miércoles, 24 de agosto de 2016

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE  LOS PRINCIPALES  HEREJES  CREADORES DEL PROTESTANTISMO

(Primero de una serie de artículos que publicaré sobre el Imperialismo judeo-protestante).                                                                    

A
conteció en cierta época histórica, que Belloc llamó la ‘Edad oscura’, pues fue la preparación para el esplendor luminoso de la Edad Media –tan denigrada aviesamente por los enemigos del catolicismo-, que Dios Nuestro Señor, quizás para probar la integridad religiosa  de los hombres, permitió que  se lanzaran nuevamente  a volar ciertas palabras hirientes que ofendían la razón humana, masculladas  por filósofos espurios y teólogos talmudistas,  afirmando la pretensión de ‘endiosar’ al hombre; pronunciadas en casi inadvertidos conventículos, contra la filosofía de Aristóteles y Santo Tomás, basada en  la realidad  y la verdad de los seres y de la naturaleza humana, para desacralizar la teología.

LUTERO, EL FRAILE QUE SEPARÓ AL HOMBRE DE DIOS

M
uchos años después, Lutero encaramado en el  taco de un enorme árbol descuajado,  en el claro de un monte que bordea Wittenberg,  arrojando se hábito al viento, fue ungido  por  las furias   de la soberbia,  mientras a su alrededor un  aquelarre con los malditos de todos los tiempos, sus inspiradores y servidores: herejes, satánicos,  talmúdicos, gnósticos y maniqueos, y la monja renegada,  exaltada  de lujuria, brincaban   al grito  de  ¡amo y señor! Entonces Lutero, el nuevo profeta  que encarnaba el resentimiento y la soberbia acumuladas a través de los siglos, en medio de la turbamulta, viendo  en el valle, en lontananza,  las torres de la catedral de Wittenberg, comenzó a bramar sus imprecaciones: ¡Soy el predestinado para demolerlas! ¡Acabaré con la prostituta de Roma!  

(Así imaginé esta escena, tan realmente como si la hubiese contemplado con mis propios ojos espantados; y aunque, como es de suponer no existen documentos históricos que la atestigüen, no pudo haber ocurrido de otra manera).

En SISINONO, del  verano 2015, “Speculator” describió  perfecta y definitivamente  la verdadera personalidad de  Lutero, comentando el excelente libro del profesor Georg May, “La Trampa del Ecumenismo”, escrito cuando los ‘progresistas’ vaticanistas comenzaron a magnificar a Lutero, para satisfacer su manía ecumenista: “Ante todo, ha de rechazarse una iniciativa que los ecumenistas están poniendo por obra  desde hace tiempo: la de revalorizar a Lutero, como si no hubiese sido bien comprendido o interpretado. “Hay hombres píos y ejemplares en el luteranismo, pero el fundador no se encuentra entre ellos”. Sus defectos morales e intelectuales son harto conocidos: fue un fraile que rompió sus votos, que cedió a la sensualidad, a la soberbia, a la ira, al odio. Se idolatraba a sí propio (personalidad astuta y agresiva, fue polemista violento y habilísimo, y, al mismo tiempo, sutil y desenvuelto en sus sofismas hermenéuticos). Incitó  a las masas el odio contra el Papa y contra los católicos valiéndose de una ‘libelística’ canallesca.  No es justo considerarlo un  “reformador”. Fue un destructor de la fe, de la Iglesia, un sembrador de discordias: un auténtico Atila. Se sirvió de los males que afligían a la Iglesia militante en su tiempo como pretexto para rechazar la sana doctrina y sustituirla por su interpretación personal  de la Escrituras (interpretación que pretendía conseguir la cuadratura del círculo, esto es, conciliar la salvación con la libertad de un sujeto que quería continuar siguiendo los impulsos  de la carne y del orgullo)”.



El ‘libre examen’,  fundamento de la herética teología luterana, además de ser fuente de todo tipo de disparates filosóficos y  teológicos, tiene gravísimas implicancias políticas. Creo necesario reproducir varios párrafos de una esclarecedora  conferencia titulada: “Libre Examen y Comunismo”, [que reproduciremos íntegramente aparte] dicha en el Salón de la librería Huemul, el 2 de abril de 1960, donde el profesor  Jordan Bruno Genta, con su profundidad  metafísica, relató las consecuencias políticas del Libre Examen protestante.

“¿En qué consiste la rebelión de Lutero? –decía el profesor Genta- El verdadero sentido de esa rebelión es desintegrar a Cristo en la convicción del pensamiento, es dividir a Cristo, porque ese es el secreto, la clave de toda herejía. Lutero dice: “Sólo la Fe justifica, sin las obras,… El único agente de la salvación es Dios... El hombre no es libre en absoluto para el bien... Hagas lo que hagas en la vida si estás entre los llamados y justificados, te salvas, si estás entre los condenados te pierdes”.
    
“Lo eterno ha sido dividido de lo temporal; esta vida temporal no tiene nada que ver con la eterna. El mundo del hombre no tiene nada que ver con el mundo de Dios; tendrá que ver con el hombre después de esta vida pero no en esta vida; ya está resuelto lo que va acontecer en la eternidad. La libertad del hombre está dividida de la Gracia. Cristo ha sido partido, ha sido dividido en el pensamiento de Lutero y este es el verdadero origen del comunismo, porque el comunismo es nihilismo puro.
    
“El comunismo es la confusión de todo con todo, es la confusión de todas las jerarquías y de todas las distinciones, es la nivelación en lo ínfimo, en la materia indeterminada e informe. Todas estas consecuencias están encerradas en el momento en que nosotros rechazamos a Cristo, lo rechazamos como empezó rechazándolo Lutero, dejando lo humano enteramente librado a sí mismo.
    
