmiento, ‘grande entre los
grandes’ no pasó de ser un ideólogo egocéntrico alucinado por una o dos ideas
extravagantes, que solamente hubiera podido concretar demoliendo la realidad
argentina. Entre ambos un abismo, pues don Juan Manuel, aceptando
admirativamente la naturaleza de las cosas y de los seres humanos tal cual eran
(recordar las admirables Instrucciones a los mayordomos), ya estaba ordenando su vida política con la
virtud fundamental de la prudencia hacia el Bien Común de los argentinos.
POR
SI FUERA POCO, ¡TAMBIÉN FOURERISTA!
Quedó
también encandilado con el pensamiento romántico socialista de Fourier, con su
delirante utopía de los falansterios, del amor libre, donde una esposa tiene
permitido ‘mariposear’ a gusto con sus ‘amigos’, y donde los niños son
‘educados’ por el falansterio, (como
luego sucedería en los kibutz
sionistas)… El chileno nacido en San Juan lo considera “un pensador profundo, un ingenio
de observación, de estudio, de concentración” (97), uno de los “redentores,
desde Sócrates hasta nuestros días” (98).
Llegando
a Ruan, a bordo de la ‘Rose’, escribe en una de sus cartas que ya pasó la moda
del romanticismo, del eclecticismo de la monarquía moderada y de la Asamblea del 93; “oiga Ud. al oído, tengo un secreto. El
falansterianismo, el furierismo, el socialismo” (90), que lee ávidamente durante dos meses y se explaya: “I será siempre la gloria de Fourier haber llevado la inteligencia del hombre
hasta hacerla capaz de mejorar el universo, de haber deificado en la criatura el poder del Criador, poetizando
el trabajo i la inteligencia humana, en lugar de la fuerza destructora de
héroes sanguinarios”…(142). Y remachando el clavo: “Fourier ha vivido en su mundo
armónico, compadeciendo a los pretendidos filósofos, i gozándose en la apoteosis
que le aguarda cunando las sociedades humanas entren en el camino que él les ha
trazado” (97).
Evidentemente
mencionaba estos revoltijos de masones y
socialistas, al estilo roussoniano, sin importarle un bledo hacer más fácil la
vida ni mejorar la ‘humanidad’, según se deduce de sus actividades políticas.
Mencionaba la utopía disparatada de Fourier (95) pues era de ‘buen tono’ demostrar
que estaba ‘al día’ con la ‘cultura’ de
la época, ante los papanatas que leían sus cartas; tal cual actualmente los
liberales aparentan ‘progresismo’ proclamando resentimiento marxista y
depravaciones morales, aunque tampoco les importe un ardite los problemas
sociales, que de cualquier modo siempre empeorarán.
PROGRESISMO EVOLUCIONISTA ; META RUIDO Y
HUMO.
Sarmiento
rumbeó hacia Europa con su fanática e irreflexiva ideología ‘progresista’. ¿En
qué consistía su malhadado Progreso? Era un Progreso con mayúscula, técnico,
industrial. Describiendo lo que vio en Barcelona escribió: “el humo de las fábricas da al cielo aquel tinte especial, que nos hace
sentir que el hombre máquina está debajo. La población es activa, industrial
por instinto i fabricante por conveniencia. Aquí hai ómnibus, gas, vapor,
seguros, tejidos, imprenta, humo u ruido; hai, pues, un pueblo europeo”
(192). Pese a tantas maravillas, viven principalmente del contrabando con
Francia, pero “el contrabando es lícito,
como el robo entre los espartanos, si se perpetra impunemente” (193). Y
también: “aquellas portentosas fábricas
que son el orgullo i el blasón de la intelijencia humana” (8). Pero esto
era pura cháchara, falsa por añadidura, pues años después, poseyendo el poder
político ni industrializó el país ni protegió las industrias existentes; más
bien lo cubrió con el humo y el ruido de su incapacidad y sus crímenes.
