martes, 28 de diciembre de 2021

 

Carta pastoral colectiva


del Episcopado Argentino sobre LA Propaganda Protestante.

El Cardenal primado, los Arzobispos y los Obispos de la República Argentina al clero y a los fieles de nuestras diócesis.


Salud y paz en el Señor


Conscientes de las graves responsabilidades de nuestro magisterio pastoral y velando por la defensa de nuestra fe católica, queremos advertiros y precaveros de los graves peligros a que estáis expuestos, por la difusión audaz y orgánicamente renovada en nuestro país, de opiniones heréticas, corrosivas y destructoras de la fe católica, sobre la cual se fundamenta vuestra vida cristiana y la misma vida de la Iglesia, vuestra madre.


Como en el orden natural, así también en el orden sobrenatural, el principio activo y regulador de nuestras actividades y ordenador de nuestra vida en el conjunto de ideas directrices que toma posesión de la mente y tiende a actuarse, conformando la vida real al contenido de nuestra inteligencia.


La verdad es, por eso, el supremo bien del hombre como tal, tanto en el orden natural como en el sobrenatural. Por ella debemos estar dispuestos a soportar trabajos y sacrificios, porque de ella depende el ordenamiento de la vida individual, familiar y social: porque de ella dependen los grandes valores espirituales y morales.


Asi, pues, también en el orden sobrenatural de la Revelación cristiana, todos los demás valores dependen esencialmente de la verdad revelada y conocida, ya que sin el conocimiento de la doctrina verdadera, nunca podría el hombre orientarse hacia sus destinos eternos y sobrenaturales, ni emplear los medios eficaces de la gracia de Dios, puestos a nuestro alcance por medio de los Sacramentos.


Sin el conocimiento cierto y seguro de las verdades enseñadas por Cristo Jesús nuestro Divino Redentor ¿cómo podría el hombre aceptar la buena nueva , apetecer y querer la fe que da la vida eterna, que es la vida sobrenatural, vida de Jesús en nosotros para vivir de Dios para Dios?


Por lo cual, si se comprende bien cuanta avidez , cuánta diligencia y esfuerzo debe poner el hombre en la busqueda de la verdad religiosa, es, sin embargo, inadmisible que acepte, “como tal” con ligeresa, sin cautela y sin exámen serio, ya que desgraciadamente, como lo demuestra la experiencia es más que frecuente el que gentes sin responsabilidades y sin misión alguna en el orden religioso, sin mayor preparación muchas veces, pero con la tenacidad de los contradictores temperamentales o profesionales: o lo que es más grave, con el encono de los apóstatas, algunas veces, presenten los más graves errores con apariencia de verdad.


Estas reflexiones generales, aplicadas a todo hombre de buena voluntad que busca la verdad religiosa, asume caracteres de suma gravedad para los católicos, que teniendo el deber y la posibilidad de conocer la verdad católica por medio de la Iglesia, que es la única fuente autorizada por su Divino Fundador para enseñar Su verdad con Magisterio Infalible, se expusieran por ligereza y negligencia a perder culpablemente su fe.

La Iglesia instituida por Cristo.


Abrigamos la más profunda convicción ante los males que queremos evitar, que no hay medio más eficaz para ello que la enseñanza de la doctrina verdadera, puesta al alcance de todos, con plena confianza en el poder de la palabra de Dios, que os hacemos llegar en esta Carta pastoral.


Nuestro Señor Jesucristo, con su Revelación nos trajo una verdad y una vida; en realidad, nos trajo una verdad, para que comprendiéramos esa vida y la viviéramos. “Yo para esto he nacido y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad” (Juan18/37). “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan más abundante” (Juan, 10/10).


Pero él, que enseñó y obró como Quien era, como Hijo de Dios hecho hombre, tomó todas las precauciones para que la Verdad revelada permaneciera y se transmitiera sin error alguno a todas las generaciones y en todo el mundo, como Él mismo las había enseñado y difundido durante su vida mortal.


Por eso Nuestro Divino Salvador instituyó una sociedad verdadera, real y perdurable, a la cual Él mismo llamó su Iglesia, la cual había de perpetuar y para siempre su misión y obra de Redención y Salvación entre los hombres.


Reelección de Pedro.


Una sola lectura seria y atenta de los Santos Evangelios, del Libro de los Hechos de los Apóstoles y de sus Cartas bastarán para comprobar que el pensamiento y voluntad del Señor en la fundación de la Iglesia es un hecho preparado, querido y solemnemente realizado, con el fin de asegurar la permanencia perdurable de la verdad religiosa, que nos había traído y de la vida sobrenatural que nos había merecido.



El modo de proceder del Señor elimina toda duda razonable: procede con armónica sucesión: pero desde el primer momento de su vida pública con presciencia y soberanía divinas, todo lo dirige a la fundación de Ia Iglesia. En la Iglesia, como en toda sociedad perfecta y rectamente costituida, lo primero y lo fundamental es la Autoridad, destinada al ordenamiento social de sus componentes, de acuerdo a la finalidad de la misma.


Cuán profundamente impresiona el comprobar que Jesús reañloizó su primer acto de soberanía visible para señalar firme y divinamente que había preelegido como Jefe de su Iglesia y Vicario suyo en la tierra.


No fue Pedro, sino Andrés y Juan quienes llegaron los primeros a presencia del Maestro, inmediatamente despues de su bautismo en el Jordán y antes de comenzar su vida pública. Pedro fue presentado despue´s por su hermano Andrés a Jesús. Quien “mirándolo profundamente”, dice San Juan, con la mirada de Dios que hace presentes los acontecimientos futuros y con la soberanía de Dios que realiza eficazmente cuanto quiere, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan: en adelante te llamarás Cephas, Pedro”, es decir roca (San Juan, I,42).


Es el primer relámpago de intuición divina de Jesús, que con la iniciación de su vida pública inicia también, clara y decisivamente la fundación de su Iglesia sobre la roca que será Pedro.


