miércoles, 30 de abril de 2014



Primera parte
  
Comentarios a veces jocosos, otras lacerantes, al insólito libro del famoso ‘maestro ciruela’, chileno por adopción, Domingo F. Sarmiento, donde narra sus “Viajes por Europa, África i América, 1845-1847”.
(Imprenta Gutemberg, Santiago de Chile, 1886)
(Todas las citas en cursivas perteneces al autor del libro; algunas frases destacables las marqué en cursivas negritas)

 
“Júzgame, oh Dios,
y defiende tú mi causa contra la gente malvada;
del hombre perverso  y engañador líbrame”
Salmo 42.



  



“A
 Rosas no se lo ha historiado; se lo ha novelado. Y se lo ha novelado en folletín” escribió con acierto el gran historiador mexicano Carlos Pereyra; y con ese  criterio fue escrita la pérfida historias liberal por Sarmiento y Mitre, divulgada por los pandilleros masones que tiranizan la cultura,  la  educación y el periodismo comercial. A Rosas se lo infamó desde las logias con maldad diabólica, y a Sarmiento se lo ensalzó demencialmente.

He cometido la irreverencia de leer el libro de Sarmiento “Viajes  por Europa, África i América, 1845-1847”, que debería haberse titulado “Diario de un perfecto masón 33”. Digo irreverencia, porque a Sarmiento no se lo debe leer, porque si se lo lee se derrumba el falso mito, se destiñen el bronceado de sus bustos y queda al descubierto el yeso deleznable de la  malvada superchería elucubrada por la masonería para falsificar la Historia  Patria, insinuándonos subrepticiamente, desde la escuela, que nuestro destino histórico es ser sumisa colonia del amo imperialista de turno, inglés o yanqui, inspirados e impulsados ambos por el judeo-calvinismo.

De hecho, son muy pocos los que se animan a leerlo. Sería un pecado masónico, y estos se pagan caro y no tienen perdón. A Sarmiento se le rinde culto, pues el liberalismo tiene sus ‘dogmas’ inconmovibles, -al tiempo que la Jerarquía ecuménica actualmente desprecia los dogmas sagrados-, entonando ese himno que lo endiosa como demiurgo del liberalismo: ‘Padre del aula Sarmiento inmortal’. Letanía que resume el superficial y falso conocimiento histórico de los argentinos y explica el oprobio nacional.

Pero animarme a leerlo, y disponerme a viajar imaginariamente a su lado como una sombra compañera fue todo uno. Aunque el peso de sus bustos abrumaban mis espaldas y mi conciencia me repetía: sólo un sacrílego tiene la temeridad de entrometerse en vida tan glorificada, avancé a su lado. Y si mantenía algún escrúpulo, cuando Sarmiento tuvo la insolencia de llamar a Rosas “nuestro imbécil”  (439) y  a su gobierno “despotismo brutal ” (335), y recordando las “mentiras a designio”  que escribió en su ‘Facundo’, y las palabras de Pedro de Paoli en su magnífico ‘Facundo’ (94): “innata propensión de Sarmiento, el ‘maestro de los maestros’ por la impostura”; imposturas repetidas como un sonsonete  por las cotorras de las   logias,   deseché mi aprensión  criticándolo a ‘calzón quitado’,  sin animo de infamarlo, pues se desacredita solo  leyendo las sandeces que escribió en sus ‘Viajes’, según iremos comentando, sin necesidad de recurrir tampoco a las viles mentiras que  él empleaba profusamente. Si me costó cargar con la fama de sus bronces, más todavía desechar sus mentiras que nos impusieron entrañablemente, pues cuesta creer que propaló tantas y tan malvadas, para que surjan limpias y verdaderas las personalidades extraordinarias de sus odiados enemigos  Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga.

Se podrá retrucar que en esa época todos se arrojaban insultos, pero los unitarios y los ‘lomos negros’ llegaron al colmo de  infamar inclusive a los familiares de los federales.  Y aunque  iban y venían las ofensas, los unitarios merecían con justicia ser acusados de salvajes y traidores, porque lo fueron ciertamente; mientra los crímenes adjudicados a los federales, que los hubo porque era una guerra, eran generalmente  mentiras y exageraciones. Es absolutamente diferente emplear una guerra psicológica contra los traidores a la Patria, que hacerla en usufructo de las logias y de los extranjeros.