“Esta división se reflejó después en el plano filosófico con Descartes, padre de la filosofía moderna. Descartes separa enteramente las verdades de la Fe, o sea las verdades reveladas acerca de los misterios de Dios, de las verdades de la razón. Pero la Fe es para entender. La Fe es una Gracia de Dios para aumento de la inteligencia del hombre en las cosas que son primordiales, –continuaba su disertación el profesor Genta- que son fundamentales, que son las cosas de Dios, las cosas del alma y las cosas del destino del hombre; la Fe es algo para potenciar la mente en aquel fin  para el cual ha sido creada. Y lógicamente,  una vez que la inteligencia humana ha sido dividida de la Fe, so pretexto de que la razón fu sirvienta de la Fe o de la religión, -como si el hecho  de estar subordinada a lo que viene del mismo Dios no fuera justamente su lugar propio- tenía que ir extinguiéndose poco a poco la vida contemplativa de la inteligencia; y la inteligencia tenía que promoverse cada vez más exclusivamente en el manejo de las cosas temporales… [y así] se ha perdido el sentido del problema del hombre y su destino, aquel que tenían incluso los paganos…
    
“Y bien, ¿qué aconteció después de esta división de las verdades de la Fe y de las verdades de razón? Que la teología y la metafísica fueron eliminadas progresivamente de la vida civil… y el hombre librado a sí mismo empieza a desconocer – ya en el siglo XVIII- el pecado original y surge la idea de la Bondad Natural del hombre, haciéndose del egoísmo la ley natural…

“En esta forma se plantea esta cosa monstruosa que es la verdadera revolución contra Cristo y el orden natural que lo refleja a Ël; en lugar del sentido de sociedades naturales, de sociedades que son exigencias de la naturaleza humana confirmadas por la ley divina, con la familia, como el mismo Estado; la sociedad política, la sociedad perfecta en lo temporal, es reducida a esta cosa artificiosa, convencional e histriónica que significa convertirla en una asociación libre, en el fruto de un contrato y de una convención.

Poco a poco todo ha sido mediatizado a la libertad humana; poco a poco el hombre se ha constituido en el punto de partida, en el comienzo absoluto, aún en el orden religioso, de ahí las variaciones infinitas del protestantismo; en el orden filosófico las variaciones infinitas del subjetivismo, del idealismo, del inmanentismo en todas sus formas; y en el orden político todo va a ser mediatizado a esa libertad, a ese principio absoluto en que se ha erigido el hombre. La familia va a ser un contrato que se ata y se desata voluntariamente; la sociedad civil va a ser también un contrato; las clases van a ser también convenciones de intereses, de coincidencias, de intereses de grupos, de partidos, etc. Poco a poco se han ido derribando todas las cosas que nombran a Dios, que nombran al Verbo Creador y Redentor; todas las distinciones, todas las jerarquías se han ido suprimiendo. Y viene la confusión de todos los credos; todos los credos son igualmente, relativamente válidos, todos los pensamientos y todas las opiniones son  igualmente válidos o inválidos y las sociedades donde el hombre tiene que desarrollar su vida y su personalidad son también convenciones y arbitrariedades…”
    
Y luego cita el profesor Genta el famoso opúsculo “De la comunidad de los bienes” escrito en 1535 por el gran humanista español Juan Luis Vives: “En otro tiempo, en Alemania, las cosas de piedad estaban de tal suerte constituidas que se mantenían estables en gratísima quietud. Más alguien advino que se atrevió a discutir algunas, al principio moderada y medrosamente, muy luego sin rebozo, no solo para disputar acerca de ellas sino para negarlas, suprimirlas o rechazarlas, mostrando respecto a muchas de ellas tanta seguridad como si el objetante hubiese bajado del cielo conociendo los secretos designios de Dios o se tratase de coser un zapato o un vestido… De la discrepancia de opiniones surgió la discordia de la vida, y entonces, a los que habían suscitado la guerra en el fementido nombre de libertad e injustísima igualdad de los inferiores con los superiores, sucedieron los que decretaron, pidieron y exigieron no ya aquella igualdad, sino la comunidad de todos los bienes.”

Cuando se difundió la bárbara noción del libre examen bíblico, y esta se comenzó a aplicar en todos los órdenes de la vida, - según las palabras de Vives citadas por el profesor Genta-, se produjeron muchos sangrientos motines populares entre los sectarios, por ambas partes cruelísimos, que aterrorizaron a Lutero, pues aunque él primeramente había incitado, con su libre examen,  a las gentes del pueblo,  luego se retractó incitando a los Príncipes a una violentísima represión sangrienta.
   
El  24 de noviembre de 1959, en una de sus clases privadas de filosofía, el profesor Genta dijo: “Hay una continuidad perfecta entre Lutero, Descartes y Kant, que es el filósofo del laicismo, de la secularización de la vida… Lutero comienza diciendo que ‘La razón no alcanza verdaderamente lo espiritual’ proposición continuada un siglo después por Descartes, quien era católico pero trabajado por el espíritu suarista, llegando a la conclusión de la total inutilidad de la razón especulativa; para conciliar su  catolicismo con el luteranismo decía que no era tan atrevido como para pensar en Dios… y que era necesario sustituir la especulación escolástica por una práctica que haga posible conocer las funciones del alma a través del cuerpo… o sea que todo ha surgido de la física-matemática… En consecuencia, en el plano de la ciencia y de la praxis tenemos el progreso del laicismo y del modernismo, derivados del protestantismo Esta idea de que todo finaliza en el uso de las cosas, esta exaltación de la praxis no es más que la última consecuencia de la rebelión religiosa contra la fijeza y unidad de la Verdad. Rota esta unidad de la Verdad, de la cual derivan las otras verdades se iba a llegar al materialismo.        

