lunes, 5 de septiembre de 2016

APUNTES HISTÓRICOS SOBRE EL PROTESTANTISMO

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os acontecimientos que comienzan hacia fines del siglo XV son trascendentales, pues en pocas décadas se trastornó el mundo, desintegrándose paulatinamente la Ciudad Católica y dando comienzo a la Edad contemporánea, o como quiera llamársela, la edad de las fantasías utópicas e irreales, la Edad usuraria, del contrato sobre la palabra de honor, la Edad del predominio judeo-calvinista,  que está concluyendo en la herejía modernista y el enfrentamiento teológico cada vez más claro entre cristianismo y judaísmo.

Los Reyes católicos, personajes eminentes de esa época, con el auspicio de la Iglesia instauraron la Santa Inquisición y expulsaron a los judíos recalcitrantes de la Península Ibérica,  para preservar su integridad; y de otras ciudades europeas; recalando al fin los marranos en los Países Bajos; luego los Reyes reconquistaron España acabando con el predominio de los moros, y gracias al descubrimiento de América,  la evangelizan y civilizan.

En 1499 finaliza el maravilloso arte místico de Brujas y comienza el de Amberes, imitando al Renacimiento italiano, perdiendo espiritualidad (José Pijoan, “Summa Artis” t. XV); para finalmente, inspirándose en  el  espíritu judeo-calvinista, degradarse en  Ámsterdam pintando  burgueses enriquecidos y rabinos,  paradigmas de las nuevas ideas anticatólicas. En esos  cuadros de Ámsterdam “no hay un acto de la vida de aquel país que no se encuentre explicado. Todo está allí, excepto lo que, a fin de cuentas, importa al hombre, esto es: Dios, la batalla del conocer, la pasión y la muerte”. (Basin, citado por Pijoan); a esto quedó reducido el arte, y en consecuencia la religión  en Holanda: a  la búsqueda del oro, contra los valores cristianos. La degradación del arte, bajo la inspiración mundana de los nuevos artistas, testimonia, pues   corre pareja a la degradación económica, política y religiosa del judeo-calvinismo.

A fines de la segunda década del siglo XVI se desató la soberbia de Lutero, y unos pocos años más adelante la lujuria de Enrique VIII. En 1531 nuestra Madre Guadalupana se apareció ante Juan Diego, rescatando América de las garras del demonio. En 1534 Calvino abjura y apostata. En 1540 Pablo III confirmó la Compañía de Jesús, misioneros admirables en América. Un año después Calvino instauró la Teocracia totalitaria y más salvaje que uno pueda imaginar, en Ginebra, para años  después enraizarse en  los EEUU.

ORÍGENES MASÓNICOS DE LA REFORMA



E. Comín Colomer en “Lo que España debe a la masonería” (Editora Nacional) escribió que aunque la Masonería, tal cual la padecemos actualmente, fue fundada en 1717 por dos pastores protestantes y otros personajes, tuvo sus raíces en varias sectas ‘místicas’, ‘filosóficas’,  secretas,  de siglos anteriores, como los ‘Hermanos Bohemios’, etc. Porque, al igual que el protestantismo, “el francmasonismo  recogió las doctrinas y principios de numerosas sectas –desde los ebbionitas, esenios y pitagóricos a las más modernas-, sin perjuicio de las aportaciones del ‘Rosacrucianismo’ y otras facciones esotéricas”. La existencia de logias masónicas antes de 1717 es irrefutable. A mediados del siglo XVI ya estaba establecida la Gran Logia de York. En Francia existía la Sociedad de los Alumbrados o Iluminados, que luego tendrían extraordinaria influencia en las Logias del Gran Oriente de Francia.

Y continúa Comín Colomer; “Los que curiosean en los orígenes históricos de la Masonería se asombrarán de las relaciones de Lutero con los ‘místicos’ de su tiempo, y particularmente de que tuviera como principal colaborador a Melanchton, miembro de la Fraternidad masónica de Strasburgo”… Tiempo después, ya en la Inglaterra protestante, en 1662, aparece la Royal Society, “de donde años después saldrían los personajes principales fundadores de la Masonería”. T. Walsh en “Felipe II”, (libro de extraordinaria  importancia, imprescindible), descubrió las relaciones luteranas con sectas y logias secretas “¿No era la doctrina luterana de la salvación solo por la gracia -dice-  una reaparición, con algún énfasis diferente, del antiguo desesperado dogma de los alumbrados, los maniqueos, los gnósticos y los budistas?”

