viernes, 14 de abril de 2023

 

LA POLÍTICA  LIBERAL ARGENTINA  OSCILA ENTRE LA ANARQUÍA Y LA TIRANÍA, POR ESTAR FUNDADA SOBRE UNA FALSA TRADICIÓN. AUNQUE BIEN PODRÍAMOS DECIR QUE SIMULTANEAMENTE,  EL GOBIERNO LIBERAL ES TIRÁNICO, AL OBEDECER LOS MANDATOS DEL IMPERIALISMO PARA DESTRUIR NUESTRA NACIONALIDAD,  Y ANARQUICO, AL SUMIR AL PUEBLO EN EL ENGAÑO, LA MISERIAY EL MIEDO, PARA TENERLO  EMBRETADO.

POR EL CONTRARIO, DURANTE EL GOBIERNO DE ROSAS, ARGENTINA SE ERIGIÓ EN NACION SOBERANA INSTAURANDO EL BIEN COMUN Y LA DIGNIDAD. FUE EJEMPLO PARA LAS NACIONES DEL MUNDO.

 

A continuación un articulo del

 

padre Leonardo Castellani:

 

LA TIRANIA Y LA ANARQUIA.

Una síntesis histórica relámpago y una crítica hecha con el bisturí en carne viva donde desnuda a nuestros liberales

 

La tiranía y la anarquía, los dos males supremos para  un país, en los libros de teoría política (como en la “Politeia” de Platón) están situados en los dos extremos. De los regímenes posibles; entre los cuales se escalonan dos, tres o cinco “regímenes lícitos”: aristocracia, timocracia, democracia…

 

Pero en la realidad histórica, esos dos “extremos “ suelen estar muy próximos (“los extremos se tocan”), porque en las naciones corrompidas o descangayadas se produce un movimiento pendular que va fácilmente del uno al otro cabo, sin poder encontrar el medio; sobre todo desde que rige en el mundo lo que es llamado “la Revolución” con mayúscula.

 

El “medio” de este movimiento pendular no es otro que el delicado equilibrio (nunca perfecto en este pícaro mundo) entre los derechos del individuo y las exigencias del Estado: y entre las ventajas de un régimen unitario y fuerte (ventajas que hacen decir a los filosos que teóricamente el mejor régimen es el del UNO: “non-arjía”) y las reacciones libertarias convulsas, a veces salvajes o alocadas, que suscita el régimen del UNO cuando abandona la consagración difícil al bien común, se convierte en “tiranía”, técnicamente hablando. La corrupción de lo óptimo es pésima. (Casi es mejor no ser óptimo en este mundo ¿no? –Esta es la base de nosotros los “republicanos”. Preferimos un gobierno menos perfecto” teóricamente, pero con menos peligro de corrupción suprema. Nuestra teoría prevé un gobierno baratito y como de entrecasa, “sin frenéticos espasmos de dolor o de alegría. –De los cuales las enfermas pobres almas van en pos…”—como dijo el romántico).

 

Pues como íbamos diciendo, esto del “movimiento pendular” se puede contemplar, por ejemplo, en la historia del Imperio Romano en tiempos de San Agustín. No es necesario repasar los estudios monumentales de Mommsen o Guglielmo Ferrero, bastan las obras del Obispo de Hipona. Las continuas sublevaciones de generales, que ponían y deponían Emperadores, habían concluido por  avezar a la usurpación del poder; y convertir, por ende en “título de legitimidad” gubernamental  el mero hecho de tener armas. De donde siguió una cadena de períodos de tiranía y períodos de anarquía, cortados por períodos de las dos cosas juntas…

 

En el tiempo de la vida del Santo, desde mediados del siglo IV a principios del V (354-430) hubo en Roma nada menos que tres generales usurpadores: Máximo III (que duró tres años), Juan I (dos años, y después asesinado, por supuesto), y el peor de todos, Attalus I, que duró más de diez años y durante cuyo mandato se produjo el tercer ataque y saqueo de la Urbe, cabeza del mundo civilizado. En este tiempo de la vida de un hombre, el Imperio se dividió y se reunió tres veces; en tanto que los reyezuelos bárbaros luchaban entre sí y se quedaban con pedazos tan grandes  de él como toda España (godo y vándalos) y Sud-Francia (francos); hasta que al fin el Imperio se pierde en Occidente y queda reducido a su parte Oriental, Constantinópolis.