“Lutero  dividió  la razón de la fe, denigrando radicalmente la razón humana, (aquello que nos hace semejantes al Creador). Despreció, entonces, la autoridad de la Iglesia… pero “La Doctrina de la Verdad necesita la Cátedra de la Unidad”, decía San Agustín. Negando esta Cátedra acabó con la unidad de la razón, de la interpretación. Lutero es un opinante y atrás de él hay una multitud de opinantes… volcándose en la multiplicidad. Dionisio decía que la multiplicidad participa siempre de la unidad para que haya ser. Donde esa multiplicidad no puede referirse a la unidad del ser deviene el caos. El carácter de lo múltiple es participar de lo uno…  El libre examen aplicado a las cosas divinas es comunismo… Lutero se puso más arriba que la Cátedra de Pedro ¿Qué igualdad no se va a revindicar luego de esta? Lo interesante es la nivelación del juicio en la interpretación de la Palabra de Dios; esta desaparece en medio de las opiniones”...

Así comentó esta manifestación comunista  el erudito historiador inglés R. H. Tawney, (“La Religión en el origen del capitalismo”): “Sobre todo la guerra campesina, con su apelación emocionante a los Evangelios y su tremenda catástrofe, no sólo aterró a Lutero, moviéndole a declarar: ‘Para quien así puede atacar, morder, estrangular o apuñalar, en secreto o en público…, tan maravillosos son estos tiempos, que mejor puede hacerse acreedor un príncipe al Cielo derramando sangre que elevando preces a Dios…’  y en uno de sus escritos públicos, incitando a la plebe: ‘es lícito emplear toda clase de armas contra el Papa y los Cardenales, y lavar las manos en su sangre’ ( citados por el padre Hartmann Grisar en un libro indispensable para comprender el protestantismo: ‘Martín Lutero, su vida y su obra,  ed. Victoriano Suárez, Madrid).

El odio de Lutero  al Papa brotó como una peste cuando su soberbia rechazó la justa sentencia condenatoria de su obra y de su polémica. En uno de sus escritos dice: “…la jerarquía (católica) debe ser suprimida, y el poder civil (los príncipes alemanes protestantes) tienen poder sobre ella… esa autoridad del  poder secular debe ser ejercida contra los sacerdotes, los Obispos y el Papa”… instituyendo el derecho de Estado contra la Iglesia… Tanto es así, que “el príncipe Elector, Juan de Sajonia, ha sido, en realidad, el verdadero patrono del luteranismo y el verdadero propulsor del progreso del protestantismo…” (pág. 235).

Sucedió entonces que Lutero  solo podía apoyarse en el poder de los príncipes, convirtiéndose la Iglesia de Estado en una necesidad.

A principios del  siglo XVI, escribió el padre Castellani en un libro tremendo: “Cristo y los Fariseos” (ed. Jauja, pág. 20): “Si media Europa acabó por seguir y acoger la rebelión religiosa es porque toda Europa estaba sumida en la mayor crisis religiosa de la historia del mundo –en la penúltima: El fariseísmo estaba por ahogar la religión. La exterioridad  devoraba la fe… Pero el Protestantismo no remedió el mal sino que lo agravó”. El protestantismo asumió la indignación popular contra las ‘indulgencias’, protestó, entregó las sectas al poder político, siguió protestando, y ahí quedó; “vivir protestando no es un ideal religioso”. Es una manera negativa de tratar de sobrevivir. La entrega de las sectas al poder de los Príncipes se agravó de tal manera que hoy día el protestantismo es religión  manipuleada por el Estado.

Pese a lo cual actualmente los protestantes y los católicos ‘progresistas’ critican hipócritamente a la que llaman Iglesia  ‘constantiniana’, pues arguyen que estaba sometida al Estado; esto no ocurrió así, es simplemente   otra mentira  con  las que creen satisfacer a su ‘Jehová’;  mentir por una causa ‘elevada’ afirmaba Lutero. Lo fundamental de esta actitud es  que pretenden  separar  la Iglesia   del Estado de un país católico; que es lo mismo que  degradar al Estado al ateísmo, al ‘humanismo ateo’, quedando inerme, sin alma,  campo propicio para que ellos se lo apropien, y siembren sus cizañas.      Esta maniobra política para separar la Iglesia de los Estados católicos, repudiando sus tradiciones religiosas, la usan para mejor introducirse ellos en igualdad de condiciones; por medio de las promocionadas libertad de ‘conciencia’ y de cultos, creando el caos espiritual, e inclusive esperando una  oportunidad propicia para  asaltar al Estado; y convertir el país en colonia protestante. 

Paradojalmente,  está demostrado históricamente que estos protestantes sin escrúpulos morales, faltos de seriedad, mantienen a sus sectas bajo el patrocinio de sus gobiernos respectivos; así como Lutero sobrevivió entregándose en las manos ambiciosas  e irreligiosas de Juan de Sajonia. Rechazaron el poder espiritual del Papa para entregarse al poder político de los príncipes y de la oligarquía. Negando el reinado de Cristo sobre las almas y las naciones,  promueven el Estado laico totalitario, marxista o masónico,  con las iglesias sometidas; tal como   están actualmente las sectas en los Estados protestantes.

EL CORRUPTO ENRIQUE VIII, CON MÁS PODERES RELIGIOSOS QUE EL PAPA; Y EL ODIO DEL ARZOBISPO CRANMER.
    
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s tan conocida la inmoralidad en que cayó Enrique VIII, que creemos no hace falta repetirla; pero debo destacar algunas  consecuencias políticas y religiosas de su reinado, para refutar algunas de las falsedades que los protestantes arguyen contra la Iglesia.  En Inglaterra sucedió exactamente lo mismo que en Alemania y en Ginebra; el protestantismo, separado de Roma,  fue convertido en la religión del Estado; le  “fue impuesta una nueva ley laica, gracias a la cual, sin salvedad alguna, Enrique VIII (el rey) fue designado inmediatamente Jefe de la Iglesia de Inglaterra; y luego lo fueron todos los reyes sucesivos, tanto en lo tocante a las cuestiones espirituales como a las temporales, y último recurso de apelación en todos los asuntos eclesiásticos.  En otro artículo  veremos las consecuencias de las ínfulas de infalibilidad, en todos los órdenes de la vida,  de los pastores y teólogos protestantes yanquis. El Parlamento inglés, como es de suponer registró esta despampanante innovación (en 1534) convirtiéndola en ley dentro de Inglaterra. Se exigió juramento de lealtad a la supremacía real a los obispos y a los miembros de los monasterios. Fue casi unánimemente aceptado” (H. Belloc, ‘Como aconteció la Reforma’).

