viernes, 19 de abril de 2019


Doctrina Política Nacionalista
José Antonio Primo de Rivera

ESPAÑA  AL  AZAR
E
n pocos partidos falta un hombre aprovechable. Lo que no tiene cura es el sistema de los partidos. Lo hemos visto reiteradamente en la sucesión de ensayos que nos ha tocado soportar, y vamos a verlo de nuevo con ocasión de las próximas elecciones.
La experiencia –que, por otra parte, no ha hecho más que confirmar lo que ya promulgaba la razón- pudiera formularse con la exactitud de una ley matemática. No hay política posible, ni historia posible, un Patria posible, si cada dos años se pone todo en revisión con motivo de unas elecciones.
Las grandes arquitecturas históricas han sido, cuando menos, a obra de la vida entera de un jefe o de un rey.Las más de las veces han sido la obra de toda una dinastía. En otras partes, la de una revolución que ha impuesto sus principios y se ha mantenido en ellos durante cuarenta o cincuenta años, mediante la sucesión en el Poder de hombres ungidos por el derecho de la revolución misma. De no ser así, todo esfuerzo es inútil; ni en dos ni en cinco años da tiempo a realizar nada, y es cosa sabida que la impaciencia popular se inclina cada dos años, o cada cinco, a cambiar de postura. No hay tiempo sin incomodidad, y el juicio simple de las masas, tiende siempre a recibir lo bueno de cada tiempo como cosa natural y gratuita, y lo malo como consecuencias de la torpeza de los gobernantes. Nunca se juzga a los gobernantes por lo que han hecho, sino por lo que han dejado de hacer. De este modo, como nadie en el mundo es capaz de hacer todo lo imaginable, nadie está libre de que la crítica se ensañe con lo que no hizo.
Esta crítica de lo que falta, este llorar por lo que queda, es el mejor resorte del conjunto de falacias, injusticias y embustes que se llama propaganda electoral.  Los más insignes edificadores de pueblos no hubieran rematado sus obras si cada dos años, o cada tres, en plena tarea, cuando aun era tan difícil  entrever los resultados finales, hubiesen tenido que someterse a la dirección irresponsable de todos los demagogos en todas las tabernas en todos los pueblos.
El sistema sufragista no sólo se resiente de todos los vicios de la demagogia, sino que los estimula. Para ganar votos hay que excitar a los electores. Entre candidato y candidato se entablan pugilatos a muerte: cada uno tiene que aumentar la dosis de excitante suministrada por el rival. Cuando se agotan las reservas conocidas, urge echar mano de nuevos venenos no probados antes. Hay drogas políticas, como el nacionalismo, que acaso no hubieran llegado a nacer si no hubieran sido requeridas  por algún candidato, en trance electoral, para flagelar la sensibilidad de las masas votantes, ya acaso embotadas por el abuso de otras drogas envejecidas.
No puede haber un solo hombre normal que defienda de buena fe este sistema diabólico. Sólo odiando al pueblo se le puede desear un sistema que le convierte cada dos o tras años, en campo de experimentación de todos los imbéciles, ambiciosos, frenéticos, logreros y farsantes. Sobre un masa popular ingenua, tierna, fácil a la credulidad y a la cólera, se permite la avenida de todo el hampa electoral, diestra en el juego de las torturas y las mentiras.  Unos candidatos saldrán triunfantes, y otros vencidos; de unos y de otros se sabrá poco hasta las próximas elecciones; pero en pos de ellos habrá quedado, envenenando almas embalses enormes de rencor sin alivio posible, porque los demagogos, para alimentar el rencor, encienden apetitos irrealizables.
¿Porque no se tolera la venta pública de estupefacientes y novelas pornográficas y si se tolera este mercado libre de estupefacientes políticos? Se tolera, simplemente, porque el Estado, que admite el sistema, no cree en sí mismo ni en  su propia misión justificante, y para hacerse perdonar la injusticia de existir tiene que simular que se pone en juego, cada dos o tres años. Su propia existencia. Nuestro Estado que tendrá la conciencia de su gran  misión al servicio de la unidad eterna de España, no permitirá que España se juegue a este turbio azar de las urnas.+

 (Arriba,  Nº 25,  26/12/1935).

Comentario nacionalista: poco por decir, o, mejor aun, nada debe   agregarse a conceptos tan claros y definidos. Eso sí, una advertencia: cuando José Antonio condena al nacionalismo, se debe entender por tal al separatismo, siempre y en todas partes, fomentado por los imperialismo anglo-yanqui, y no al nacionalismo auténtico que aglutina la Nación soberana, con intención de proyectarla hacia su destino histórico.
Además, ni él, ni  el más  funesto  de los agoreros, hubiera imaginado que el actual mundo judeo-calvinista que gobierna abiertamente desde la última gran postguerra, se envilecería al extremo de  oficializar la venta de  drogas, o al menos no combatirla suficientemente, por sus enlaces con los de alto coturno político; y que la televisión trasmitiría pornografía, encubierta como estilo natural de vida, para toda la familia y a todas horas.
Así como los marxistas idolatran las doctrinas perversas de extraños personajes judíos semi-orientales, y los derechistas a los tan perversos sofistas, calvinistas e imperialistas; nosotros, argentinos nacionalistas, modestamente reverenciamos al Héroe entrañable de nuestra estirpe latina, paradigma de la Hispanidad, la que fundó nuestra Patria.  Su palabra insobornable, de político realista y de sentido común, que resonó en toda España y en Hispanoamérica, fue suficiente para que el odio exacerbado  de derechas e izquierdas, decreten su asesinato, acallándolo a balazos. En esta ocasión, denuncia un aspecto de una política rasttrera que frena la de alto vuelo que deseamos los argentinos. el  sufragio electoral exagerado, meollo de la democracia liberal.



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