 

San Agustín abandonó los temas políticos –después de declarar altivamente que “los pueblos corrompidos sólo pueden ser gobernados por tiranos”—y se dedicó al tema religioso; en lo cual sería tan bueno que yo lo imitara un poco según dicen ¡ay de mí! Estaba en el Concilio de Cartago contra los Donatistas y Pelagianos en el año 410, cuando le llegó la noticia de la destrucción de Roma por Alarico, que muchos cristianos tomaban como señal de la inminencia del fin del mundo;  y otra vez quiso hacerse el duro, y proclamó que “no tenía por grandes a quienes se asombraban de que las casas cayeran y murieran los mortales”… Más cuando los bárbaros cruzaron el Estrecho y sitiaron a Hipona, dejando tras sí un reguero de ruinas, aflojó el santo y se murió de pena:”pidió a Dios que se lo llevara” –dicen los devotos--. En el fondo era patriota aunque parecía un perfecto “nazi”; o por lo menos era “patricio”.

 

La razón de que se oscile tan fácilmente  de la tiranía a la anarquía es que en el fondo de ambas hay algo en común que es el desgobierno: el Tirano, aunque parece que gobierna demasiado, no gobierna en realidad; porque no “ordena” más solamente “manda” y atropella. Pero la gente de este país no sabe a punto fijo lo que es “tiranía” ni lo que es “anarquía”; lo conocemos solamente por sus efectos, es decir, cuando ya es un poco tarde…

 

Educados por José Mármol y José Ingenieros, creemos que tiranía es  la manera de un despatarro de mazorqueros, fusilamientos arbitrarios, cintas coloradas, insultos inmundos y salvajes al adversario político… Y la pobrecita Amalia que cae atravesada de balas en los brazos de  su amante Torcuato (o como se llame el amante) en medio de las carcajadas satánicas de Cuitiño; y en cuanto a la “anarquía” se nos hace que es un especie de caos, despelote y entrevero general. Pero en realidad de verdad, “tirano” no significa ni duro, ni déspota ni cruel, a  no ser en los dramas de Lope:    Luis XI de Francia fue todo eso y no fue un tirano, lo mismo que Solano López de Paraguay. Ni tampoco “anarquía” significa una merienda de negros; hay anarquía de frac y corbata blanca.

 

Técnicamente, “anarquía” significa “falta de vigencia de la ley”. Ley significa un algo que esté “por encima de la voluntad y aun de la cabeza de los hombres”, en el sentido que diremos ahora. En los dos extremos de la corrupción política, predomina sobre la ley la voluntad de los hombres: en la Tiranía la de Uno; y en la anarquía la de Muchos.

 

Cuando dije “Ley” no quise decir lo que llaman “ley” Grotius, Kant, Hegel o Karl Smith, y en general   los juristas modernos; es decir, un instrumento de la voluntad del político, sino lo que llaman “ley” (positiva o natural) son las mismas inclinaciones de las cosas a sus fines propios”… y ·Ley Natural no es otra cosa al cabo sino la luz del intelecto infundida en nosotros por los cielos, con la cual conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar” –dice Santo Tomás de Aquino (S. Th.I, 60, 5, a.).

 

Esta diferencia entre el concepto de “Ley” de la Tradición y la nueva ley rusoniana de la Revolución, debe ser objeto de otro artículo, pues ella es capital: no es indiferente, antes es divertidísimo que la ley descienda del intelecto, como quería la antigua filosofía; o de la voluntad, como quieren las modernas filosofías voluntaristas, o por mejor decir, la sofística contemporánea. “Decir que de la voluntad de Dios depende “la ley moral… (Occam, Descartes) es blasfemia”,,, enseñó Tomás de Aquino.              Baste decir ahora que cuando nuestros abuelos el siglo pasado hablaban de “restaurar las leyes” o nombraban con el título de Restaurador, al que no nombraré (porque si lo nombro soy ipso facto “nazi”), querían decir  “volver a las leyes de antes”, a las de siempre, a las eternas,… a la idea antigua de “Ley”. No pretendían muchas leyes nuevas, que si a eso vamos, don Bernardino González Rivadavia era machazo en eso e hizo lo menos cinco veces más leyes que “el Otro”. Lo que querían era que la “Ley” se mirase de otra manera; querían en suma que fuera obedecida y eso, por parte de todos, empezando por el mismo mandatario, convertido así en “Promulgador” y vocero de la Razón, y puesto debajo de ella.