He aquí, escribe San Mateo el nombre de los doce Apóstoles. El primero es Simón, llamado Pedro” ¿Porqué el primero es Pedro? Únicamente por la voluntad soberana del Maestro que lo predestinó para que fuera Jefe de su Iglesia.


La promesa del primado de Pedro.


En los caminos de Cesára de Filipos, Jesús interroga a sus discípulos: ¿Quien dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Respondieron ellos: unos dicen que Juan Bautista, otros Elías, otros, en fin, Jeremías, o alguno de los profetas. Díceles Jesús: ¿Y vosotros quién decís que soy yo? Tomando la palabra Simón Pedro dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (San Mateo,16, 13-19).


La respuesta de Jesús tiene el sello de la majestad de dios y de la unidad en el proceso de la fundación de su Iglesia: “Bienventurado eres Simón, hijo de Juan: porque no te ha revelado eso la carne y la sangre, sino mi Padre, que está en los cielos”. “Y yo te digo a tí que tú eres Pedro y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puestas del infierno no prevalecerán contra ella”. “Y a tí te daré la llave del Reino de los cielos”. “Y todo lo que ates sobre la tierra será atado también en los cielos: y todo lo que desatares sobre la tierra, sera´ también desatado en los cielos” (San Mateo, 16, 13,29). Quien no vea en estas palabras al Señor de los cielos y tierra está ciego, para ver las cosas de Dios.


Pedro será, pues, por voluntad de Jesús el fundamento indefectible de una Iglesia eterna, inmutable, contra la cual los poderes del infierno no prevalecerán jamás: Pedro será la autoridad suprema de la Iglesia, con plenos poderes sobre todos, sin excepción y sin límites.


El magisterio infalible de Pedro.


Pero en esta Sociedad singular de las almas, que Jesús va a edificar en la unidad del amor, con la cual restaurará la realizada por Dios en el Paraíso y deshecha por el pecado, y que aquí en la tierra tiene su comienzo para alcanzar su perfección en el cielo, no basta únicamente la Autoridad.


La autoridad de por sí, como tal, no tiene ni puede tener por fin , la conservación, el desarrollo y la trasmisión incontaminada de las verdades en las sociedades de orden natural.


Pero en la Iglesia no podía ser así. La Iglesia deberá encaminar a las almas por los senderos de la verdad de Dios, enseñada por Cristo Jesús.


Por eso el Señor, prosiguiendo la ejecución de sus designios divinos, en la última Cena, poco antes de comenzar su Pasión, dice a Pedro: “Simón, Simón, mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearnos , como al trigo cuando se criba. Más yo he rogado por tí, a fin de que tu fe no perezca; y tú, cuando te conviertas, confirma en ella a tus hermanos” (Lucas, 22, 31/2).


Pedro, pues, fundamento imperecedero de la Iglesia eterna, poseerá la luz plena para demostrar el verdadero camino a las almas, a fin de que no puedan descarriarse. La fe de Pedro no desfallecerá, para que pueda confirmar siempre en ella a sus hermanos.

La realización de la promesa del Primado de Pedro.


Pero no ha terminado aún la obra maestra de Jesús. Resucitado, glorioso y triunfante, con la experiencia de sus múltiples apariciones, impone a los Apóstoles la evidencia de su Divinidad. Allí está a orillas del mar de Tiberíades, donde un día llamó a Pedro y a su hermano Andrés, a Juan y a Santiago para hacerles pescadores de hombres en el Reino de Dios. Jesús va coronar su obra. “Acabada la comida, dice Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan ¿me amas tú más que estos? Dícele: Si Señor, tú sabes que te amo. Dícele: apacienta mis corderos. Segunda vez le dice: Simón, hijo de Juan ¿me amas? Respondiole: si, Señor, tú sabes que te amo. Dícele: apacienta mis corderos. Dícele tercera vez: Simón, hijo de Juan ¿me amas? Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntase si lo amaba: y asi respondió: Señor tú lo sabes todo: tú conoces bien que yo te amo. Díjole Jesús: apacienta mis ovejas” ( San Juan, 21, 15/17).


No habrá, pues, más que un solo rebaño y un sólo pastor”. Durante Su vida, del pequeño rebaño inicial, que en potencia era toda la Iglesia, el Pastor fué Él, Cristo Jesús. Después de su Ascención a los Cielos, el único rebaño que Él ha venido a formar, el único Pastor, el Pastor de los Pastores; de ,los corderos, que son los fieles, y de las ovejas, que multiplican el rebaño y son los Obispos y Sacerdotes, será Pedro y sus sucesores: será el Papa, Vicario de Cristo con plenos poderes para gobernarlos y con plena luz para mantenerlos en la unidad de la verdad, de la gracia y del amor.


Institución del Episcopado.


Pedro, sin embargo, no está sólo junto a Jesús, sino que con los doce Apóstoles y es uno de ellos. Jesús, que instituye el Pontificado, crea junto a él, y como su corona, el Episcopado.


Así como ha elegido a todos sus Apóstoles, así lo forma, junto a sí, a todos, incluso a Pedro.


A todos les recomienda una misma misión: “Como mi Padre me envió, así os envío también a vosotros” ( San Juan 10, 21). “Id por todo el mundo: predicad el Evangelio a todas las criaturas” (San Marcos, 16,15). “Quien a vosotros recibe, a mi me recibe y quien os desprecia, a mi me desprecia” (San Mateo, 10,40). “Recibid el Espíritu Santo: a aquellos a quienes les perdonéis los pecados les serán perdonados: a aquellos a quienes se los retuviereis les serán retenidos” (San Juan,20, 22/23).


Finalmente, en el momento de ascender a los Cielos, con el poder visible de Dios, les ordenó a todos: “Se me ha dado todo poder sobre el cielo y la tierra”. “Id, pues, enseñád a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo”. “Enseñádles a guardar todos mis mandamientos”. “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos” (San Mateo28, 18/20).

Este es el pensamiento y la voluntad excelsa y formal de nuestro Divino Salvador, que ha instituído también el Episcopado, el cual juntamente con Pedro, y presidido por él, deberá apacentar y gobernar el único rebaño de las almas unidas en el amor.