Acorté la distancia del tiempo pegándome a él,  oyendo y viendo, con desilusión y vergüenza sus ideas, sus palabras, sus gestos, ¡su ridícula propensión a vivir como un play boy frisando ya los cuarenta!  Y así lo fui conociendo, según sus propias palabras; descubriendo la verdadera personalidad de un Sarmiento de carne y hueso, que ocultan estrictamente sus ‘hermanos’ masones. De la sorpresa pasé al asombro, a la incredulidad, a la decepción, a la amargura, a la bronca, acompañando en su viaje a este liberal ‘plebeyo y disolvente’ (J. B. Genta).

Conociendo la  escandalosa propensión de Sarmiento  a exterminar a sus opositores, propia de la consigna de su liberalismo a ultranza: ¡muera quien no piensa como pienso yo!, don Juan Manuel, político perspicaz, recomendó a los caudillos no conciliarse con los salvajes unitarios. Escribió a Ibarra comentando el asesinato de Heredia: “esa maldita idea  de la fusión de partidos, que ha puesto al país en el fatal estado en que lo vemos”. Y corrobora Vicente Sierra: “Allí donde los gobernadores dejaban subsistir a los unitarios sin adoptar enérgicas medidas contra ellos, el crimen político, o la revuelta, era cuestión de oportunidad, pero era un hecho ineludible. Cuando se dejaron dominar  por sentimientos de conciliación poco tardaron en comprobar su  error”… (Historia de la Argentina, t. VIII, 518); y así fueron asesinados Dorrego, Villafañe, La Torre, Quiroga, Heredia, Peñaloza, etc, etc… Esto nos enseña la Historia verdadera: si no derrumbamos el mito Sarmiento la Patria argentina continuará cayendo en el abismo de la desaparición, y los verdaderos patriotas, como en ese entonces, perseguidos, difamados y martirizados.

Asimismo demostró su indignidad moral cuando aceptó la Presidencia de la Nación, digitada por la masonería, luego de haber renegado de su Patria , manifestando su deseo de ser chileno, francés, o yanqui, según le convenía.

Cae de maduro, considerando la bajeza y mediocridad de la cultura oficial y del periodismo, que  reconozcan al ‘grande entre los grandes’ como el paradigma  que les precedió y los inspira,   cuyas ideas maduraron hasta que hoy día transformaron la cultura, el arte, la política en manifestaciones cipayas del peor gusto, de mala educación, de bajeza moral, de incitación a la subversión. 

LA UTOPÍA DESCABELLADA.

Enseña Belloc, escribiendo sobre Mahoma, que ciertos personajes tienen el poder de asumir las nuevas ideas que se van gestando en determinadas épocas históricas, se identifican con ellas y las imponen rechazando las que hasta ese entonces fundaban las sociedades, cambiando el destino de los pueblos hacia su perdición. Esto logró Sarmiento en nuestra Patria, importando las extrañas  ideas que en su época estaban de moda:   las de la Reforma protestante, del Iluminismo,  y de la Revolución francesa.

Leyendo sus ‘Viajes’, que entretienen y entristecen a la vez, descubrimos su fuerte voluntarismo, su pésima formación cultural y su lamentable subjetivismo que le hacían ver  caprichosamente la realidad, ensimismado en sus propias ilusiones;  fue el prototipo de los opinantes e improvisadores que siempre dominaron la ‘cultura oficial’. Siendo la verdad la conformidad de la inteligencia con la realidad él no la pudo descubrir. Y sin asentarse en la realidad, la inteligencia planea sobre la superficie de las cosas, esclava de los accidentes, e ignorando las esencias se inventan las más disparatadas Utopías, donde no se respeta la realidad y todo está en movimiento. Inclusive los dogmas religiosos, tal como acontece hoy día, son alterados o negados impunemente por el progresismo ‘católico’. Por lo cual  el liberalismo no admite Tradición alguna; más bien desconoce la verdadera Tradición nacional. Con este bagaje de insensatez Sarmiento imaginó “una siniestra utopía de crear de la nada un universo nuevo”… un país irreal, americanizado… (L. Castellani ‘Reflexiones políticas’, 43).