 

Para lo cual era necesario que la ley promulgada fuera , pareja  y prudente; o sea de acuerdo a las costumbres y “derivada de la razón en orden al bien común” –o derivada de Dios, en definitiva “fuente de toda razón y justicia”: de los cielos, como dijo  el de Aquino. Más para que la ley sea realmente Ley (lo cual no es soplar y hacer botella), ley justa, pareja y prudente, comúnmente se requiere que no salga del mate de uno sólo, sino que se junten varios mates buenos,,, y si es posible todos. Y esto es “democracia”, según el muy “nazi” de Santo Tomás ¡que era hijo de una condesa alemana!...  No “democracia cristiana”, porque en aquellos tiempos atrasados no se habían misturado todavía lo político con lo religioso sino democracia a secas, o “república”, porque el gobierno es más suave y más feroz –enseña el Aquinate—cuando todos tienen alguna parte en la MEDIDA DE SU CAPACIDAD”… Ojo con esta medida de la capacidad.

 

A mi en la clase de historia me enseñaron cuando chico que en este feliz país en que nací  hubo una cadena  de períodos de tiranía y de anarquía cortados por relámpagos de Libertad, a saber:

 

1º. Tiranía bajo los reyes de España, atestiguada por el mismísimo Himno nacional,

2º. la Libertad, que como un rayo rompió con ruido todas las cadenas,

El 25 de Mayo

Día del trueno y del rayo,

Último del Despotismo

y…primero de lo mismo…

como decía el maestro Parodi, un catalán que me enseñó a leer;

 

3º, la Anarquía;

4º. Tiranía de nuevo;

5º. La Libertad de nuevo, con la Constitución de1853, esta vez Libertad definitiva y eterna…

 

Pero resulta que en el 90 hubo aquí una revolución muy seria contra la “Tiranía” de nuevo; y en 1912, cuando salí de la escuela, se implantó el sufragio universal  libre y obligatorio, y se recobró la Libertad definitivamente. Pero en 1930, el glorioso Ejército argentino, mandado por Uriburu, hizo otra revolución contra la Anarquía; y después de 1955, otra revolución contra la Tiranía mandada por diversos generales. Entonces se me confundió toda la historia, “perdí mi latín” y  no comprendía nada. Recuerdo en1930 mientras estaba estudiando  en Amiens , los diarios franceses describían los sucesos argentinos más o menos ansina:

 

“…et aloors, le general Ouribourú sortit son revolver et chassa le génerl Irigoyén: maisalorsquoi un autre general, Agustín Juto .

sortit sou revolver et chassa le general Ouriboiru: lequel ,étant  un gran ami de la france, vint a Paris…et y mourut”…Recuerdo que me daba vergüenza imponente leer esto; hasta que al fin me consolé diciendo, con el autor de El Ente Dilucidado: “Los monstruos ¿somos nosotros o son ellos?”

 

Pero se me confundió grande toda la historia argentina, y recién ahora , a los 60 años, se me comienza a ordenar de nuevo. Días pasados encontré a un muchachito leyendo precozmente la Vida de Rosas, de Manuel Gálvez, el cual me dijo: “Tío, el fruto de esta lectura es bastante triste; porque resulta que en la escuela me han engañado”. A lo cual respondí: “Dale gracias a Dios que te enteras a lo doce años; yo no me enteré hasta los 35”.

 

Pero esto que diré ahora  recién me enteré a los 60, a saber: el eje permanente de la historia argentina es la pugna entre la tradición hispánica y el liberalismo foráneo, bajo cuyo signo nacemos  a la “vida libre”: y esta pugna  durará hasta el año 2000 por lo menos, como está descrito en el libro SU MAJESTAD DULCINEA (2ª parte de “El nuevo Gobierno de Sancho”) de inminente publicación…, después que yo muera.