Los Apóstoles, juntamente con Pedro son, pues, una unidad, en la cual hay una cabeza, un jefe, para apacentar un sólo rebaño.


San Cipriano (200-250) hace notar con singular acierto que “El Señor habla a Pedro: “yo te digo”, dijo, “que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, etc.” (San Mateo,16/18). Sobre uno edifica la Iglesia y, aunque todos los Apóstoles, después de su Resurección, confiera igual potestad y diga: “Así como el Padre me envía, también yo os envío a vosotros”. “Recibid el Espíritu Santo: si perdonáreis los pecados de alguien le serán perdonados, si los de alguien los retuviéreis, le serán retenidos” (San Juan, 20/21…), sin embargo para manifestar la unidad (constituyó una cátedra) dispuso con su autoridad que el origen (y razón) de la misma unidad comenzara en uno. Los demás apóstoles eran ciertamente lo que fue Pedro, dotados de igual participación de honor y poder, pero el principio procede de la unidad (y el primado es dado a Pedro), para enseñar que la Iglesia de Cristo es única (y la cátedra es única).


Y Pastores son todos, pero el rebaño es uno sólo, que es apacentado por todos los Apóstoles con unánime conformidad” (San Cipriano).


La unidad de la Iglesia.


Habrá, pues, una indestructible unidad en el Cuerpo Apostólico presidido por Pedro, y más tarde y para siempre, en el cuerpo del Episcopado, presidido por el Papa: porque la Iglesia de Jesucristo está edificada sobre el fundamento de los Apóstoles y Profetas, siendo piedra angular el mismo Cristo Jesús” (San Pablo, Efesios, II,20), principio permanente de su unidad necesaria.


Por eso, antes de la despedida, después de la Institución de la Eucaristía y después de la Comunión, que es el Sacramento de la unidad, en la oración sacerdotal. Cristo Jesús, rodeado de sus Apóstoles y de Pedro que, en principio y potencialmente eran la Iglesia, pide insistentemente al Padre el bien esencial de la unidad para el Cuerpo Apostólico y en él para toda la Iglesia de siempre.


Padre Santo, guardad en vuestro nombre a estos que me habéis dado, para que sean uno como nosotros” (San Juan 17/11): esto es, para que por la caridad tengan unidad, como nosotros la tenemos por naturaleza.


No solamente ruego por ellos, sino también por aquellos que, por su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno, como Vos, oh Padre, en mí y yo en Vos, para que ellos también sean uno; para que el mundo crea que Vos me enviásteis” (San Juan 17, 20/21).


La unidad, por la cual ruega eficazmente Cristo Jesús, será pues, el signo divino que calificará esencialmente a la Iglesia, para que el mundo crea que su autor, Cristo Jesús fue enviado por el Padre.


Caracteres esenciales constitutivos de la Iglesia.


Si hemos querido recordaros estas palabras del Señor, es porque ellas son el fundamento indestructible de la Iglesia, como sociedad perfecta de las almas, establecida por Jesucristo Nuestro Señor, bajo la dirección y gobierno de sus Apóstoles, presididos por Pedro, su Vicario.


En ellas está la explicación del hecho histórico que puede ser comprobado a la luz de la más severa crítica; la Iglesia, desde sus primeros tiempos, se difundió en todo el mundo conocido de entonces, presentándose, desde un principio, como un sólo cuerpo jerárquicamente constituído, como una sociedad independiente y perfecta, visible y que puede ser reconocida como la Iglesia genuina de Jesucristo, por sus notas esenciales constitutivas.


En las palabras recordadas de Juan está la explicación de la unánime enseñanza de la tradición apostólica, y de los Santos Padres, y de las definiciones de los Concilios en defensa de la unidad de Fe y de régimen de gobierno en la Iglesia santa, católica y apostólica, inseparable de Pedro y de los sucesores de Pedro.


El Papa, sucesor de Pedro.


Pedro fue a Roma y en Roma colocó su sede y en ella instituyó al Obispo Romano, como a su sucesor, en el mismo Primado de Juridicción, que recibió de Jesucristo mismo.


Por eso, los Pontífices romanos siempre y legítimamente se atribuyeron el Primado de la Iglesia Católica y por eso también la tradición cristiana y el unánime consentimiento de la cristiandad ha tenido como centro de unidad, desde el primer siglo, a la Iglesia Romana, cuyo Pontífice fue reconocido como sucesor de Pedro y Suprema Autoridad de toda la Iglesia.


Los Obispos son sucesores de los Apóstoles.


Los Obispos fueron los legítimos sucesores de ,los Apóstoles, cualquiera haya sido el modo con el cual fue realizada la transmisión primigenia de la juridicción en las diversas Iglesias.


San Ignacio Antioqueno muerto en el año 107, en su carta a los Filadelfenses escribía: “Todos los que son de Dios y de Jesucristo, estos están con el Obispo; y los que guiados por la penitencia volvieron la unidad de la Iglesia, ellos también serán de Dios, para que vivan según Jesucristo. No erréis, hermanos míos: si alguien sigue al que provoca cisma, no consigue la herencia del Reino de Dios: si alguien camina en doctrina extraña, éste no comunica con la pasión”.


El Magisterio infalible de la Iglesia.


En las palabras reordadas de Cristo Jesús y en estos hechos de la tradición constante de la primitiva Iglesia está también el fundamento indestructible de la fe universal en el magisterio infalible de la Iglesia para la trasmisión de la doctrina de Cristo.


A esta Iglesia, pues, (a la de Roma), por su primacía de mayor autoridad es necesario que se conformen todas las Iglesias, esto es los fieles de todas partes, en la cual siempre ha sido conservada la que es tradición de los Apóstoles por aquellos que están por todas partes (o que residen en las Iglesias) (San Ireneo).


Así escribía ya San Ireneo en el siglo II contra los herejes de su tiempo y añadía: “Habiendo, pues, tantas pruebas, no está bien buscar todavía en otros la verdad, que finalmente podemos encontrar en la Iglesia; ya que los Apóstoles, como en un rico depósito, han puesto en ella plenamente todo lo que es de la verdad, para que todo aquel que quiera tome en ellas la bebida de vida. Porque ésta es la entrada de la vida; todos los demás son ladrones y salteadores. Por lo cual hay que evitarlos; y amar con suma diligencia lo que es de la Iglesia, y retener la verdad de la tradición”.