Iluminándose con las luces tenebrosas de las logias masónicas, donde llegó a ostentar el satánico grado 33, Sarmiento hizo perder el rumbo de la Patria hacia su destino de grandeza; y la Grande Argentina fue arrinconada por sus secuaces, como hoy día es manifiesto, en un lugar de vergüenza internacional, predisponiendo con su palabra y su ejemplo la entrega nacional, por medio del protestantismo, el marxismo y el capitalismo, al imperialismo judeo-calvinista.

La Patria nació gestada por la Cruz de Cristo y la Espada de los héroes,  y se consolidó con la sangre de los Mártires ¡Nada fundacional debe al iluminismo sarmientista! Más bien sus utopías, impuestas luego de Caseros,  hicieron abortar el destino señero de nuestra Patria, estafándonos la gran argentinidad. ¡Y si no vuelve a sus orígenes, repudiando al unitarismo liberal Argentina  desaparecerá! ¡Porque la Patria es la Historia de la Patria, y falsificando la Historia nos roban la Patria! (H. Wast, Genta).

PADRE DEL AULA.

Es el maestro indiscutido del fracaso argentino,  ‘padre del aula Sarmiento inmortal’;  de esas aulas que amamantaron a nuestro pueblo, adormeciéndolo en el liberalismo entreguista, y formando una clase dirigente corrupta y apátrida, que nos mantiene en un sumidero de ignorancia histórica y política, como la mejor manera de hurtar impunemente nuestra Patria, desde su alma soberana hasta la última hectárea de tierra. Y el pueblo ignorante se lamenta y no entiende nada, pues tanto los mismos políticos como el periodismo, domesticados por intereses internacionales, le escamotean la verdad, ocultando todos los chanchullos de las logias y los comités. Y al fin, en el colmo de la estolidez, ‘legaliza’ con su voto el robo y la corrupción, creyendo tener alguna decisión   política efectiva. El sufragio no es el camino para que participe con eficacia y dignidad, libremente. Además, no tiene porqué entender, y no entiende,  problemas  de política  nacional y menos de la internacional. Tampoco los abogados en las Cámaras, entienden nada fuera de su especialidad leguleya; esos  curiales que tiranizan la política democrática, afirmaba Ramón Doll. Cada cual en lo suyo. Para que el pueblo participe con entendimiento, honradez y patriotismo estarían las Corporaciones, por eso mismo eliminadas por el liberalismo.

La educación en un país soberano debe principalmente  incluir al culto a Dios y   la Patria,  enseñando a pensar según los postulados de la   Filosofía  tomista. La pedagogía de Sarmiento, por el contrario, al no incluir realmente a Dios, la Patria ni la Filosofía, fue derivando lenta y lógicamente,  como es ostensible en nuestros días en ateísmo, traición y  epicureísmo, degradando a los estudiantes con las ideologías liberal y  marxista. El que desee profundizar este tema para comprender  la confusión ideológica de Sarmiento y su dañina pedagogía debería leer los libros del profesor Jordán Bruno Genta:   “Acerca de libertad de enseñar y de la enseñanza de la libertad” y “La Idea y las Ideologías” donde   derrumba los postulados del   liberalismo.   