Se descubre ya en el reinado de  Isabel Tudor manifestaciones de actividades masónicas; con fuerte influencia política. Escribió Walsh, de donde extraje estos datos: “De la corte de la reina Isabel exhala algo parecido al olor de la francmasonería… La misma reina Isabel era un poco masona…”; afiliada a la sociedad secreta de los merceros, dibujaba en sus cartas símbolos masónicos, como la estrella de David rodeada de las serpientes cruzadas por una línea diagonal… inclusive su traje de corte estaba adornado, de arriba abajo con lentejuelas dibujadas con ojos vigilantes, símbolo masónico que actualmente aparece en los dólares yanquis;  lucía en sus lujosísimos atuendos  ojos masónicos y orejas estampadas;  inclusive serpientes y monstruos marinos, que se repiten en sus retratos, demostrando su filiación masónica.

Walsh también advierte sobre las relaciones luteranas con sectas secretas “¿No era la doctrina luterana de la salvación sólo por la gracia una reaparición, con algún énfasis diferente, del antiguo desesperado dogma de los alumbrados, los maniqueos, los gnósticos y los budistas? […] El problema que habría que resolver ahora es si esos símbolos eran ya entonces, como lo son hoy, los signos de una sociedad secreta, anticatólica, internacional, pretendiendo retener ciertas características cristianas, pero con una actividad política cuyo fin es deshacer el cristianismo”. En las ‘Cartas sobre la Tolerancia’ el protestante y masón Locke aconseja tolerar todas las religiones menos a la católica romana pues, afirmaba, esta sometida a una potencia extranjera ‘tiránica y enemiga de la paz’ (Historia de la Filosofía”, G. Fraile O.P., t. III); origen del famoso principio demo-liberal y masónico: ¡toleramos a todos menos a los que no piensan como nosotros!

El hugonote Coligny, William Cecil (tío de Francis Bacon, masón) y la mayoría de los personajes protestantes eran masones; inclusive los reyes británicos; todos ellos eran masones y protestantes.  El mismo Lutero, al abandonar su celda adoptó por sello la Rosa y la Cruz. Pero no dejan dudas las intenciones masónicas  de acabar con el rey de España y con la Iglesia, al confabularse con protestantes y judíos; alentados por “un odio violento hacia Roma” (357); haciendo a la reina Isabel “posible cabeza de un estado protestante universal”. No quedan dudas que toda la política  imperialista inglesa fue inspirada, desde entonces, por protestantes,  masones y judíos.

“La masonería pudo haber existido, y probablemente existió, en una u otra modalidad, desde la Reforma. Pudo haber sido el instrumento político secreto mediante el cual se estableció la Reforma, ya que no fuera su causa misma; o pudo haber crecido simultáneamente con la Reforma, para separarse más tarde, como forma distinta de la herejía; o pudo, finalmente, haberse desarrollado como consecuencia de las intrigas de la Reforma” (Walsh, 349).

Además: “La afinidad indudable entre la francmasonería y el Talmud judaico ha sido muchas veces comentada. No es discutible ya que, aún cuando los falsos jefes de los judíos no crearan  las Sociedades secretas para disfrazar sus propias actividades anticristianas y para mejor influir sobre los crédulos miembros de las comunidades cristianas, intervinieron mucho en esas actividades masónicas. Los grados y  ritos de la masonería están llenos  del simbolismo judío… Las logias del Gran Oriente y del Rito escocés, origen de tantas revoluciones modernas, son más militantes, de acción más amplia y al parecer más violentas que las otras; su actividad tiende a realizar, poco a poco, una organización mundial única. Los grados más elevados de algunas logias continentales expresan plenamente enviejo odio a Cristo, el odio de los que pedían su crucifixión, el que, andando el tiempo, asesinarían a sus sacerdotes y profanarían la Hostia bendita”. ( Walsh, 342).



LA JERUSALÉN HOLANDESA.

