Doctrina Política
Nacionalista
José Antonio Primo de Rivera
ESPAÑA AL
AZAR
E
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n pocos partidos falta un
hombre aprovechable. Lo que no tiene cura es el sistema de los partidos. Lo
hemos visto reiteradamente en la sucesión de ensayos que nos ha tocado
soportar, y vamos a verlo de nuevo con ocasión de las próximas elecciones.
La
experiencia –que, por otra parte, no ha hecho más que confirmar lo que ya
promulgaba la razón- pudiera formularse con la exactitud de una ley matemática.
No hay política posible, ni historia posible, un Patria posible, si cada dos
años se pone todo en revisión con motivo de unas elecciones.
Las grandes
arquitecturas históricas han sido, cuando menos, a obra de la vida entera de un
jefe o de un rey.Las más de las veces han sido la obra de toda una dinastía. En
otras partes, la de una revolución que ha impuesto sus principios y se ha
mantenido en ellos durante cuarenta o cincuenta años, mediante la sucesión en
el Poder de hombres ungidos por el derecho de la revolución misma. De no ser
así, todo esfuerzo es inútil; ni en dos ni en cinco años da tiempo a realizar
nada, y es cosa sabida que la impaciencia popular se inclina cada dos años, o
cada cinco, a cambiar de postura. No hay tiempo sin incomodidad, y el juicio
simple de las masas, tiende siempre a recibir lo bueno de cada tiempo como cosa
natural y gratuita, y lo malo como consecuencias de la torpeza de los
gobernantes. Nunca se juzga a los gobernantes por lo que han hecho, sino por lo
que han dejado de hacer. De este modo, como nadie en el mundo es capaz de hacer
todo lo imaginable, nadie está libre de que la crítica se ensañe con lo que no
hizo.
Esta crítica
de lo que falta, este llorar por lo que
queda, es el mejor resorte del conjunto de falacias, injusticias y embustes
que se llama propaganda electoral. Los más insignes edificadores de pueblos no
hubieran rematado sus obras si cada dos años, o cada tres, en plena tarea,
cuando aun era tan difícil entrever los
resultados finales, hubiesen tenido que someterse a la dirección irresponsable
de todos los demagogos en todas las tabernas en todos los pueblos.
El sistema
sufragista no sólo se resiente de todos los vicios de la demagogia, sino que
los estimula. Para ganar votos hay que excitar a los electores. Entre candidato
y candidato se entablan pugilatos a muerte: cada uno tiene que aumentar la
dosis de excitante suministrada por el rival. Cuando se agotan las reservas
conocidas, urge echar mano de nuevos venenos no probados antes. Hay drogas
políticas, como el nacionalismo, que acaso no hubieran llegado a nacer si no
hubieran sido requeridas por algún
candidato, en trance electoral, para flagelar la sensibilidad de las masas
votantes, ya acaso embotadas por el abuso de otras drogas envejecidas.
No puede
haber un solo hombre normal que defienda de buena fe este sistema diabólico.
Sólo odiando al pueblo se le puede desear un sistema que le convierte cada dos
o tras años, en campo de experimentación de todos los imbéciles, ambiciosos,
frenéticos, logreros y farsantes. Sobre un masa popular ingenua, tierna, fácil
a la credulidad y a la cólera, se permite la avenida de todo el hampa
electoral, diestra en el juego de las torturas y las mentiras. Unos candidatos saldrán triunfantes, y otros
vencidos; de unos y de otros se sabrá poco hasta las próximas elecciones; pero
en pos de ellos habrá quedado, envenenando almas embalses enormes de rencor sin
alivio posible, porque los demagogos, para alimentar el rencor, encienden
apetitos irrealizables.
¿Porque no se
tolera la venta pública de estupefacientes y novelas pornográficas y si se
tolera este mercado libre de estupefacientes políticos? Se tolera, simplemente,
porque el Estado, que admite el sistema, no cree en sí mismo ni en su propia misión justificante, y para hacerse
perdonar la injusticia de existir tiene que simular que se pone en juego, cada
dos o tres años. Su propia existencia. Nuestro Estado que tendrá la conciencia
de su gran misión al servicio de la
unidad eterna de España, no permitirá que España se juegue a este turbio azar
de las urnas.+
(Arriba, Nº 25, 26/12/1935).
Comentario
nacionalista: poco por decir, o, mejor aun, nada debe agregarse
a conceptos tan claros y definidos. Eso sí, una advertencia: cuando José
Antonio condena al nacionalismo, se debe entender por tal al separatismo, siempre
y en todas partes, fomentado por los imperialismo anglo-yanqui, y no al
nacionalismo auténtico que aglutina la Nación soberana, con intención de
proyectarla hacia su destino histórico.
Además,
ni él, ni el más funesto
de los agoreros, hubiera imaginado que el actual mundo judeo-calvinista
que gobierna abiertamente desde la última gran postguerra, se envilecería al extremo de oficializar la venta de drogas, o al menos no combatirla suficientemente, por sus enlaces con los de
alto coturno político; y que la televisión trasmitiría pornografía, encubierta como estilo natural de vida, para
toda la familia y a todas horas.
Así como
los marxistas idolatran las doctrinas perversas de extraños personajes judíos semi-orientales, y
los derechistas a los tan perversos sofistas, calvinistas e imperialistas;
nosotros, argentinos nacionalistas, modestamente reverenciamos al Héroe
entrañable de nuestra estirpe latina, paradigma de la Hispanidad, la que fundó nuestra Patria. Su palabra insobornable, de político realista y de sentido común, que resonó
en toda España y en Hispanoamérica, fue
suficiente para que el odio exacerbado de derechas e izquierdas, decreten su asesinato, acallándolo a balazos. En esta
ocasión, denuncia un aspecto de una política rasttrera que frena la de alto vuelo
que deseamos los argentinos. el sufragio
electoral exagerado, meollo de la democracia liberal.
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