 

El pueblo argentino jamás asimiló el liberalismo francés o inglés o norteamericano; no se sabe porqué. Los liberales lo han tenido aquí  TODO para hacérselo asimilar: el progreso, la moda y la mentira, prensa grande, libros, universidad… y hasta sacerdotes, curas y obispos liberales o

Liberaloides; y el pueblo argentino no lo asimiló: mala suerte.               Cada vez que el pueblo eligió libremente su  “caudillo”, (como decía Estanislao López) eligió un caudillo antiliberal. Ninguno de ellos le salió muy santo, y uno de ellos le salió al final un canallita; más el pueblo, les petites gens, como dice el francés, persistió tozudamente en su actitud antiliberal. El partido  radical, cuando empezó a  “liberalizarse”, empezó a decaer; es un hecho; algo aflojó en su espinazo.

 

Esto para mí es una especie de prodigio. Será por tozudo o por inteligente, por falta de religión o por sobra de religión, por falta de cultura o por sobra de cultura: pero el hecho está allí, macizo como una roca: el pueblo no quiere a los liberales.

 

En este momento histórico , ello se comprende un poco: no hay liberales de gran talento aquí ahora. Fíjense en los que ahora escriben o hablan bien (con autoridad, eficazmente) son todos comunistas o nacionalistas; liberales de gran calibre no hay. Pero en otro tiempo hubo un Sarmiento, un Mitre, digamos en otro plano, un Lisandro de la Torre… Más el pueblo erre que erre, en cuanto le dan cancha libre, va y ensalza  un caudillo antiliberal hasta las nubes… Para mi que la culpa la tienen los médicos o los curas rurales, o la Acción Católica.

 

De modo que al pueblo argentino le pasa un poco como le pasó a Julio Camba. Cuando el gran humorista español escribió su mejor libro Haciendo de República… sus amigos de la peña, la redacción y el café dijeron: “El gordo se ha convertido al catolicismo”, a lo cual el gordo replicó: “No, lo que pasa es que me he dado cuenta de que era católico”. Así que el pueblo argentino que no sabe definir el liberalismo, se da cuenta bruscamente sin cesar que es “antiliberal” Y no se puede decir que la culpa la tengan los “nazis”: en tiempo de Irigoyen no había “nazis”.

 

De manera que, si la historia tiene leyes fijas (lo cual no es seguro) se podría decir esto: ahora se han copado la revolución los liberales, gobernaran un tiempo, vendrá otra revolución  y pondrá en el inestable y codiciado trono a un antiliberal…¿En qué plazo? Porque lo plazos de las revoluciones argentinas se van acortando visiblemente…

 

Hablo de las revoluciones grandes, que cambian el régimen del país, haciendo oscilar el péndulo de un extremo a otro; no hablo del golpe de San Martín en 1822, o de las revoluciones radicales de 1893 o de 1905, que fueron meros colazos del 90. Y bien:

 

De la Revolución de Mayo a Caseros, 43 años.

De Caseros a Irigoyen 42 años.

De la del 90  a Uriburu 40 años.

De Uribiru a  Farrell, 13 años.

De Farrell a Lonardi, 12 años.

 

¿A qué se deben estos ciclos? Estos ciclos se deben  a que los militares jóvenes tienen que imbuirse de la ideología correspondiente para hacer la correspondiente “revolución” (es decir, tienen que ir “juntando rabia”) compenetrándose de la ideología de Rousseau y de Echeverría si gobierna un cardillo absoluto; y de las ideas absolutas si gobiernan prudentes liberales totalitarios… Así, durante la década infame, los oficiales jóvenes absorben las ideas del “Pampero”, y se convencen de que el país marcha mal, y durante la década siguiente, se dan cuentan por si mismos (y por los “panfletos”)  de que la libertad también es necesaria, y que otra vez el país marcha mal, y entonces ¡Pumba!... “le general X sortit son revolver, et chasa le general Z”… y así sucesivamente.

 

Hay que tomarlo un poco en broma: al fin la vida es corta y el que se hace malasangre se la acorta más todavía. Pero lo que queríamos decir  que hay que salir de una vez del movimiento pendular, sise puede; y que no se puede salir si no se consolida la “Ley”… o se restauran las leyes, como ustedes quieran. Y la ley no se puede restaurar sino sobre  la base de una restauración moral.