Por lo cual, siempre que los Obispos, congregados en Concilios ecuménicos, presididos directa o indirectamente por el Vicario de Cristo, han tomado decisiones para toda la Iglesia, han sido reconocidos como jueces infalibles de la fe.


Finalmente el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, Vicario de Jesucristo, cuando enseña oficialmente ex Cathedra a toda la Iglesia, lo hace con magisterio infalible.


Esta ha sido siempre la tradición constante y unánime de la Iglesia de Jesucristo, que nos viene como consecuencia necesaria de la voluntad del Señor, clara y formalmente manifestada en el Evangelio, así interpretada por la enseñanza y la tradición unánime apostólica y de los Santos Padres y definida por el Concilio Vaticano.


En el año 417 escribía San Agustín, como de cosa consentánea para el mundo cristiano de entonces: “De esta causa (la de los Pelagianos), dos concilios han sido enviados a la Sede Apostólica; y de allí también vinieron las repuestas. La causa ha teminado: ojalá termine también el error”.


Con razón, pues, afirma San Agustín: “Esta es la Iglesia santa, la Iglesia una, la Iglesia verdadera, la Iglesia católica, que combate contra todas las herejías; puede combatir, pero no puede ser destruída. Todas las herejías salieron de ella, como sarmientos inútiles cortados de la vid; ella, sin embargo, permanece en su raíz, en su vid, en su santidad”.


Quienes forman parte de la Iglesia.


Esta es la Igleia de Jesucristo, con un Cuerpo visible en la tierra, vivificada y Santificada por su alma invisible, que es el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu Santo.


Ahora bien, porque tiene un cuerpo visible, al cual pertenecen los hombres incorporados por la fe íntegra, que con la gracia recibieron en el bautismo del agua y del Espíritu Santo, la Iglesia de la tierra no está compuesta exclusivamente por los buenos, sino que consta de buenos y de malos, los cuales, aún siéndolo, siguen perteneciendo a su Cuerpo místico y real, cuya cabeza es Cristo Jesús.


Pero ni los herejes ni los cismáticos pertenecen al Cuerpo de Jesucristo, que es lglesia, porque no son sus miembros, ya que están fuera de la unidad.


Actitud de la Iglesia frente a las herejías.


Compréndase bien así la actitud enérgica de la Iglesia frente a las religiones separadas de ella por la negación formal de la verdad y que, bajo el nombre de herejías o de cismas, son como jirones de la túnica de Cristo.


La Iglesia tiene conciencia de su misión divina y de su responsabilidad: instituida por Jesucristo sobre la roca indefectible de Pedro, como depositario de la Verdad revelada, que debe desarrollar y predicar en todo el mundo, con la asistencia del mismo Cristo Jesús, que le aseguró: “Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos”, sabe que la unidad de todos sus miembros con su cabeza, que es Jesucristo, depende de la Verdad revelada por Él mismo.


Neces ariamente, pues, la Iglesia tiene como sumo mal a la herejía y el cisma, que al negar la Verdad revelada, confiada a su magisterio infalible, de hecho tienden a la destrucción de la unidad de la Iglesia, que constituye su misma esencia.


No hay ni puede haber mal mayor que el intento de separ a las almas del Padre Común, que es Dios, y de su Cristo, que es quien nos une a Dios por medio de su Iglesia.


La negación y la mutilación de la Verdad de Cristo es, en realidad, mutilación de su mismo Cuerpo Sacrosanto que es la Iglesia.


Contra este crimen que mutila el Cuerpo del Señor y que intenta la destrucción de la Iglesia, ella se opone con todas sus energías, condenando a la herejía ay al cisma como el peor de todos los males.


El protestantismo procedió de la crítica de los abusos. Debió ayudar a corregirlos dentro de la unidad, ya que el Cuerpo visible de la Iglesia, no estando constituido solamente por los buenos, desgraciadamente es humano que sufre las consecuencias de los pecados de los malos.


El principio del libre exámen en materia religiosa.


El carácter esencial de la llamada reforma protestante es “el principio del libre examen”, en materia religiosa, admitido en el momento de la separación para justificarla.


Ahí están los frutos a la vista. El grupo primitivo se disoció bien pronto y la disgregación creció hasta lo increíble; en realidad de verdad hasta el límite infranqueable de cada persona, pues la aplicación lógica del libre examen ha hecho de cada protestante consciente un protestantismo distinto.


De nada vale revestir las distintas y sucesivas sectas de nombres nuevos y simpáticos, usurpados indebidamente, para pregonar legítimos orígenes; el pecado original de todas está allí, en la ignorancia de la venerada tradición apostólica y en la rebelión y orgullo que estigmatizaron para siempre la mal llamada reforma protestante.


En vano titúlansen algunos con el nombre de “Evangelistas” para significar que fundan su fe y vida religiosa en las fuentes mismas del evangelio.


En realidad, esta apelación al Evangelio es una de las muchas formas de aplicación del principio del libre examen. Los Santos Evangelios entregados al libre examen de cada uno, a pesar de la buena fe con que se puede invocar la inspiración del Espíritu Santo para la verdad, en general lleva el germen de la disgregación y de la disolución individualista inevitable, para llegar al laicismo puro, realizando la herejía integral y el cisma completo.


La Iglesia pues, dejando de lado la consideración que le merecen las personas, al contemplar en toda su iniquidad y en sus consecuencias desastrosas los cismas, las herejías y su consecuencia que es la incredulidad, los condena enérgicamente asegurándonos que jamás se deplorarán suficientemente los males terribles que provocan, y quiere que nos esforcemos con todas nuestras fuerzas en defensa de la Verdad y de la Unidad religiosa.


Contra nuestra fe se renueva un ataque organizado que denunciamos.