La brillante labor pedagógica de Genta como Rector del Instituto del Profesorado Secundario, en la quinta década del siglo pasado, podría haber neutralizado la pedagogía disolvente de Sarmiento. Pero su actuación irritó de tal manera a los amos  de la educación, masones y marxistas, que determinaron su cesantía, decretada por el General Farrell y el peronista A. Benítez, pretextando falta de ‘ecuanimidad y ponderación’, lo que era absurdo, pero en realidad porque un General de la Nación obedecía a las logias. Desde entonces, recluido en su Cátedra privada de Filosofía continuó su labor patriótica con sus clases y  editando, además de los mencionados: “Rehabilitación de la Inteligencia”, “El Filósofo y los Sofistas”, “Guerra Contrarrevolucionaria”, etc… Además se debe leer “La Reforma de la Enseñanza”, entre otros, del Padre Castellani, perseguido por los jesuitas por su  excepcional inteligencia. La Jerarquía católica no  defendió a ninguno de ellos, más bien   los repudió  por ser nacionalistas y católicos, y carecer de ‘ecuanimidad y ponderación’, paro en realidad  para no indisponerse con el gobierno y la masonería,  alterando su pacífica indolencia. ¡Gravísimo pecado! No  los aprovecharon ni a ellos ni a muchos otros,  para formar una clase dirigente católica de primer nivel, que el país necesitaba imperiosamente.  Y el que quiera recrearse con la chispa genial de Julio Camba puede leer ‘La Ciudad automática’ (Austral), entre otros artículos ‘La alfabetización, cantidad negativa’…

Ya no se predispone a los alumnos a leer obras de calidad literaria o filosófica ¡ordenadoras! ¡para pensar!, sino más bien se incita a la juventud ‘maravillosa’ solapadamente,  aboliendo  las autoridades naturales, a todas las modalidades del libertinaje, la insolencia, la indisciplina, el ‘viva la pepa’, mentalizados por  la TVBasura,  la computadora y los celulares ¡Los maestros y profesores les tienen miedo! ¡Los ‘nenes de papá’ están exacerbados por el ‘progresismo’! ¡Se saben con poder anárquico y que son imputables! ¡Pero los maestros  se lo buscaron cantando loas  a Sarmiento! En definitiva, la educación al no estar bien orientada  es perniciosa.

La misión de estudiar la educación primaria durante su periplo, le fue encomendada por los chilenos con el ánimo de sacárselo de encima, como veremos. De educación menciona poco y nada; y lo poco disparatado. Respecto a la cantilena insoportable que insiste en las innumerables escuelas que, dicen, fundó, el Padre Castellani aclaró que el cura Brochero, y no fue el único, sin la alharaca de las logias, por supuesto, fundó más que él. Pero lo principal no es la cantidad que creó, sino que en las mismas se enseñó y se enseña una educación colonialista que sirve para leer los diarios del Régimen y para conseguir algún conchavo burocrático (Castellani); porque como era previsible,  partiendo de las ideas deletéreas de Sarmiento, de cultura cada vez menos.

Estando en Alemania escribe, por fin, algo sobre instrucción escolar con su fanfarronería habitual; “He recojido sobre este punto datos preciosísimos cuya lectura, a enumerarlos en esta, lo haría a Ud quedarse perfectamente dormido, tan erudita sería mi exposición” (332). En las cercanías de Boston visitó a Horace Mann pues era “el principal objeto de mi viaje” (416) (lo que es falso). “Contóme sus tribulaciones y las dificultades con que su grande obra había tenido que luchar, por las preocupaciones populares sobre educación,  i los celos locales y de secta, i la mezquindad democrática que deslucía las mejores instituciones”. Pero ni uno ni otro mencionan lo que se enseñaba. Luego de las charlas Sarmiento profiere otra de sus alabanzas desmedidas: “Aquí, como en todas las cosas, brilla la soberana inteligencia de este pueblo (448); pues admira la educación protestante: “en Boston está la sede i el centro del unitarismo relijioso, que propende a reunir en un centro común todas las subdivisiones de secta i elevar la creencia al rango de filosofía relijiosa i moral”. Con estas ideas  el prócer de las logias considera apropiado reducir la religión a filosofía, masónica por supuesto, y predice de alguna manera el ecumenismo, implantado por el Vaticano II, consolidado en Asís y aún en proceso herético sin miras de detenerse, donde la religión verdadera con la Misa del ‘Novus Ordo’ será una secta como cualquier otra.

UN MATETE EN LA CABEZA.