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l itinerario de los judíos a través de Europa, luego de emigrar  de España hacia el Norte, es fácil de conocer, pues los lugares adonde ellos llegaban, con sus petates rebosando oro y ambiciones políticas, se engrandecieron económica y financieramente. Simultáneamente las autoridades se plegaban a la Reforma,  viendo en ella la posibilidad de colmar su avaricia, y tras ellas los pueblos, azuzados por los talmúdicos   apostataban de la Iglesia.

A mediados del siglo XVI Amberes era aún leal al catolicismo; pero a principios del siglo XVI comienza el asentamiento de marranos (Roth, 163). Como consecuencia,  comenzó una “agitación anticatólica salvo entre los judíos y marranos; pero luego se transformó en el centro de todas las intrigas contra la fe, y donde se programó una conspiración internacional con el apoyo de Cecil…”, y de Guillermo de Orange.  “Marcus Pérez, judíos español, era el ministros y jefe calvinista y gran agitador en Amberes” (T. Walsh, “Felipe II”,  377/381).

Pero “el miembro más importante de la colonia de nuevos cristianos fue Diego Mendes, que dirigió la sucursal en Amberes de la gran firma bancaria fundada por su familia en Lisboa, y que ahora disfrutaba del codiciado monopolio de la pimienta. En 1532 se adoptaron severas medidas contra el grupo. Mendes y otros doce fueron arrestados y procesados por judaizantes; finalmente se sobreseyó la causa mediante el pago de onerosas multas; en parte gracias a la intervención de Enrique VIII de Inglaterra, que utilizaba la Banca de Mendes como agencia financiera… en 1537 el emperador Carlos V les permitió formalmente que se establecieran en Amberes con todos los derechos”. (Cecil Roth, judío, ex catedrático en Oxford, en: “Los judíos secretos; Historia de los marranos”, ed. Altalena, pg. 164. Este es un libro muy interesante, pero salvando las enormes exageraciones respecto a la importancia judía durante la historia de esos siglos)).

Llegando los judíos a Amberes, que era el mayor puesto de Europa, la fueron transformando en un “mercado internacional, donde su figura típica era el pagador de príncipes, el financiero internacional” (L. Dujovne, ‘Spinosa’).

Y C. Roth escribió  luego  en pg. 165: “Los judíos en Holanda, hacia la mitad del siglo XVI ya eran menos adictos al Talmud, por lo que “muchos de ellos educados en la ignorancia del judaísmo, se inclinaron aparentemente hacia la Iglesia reformada, que iba ganando terreno rápidamente. El cambio no era abrupto, pues sabemos el alto grado de hebraísmo profesado por los calvinistas. Así, por ejemplo, un tal Marco Peres (judío) estuvo a la cabeza del Consistorio calvinista de Amberes. Se comentó, incluso, que los marranos de Flandes estaban introduciendo deliberadamente literatura  luterana en España”.

“La breve prosperidad de Amberes como centro del comercio y de las transacciones financieras mundiales, comienza con la llegada de los marranos y finaliza con su partida” (W. Sombard, “Los judíos y la vida económica”, pg. 37)…. “Si Amberes era el lente del microcosmos que reflejaba el alma de la Europa comercial, el corazón de Amberes era la Bolsa (Tawney, “La religión en el origen del capitalismo”, pg 80).

Sigo leyendo a Roth; luego que Ámsterdam, la que sería la Nueva Jerusalén judía, comenzó a adquirir  supremacía sobre Amberes, a comienzos del siglo XVII, los marranos se trasladaron hacia esa ciudad, (pues ellos se dejan seducir por el brillo del oro). En 1615, el jurista H. Grotius, por encargo del poder civil, autorizó el asentamiento judío en Holanda sin restricciones importantes. Ámsterdam en poco tiempo alcanzó la cumbre de su fama, al formalizarse la alianza entre judíos y protestantes,  que aun subsiste en nuestros días.

“Ámsterdam era entonces el centro del mundo más importante por su comercio. Las naves que llegaban de la India, cargadas de sedas y especies las transbordaban en el puerto de la Laguna a otras que venían de Francia o de Inglaterra. Los holandeses se enriquecían con aquel comercio provechoso y seguro más que los españoles con sus galeones que conseguían escapar de la piratería británica, siempre al acecho en el Atlántico, y festejaban su prosperidad” (José Pijoan, “Summa Artis”, t.XV. 434).