Si, luchar seriamente, ordenadamente y con perseverancia, este es nuestro deber, contra estos males que atentan contra la verdad, contra el bien religioso, contra la unidad de la Iglesia y en consecuencia contra Cristo y el mismo Dios.


Es un hecho comprobado que en toda América Latina las sectas protestantes intentan, en una campaña sorprendente, su conquista espiritual. Oigamos, al respecto, la voz de prestigiosos Obispos de nuestra América:


El Obispo de Trujillo, en Santo Domingo, que es Primado de las Indias, dice en carta Pastoral: “La propaganda protestante, oral y escrita, se tiende como una red sobre todo el país, con resultados relativamente escasos, pero reales. El continente Latino Americano ha sido plasmado con catolicismo; en catolicismo cimentó toda su independencia y es hoy, como ayer, el Catolicismo, la base más sólida de la nacionalidad. Así como hace un siglo nuestros Padres opusieron el heroísmo de sus pechos a la invasión que desde el Oeste amenazaba la independencia de la Patria y el tesoro de la Fe Católica, así hoy debemos oponer el ardor apostólico de nuestro celo a la invasión que desde el Norte amenaza el tesoro de nuestra Fe Católica, y la independencia de nuestra nacionalidad”.


Obispos mejicanos dicen cuanto sigue en Pastoral colectiva: ”En estos últimos tiempos hemos observado una gran actividad de parte de algunas sectas protestantes norteamericanas, que pretenden arrancar la Fe Católica de los corazones de los mejicanos. Estas sectas, frente a nuestras desgracias sociales, quieren ver en los mejicanos un pueblo que olvidado de la Fe de cristo se ha convertido en un pueblo de misión, como las lejanas incultas tribus de los negros; y por eso, llenos de mala fe mandan o contratan aquí mismo los misioneros para que prediquen la mentira.

Es verdaderamente lamentable que las sectas protestantes norteamericanas enfoquen todas sus actividades y los recursos financieros en quebrantar en nuestra Patria la unidad de la Iglesia Católica calumniarla, vilipendiarla y acusarla hasta de las desgracias que estamos padeciendo. Esta campaña no tiene otro objeto que turbar la fe y sembrar entre nosotros la incredulidad.

Bien saben los protestantes que nuestra nacionalidad está entretejida con nuestro catolicismo y que el injerto de una herejia norteamericana necesariamente forma un ambiente propicio para ulteriores incursiones sociales, mercantiles, etc.”


La Pastoral Colectiva que firman el Arzobispo Primado de Bogotá y todos los Obispos colombianos, contiene estas afirmaciones: “Para nosotros, en Colombia, la Iglesia Católica tiene un significado especial porque está intimamente unida en la entraña misma de nuestra nacionalidad. La Iglesia Católica asistió a nuestro nacimiento como Nación, y ha sido la Iglesia Católica la que ha acompañado todos nuestros pasos. Nuestra cultura, nuestro espíritu están hondamente impresionados por las enseñanzas de la Iglesia Católica, y ciertamente sería presagio de un verdadero y aterrador cataclismo la separación de aquella a quien de una manera muy propia debemos más que nadie apellidar Madre Nuestra. Por eso, todos los que atentan contra esa unidad Religiosa, que está constituída entre nosotros por la adhesión de todos los Colombianos a la Iglesia Católica, no sólo nos arrebatan los más preciados bienes, el que todos los supera y por el cual debería sacrificarse sin vacilación la vida misma, sino que socaban los cimientos de nuestra paz, de nuestro progreso y de nuestro bienestar. Fué eso lo que justamente movió a los constituyentes de 1886 a escribir aquella frase que subsiste aún en el Concordato vigente; la Religión Católica, Apostólica, Romana… es esencial elemento del orden social. Es por eso obra de destrucción la que vienen a realizar en nuestra Patria los protestantes; ellos no sólo vienen a arrebatarnos la Fe que recibimos al nacer, que nos ha acompañado en el decurso de nuestras vidas, que nos ha proporcionado tantos consuelos en las horas amargas, y que nos ha hecho concebir tanta esperanzas en los peores momentos, sino que vienen a minar las bases de nuestra cultura nacional y social. Oponerse, por consiguiente a su labor de propaganda no es solamente el deber impuesto por la religión que sabemos venida de Dios, sino un acto de verdadero patriotismo”.


En el Ecuador, el Arzobispo de Quito, en su carta Pastoral dice cuanto sigue sobre la propaganda protestante: “Está en el ánimo de todos que no se salvará a la Patria, si unidos todos sus hijos no le tienden la mano, no levantan de su lecho de agonía, no le infunden nuevo vigor y nueva vida. Si todavía no existe esta unidad nacional tan apetecida, existe en cambio otra unidad que le sirve de inconmovible base, que es su fuerza vital: la unidad católica.

Cuán fácil sería a quienes tienen el derecho y el deber de encauzar la vida de la nación, apoyar sobre tan inconmovible cimiento la unidad Patriótica, empresa tanto o más hacedera cuanto para los católicos es también sagrado e ineludible deber religioso amar a la Patria con amor sincero.

De donde se desprende, con meridiana evidencia, que cuantos trabajan para disolver esta unidad religiosa, preciosa en sí misma, no sólo cometen un crimen religioso, sino también se hacen reos de horrendo delito de parricidio.

Cosa por cierto admirable y muy digna de reparo es que estos celosos misioneros protestantes, dejando su pais natal donde hay muy cerca de setenta millones de personas que carecen de religión, lejos de predicar a sus compatriotas siquiera la existncia de un Dios Creador, Conservador y Justiciero, vengan al Ecuador, país eminentemente católico, y hagan desesperados esfuerzos para arrancarlo del árbol de la Iglesia Católica”.


Encabezados por el Primado del Perú y el Episcopado peruano, declaran cuanto sigue en su Pastoral colectiva: “ Los pueblos Latino Americanos recibieron hace más de cuatrocientos años la luz del Evangelio, de los misioneros que les envió la Madre Patria.