Tawney en el libro citado denuncia que en Inglaterra el protestantismo estaba saturado de una dependencia casi servil a las autoridades seculares, y que “en el siglo XVI la iglesia se convirtió en el departamento eclesiástico del Estado (o sea de la Corona), y se hizo uso de la religión para dar sanción moral a la política secular… los eclesiásticos eran, a su vez, funcionarios públicos, y la Parroquia también estaba subordinada al Rey;… el derecho canónico se nacionalizó, quedando en manos de ciudadanos que actuaban bajo la autoridad de la Corona”…etc.etc.etc.

Pese a que Enrique VIII “en su carácter y en su fe era profundamente católico”, al menos hasta defeccionar frente a las polleras; asegura Belloc que “rompió con Roma influido por Tomás Cromwell, hombre indiferente a las  consecuencias nacionales siempre que pudiera llenarse los bolsillos. (Belloc, “Cómo aconteció la Reforma” pág. 88). Fue prestamista y usurpó una fortuna que originó el predominio de su familia en la política hasta que un siglo después surgió su descendiente, el nefasto  Oliverio Cromwell.

La rapiña,  característica primordial de la política inglesa, culminó, como es sabido, robándole los bienes a la Iglesia para enriquecer a los nobles manteniéndolos bajo el  poder político. Narra W. Sombart, en “Lujo y Capitalismo” (ed. G. Dávalos): “Al término de la Guerra de las dos Rosas, habían desaparecido las casas de la antigua nobleza, salvo 29, y las que se conservaban estaban empobrecidas y en situación lamentable. Lo primero que hizo Enrique VIII fié reintegrar a estas casas señoriales su poder y fortuna, sometiéndolas así a la Corona, que, desde este momento, conservó indiscutido su predominio sobre ellas. La confiscación de los bienes a la Iglesia dio al rey los medios para realizar esta restauración de la nobleza”. Pero para mayor control político, Enrique VIII crea numerosos títulos nuevos; mejor dicho vende dignidades, cientos  de títulos   durante los siglos XVII y XVIII. Así emergió de atrás del  mostrador de los comerciantes burgueses,  la altanera nobleza inglesa, que se consideraba predestinada a gobernar el mundo. “En esta época, pues, el poder del dinero comienza a hacer sentir  de un modo notorio su influencia, que llega a ser decisiva en el siglo XVIII”.  Defoe dice: “Está tan lejos el comercio de ser incompatible con el caballero, que sin rodeos el comercio en Inglaterra hace caballeros; porque al cabo de una o dos generaciones los hijos de los comerciantes, o al menos sus nietos, llegan a ser tan perfectos gentleman como los de la más alta cuna o los de las más rancias familias”. (pág. 28 sgs.).

Pero además de someter al protestantismo como religión de Estado, que en adelante sería la relación  característica  entre ambas, se  consumó, a través del arzobispo Cranmer la sustitución de la Santa Misa por la Cena protestante. En la revista  SISI NONO  (marzo 2014) leí un interesante artículo comentando el libro de Michel Davies “La Reforma Litúrgica Anglicana”: obra  importante porque nos hace ver que la creación de la Cena anglicana fue introducida en Inglaterra de manera sigilosa, con textos ambiguos y herejías implícitas, para no sobresaltar a los fieles, pasando inadvertidas a los poco instruidos. Para lograr este fin,  el anglicanismo impuso  un libro insignificante en apariencia, el Book of Common Prayer, cuyo carácter era tan prodigiosamente ambiguo que los ‘conservadores’ podían aceptarlo sin que los ‘progresistas’ lo rechazaran.

Los argumentos aducidos por Davies son impresionantes […]. Cranmer era criptoluterano y  se había casado ya bajo Enrique VIII; el rey lo nombró Arzobispo de Canterbury; el Papa lo excomulgó por haber declarado válido el matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena […].  Pero como Enrique VIII no hubiera permitido la entrada de la herejía en su reino, Cranmer espero al reinado de Eduardo VI, “y empezó a protestantizar la nación transformando el culto en sentido luterano” […]; Cranmer “concibió el audaz propósito de modificar radicalmente la fe del pueblo inglés valiéndose únicamente de la transformación de la liturgia. Según el axioma lex orandi lex credendi, la liturgia es, en efecto, la fe rezada. Si se cambia el modo de rezar, se muda  también la fe. En Inglaterra el cambio imprevisto y en masa de todo un pueblo no tuvo como causa principal la predicación de un reformador, como fue el caso de Lutero en Alemania o de Calvino en Suiza, porque Cranmer juzgó que mediante  la liturgia modificaría con más seguridad las mentalidades que por medio de cualquier arenga. […]; pero eliminó paulatinamente  del misal católico diez y seis oraciones para borrar la idea de sacrificio satisfactorio y propiciatorio. [Estas omisiones están perfectamente descriptas en “Resumen histórico de la introducción del protestantismo en Inglaterra” de Hugh Ross Williamson, un artículo interesantísimo, publicada en: www.statveritas.com.ar]. Cranmer tuvo éxito, eliminó de manera inconcebible el catolicismo de Inglaterra; logrando una apostasía casi general, afirmada definitivamente bajo el reinado de Isabel;  los católicos que apercibieron el cambio herético y se resistieron, fueron martirizados  salvajemente y asesinados por la  Inquisición protestante. Sin la Iglesia y sin la Santa Misa, Inglaterra quedó en las manos impías de los ‘santos’ predestinados por ‘Jehová’, que fueron erigiendo el imperialismo que asoló el mundo.