 

¿Y cómo se hace la restauración moral? Muchas preguntas, Sancho: ese es el tema de otro artículo. Pero por de pronto, moralízate tú, el que estás leyendo esto, antes de querer moralizar a los otros a la fuerza. Tú, aunque seas  Comisario Investigador y émulo del mismísimo Mahatma Gandhi…

 

“hypocrite lecteur, mon  senblable, m on frére…” +

 

viernes, 7 de abril de 2023

 

MEMORABLE VISITA DE KRUSCHEV A USA

Hollywood, difundiendo corrupción por el mundo,

 

Hemos destacado frecuentemente el papel demoledor de Hollywood distribuyendo por el mundo las inmoralidades presentadas como normales y lícitas.

 

Cunado ell ‘lider’ soviético, invitado por el infame presidente Eisenhower llegó a USA,  fue recibido espléndidamente por el gobierno e instituciones , oficiales, culturales, artísticas, como “ilustre huésped”.

 

Mientras los marxistas e izquierdistas causaron un alboroto tumultuoso apoyando entusiastas su llegada, las reacciones repudiándolo fueron leves y sin publicidad. Demostrando cuán generalizadas estaban las ideas subversivas en los medios políticos yanquis.

 

Traian Romanescu en su libro “Traición a Occidente” (Edit. Nuevo Orden, pg.173) trae una crítica, muy vigente, acerca de la visita de Krushchev  a Hollywood, “laboratorio de drogas”, que escribo a continuación:

 

“Después fue Nikita a Hollywood, a responder la invitación del masón de origen griego Spiros Skouras, propietario de la Compañía Fox. El verdadero motivo fue el de que después de Nueva York, Hollywood es el segundo centro comunista en Norteamérica. Con una población del 60% de judíos que monopolizan la industria del cine, es fácil comprender como llegó esa ciudad a ser foco importante del comunismo. Productores, artistas “escritores”, músicos, compositores y demás de Hollywood, en su inmensa mayoría son judíos y desde luego filo o cripto-comunistas, cuando no comunistas declarados, que a la bella California inicialmente cristiana llevaron la prostitución, el divorcio, la extorsión, el “gang”, la homosexualidad, el alcoholismo, , la morfinomanía y demás vicios (su última creación es el “rebelde sin causa”, personificado por James Dean) que como la peste aparecen y prosperan allí donde los israelitas posan sus plantas, porque ellos buscan destruir todo lo que es elevado y bello.

 

“La cinematografía norteamericana, difusora de todo lo negativo y de todo lo corrosivo, de todo lo anticristiano y de todo lo inmoral, tiene en el cuadro de la conspiración el mismo papel que la propaganda masónica o comunista, mucho más sutil y de campo más vasto, ya que hasta se hace pagar a los cristianos para “admirar” los engendros  demoledores que son las películas producidas, actuadas, escritas y distribuidas en su mayor parte por judíos y sus aláteres.

 

Se comprende porqué se apresuró Nikita a aceptar (¡) la invitación de Skouras.  Sin embargo al llegar al aeropuerto de Los Ángeles, el verdugo fue recibido con un discurso del alcalde Poulsen [repudiándolo],el único digno de un ciudadano americano […] Al oír eso el lobo viejo se puso furioso y amenazó con marcharse de  América.

 

Los “hermanos” lo “desagraviaron” y lo atendieron a cuerpo de rey, encargándose de servirlo la casquivana Marilyn Monroe (casada con el judío Arthur Miller), mujer de todos, y la judía Elizabeth Taylor, también dama (?) muy popular, mujer de judíos y judía ella misma. También lo cortejaron otros judíos, hombres y mujeres, cuyos nombres brillan en las marquesinas de cines y teatros. Junto a otros no judíos pero sometidos a ellos por la profesión.

 

Se le llevó a la filmación de una película destructiva, de las que ven Occidente y no se ven en la “púdica” Rusia soviética, donde el pudor es un “prejuicio burgués” y todo marchó a pedir de boca, como que el capitoste vio, de frente, como en el “laboratorio” de Hollywood son elaboradas drogas estupefacientes destructoras del organismo  cristiano.*

 


 

 

HISTORIA Y TRADICIÓN.