Quien atenta, por consiguiente, contra nuestra unidad espiritual, atenta contra nuestra nacionalidad, porque los valores espirituales que han agigantado a nuestra Patria, hasta llevarla a un rango superior, plasmó por cuatro siglos nuestra grandeza histórica, convietiendo al Perú en uno de los grandes centros culturales de Sud América.

Pero esa propaganda disociadora que así abofetea nuestra unidad nacional, al desdeñar nuestra cultura espiritual, y herir nuestros sentimientos Patrios, no sólo provoca rivalidades dentro de la Familia Peruana sino también facciones desagradables que pueden acibarar nuestras buenas relaciones internacionales”.


El Arzobispo del Paraguay, Decano de los Obispos del Continente, se expresa en estos términos: “Los pueblos Latino Americanos recibieron hace más de cuatrocientos años la luz del Evangelio, de los Sacerdotes misioneros que les envió la católica España. Sacerdotes que echaron los cimientos espirituales de la Fe cristiana entre los habitantes de este mundo de Colón.Parecería cosa muy puesta en razón que los extraños (protestantes) al ser recibidos en nuestra tierra, tan hospitalaria, correspondiesen al respeto y al amor con que se les trata. Más, por desgracia, no es así. Una vez entre nosotros, como si fueran ellos dueños y nosotros esclavos, ellos sabios y nosotros ignorantes, en lugares públicos se desatan contra nuestras creencias, injurian a los Sacerdotes, vilipendian nuestras tradiciones cristianas, sembrando así la cizaña entre las familias. Hacen más. Ridiculizan nuestra santa Religión zahiriendo y despreciando los más delicados sentimientos de nuestros pueblos.

So se quiere unir a los pueblos americanos es condición sine qua non infundir en ellos el amor al prójimo, el respeto a sus creencias religiosas”.


Como en las otras naciones de América Latina, también en nuestro país se renueva actualmente contra el tesoro sagrado de nuestra Fe religiosa y tradicional católica, el ataque organizado que, en cumplimiento de nuestros deberes, denunciamos.


No creemos que hay uno sólo de nuestros conciudadanos que no repruebe, con nosotros, esta campaña y que no esté dispuesto a oponerse a esta conquista espiritual que también intenta contra nuestra Patria.


Amparados por el espíritu ampliamente humano y cristiano de nuestra Constitución llegaron a nuestro país corrientes inmigratorias, que pertenecían a grupos religiosos disidentes, cuyos dirigentes religiosos se limitaron a mantener las tradiciones religiosas de sus connacionales y de sus descendientes, de acuerdo a la libertad civil en materia religiosa, establecida en nuestras leyes.


Pero además de estas actividades explicables, actualmente, compruebase un recrudecimiento visible, orgánicamente renovado de lo que podría llamarse misionismo protestante, con el fin de conquistar adeptos entre la población católica de nuestro país, que es católico en la mayoría de sus habitantes, no sólo desde su emancipación sino desde su conquista para civilizarnos por el catolicismo.


Pero estas nuestras tierras no son tierra de infieles, sino de católicosa pesar de todas las imperfecciones de orden físico, intelectual, moral y cultural, propias de la humanidad, qu conocemos bien y que tratamos de remediar en todo lo que corresponde anuestro ministerio Pastoral.


Por lo ual s nuestro deber denunciar estas actividades como atentatorias contra los derechos más dagrados d las almas, de l fmilia y de la sociedadcivil en que vivimos, yaqu cvonspiran contra l más sipremo de los bines, que es la unidad religiosa.


Y es tl la audacia de este ataque, que ya es público y notorio que misioneros y pastores protestantes predican y reclaman, invocando nuestra Constitución, la libertd religiosa más absoluta.


[¡alto!, nota del blog entre corchetes: la más floja de las denuncias es la del Episcopado argentino, como era de esperar. No se menciona clara y rotundamente que es una agresión también política contra nuestra Patria, que de triunfar desaparecerá con su unidad religiosa. Menos aún afirman que Argentina es católica, pese a la Constitución masónica-unitaria, aunque muy pocos fuesen los que actualmente profesen el catolicismo. No es cuestión de números, sino del hecho fundacional. Cuando deje de serlo, por haberse transformado en colonia sin soberanía, como actualmente ocurre, deberían llamarla con algún nombre babélico, a gusto del imperialismo. Si no lo hacen es porque temen que se despierte el patriotismo dormido].


Significado de la “libertad de religión”.


Debemos dejar a salvo la buena doctrina y los principios, precisando el significado verdadero y recto acerca de “la libertad de religión”. Pocotiempo ha, en medio del confusionismo de esta hora, una voz católica despejaba el ambiente internacional con su palabra autorizada: el Arzobispo católico de Westminster, en Inglaterra, hablando de las cuatro libertades, expuso lo siguiente acerca de la Libertad de Religión:


Libertad para dar culto Dios conforme a la conciencia. Estao significa en breve, carencia de persecución. No significa qu cada hombre es libre para adorar a Dios como le plazca, pues Dios nos h dicho como debemos adorarle, y tenemos, por consiguiente, la obligación de dorarle como Él desea. Pero ningún hombre puede ser obligado a abrazar la verdad contra su voluntad. Sabemos con qué violencia unas religiones han atacado a veces a otras y como esos ataques fueron librados bajo los auspicios de la autoridad del Estado. En nuestra propia época judíos y cristianos has sido asesinados, deportados y perseguidos. Ha sucedido en Méjico, en España, en Rusia, en Alemania. Y en alguno de esos países hemos visto al Cristianismo suplantado pr la adoración de la raza o del Estado.

Nunca más se ha de permitir que algunos hombres cometan tales excesos contra sus semejantes. La tolerancia de la religión de todos debe ser garantizada por cada Estado, todos deben tener la misma oportunidad para seguir los dictados de su conciencia, para tener sus iglesias, sus escuelas y sus pastores”.