Los judíos elevaron a Holanda a la cima del comercio y de las finanzas. Los ejecutivos puritanos  eran “también los que dirigían las empresas comerciales e industriales, aceptando intensamente las leyes y la moral del Antiguo Testamento”  (R, H,. Tawney, 215). En esos tiempos “en ninguna parte la prosperidad judía era tan grande como en Holanda e Inglaterra” (B. Lazare, “Antisemitismo” 126).

“Esta pintoresca ciudad (Ámsterdam), alcanzó entonces la cumbre de su fama… Ellos controlaban  gran parte del comercio marítimo entre la ciudad y la Península, las Indias Orientales y las Occidentales. Establecieron importantes industrias… introdujeron con ellos vastos capitales… La riqueza de algunos de ellos fue legendaria…” (C. Roth, Los judíos secretos” 167).

 “Los puertos de Holanda no llegaron a un gran esplendor hasta la llegada de grandes núcleos de marranos, huidos de Portugal y de España, durante todo el siglo XVI… donde los que aun figuraban como cristianos, judaizaron libremente… Los judíos favorecieron el comercio holandés y el contrabando y la piratería contra las colonias españolas y portuguesas… Los holandeses utilizaban a los intermediarios judíos para obtener datos sobre las actividades navales españolas. Con esto, los judíos de Ámsterdam, no sólo se enriquecieron en gran medida, sino que adquirieron enorme importancia política… La importancia de la sinagoga  de Ámsterdam fue, pues enorme” (“Historia de los Judíos”, Vicente Risco).

Años después abandonaron Ámsterdam partiendo hacia Inglaterra, con Cromwell,  y por influencia decisiva de Menasseh Ben Israel (alias Manoel Dias Soeiro) comienza la invasión masiva a Inglaterra; hasta que finalmente, y hasta nuestros días, se establecieron  en Nueva York, la capital judía del mundo. ¿Permanecerán allí o  se mudarán con sus petates llevando el centro comercial,  financiero y político a otro lugar del mundo?

LA  JERUSALÉN  INGLESA.  (SE  CONSOLIDA  LA  ALIANZA  IUDEO-PROTESTANTE).
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iempre  existieron judíos en  Inglaterra; aun luego de su expulsión quedaron remanentes. Pero a mediados del siglo XVI, escribió Roth “Los judíos secretos” pag. 175) “en el notable período de la expansión de Inglaterra que coincidió con el reinado de Isabel creció naturalmente la colonia extranjera”, judía.

Hacia fines de la Edad Media todas las sectas perseguidas por la Iglesia, pues fomentaban la anarquía social, se refugiaron en Flandes y Holanda (Pijoan, t. VII); comenzando luchas feroces entre las diversas sectas: socinianos, arminianos, calvinistas, etc., en medio de los cuales lucraban los judíos, y todos juntos  contra Roma. El enemigo común los agrupaba, pero sólo para atacar a Roma; pues la coexistencia pacífica entre las sectas,  ni ellos respetan el ‘libre examen’ de cada uno,  es otra falsedad.

“Todas ellas son semejantes en el espíritu y en los propósitos; todas disfrazan, con alegorías con frecuencia casi cristianas, un odio invariable hacia la Iglesia de cristo; todas ellas están ligadas en su táctica –ya en las causas, ya en los resultados, ya en-ambos-a las actividades heréticas… El principio que unía aquel cuerpo con cabeza de hidra era un odio antiguo e implacable, odio a algo que proclamaban  continuamente como muerto, pero que temían, como se teme a las cosas terriblemente vitales. Era el odium Christi, dirigido contra la Iglesia”  (Walsh, “Felipe II”, pag. 355).

Escribió C. Roth en “La época europea, ”  (t. V, Paidos), aunque a su juicio no puede documentarse el apoyo y el estímulo judío favoreciendo a  las sectas protestantes, “algo tenía que ver con aquellos movimientos, como se desprende evidentemente del hecho de que,  en muchos casos, los reformistas iban a los barrios judíos a estudiar hebreo y a aprender la interpretación judía de tal o cual punto de controversia de la Escritura”. (o sea, interpretaban  el Antiguo Testamento con espíritu farisaico). Y Belloc, sobre lo mismo dice; “en víspera de la Reforma los libros hebreos, no sólo el Antiguo Testamento, sino también el Talmud, eran familiares a muchos, como lo eran los argumentos judíos contra la fe”, (“Como aconteció la Reforma”, pag. 43).