Por Federico ibarguren

 

A

sí como la semilla precede a la planta en el ciclo de la generación, la esencia es anterior a la existencia. Por tanto es fundamental para nosotros comprender la esencia de lo histórico antes de adentrarnos al estudio extensivo de sus diversas etapas evolutivas, de su existir como tal.

 La historia no es mera exposición del pasado. Más que  su  desarrollo, importa la “comprensión” del mismo. Nexo de unión entre diversas épocas, las hace inteligibles al destacar, en perspectiva, la continuidad “formal”; el fin a  que tiende en el decurso de las generaciones. Es ajena, por eso, a la  fantasía literaria, a la  fábula, al tópico. Sus pesquisas buscan la “verdad” y no el mito, utilizando para ello –en la afanosa y nunca interrumpida investigación—métodos análogos a los empleados por la morfología

 “Historia –como la define un gran pensador contemporáneo :  el    holandés   J. Huizinga—es la forma espiritual en que una cultura  se rinde cuenta de su pasado”.

 Acostumbrados a pensar con instrumental positivista, lo primero que se nos ocurre es que la Historia es una colección de hechos cronológicos, minuciosamente explicados por documentos o testimonios escritos de la época. Ciencia que el historiador (siempre un especialista) estudia en los archivos: única fuente de donde puede extraer el material para recomponer, enhebrando los hechos, el drama del pasado .                        

 El concepto general que se tiene de la Historia, es  éste  :  ciencia cronológica de los hechos . Cuanto menor sea la interpretación personal que de los mismos dé el historiador –se piensa--, más  real  e  inobjetable resultará  el  relato . Hasta  aquí, el criterio general difundido de nuestra materia.

 Pero, afortunadamente, la esencia de lo histórico no es el dato aislado. Porque si descansara únicamente en documentos y testimonios escritos, bastaría que una generación perdiera sus papeles para que el pasado desapareciera y la continuidad en el tiempo  quedara  quebrada.Y  ello  es  absurdo.

 La Historia no reposa, en último término –como lo pretende el positivismo científico--,  en la prueba material de los hechos pretéritos; aun cuando ésta sirva siempre para respaldar las afirmaciones del escritor. Por encima de lo visible, trascendiendo los restos que podamos hallar de una  época dada –sobre las olas del naufragio temporal—quedará grabada por siglos, como una estela sutil, la huella de lo que una vez surcó su superficie.  Es el imponderable de lo que existió, el estigma denunciador de la vida que marcha y no se detiene –imprimiéndole su carácter--  a instancia del impulso motor de la Historia.

 Para los investigadores desinteresados siempre habrá, sin embargo, dos maneras de estudiar la naturaleza humana: pulsando las reacciones y estímulos del hombre vivo, o desmenuzando en partículas su cadáver. Esto ocurre también, por analogía desde luego, con referencia a los pueblos.  Los historiadores del siglo pasado han elegido, casi todos,  el segundo procedimiento: aguardaron la muerte de una generación para hacerle la autopsia y exhibirnos en seguida sus vísceras.

 Pero lo histórico no debe especular con la muerte para existir. Es otra cosa que mera anatomía social. Está informado por leyes creadoras de vida, continuidad y sucesión. Reconoce un alma que  alienta la cultura a que ese pueblo pertenece. Tiende al logro de una finalidad de tipo “universalista”: trascender en lugar  de quedarse cada pueblo –egoístamente—satisfecho con su caudal propio (en soltería y esterilidad permanentes).

 La Historia, más que ciencia experimental se nos aparece así (a despecho de conocidas escuelas de la pasada centuria) como una especie de rama particular de esa disciplina que los antiguos llamaban con verdad la “primera de las ciencias”: la Filosofía. Aunque ella sea, en rigor una filosofía no especulativa, sino aplicada a  los hechos concretos.  Una filosofía, por decirlo así, de lo “encarnado”.

 “Toda auténtica reflexión histórica es auténtica filosofía, o es sólo labor de hormigas”, ha escrito egregiamente un pensador de renombre universal: Oswald Spengler.