Un paréntesis: el artículo de Davies también demuestra   que la creación de la Misa nueva, la misa cripto-luterana de 1969, por Pablo VI, fue su jugada maestra, pues se asemeja de manera escandalosa a la cena protestante de Cranmer, tal cual  fue denunciado por tantos sacerdotes. Luego se afianzó la erosión del ambiente católico anti-modernista con el indulto de Juan Pablo II en 1984; y al fin, con Benedicto XVI se pretende “bastardear el rito apostólico romano, mezclándolo con el Novus Ordo para tener una tercera y novísima misa”. El método empleado por el Vaticano II fue semejante: redactar textos ambiguos que pueden interpretarse de una o de otra manera; creando confusión desconcierto, perplejidad; que es por donde penetra el ‘modernismo’.

Concluyendo esta ligera semblanza cito este párrafo de Vicente Sierra, “Historia de la Argentina”,  demostrando que el anglicanismo apeló a  la sangre y al fuego contra los que no aceptaron su herejía: “Enrique VIII de Inglaterra, que en el espacio de treinta y ocho años hizo morir a dos reinas, dos cardenales, dos arzobispos, dieciocho obispos, trece abades, quinientos priores y monjes, treinta y ocho doctores, doce duque y condes,  ciento sesenta y cuatro caballeros, ciento veinte y cuatro ciudadanos y ciento diez mujeres.”

CALVINO, EL MÁS FANÁTICO DE LOS  FALSOS PROFETAS DE ISRAEL
    
F
ue otro de los falsos Profetas de Israel, el más fanático de los hebraístas… su sistema era más romano que cristiano y más judío que las otras dos cosas juntas. Cuando ya el profetismo era improcedente, luego de la Encarnación del Mesías, hizo un contubernio entre Jesús y Moisés, dando prioridad a Moisés sobre Jesús, de donde surgió una pavorosa doctrina religiosa, que aún es el alma de las actuales sectas protestantes norteamericanas,  (leer en este blog las blasfemias del mormón James Talmage, en “El mormonismo” que publicaré próximamente).  Hoy día, pese a que dejaron  de lado ciertas ‘urticantes’ doctrinas calvinistas, la cultura protestante “está, en sus más íntimos ideales, impregnada del espíritu de Jean Cauvin”. Así lo dice Belloc (“Cómo aconteció la Reforma”)…pues el libro de Calvino, ‘Institución Cristiana’, cambió totalmente el futuro de la Reforma protestante… “Podemos encontrar actualmente, en insospechadas regiones del pensamiento, la influencia de este hombre”. El pueblo quería reformar los abusos e inmoralidades de ciertos clérigos, manteniéndose dentro de la fe católica, pero aprovecharon los reformistas para aliarse con príncipes y capitalistas ambiciosos arrasando a sangre y fuego la verdadera religión de Cristo.

Surgió así una nueva teología, un nuevo gobierno de la iglesia, una nueva moral. Una nueva concepción de Dios,  “nueva y extraña”, semejante a la maniquea, pero donde Dios era el único principio tanto del bien como del mal, y la condenación y los sufrimientos en esta vida eran obra de El. Peor aún, dice Nicolás (Auguste Nicolás, “Protestantismo y Comunismo”, ed. NOS)  que Calvino “No solo ve la perdición, sino que la premedita, la quiere, la dispone” (250)... y nos condena sin que haya falta nuestra…Calvino no negó la Encarnación pero la forzó a calzar en el antiguo horror pagano compulsivo: la fatalidad; y así la tergiversó. “Los méritos de Cristo eran una atribución y nada más. Dios era Causalidad, y la Causalidad es un todo inmutable. El hombre se condenaba o se salvaba, pero esto no dependía de él”. 

Su doctrina la fundó sobre la negación de la libertad personal –pues él decía que el  despótico Jehová judeo-calvinista elegía  a sus santos y  a sus condenados sin importar la vida moral de ninguno de ellos-; y también sobre la negación de las libertades públicas, bajo la tiranía política y social que impuso en nombre del mismo Jehová. El credo calvinista, ardientemente hebraico, buscaba instaurar una Teocracia totalitaria (una nueva Sión), saturando la vida pública y privada bajo las directivas de una religión judaica, semejante a la del Antiguo Testamento, “transformando el Nuevo Testamento en el Antiguo y el cristianismo en judaísmo…,ve al cristianismo como el coronamiento del judaísmo”… y luego afirma que “no es Cristo el fin de la Ley (judaica) sino la Ley el fin de Cristo”; hasta adulterar la doctrina de la Santísima Trinidad: “No es el Espíritu Santo quien juzga la Escritura; por el contrario, la Escritura es el juez… del Espíritu Santo. Si esto es así, la Ley del Padre es el fin, no solo del Hijo, sino también del Espíritu: el Uno es el fin de los Tres”. En definitiva, “Calvino da la impresión de no haber entendido jamás esto: el Cristo Redentor parece no haber venido nunca para él. Inconcientemente y pensando que sirve a Cristo procede como si no hubiera existido; creyendo ‘glorificar al Señor’ quiso invertir el orden de las cosas establecidas por Dios en el tiempo, torcerlo por una monstruosa desviación, realizando así una empresa imposible, un crimen no ya moral, sino metafísico.” (Dimitri Merejkovski en ‘Calvino’, ed. Castelar). “Calvino suprimió esa prenda del divino amor (la Eucaristía); suprimió a Jesucristo en el Sacramento, como Lutero lo había suprimido en la enseñanza; y con esto rompió la comunión de los corazones como Lutero había suprimido la de los espíritus.” (A. Nicolás).

Describió Merejkovski aspectos tétricos en la  construcción de la teocracia ginebrina protestante: “…se realizó un censo de confesión de fe calvinista a todos los habitantes de Ginebra… los que no se avengan a jurar el nuevo Credo serán expulsados de la ciudad…  La policía invadió las casas arrastrando al pueblo a jurar… La piedra fundamental de la teocracia  es el Credo calvinista, sostenido por la  disciplina… y esta por la excomunión, y luego por las torturas… La ciudad hierve de espías llamados ‘guardianes’… las paredes de las casas son para ellos transparentes como el vidrio. No se vigila solo los actos, sino también los pensamientos y los sentimientos… Ginebra era entonces la ‘ciudad de los dolores’, el Infierno de Dante…” Quedó así convertido   el mundo secular en un gigantesco monasterio, donde reinaba la más dura disciplina, mantenida por medio de la Ley, las torturas y el fuego. Fue llamada la ‘Guerra a la Alegría’. Años después los protestantes organizarían una insana Teocracia puritana en Nueva Inglaterra, semejante a la de Ginebra.
    