[nota del blog: cita totalmente fuera de lugar. No dejo pasar el cinismo de estos ingleses que ocultan la agresión demoledora de la Masonería inglesa contra nuestros países latinoamericanos. En esos años los ingleses dejaron impagos los alimentos que el gobierno masón les envió (ver: Julio Irazusta, etc.)… pero de este robo mi una palabra. No los afectaba a ellos sino al pueblo y a la Patria. Se debía estar bien con los aliados; y el Episcopado argentino cumplía con el rito impuesto por las logias, y con la Constitución liberal… CAUSA DE LA PÉRDIDA DE NUESTRA UNIDAD RELIGIOSA Y PATRIÓTICA. Por ese entonces el Padre Castellani hacía años que había denunciado la agresión protestante: sin que los Obispos lo escucharan; regalan Biblias - decía - y se llevan el petróleo… ¡y con el petróleo el alma nacional…!


Todo atentado contra la unidad católica lo es también contra la unidad espiritual de la Patria.


Pero no está demás dejar constancia formal y expresa que todo atentado a la unidad católica de nuestro pueblo, atenta también contra la unidad espiritual y cultural de nuestra patria´, aunque ls consecuencias nefastas no se perciban de inmediato; será, sin embargo, inevitable que nos divida y nos separe con pretenciones pertinaces no sólo entre nosotros mismos sino también entre las demás naciones hermanas.


Porque pertenecemos a la unidad de la misma Iglesia Católica y porque sus preocupaciones son efecto de nuestras mismas comprobaciones en este Continente Americano, queremos recordaros dos testimonios, cuya alta ayroeidad infiscutibler demuestra la realidad de nuestras conclusiones.

Con motivo de las actividades de YMCA (Asociación Cristiana de Jóvenes) el eminentísimo Cardenal de Río de Janeiro dirigió a su pueblo la siguiente grave advertencia: “Recordamos a lo católicos brasileros que descristianizar nuestra patria por el neopaganismo o descatolizarla por el Protestantismo, es desnacionalizarla: es violentar el espíritu de sus tradiciones seculares, atacando al Brasil en las fuerzas vivas que cimentaron su nacionalidad; es peligro formidable que nos amenaza en nuestra propia unidad y existencia política”, ((30/5/1930).


En su Asanblea General Anual de 1942, el Episcopado Católico Estadounidense, dirigió un saludo fraternal a los Arzobispos y Obispos de Ibero-América, expresando, además: “Que los intentos de los misioneros protestantes para despojar de su religión católica a los pueblos del hemisferio Occidental, que por la tradición, el espíritu, la historia y la cultura son católicos, viene a crear profundos resentimientos y son fuente de disturbio, entre nuestras relaciones internacionales”.


Estos son y serán los efectos nefastos en nuestro país, de la difusión de la herejía protestante en cualquiera de sus múltiples y diversas formas, y que todos debemos esforzarnos por evitar, firmemente unidos en el amor a la Iglesia Católica nuestra madre y en el amor a nuestra querida Patria.


Actitud de la Iglesia para los que profesan el error y la herejía.


Después de haber expuesto la actitud de Iglesia frente al error y la herejía que divide y mutila, que es de enérgica y sostenida condenación, de lucha sin tregua como deber ineludible, sin transigir jamás con las disminuciones de Cristo y de Dios; queremos también, aunque brevísimamente recordaros la actitud maternal de esta misma Iglesia y de su Cristo frente los hombres que profesan el error y la herejía.


La Iglesia, que detesta y condena el error como Cristo Jesús, ama y busca alas ovejas descarriadas omo el buen Pastor.


Cuando la Iglesia contempla las almas entrevé muchas inteligencias sinceras seducidas por el error, buenas voluntades arrastradas por la herejía o por el cisma sin responsabilidad, y corazones rectos nacido en ambiente dominados por el error tradicional de familias y de pueblos; su corazón, entonces, se eleva al Padre Común que está en los Cielos, para rogar por ellos, que si están en el error de buena fe pertenecen, en principio, a la Iglesia eterna, a la cual los introduce el Espíritu Santo, estando en camino del único redil al cual deseamos ardientemente que lleguen por la gracia de Dios Nuestro Señor.


Si con la Iglesia, pues, abominamos y condenamos los errores religiosos y las herejías, con ella ayudamos y queremos socorrer a todos los hombres de buena voluntad que, sin propia culpabilidad, están en ello de buena fe.


Exhortación.


Finalmente os recordamos que, en esta lucha contra la herejía en defensa de la unidad católica, nuestra confianza debe ser puesta ante todo en Dios Nuestro Señor y en los medio sobrenaturales con que Jesucristo ha dotado a su Iglesia y que siempre han sido en ella el principio vital de su cohesión y de su difusión.


En el Libro de los “Hechos de los Apóstoles” San Lucas ha sintetoizado en pocas palabras l vida ejemplar de la primer generación cristiana así: “Los duiscípulos se aplicaban ala doctrina de los Apóstoles, se dedicaban asiduamente a la fracción del pan y ala oración” (Cao, II, 42).


He aquí los medios sobrenaturales con los cuales hemos de imponernos en esta lucha: la predicación por una parte, y por otra, el conocimiento de la doctrina; la participación frecuente en la Eucaristía, sacramento de la unidad, y la oración, que nos una a Dios y nos alcance la gracia dela perseverancia en la fe.


Se impone una predicación perseverante e ininterrumpida de la doctrina católica que es el fundamento de la fe; mientras las masas populares carezcan de una instrucción sólida estarán expuestas a caer fácilmente n los más graves errores.


A la Acción Católica, como participación que es de los fieles en el apostolado Jerárquico de la Iglesia, corresponderá no solamente emplear sus fuerzas propias organizadas en la defensa de la unidad católica, sino también como instrumento que es de coordinación para todas las asociaciones e instituciones de apostolado, encaminar y realizar los trabajos que oportunamente señale el Episcopado ala tarea de los católicos organizados.


Resoluciones.


Entretanto es nuestro deber recordaros que permanecen firmes las siguientes resoluciones del Episcopado Argentino, tomadas en sus anteriores reuniones:


87.- Consideramos urgente y de absoluta necesidad redoblar los esfuerzos para oponernos a los avances del protestantismo, mediante una intensa acción catequística, caritativa y pastoral.