 

L

a materia histórica es, como hemos dicho, fluida por naturaleza; razón por la cual  no corresponde clasificarla entre las disciplinas científicas propiamente dichas (“la esencia misma de la Historia es el cambio” anota J. Burkhardt). Sin embargo, ella descansa en ciertas “constantes” que, en último término, le dan fijeza y continuidad.

 Una de estas constantes, --acaso la de mayor importancia—es, sin duda, la Tradición. Ella actúa de regulador,  decantando la vida de los pueblos en el molde de hábitos, costumbres, maneras y modos de ser que se van transmitiendo de padres a hijos, no  obstante el aporte original –inédito—de cada generación que la enriquece de continuo en el decurso de su existencia.

 Así, las evoluciones propias del tiempo, encuentran su reposo –su equilibrio armónico y viable—cuando son asimiladas por la tradición del pueblo que las sufre. Sólo ella es capaz de dar sentido  y estabilidad a la incesante mutación de los siglos.  Lazo de unión, puente, por así decir,  que junta el pasado con el futuro: actúa de catalizador en el proceso temporal de desarrollo de las comunidades humanas. Sin su impronta, la vida carecería de contrapeso; volveríase puro presente: juguete del vendaval de los acontecimientos como las hojas de otoño, desprendidas de la planta.

 

L

a Tradición marca, así, la ruta de nuestro destino al hacer imposible la cotidiana victoria de las tendencias anárquicas de la naturaleza sobre el orden sedimentado en que descansa una forma social, impidiendo que el capricho presente triunfe sobre el futuro factible; y la muerte sobre la vida.  Ella –la Tradición—otorga verdadera personalidad a los hombres y a los pueblos. Porque traduce, en último término, el ser de la historia.

 “El conocimiento histórico no es posible fuera de la tradición histórica –expresa al respecto Berdiaeff--. El reconocimiento de la tradición es una especie de apriorismo, es algo categóricamente absoluto en el conocimiento histórico. Sin ello nada  hay completo y nos quedan tan sólo fragmentos”.

 Como se ha visto, la Tradición es el elemento estático de la Historia. Lo dinámico son las ideas y los hombres que, por contraste, de continuo cambian renovando la vida. Explícase, por lo demás, esta transmisión casi inalterable –a través del tiempo—de hábitos y costumbres  teniendo en cuenta su origen ritual; religioso diría yo, en el sentido amplio y lato de la palabra. Ya que la Tradición tiene sus orígenes –como el teatro—en el drama trágico de la conducta y no en la comedia frívola de los caprichos circunstanciales y de las modas. En sus comienzos nace de la actitud sacra (no profana) del hombre ante el gran misterio del mundo circundante.   Los pueblos van conformando toda su “liturgia social”, que luego recoge la posteridad, como reacción frente a la naturaleza bruta o al medio ambiente en que viven. Sólo así puede explicarse, sin deformaciones, la fuerza terriblemente conservadora ( y hasta reaccionaria) que informa todo resabio de tradición verdadera.

 “Religio praecipuum humanae sicuetatis vinculum” (La religión  es el vínculo capital de la sociedad humana), enseñaba Bacon con razón.          En este orden de ideas, nos repite contemporáneamente Hilaire Belloc:  “La religión es el  elemento determinante que actúa en la formación de toda civilización”. Pues bien, en lo que al Cristianismo se refiere, no es otro el sentido profundo de la parábola del Maestro, que relata San Juan en los versículos 16 y 17 (Cap. III) de su Evangelio: “Que amó tanto Dios al mundo –dijo Jesús a Nicodemo—que no paró hasta dar a su Hijo unigénito; a fin de que todos los que crean en Él no perezcan, sino que vivan vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que por su medio  el mundo se salve”. Agregando el evangelista en el versículo 21: “…quien obra según la verdad le inspira, se arrima a la luz, a fin de que sus obras se vean, como que han sido  hechas según Dios”.

 La Iglesia Católico romana, por otra parte: ¿no ha resultado, acaso –con independencia de su esencial papel escatológico en la tierra—un depósito vivo; un riquísimo venero  de egregias tradiciones morales y sociales, en el milenio de su existencia universal ? De ahí que, por partidismo mal entendido o por ignorancia niegan esta simple verdad humana no merezcan –ciertamente—el nombre de historiadores.