El mismo nos aclara su improvisado enciclopedismo ‘ilustrado’ (276): “Era mi cabeza desde pequeñuelo, allá en la remota y poco erudita provincia, un cajón desastre lleno de retazos de historia, viajes, vidas de santos cuentos de brujas  i aparecidos, i otras mil zarandajas que por brevedad no inventario. Fue su Señoría Ilustrísima quien siendo cura del lugar me puso la cartilla en la mano, como dicen, i no habrá olvidado, porque no lo he olvidado yo, que a la edad de cuatro años me había labrado la reputación del lector más petulante y gritón que se había hasta entonces visto”.

Su carácter insoportable le duró mientras peregrinó en este valle de lágrimas, junto a su improvisación intelectual, que podría haber ordenado con un firme estudio filosófico, del que careció, según se comprueba leyendo estas páginas de sus ‘Viajes’. Mons.  Franceschi (citado por Mauricio Ferrari Nicolay, revista ‘Estudios’ Nº408) dice que “no tuvo maestros adecuados ni educadores suficientes”, y menos lo fue su ayo, el presbítero Oro, teñido de liberalismo.  Este tuvo la oportunidad de ordenar las ideas y la potencia vital de su discípulo, evitando que la Patria caiga en manos de un desaforado.  Pero para educarlo correctamente, Oro debería haberse comenzado por  sacudir su liberalismo ¡y abandonar las bailantas! Y como esto no sucedió, la defección del presbítero fue un momento histórico crucial de enorme trascendencia, pues  desde ese entonces  se concretó una de las causas del derrumbe de nuestra grandeza patria.

Sin comprender el drama de profundidad  teológica que se vivía en el mundo, Sarmiento ‘inmortal’ asumió con fe religiosa la ideología liberal, progresista, iluminista, nacida del ‘libre examen’ luterano, engrosada con deletéreas hipótesis calvinistas gnósticas, de moda en su época. De él podemos decir. A) actuó y pensó siempre como un perfecto masón 33; b) fue determinista, creyendo que el Progreso, fundado en el evolucionismo, es la ineluctable ley histórica; c) este Progreso viene de la mano de la raza predestinada por Jehová; la judeo calvinista anglosajona, la WAPS, la raza superior; d) desarraigado: como masón y progresista reniega  de sus raíces religiosas y nacionales, ridiculizando lo hispánico, lo americano, lo católico y lo argentino; e)materialista: incapaz de captar lo esencial de la realidad no supera lo material, y ya en USA lo encandila la grandiosidad mensurable, dimensiones y dólares; f) manifestó un aguachento cristianismo secularizado, propio del ‘americanismo’; g) fue el precursor de la ‘americanización’ de nuestra Patria, hoy día en su apogeo; h) consideró al protestantismo superior al catolicismo… etc.

Llegando a Venecia se indigna pues  “la policía inquisitorial”  austríaca la convirtió en una “penitenciaría subdividida en canales” (304), pero se da maña para introducir mediante una estratagema obras de Blanc y Michelet, entre otras dos;  “estos cuatro libros eran nuestro pasto, devorados con ansia en las horas que nos dejaban libres las correrías”; suficientes para embrollar aún más su desquiciado caletre con las ideas ‘avanzadas’ de estos socialistas, seguramente masones.

Las narraciones de sus ‘Viajes’ prueban, página tras página,  que el matete que se hizo con sus dispares conocimientos enciclopédicos,  como hojas volando al viento, desprendidas de la rama filosófica  del tronco teológico, se debía a su incapacidad para razonar con sentido común, principio de la sabiduría; sentido común que él degradó en el ‘buen sentido’ de Franklin, que tanto admiraba. De él se podría decir: ‘el sentido común es el menos común de los sentidos’ (Alberini, Genta). La narración de los  disparates que escribió en sus ‘Viajes’ sería de no acabar, por lo que me limito a los que mejor pueden describir su personalidad.