“Sus defensores hubieran considerado como un elogio la tiranía de que le acusó la posteridad. En la lucha entre la libertad y la autoridad, el calvinismo sacrificó la libertad…Parecía tan inevitable al calvinista de corazón la dictadura del ministerio eclesiástico como pareció a los hombres de 1793 el Comité de Seguridad Pública y a los bolcheviques entusiastas la dictadura del proletariado… La teoría social calvinista comenzó como teocracia autoritaria y finalizó como  individualismo casi utilitario… y como un riguroso socialismo cristiano, destacándose una sobre otra según las circunstancias nacionales. (Tawney citado, pág. 239, 120, etc.) Algunos de sus adeptos se preguntaban, asustados, si Calvino era un santo o un demonio...
    
Calvino, mal interpretando el Antiguo Testamento, clamaba que los hombres y el mundo entero pertenecían solo y totalmente a Dios…a través de él; pues se consideraba el administrador de los bienes divinos. No es de extrañar, entonces, que Calvino y sus ‘santos puritanos’ pretendieran imponer su ideología en el resto de Europa, según mandato divino; se creían con ese derecho, por ser la predestinada ‘mano de Dios’. Esta es la idea que gestó  el  imperialismo anglosajón.  Belloc en “Carlos I” (Ed. Juventud Argentina, pág. 160) escribió: “Preciso es recordar que el calvinismo era cosmopolita, del mismo modo que  lo era el catolicismo [pero opuesto en sus métodos: en el catolicismo el apostolado; en el protestantismo los artilugios y la violencia]: un calvinista  lo bastante extremado para ello estaba  presto a llamar las armas  extranjeras de los escoceses en ayuda contra su propio país. El espíritu calvinista deseaba que la política  extranjera [inglesa] se inclinara hacia el sostenimiento de sus hermanos calvinistas en el extranjero”.

Con la misma barbarie ginebrina actuaron los calvinistas en la Guerra Civil inglesa. En el mismo libro  Belloc,  pág. 242, escribió que luego de la batalla en Naseby, “los soldados puritanos completaron su victoria con una matanza de mujeres”. Luego, en Chester, fin del poderío bélico de Carlos I, un pequeño grupo de prisioneros “se rindió [ante los puritanos] bajo la expresa condición de salvar su vida y luego, a instancias especiales del clero calvinista, sus componentes fueron pasados a cuchillo. No solamente se mató a los hombres, sino que se degolló a sangre fría a las mujeres y a los niños que se encontraron en el lugar. Esta barbarie de los civilizados protestantes ingleses no fueron actos  aislados, sino comunes, pues  los calvinistas siempre decían cometerlos  por mandato de Jehová. (En este blog publicaré próximamente: “La Inquisición Protestante, Reforma, Intolerancia y Persecución” de Dave Armstrong). 

Puede leerse, también, mis artículos, que publicaré en este mismo blog: “El odio teológico y la Inquisición protestante” y “El protestantismo es enemigo de la Patria”. Estos ministros calvinistas se consideraban   predestinados, y actuaban de manera similar a  sus coetáneos, los “Padres Peregrinos”, idealizados por la historia oficial, que invadieron EEUU asesinando  a los pobladores nativos; sin ninguna intención de evangelizarlos.

A la par de la creación de este  Estado totalitario teológico, hechura del Antiguo Testamente,  surge el nacimiento y consolidación del capitalismo; o sea la usura en función política. En su origen   encontramos la bárbara teoría de la ‘predestinación’ judeo-protestante. Escribió  Federico Wilhelmsen : “Aunque mis actos no valen un bledo para mi salvación, no obstante son un signo o un símbolo de aquella salvación. Dicho de otra manera, un hombre salvado por Dios puede darse cuenta de su salvación, puede separarse de la masa de los condenados, si Dios lo ha bendecido con los bienes de esta vida. La prosperidad material es una prueba de que Dios me ha elegido” (“El problema de Occidente y los cristianos”, ed. del Requeté, pág. 45).   El capitalismo calvinista  tiene entonces una atracción  irresistible para los fieles, pues cuanta mayor  riqueza posean más deleitosa será esta vida terrena, y más segura  la salvación de su alma. Es el  apogeo de la vida humana exaltada ilimitadamente con el poder del oro; sin ningún remordimiento ni reparo al desobedecer el mandato de Cristo, que había predicado exactamente lo contrario, más bien con la satisfecha  certidumbre de la entrada en el Paraíso, gracias a  una vida de santidad atrás de un mostrador. Estas ideas trastornaron completamente la ética social y el sentido común protestante. Luego, fue lógico que la necesidad imperiosa de enriquecerse legalice la usura, esa especie de alquimia que del oro produce oro. Capitalismo es entonces acumulación de riquezas y usura; para obtener poder político. Vivimos en la Edad de la Usura. El imperialismo,  tiene así  su ‘teología’ justificadora.

Continúa Wilhelmsen: “A menudo se dice que  el calvinismo fue la causa del capitalismo. Esto no es la verdad exacta. El capitalismo ya había empezado a desarrollarse en Inglaterra y en los Países Bajos antes del advenimiento del calvinismo, debido al comienzo de aquella transformación económica que luego llegó a ser la Revolución Industrial, y debido al declive de los gremios y de sus antiguas libertades por la nueva centralización del Estado y por la presencia de una clase nueva: las burguesía. Pero el capitalismo naciente recibió su espíritu del calvinismo, que era la espuela que empujó al hombre a que se hiciera rico a todo trance”. Es lógico deducir, entonces,  que los judeo-calvinistas, que han logrado acumular las mayores riquezas del mundo,  se consideren predestinados, y herederos de la interpretación materialista del Antiguo Testamento, para dominar sobre el mundo. El calvinismo, por medio de sus sectas colaterales, surgirá con tal fuerza en los EEUU que dominará la vida religiosa y el espíritu mismo de esa nación.