 

R

establecer y reinterpretar las tradiciones madres de la patria, tergiversadas por nuestra historia liberal, es el deber que se impone a la joven promoción de argentinos atraídos a las investigación de nuestro pasado. La tarea es, sin duda, urgente en esta hora. La experiencia nos está enseñando lo que aquellas valen en el siglo revolucionario que vivimos; y los peligros de todo género a que a diario se exponen los pueblos que carecen o reniegan de las suyas propias.

 El panorama mundial contemporáneo no puede ser más aleccionador en este orden de ideas.

 “La ruptura entre el pasado y el futuro nos sume en las más profundas tinieblas y nos veda cualquier percepción del proceso histórico –enseña Nicolás Berdiaeff--. Y es, precisamente esta separación la que realizan aquellos que quieren apartarse del magno pasado histórico, con lo cual ya no son capaces de concebir el magno futuro que nos espera”.

 El apartamiento de su “magno pasado histórico” convirtió al país, progresivamente, en colonia, en factoría, en turbamulta babélica.             He ahí el fruto sin sustancia de nuestra tan cacareada organización constitucional del 53 . Nuestras escuelas y universidades, desde que existen, nos  lo han venido enseñando como un axioma pedagógico irrebatible.

 Cumplen así, las funciones docentes previstas por aquellas anacrónicas Instituciones que mal copiamos de los anglosajones y protestantes del norte. “Somos dependencia del comercio extranjero y de las comisiones que lo  agitan –exclamaba con amargura, don Vicente Fidel López--: nuestra producción, es decir, nuestra materia prima, que es lo único que la constituye, depende necesariamente de los mercados extranjeros.    Ellos nos fijan la línea a que puede llegar. Ellos no tienen bajo su tutela  despótica”.

 Todo esto prodújose, no lo olvidemos, como efecto inmediato del pensamiento de Sarmiento, de Alberdi y de Mitre: acaso explicable en su tiempo pero superado, sin duda, en nuestra Argentina del siglo XX, cuya conciencia ha comenzado a despertar en las nuevas generaciones. Aquel pensamiento quedó adherido, a la manera de un cáncer, a nuestro derecho público escrito, retardando en setenta años el desarrollo del espíritu independiente y el aprovechamiento de la riqueza nacional. Lo lamentamos amargamente ahora. Y aunque en muchos círculos inteligentes ha comenzado a insinuarse una  reacción promisoria, los funestos colazos de aquel repudio primero  a nuestras tradiciones heredadas –defendidas a  punta de lanza  en el período de la emancipación—los estamos sufriendo todavía en carne viva, como una plaga bíblica. 

 Habrá que robustecer, pues, mediante una pedagogía ortodoxa pero inteligente –adaptada a los tiempos—el alma nacional, para un porvenir en el cual los pueblos (complementados al máximo, económicamente) se distingan entre sí sólo por su Cultura. Vale decir: dejen de ser aburridamente homogéneos gracias a su propia autenticidad de fondo: espiritual, histórica y moral. He ahí a mi juicio, el nudo de la cuestión sobre la que descansa el destino  --nada menos—de la Nueva Argentina que amanece.

 Entre tanto, al margen de los deleznables tratados escritos por los vencedores en Caseros, aguarda la verdadera historia patria que aún está por escribirse. Ella  y sólo ella nos revelará, ciertamente, nuestro “ magno futuro ”; y nos hará capaces de concebirlo y realizarlo desenredando de la madeja del tiempo, el hilo con que se tejen todas las glorias nacionales ;  la Fe heredada de nuestros antepasados, el amor sacrificado a la Tierra y el cultivo de la propia Tradición familiar y costumbrista, en sus perennes esencias.

 Porque es preciso no olvidar este profundo apotegma de Goethe: “  El hombre no es sólo naturaleza sino historia ”.

 Nosotros recién en los últimos años lo estamos descubriendo, con la madurez que da la experiencia intensamente vivida fuera de las bibliotecas y gabinetes de estudio de nuestra temprana juventud.+

 

 

Federico Ibarguren.