En esos tiempos, la preponderancia judía creció en tal medida que en el Vaticano, Alejandro VI, Borgia, fue protector de los judíos, al extremo que S. S. Julio II lo trató de marrano y circunciso (Historia de la Iglesia, BAC, pag. 54). Los protegió, pero no se emparentó con ellos haciéndolos sus ‘hermanos mayores’, ¡Que no les diría   hoy día  la integridad de Julio II a los Papas Vatidos!

“Toda la tradición protestante del norte durante más de trescientos años, escribió H. Belloc en “Los Judíos”, (ed. La Espiga de Oro, pg. 273 sgs.) se inclinó a favor de los judíos, en parte ciertamente a causa de la fe que depositaba en las Escrituras judías, de su embebecimiento en el inspirado folklore judío, pero en mayor medida porque la alianza con los judíos era un alianza contra la Iglesia Católica “, sentimiento que aun subsiste en la “Inglaterra lugareña”. Además era una alianza comercial y financiera,  de tanta importancia –considerando que para ambos el dinero es sinónimo de ‘santidad’- que llegaron  en la época victoriana a identificarse los intereses de Israel y de Inglaterra, “a tal punto que  “proporcionalmente a su número, detentaban en este país  un poder como nunca se había visto en otro país del mundo”

Otro aspecto interesante que analiza Belloc se relaciona a la afinidad sentimental y política entre Israel e Inglaterra, asumida por la novelística y el periodismo, “considerando al judío impecable, favoreciendo al tipo judío en forma nunca vista… Y cuando la lucha venía a ser entre judíos y no judíos en otros países el historiador superaba todo límite: el europeo hostil al judío era  un monstruo; el judío hostil al europeo, una sagrada víctima”. ¡Pobre de aquel que se animase a denunciar esta maniobra!

Continúa Belloc, en el mismo libro, aseverando que  “gozaron en Inglaterra una situación de privilegio como en ninguna otra parte del mundo, abriendoseles las puertas de todas las instituciones públicas, inclusive el ejecutivo británico (Disraelí primer Ministro victoriano). Al cabo de dos generaciones, al iniciarse el siglo XX, las grande familias terratenientes inglesas exentas de sangre judía constituían una excepción. En casi todas ellas el sello judío era más o menos notable, y  en algunas, tan fuerte, que, aunque el nombre seguía siendo inglés y las tradiciones las de un linaje puramente inglés de vieja cepa, el físico y el carácter se habían vuelto completamente judíos y sus miembros pasaban por judíos siempre que viajaban por países donde las clases distinguidas no habían padecido, o disfrutado, aun esta mezcla. (¿En que medida en  Argentina se están adquiriendo ciertas modalidades morales judías, con el auspicio de la Jerarquía católica?).

Y en pg. 286 escribió Belloc: “Las instituciones judías, sobre todo, tales como la Masonería (que los judíos habían inaugurado en el siglo XVII como una especie de puente entre ellos y sus huéspedes , eran particularmente fuertes en Gran Bretaña, y así se desarrolló una activa tradición política, cuya gran importancia demostróse al fin de cuentas, y mediante la cual fue reconocido  el estado inglés por los gobiernos extranjeros como el protector oficial de los judíos en los demás países. Cada vez que se producía una persecución contra los judíos en la zona oriental de la Cristiandad, las miradas se dirigían a Inglaterra esperando que se interpusiera, en la medida de sus posibilidades, para sostener las energías financieras judías en todo el mundo, y recibir en pago los beneficios de tal conexión”..  (explayando este tema del apoyo inglés al judaísmo,  puede leerse “Derrota Mundial”, de Salvador Borrego. Pues “Igual que en 1940, ingleses y franceses pelearon las batallas de los judíos”, Arnold  Leese, en “Los Rothschild” , ed. Nuevo Orden, pgs.130, 80)

La revolución francesa abrió las puertas a los judíos de la finanza y la política europeas. Menciona Arnold Leese, que Antony Rothschild fue el primer judío que recibió  en 1836 un título nobiliario en Gran Bretaña;  de allí en más serían numerosos, utilizando el dinero para  adquirir  títulos y preponderancia política; hasta que los Rothschild  convirtieron a Londres en el centro de las finanzas internacionales.