88.- Ante ls enorme difusión de libros, revistas y hojas protestantes, exhortamos a nuestro clero a multiplicar los periódicos y folletos destinados a desenmascarar la herejía y a organizar grupos de catequistas bien preparados que visiten los barrios más expuestos a la influencia del error e instruyan al pueblo acerca de la verdadera doctrina cristiana.

89.- Exhortamos asimismo a nuestro clero a que con frecuencia recuerde a los fieles que está gravemente prohibido (Can.374) a los padres de familia enviar a sus hijos a escuelas protestantes; que no es lícito a maestros católicos cooperar a la enseñanza de tales escuelas; que a todos está prohibido la lectura de publicaciones protestantes y la asistencia a sus conferencias y que es una cooperación manifiesta a la difusión de la herejía contribuir con su dinero o prestigio personal a sociedades, mpresas u otros qie bajo pretextos deportivos, filantrópicos o culturales se esfuerzan por comentar y ampliar la influencia protestante en nuestro país.

90.- De acuerdo con la vigilancia qu laSanta Sede nosmanda ejercer en orden a las filtraciones protestantes y racionalistasy de acurdo con sus expresas manifestacions, declaramos qu está prohibido a todos los fieles formar parte de las asociaciones Young Men Cristhian Associarion (YMCA) y de la Young Women Association (YWCA), por cuanto asi una como otra asociación. “bajo laa apariencia de su amor sincero hacia los jóvenes como sí su mayor preocupación fuese el de serles útiles al desarrollo de sus cuerpos y de su espíritu, socava al propio tiempo su fe, pretextando purificarla, dándoles un conocimiento mejor de l vida verdadera por encima de toda Iglesia y al margen de toda confesión religiosa” (S. Congr. Del S. Oficio, 5/XI/ 1924).

91.- Asimismo mandamos que es institución netamente protestante el Ejército de Salvación y que faltan gravemente a su deber los fieles que con donativos o dinero contribuyen a la expansión de sus obras, pues con ello contribuyen a la expansión de sus falsas doctrinas.


El valor de nuestro pueblo ha conservado intacto el solar que no legaron nuestros mayores; el amor ala tradición católica de este mismo pueblo, estamos seguros, no permitirá que se le arrebate su patrimonio espiritual de la Fe Católica, que recibimos de nuestros padres.


Por eso, con San Palo, os decimos, con la autoridad de pastores de vuedytras almas: “depositum custodi”: guardad el depósito de la Fe Católica, no os dejéis conquistar”


No dejéis conquistar a nuestros hijos en los Colegios que distintas denominaciones protestantes han abierto en nuestro suelo.


No dejéis conquistar a nuestros jóvenes en los centros deportivos que la herejía erige en varias ciudades.


No dejéis conquistar los hogares alque llegn sin cesar folletos, hojas volantes, visits y transmisiones de radio al servicio del protestantismo.


Opongámonos, firmes en la fe, a la conquista espiritual de nuestra Patria, profundamente católica desde su origen… (siguen las firmas de los Obispos argentinos) .+


(Última nota del blog: Esta Pastoral fue una imprescindible denuncia de la invasión religiosa protestante, por sus consecuencias religiosas y políticas; un auténtico testimonio patriótico; pero no fue bien encarada: rezuma liberalismo congénito; por mencionar, casi a regañadientes, la trascendental importancia que provocó el avance incontenible de las sectas protestantes: contagiando con la ‘AMEICANIZACIÓN’ (denunciada por León XIII a fines del XIX) todos los ordenes de la vida nacional.

Les faltó a los Obispos salir a la vereda, hojear algún libro revisionista, para denunciar a los ‘próceres’, a las logias y a los liberales que promovieron la protestantización, para conocer la realidad argentina dominada tenazmente por la masonería. Y comprobar que los petimetres de la Acción Católica se dedicaban a encantadoras reuniones bailables, con la única preocupación social y política de denostarnos y obstruir nuestro apostolado íntegramente nacionalista y católico en las Parroquias donde actuábamos.

Recuerdo perfectamente, porque yo viví esos acontecimientos, que los chupacirios de la ACA, en una ocasión hicieron barrera en la vereda de mi Parroquia, de San José de Flores, en buenos Aires, para impedirnos -por orden del Párroco, nos dijeron- ofrecer el periódico “Combate”, publicación de los Cursos de filosofía y política que dictaba el profesor Genta, donde se denunciaba, entre otros, el atentado protestante contra todos los valores argentinos.

Yo mozalbete audaz en esos años, me dirigí para protestar ante el Párroco Monseñor Auletta por esa prohibición; quien pese a su imponente e intimidante figura me contestó cordialmente asombrado ¿Quien y porqué se lo prohibieron? -Vaya tranquilo, tiene mi autorización y bendición para ejercer su apostolado-. Monseñor Auletta, como otros buenos sacerdotes, quizá ignoraba la avalancha de democracia ‘cristiana’, tercer mundismo y protestantimo, que se iba gestando en las cumbres del Vaticano, arrasando años después a la Iglesia, cuando desencadenó Juan XXIII el libertinaje modernista.

En esa época, estando caliente el fervor político y religioso de Obispos de Europa central centra el comunismo, y el florecimiento del revisionismo histórico en nuestra Patria denunciando al imperialismo, el Episcopado argentino, pese a esta válida denuncia, hoy día ya impensada que la vuelva a repetir, con su habitual cautela para evitar incómodos enfrentamientos políticos no tuvo mejor idea que llevar la lucha contra los misioneros, agentes y espías solapados, financiados y auspiciados por el gobierno yanqui, a un ridiculo terreno ‘místico’, puramente angelical, invocando la Constitución y a los ‘próceres’ unitarios liberales, para que los ‘niños’ de la ACA detengan a esos ‘marines’ arrojándoles por la cabeza Catecismos y oraciones. Pero no tuvieron buena puntería, porque fuimos arrasados. De poco y nada sirvió la Pastoral para frenar al imperialismo protestante, que al acabar con la soberanía nacional acabó con la endeble unidad religiosa, transformada oficialmente, años después. en caos ecuménico.