Algún obcecado podría protestar pues don Juan Manuel, paradigma de los gobernantes argentinos, reconocido mundialmente en su época, tampoco tenía estudios de alto nivel, pero se guió prudentemente con los buenos que tuvo, con  su entrañable sentido común y sabiéndose rodear con los patriotas más granados de su época. Sarmiento, ‘grande entre los grandes’ no pasó de ser un ideólogo egocéntrico alucinado por una o dos ideas extravagantes, que solamente hubiera podido concretar demoliendo la realidad argentina. Entre ambos un abismo, pues don Juan Manuel, aceptando admirativamente la naturaleza de las cosas y de los seres humanos tal cual eran (recordar las admirables Instrucciones a los mayordomos),  ya estaba ordenando su vida política con la virtud fundamental de la prudencia hacia el Bien Común de los argentinos.

POR SI FUERA POCO, ¡TAMBIÉN FOURERISTA!

Quedó también encandilado con el pensamiento romántico socialista de Fourier, con su delirante utopía de los falansterios, del amor libre, donde una esposa tiene permitido ‘mariposear’ a gusto con sus ‘amigos’, y donde los niños son ‘educados’ por el falansterio,  (como luego sucedería  en los kibutz sionistas)… El chileno nacido en San Juan lo considera “un pensador profundo, un ingenio de observación, de estudio, de concentración” (97), uno de los “redentores, desde Sócrates hasta nuestros días” (98).

Llegando a Ruan, a bordo de la ‘Rose’, escribe en una de sus cartas que ya pasó la moda del romanticismo, del eclecticismo de la monarquía moderada y de la Asamblea del 93; “oiga Ud. al oído, tengo un secreto. El falansterianismo, el furierismo, el socialismo” (90), que lee ávidamente durante dos meses y se explaya: “I será siempre la gloria de Fourier haber llevado la inteligencia del hombre hasta hacerla capaz de mejorar el universo, de haber deificado en  la criatura el poder del Criador, poetizando el trabajo i la inteligencia humana, en lugar de la fuerza destructora de héroes sanguinarios”…(142). Y remachando el clavo: “Fourier  ha vivido en su mundo armónico, compadeciendo a los pretendidos filósofos, i gozándose en la apoteosis que le aguarda cunando las sociedades humanas entren en el camino que él les ha trazado” (97).

Evidentemente mencionaba estos  revoltijos de masones y socialistas, al estilo roussoniano, sin importarle un bledo hacer más fácil la vida ni mejorar la ‘humanidad’, según se deduce de sus actividades políticas. Mencionaba la utopía disparatada de Fourier (95) pues era de ‘buen tono’ demostrar que estaba ‘al día’ con la  ‘cultura’ de la época, ante los papanatas que leían sus cartas; tal cual actualmente los liberales aparentan ‘progresismo’ proclamando resentimiento marxista y depravaciones morales, aunque tampoco les importe un ardite los problemas sociales, que de cualquier modo siempre empeorarán. 

PROGRESISMO EVOLUCIONISTA ; META RUIDO Y HUMO.

Sarmiento rumbeó hacia Europa con su fanática e irreflexiva ideología ‘progresista’. ¿En qué consistía su malhadado Progreso? Era un Progreso con mayúscula, técnico, industrial. Describiendo lo que vio en Barcelona escribió: “el humo de las fábricas da al cielo aquel tinte especial, que nos hace sentir que el hombre máquina está debajo. La población es activa, industrial por instinto i fabricante por conveniencia. Aquí hai ómnibus, gas, vapor, seguros, tejidos, imprenta, humo u ruido; hai, pues, un pueblo europeo” (192). Pese a tantas maravillas, viven principalmente del contrabando con Francia, pero “el contrabando es lícito, como el robo entre los espartanos, si se perpetra impunemente” (193). Y también: “aquellas portentosas fábricas que son el orgullo i el blasón de la intelijencia humana” (8). Pero esto era pura cháchara, falsa por añadidura, pues años después, poseyendo el poder político ni industrializó el país ni protegió las industrias existentes; más bien lo cubrió con el humo y el ruido de su incapacidad y sus crímenes.