El padre Julio Meinvielle, en su eminente libro “El Judío” (Cruz y Fierro, editores, pg. 63) escribió: “Por otra parte, Werner Sombart, el autorizado historiador del Capitalismo, que no ni católico ni antisemita, en su documentado libro “Los judíos y la vida económica” demuestra como algunas sectas protestantes, y en especial el puritanismo son judaicas… Por otra parte, se conocen las relaciones íntimas que durante la Reforma Protestante se establecieron entre el judaísmo y ciertas sectas cristianas, y el furor que se declaró entonces por la lengua y los estudios hebraicos; se sabe también que en la Inglaterra del siglo XVII los puritanos rodeaban a los judíos de un culto caso fanático y que los ‘Levellers’, Niveladores, que se decían judíos, exigían la promulgación de una ley que hiciese de la Thora de los judíos el código inglés; se conoce, además, que los oficiales de Cromwell, también gran judaizante, le propusieron componer su Consejo de Estado de 70 miembros, a ejemplo del sanedrín de los judíos, y que en el año 1629 se propuso en el Parlamento reemplazar el feriado del domingo por el sábado”. O sea, regir la vida de la nación inglesa de acuerdo al Antiguo Testamento, interpretado farisaicamente, predestinándose al dominio del mundo.

O. Spengler afirmó en “La decadencia de Occidente” (Espasa, t. II. pg, 355): ”El grandioso vuelo que el  Antiguo Testamento adquirió en los Parlamentos y campamentos de los independientes ha dejado todavía en el siglo  XIX, en muchas familias inglesas, la creencia de que los ingleses son los sucesores de las diez tribus de Israel, pueblo de santos, a quien está conferida la dirección del mundo. Ese mismo sentimiento dominaba en las emigraciones a América que comenzaron con los peregrinos en 1620. Ese mismo sentimiento ha creado lo que hoy pudiera llamarse la religión americana, y ha alimentado la evidencia con que el inglés practica su política, evidencia fundada en la certidumbre de la predestinación”.

En su libro “Sionismo”, (Ed. Federación Sionista Argentina, 1937) Max Nordeau, moderno profeta sionista de Israel, que maduró su veneno anticristiano en ancestrales conventículo talmúdicos, expresó en el discurso que pronunció en el 1º Congreso Sionista de Basilea, en 1897, cuando Inglaterra, la reina prostituida del orbe, necesitaba imperiosamente tener a los judíos como aliados confiables en el Mediterráneo para proteger la ruta hacia la India a través del Canal de Suez, que  por su parte los sionistas estaban “interesados en que Gran Bretaña adquiriera el control del Canal [porque], cuanto más poderío tuviese Gran Bretaña, mayor sería la Fuerza de los judíos que la dominaban”. También Arnold Leese escribió: “Era objeto de interés para los judíos fortalecer a la Gran Bretaña y mantenerla poderosa y en condiciones de trabajar para ellos”  (pg.40). Pues los sionistas necesitaban, también imperiosamente, el apoyo inglés para invadir Palestina desalojando a los árabes. Entonces Nordeau  aduló la obra imperialista de Kipling, émulo literario de Chamberlain, sellando la alianza de amor indisoluble entre judíos y protestantes ingleses, diciendo: “La emancipación judía en Inglaterra tiene un sello  de sinceridad; no es solamente cuestión escrita, sino que ha penetrado en la vida. Ella maduró y existió  en los corazones antes de ser confirmada por el legislador”.

Como corolario de esta enorme influencia judía en  la Inglaterra protestante, donde poco quedó en ella de cristianismo  auténtico;  transcribo estas palabras del  señor Luis Bertrán (publicadas en la revista ’Estudios’, antes del Vatidos): “Todo, en ese país ha estado siempre mediatizado por el salvaje egoísmo de la raza. Como el inglés vive oprimido durante siglos por el feroz individualismo del anglicanismo, se ha transformado en un verdadero animal de presa… Pero, según parece, contados están los días del anglicanismo como fuerza dominante. Ya quieren muchos unirse de algún modo con el catolicismo… El catolicismo no puede unirse –según lo ha declarado Roma- más que con los suyos de siempre. Los demás no puede unirse. Tienen que dejar  todos sus errores y entrar en la casa de Dios limpios de toda culpa, y para estos las puertas del templo estarán siempre abiertas de par en par”.