LUTERO, DESCARTES, KANT.
   
P
alabras pronunciadas por el profesor Jordán Bruno Genta,  en una de sus clases privadas de filosofía, el 24 noviembre 1959: “Hay una continuidad perfecta entre Lutero, Descartes y Kant, que es el filósofo del laicismo, de la secularización de la vida… Lutero comienza diciendo que ‘La razón no alcanza verdaderamente lo espiritual’ proposición continuada un siglo después por Descartes, quien era católico pero trabajado por el espíritu suarista, llegando a la conclusión de la total inutilidad de la razón especulativa; para conciliar su  catolicismo con el luteranismo decía que no era tan atrevido como para pensar en Dios… y que era necesario sustituir la especulación escolástica por una práctica que haga posible conocer las funciones del alma a través del cuerpo… o sea que todo ha surgido de la física-matemática… En consecuencia, en el plano de la ciencia y de la praxis tenemos el progreso del laicismo y del modernismo, derivados del protestantismo…Esta idea de que todo finaliza en el uso de las cosas, esta exaltación de la praxis no es más que la última consecuencia de la rebelión religiosa contra la fijeza y unidad de la Verdad. Rota esta unidad de la Verdad, de la cual derivan las otras verdades se iba a llegar al materialismo.        

ISABEL TUDOR

I
sabel Tudor, que comenzó su reinado luego de asesinar a María Estuardo, en 1558,   fue digna hija de sus indignos progenitores. Fruto bastardo del sacrílego ayuntamiento –mientras aún vivía su legítima esposa-  entre el inmoral Enrique VIII y la vividora aristócrata Ana Bolena, fue la viciosa reina de Inglaterra  que consolidó la herejía anglicana, y el modelo de vida corrupto  que imitó la nobleza inglesa hasta nuestros días.

C. Hollis en “El Régimen Monstruoso” escribió que la religión protestante fue impuesta por Isabel de Inglaterra contra los 1000 años de catolicismo del pueblo inglés… y que la política de Isabel y de Cecil, movida por su odio a la fe católica, tenía la intención de ‘descatolizar’ Inglaterra; no tanto romper con el Papa para tener las manos libres para hacer lo que quisieran con la religión, sino directamente desterrar la Misa de Inglaterra. “Porque mientras el pueblo pidiera la Misa, pediría un sacerdote. Y para que Cecil y sus amigos pudieran estar seguros en sus tierras robadas, era necesario persuadir al pueblo de que podía arreglarse muy bien sin sacerdotes”.

Por el contrario, fueron miles los mártires católicos que murieron inmolados por no aceptar la nueva misa protestante que Isabel impuso a sangre y fuego. Con la colaboración del apóstata Thomas Crammer, nombrado arzobispo de Canterbury en 1533, convalidó la usurpación de los bienes de la Iglesia por los nuevos ricos. Ella  “odiaba la misa como si se tratara de un enemigo vivo y negaba la transubstanciación, la presencia de Jesús y la oblación sacrificial del Salvador… se movió de manera subrepticia y resuelta hacia la eliminación total del santo sacrificio de la Misa…transformándola en una cena protestante”; no se puede dejar de comparar este sacrilegio con  el método empleado  hipócritamente por Bugnini, durante el Vati 2.

“Haciendo gala de un odio anticatólico implacable, -escribió Candidus en SISINONO, verano 2011- Isabel volvió obligatoria, bajo penas gravísimas, la participación en el nuevo rito anglicano establecido por Crammer (quien, sin embargo, había muerto en la hoguera, entretanto; ¡ojo, pues!; el que ataca a la Eucaristía corre el peligro de acabar mal)”. La falta de la Santa Misa fue la mayor desgracia para los católicos ingleses.

“Se iniciaba así la era de los mártires de Inglaterra –continúa Candidus- y la sangre de los católicos comenzó a bañar el suelo británico. Pero ¿Quién habla o escribe sobre esto? ¿Quién pide perdón por ello a la Iglesia Católica?... Isabel, entretanto, movilizaba a espías y esbirros para cazar a los ‘papistas’, culpables de solo un gran delito; de ser sacerdotes  y ofrecer el santo sacrificio de la Misa, o bien, si eran seglares, de seguir siendo católicos y asistir al mismo sacrificio… La pena por ello era la de ser ahorcado y luego descuartizado todavía vivo…”

Vicio, violencia y odio signaron su pérfido reinado, siendo una decisión  escandalosa, luego de innumerables insidias políticas, decretar la muerte por degollamiento de su prima, la Reina mártir, María Estuardo, la verdaderamente legítima  Reina católica que podría haber salvado de caer a Gran Bretaña en el protestantismo y al mundo de las maldades del imperialismo inglés.

Narra el padre Luis Coloma en su “La Reina Mártir” (ed. Austral), la demencial muerte de Isabel Tudor, ¿Habrá sido un  castigo purificador por   sus tantos crímenes?  “Contrista el ánimo y le aflige recorrer la larga serie de desventuras de la reina de Escocia, y aún llega a indignarse,    al encontrar al fin de la jornada, abatida su noble figura y su santa causa, y orgullosa y triunfante la repulsiva de Isabel y su herética Iglesia. Más –no es buen juzgador quien juzga sin notar todo el proceso- Y si los días del impío son largos, su muerte es cierta  y viene en un punto. Por eso es justo examinar esta última página del proceso de Isabel y comparar vida con vida, muerte con muerte, y, a lo que puede colegirse, destino eterno con destino eterno”. (pg.219).