Su
Progreso no tenía en cuenta la realidad argentina, esta tierra y estos hombres,
sino lo basó en una ideología foránea que quiso imponer a sangre y fuego
desfigurando la sociedad argentina. Este fue uno de sus pecados políticos. Progreso puramente material, utopía
desconocedora de la gravitación política
del Pecado original. Porque ese Progreso, derivado de la doctrina
judeo-calvinista del enriquecimiento a toda costa, no mejora moral ni
espiritual al hombre, pues caerá, aún forrado con dólares, en la angustia, en
la desesperación, en el vacío espiritual
y en la inmoralidad; ¡si Dios no
existe todo está permitido!; afectando
además el Bien común de la sociedad. Ese Progreso material es regresión humana.
Aunque en nuestra Patria ni siquiera es Progreso material ¡Fue y es Progreso
para los imperialistas y cipayos corruptos!
Todo
el palabrerío demagógico de la época, que
manejaban profusamente los unitarios, pues era la razón de su política,
iluminismo, luces, Progreso, civilización, desde hace décadas, viviendo el
pueblo argentino cada vez más miserablemente los políticos democratizaron esas
mentiras del progresismo iluminado cambiándolas por trabajo, salud,
educación, seguridad… sin cumplir, por
supuesto, ni antes ni ahora, ninguna de las promesas. Desde Caseros hasta
nosotros, la abyección política se mantiene intacta.
Finalizado
su ‘Viaje’ declaró; “la idea de que vamos
en América en mal camino, i de que hai causas profundas, tradicionales, que es preciso romper, si no queremos dejarnos
arrastrar a la descomposición, a la nada, i me atrevo a decir, a la barbarie,
fango inevitable en que se sumen los restos
de pueblos i de razas que no pueden vivir” (11). Para justificar esta acusación de
barbarie, contrapone la situación argentina con la del resto del mundo, donde
según este pobre iluso, se vive plenamente la utopía del Progreso, y
disparata: “De nuestro siglo es la abolición de la esclavitud, del tormento, i de
la pena de muerte por causas políticas o
religiosas, porque recién de nuestro siglo data la idea de que no
hai autoridad política emanada de Dios, ni encargados en la tierra de hacer justicia en su nombre” (297).
Y también: “Las sociedades modernas
tienden a la igualdad, no hai ya castas privilegiadas u ociosas” (99)… y
continuó idealizando la educación, la ciencia, el sufragio universal, etc.,
aunque nada de esto creó la sociedad utópica que imaginó; porque aumentó la
irreligiosidad y el predominio de las logias. Fueron asesinados dos millones en
la guillotina; el furor del racismo calvinista anticristiano era un baldón para
la sociedad de los EEUU; se desataron las guerras napoleónicas; y las persecuciones
protestantes a los católicos en Irlanda; surgió la proletarización industrial,
y la mayor desigualdad entre pobres y
ricos, ¡el imperialismo capitalismo
judeo-protestante sojuzgando el mundo!, etc.
Pero el botarate continuaba en las nubes ignorando
lo que sucedía a su alrededor, en tanto contrariaba su Utopía, en el tiempo en
que las grandes potencias civilizadoras pretendían adueñarse de la Confederación.
Adolfo Saldías en ‘Historia de la Confederación
Argentina ’ (Eudeba, t.3, 36) describió un impresionante
informe de la situación internacional que pone los pelos de punta: “Y el
interés de apoderarse de las riquezas ajenas, y mantener a los pueblos en una
sumisión muy parecida a la esclavitud, campeaba en esas guerras tremendas que
llevaron Francia o Gran Bretaña a la
China , la
India , Argel, Irlanda, etcétera. En la China y en la India los franceses y los
ingleses saquearon e incendiaron pueblos, diezmaron los habitantes y cometieron los excesos de la barbarie;
y como a pesar de tanta crueldad y de tanta sangre se levantaban todavía
hombres a defender su suelo, su familia y sus hogares, los civilizadores
inventaron entre otros suplicios horribles…”
Pero
el ‘’maestro’ impávido, con su Facundo bajo el brazo se presentó en las Cortes
europeas rindiendo pleitesía a los imperialistas, sin importarle que podrían provocar en su Patria repudiada tantas o
peores fechorías de las mencionadas, que sólo las evitó el genio del
Restaurador y sus fieles federales: incendios, violaciones, asesinatos de
pueblos enteros, etc.; una muestra de
esta barbarie la dio el mercenario Garibaldi en las costas del Paraná con el
auspicio unitario.