Su Progreso no tenía en cuenta la realidad argentina, esta tierra y estos hombres, sino lo basó en una ideología foránea que quiso imponer a sangre y fuego desfigurando la sociedad argentina. Este fue uno de sus pecados políticos.  Progreso puramente material, utopía desconocedora  de la gravitación política del Pecado original. Porque ese Progreso, derivado de la doctrina judeo-calvinista del enriquecimiento a toda costa, no mejora moral ni espiritual al hombre, pues caerá, aún forrado con dólares, en la angustia, en la desesperación, en el vacío espiritual  y en la inmoralidad;  ¡si Dios no existe todo está permitido!;   afectando además el Bien común de la sociedad. Ese Progreso material es regresión humana. Aunque en nuestra Patria ni siquiera es Progreso material ¡Fue y es Progreso para los imperialistas y cipayos corruptos!

Todo el palabrerío demagógico de la época, que  manejaban profusamente los unitarios, pues era la razón de su política, iluminismo, luces, Progreso, civilización, desde hace décadas, viviendo el pueblo argentino cada vez más miserablemente los políticos democratizaron esas mentiras del progresismo iluminado cambiándolas por trabajo, salud, educación,  seguridad… sin cumplir, por supuesto, ni antes ni ahora, ninguna de las promesas. Desde Caseros hasta nosotros, la abyección política se mantiene intacta.

Finalizado su ‘Viaje’ declaró; “la idea de que vamos en América en mal camino, i de que hai causas profundas, tradicionales, que es preciso romper, si no queremos dejarnos arrastrar a la descomposición, a la nada, i me atrevo a decir, a la barbarie, fango inevitable en que se sumen los restos de pueblos i de razas que no pueden vivir”  (11). Para justificar esta acusación de barbarie, contrapone la situación argentina con la del resto del mundo, donde según este pobre iluso, se vive plenamente la utopía del Progreso, y disparata:  “De nuestro siglo es la abolición de la esclavitud, del tormento, i de la pena de muerte por causas políticas o  religiosas, porque recién de nuestro siglo data la idea de que no hai autoridad política emanada de Dios, ni encargados en la tierra de hacer justicia en su nombre” (297). Y también: “Las sociedades modernas tienden a la igualdad, no hai ya castas privilegiadas u ociosas” (99)… y continuó idealizando la educación, la ciencia, el sufragio universal, etc., aunque nada de esto creó la sociedad utópica que imaginó; porque aumentó la irreligiosidad y el predominio de las logias. Fueron asesinados dos millones en la guillotina; el furor del racismo calvinista anticristiano era un baldón para la sociedad de los EEUU; se desataron las guerras napoleónicas; y las persecuciones protestantes a los católicos en Irlanda; surgió la proletarización industrial, y  la mayor desigualdad entre pobres y ricos, ¡el imperialismo  capitalismo judeo-protestante sojuzgando el mundo!,  etc.

Pero  el botarate continuaba en las nubes ignorando lo que sucedía a su alrededor, en tanto contrariaba su Utopía, en el tiempo en que las grandes potencias civilizadoras pretendían adueñarse de la Confederación. Adolfo Saldías en ‘Historia de la Confederación Argentina’ (Eudeba, t.3, 36) describió un impresionante informe de la situación internacional que pone los pelos de punta: “Y el interés de apoderarse de las riquezas ajenas, y mantener a los pueblos en una sumisión muy parecida a la esclavitud, campeaba en esas guerras tremendas que llevaron Francia o Gran Bretaña a la China, la India, Argel, Irlanda, etcétera. En la China y en la India los franceses y los ingleses saquearon e incendiaron pueblos, diezmaron los habitantes y cometieron los excesos de la barbarie; y como a pesar de tanta crueldad y de tanta sangre se levantaban todavía hombres a defender su suelo, su familia y sus hogares, los civilizadores inventaron entre otros suplicios horribles…”


Pero el ‘’maestro’ impávido, con su Facundo bajo el brazo se presentó en las Cortes europeas rindiendo pleitesía a los imperialistas, sin importarle que podrían  provocar en su Patria repudiada tantas o peores fechorías de las mencionadas, que sólo las evitó el genio del Restaurador y sus fieles federales: incendios, violaciones, asesinatos de pueblos enteros, etc.; una  muestra de esta barbarie  la dio el mercenario  Garibaldi en las costas del Paraná con el auspicio unitario.