Contando Isabel con 55 años, y en un estado deplorable, envejecida y fea, desdentada, calva, y por sobre todo mala, se enamoró perdidamente de uno de sus tantos amantes, de solo 21 años; este  soportó su relación amatoria  con esa ‘vieja ridícula’ como él la llamaba, para  usufructuarla, pero tan desgraciadamente que Isabel, desairada, en uno de sus arrebatos histéricos lo mandó ahorcar. Así comenzó su calvario; diez días estuvo echada sobre un tapiz en el piso, como idiota,  sin pronunciar palabra  ni variar de postura, chupándose sin cesar  un dedo de la mano izquierda, siempre el mismo, con los ojos desencajados y fijos en el suelo.  “Pasados los primeros transportes de ira y de rabia, quedose allí mismo, inmóvil y silenciosa, poseída de esa sombría desesperación que infunde en los ánimos soberbios el pensamiento  fijo y constante de las cosas que pudieron ser y por nuestra culpa no fueron, y que ya no tienen remedio… Y sin una palabra de arrepentimiento, ni de perdón que pidiese, ni de consuelo que le fuese menester, se apagó su existencia lentamente, en aquella misma postura …Así murió Isabel, y así cayó su negra alma en lo eterno, donde uno de sus mayores tormentos fue, sin duda, contemplar la gloria de María Estuardo en el cielo”. Murió tan miserablemente como había vivido.

Políticamente durante su calamitoso reinado abrió las puertas a los nuevos millonarios, una nueva plutocracia, que se habían enriquecido robando los bienes de la Iglesia, amparados bajo el lema calvinista: la riqueza santifica. Isabel  vivió sometida a William Cecil, (lord Burghley) el principal de ellos, que comenzó a gobernar Inglaterra y a Isabel en 1558  (Belloc, “Cómo aconteció la Reforma” 154). “La tarea primordial de los nuevos millonarios, con Cecil a la cabeza, era desarraigar a la Iglesia Católica para asegurar sus latrocinios; al tiempo que Isabel estaba forzada a someterse, pues la aterrorizaban con supuestas conspiraciones y  rebeliones populares católicas. “En todas las cosas importantes, ella tuvo que ceder. Porque el poder real se había resentido ya radicalmente y el de los ricos empezaba a suplantarlo” (213).

“Los católicos fueron despojados de sus bienes en tiempos de Isabel I de Inglaterra ( la pequeña nobleza rural) a fuerza de multas reiteradas a los que no asistían a los ‘oficios’ protestantes;  los que decían Misa o la oían, o simplemente ocultaban a un sacerdote, eran ahorcados por ‘traidores a la patria’; a veces después de tremendas torturas” (Padre Castellani, “El Apokalypsis” pag. 214).

Pero ella no les iba en zaga en cuanto al amor al  dinero,  pues con otro de sus  amantes, y también socio, el bucanero Raleigh, considerado héroe por los protestantes, organizó la piratería con cuatro fines: el contrabando; el tráfico de negros; el asalto a los galeones españoles y el saqueo sangriento con sus piratas a las poblaciones americanas. Estas actividades delictivas de la reina y sus usufructuarios tuvieron   una decisiva influencia posterior  en el desarrollo y la prosperidad económica capitalista británica, y por lo tanto glorificados por el cinematógrafo.

Para mejor comprender su mentalidad, y la del protestantismo respecto al judaísmo, vale este cuentito; dice C. Roth (“Los judíos secretos…”,166):  un navío con marranos a bordo, que se dirigía a Inglaterra, fue apresado y llevado a Londres. Entre los pasajeros viajaba una judía de tal belleza que un noble inglés quiso tomarla por esposa; y la Tudor, también cautivada por su encanto, paseó en la misma carroza con ella, y dispuso la libertad de  todos los judíos. Pero la hebrea “dejó la pompa de Inglaterra por amor al judaísmo,”dejando desairada a la reina filojudía.

EL ODIO DE CROMWELL, NIETO DE UNA JUDÍA.

O
liverio Cromwell constituyo “un ejemplo de la manera como la revolución religiosa del siglo XVI había elevado de improviso a hombres de la clase social inferior, hasta convertirlos en millonarios”

Proclamada la Republica (1646), Oliverio Cromwell, que odiaba la Misa y el sacerdocio católico, puso precio a la cabeza de los sacerdotes; se cobraba por matar a un  cura la misma cantidad que por matar a un lobo” (Candidus, SISINONO, verano 2011). (En este mismo blog leer el artículo que publicaré “El odio teológico y la Inquisición protestante”).

“Sus principales defectos eran el odio y la crueldad… y su desmedido amor al dinero,…” porque, “aceptaba fundamentalmente el mismo calvinismo, reverenciaba y acataba, como exacta e infalible guía, la reciente versión inglesa de las Escrituras hebreas”. Recurría “por su nombre y de continuo al Señor (del Antiguo Testamento)… y en sus trances de angustia y depresión “creía recibir de Él comunicaciones directas y consejos personales”… característica manera protestante de ‘relacionarse’ con el Señor… Toleraba al judaísmo y a todas las sectas, en cuanto fuesen anti-católicas...  y su propósito execrar a la Iglesia católica hasta su exterminio. (Belloc, Cromwell, ed. Juventud, 115, 85,  88, 66). Es destacable que su ‘secretario latinista’ fuese el poeta John Milton, eminentemente anticatólico y adepto a la poligamia, confirmando que las sectas son proclives a caer en la comunidad de bienes y mujeres.
   
La alianza entre ingleses y judíos se consolidó con Cromwell, signando hasta hoy día la historia inglesa. ¿De donde procede este ayuntamiento adulterino entre ingleses y judíos? Veamos lo que sucedió entre ellos en el siglo XVII en  Inglaterra. Uno de los   auténticos propósitos  de Cromwell fue  recibir el apoyo financiero de los riquísimos banqueros judíos de Ámsterdam. A tal efecto, el rabino Manasséh ben Israel fue a Londres en 1655 y el asunto se arregló; con un trato diplomático respetuoso  pero implícitamente amenazador (con la misma prepotencia velada que Chaim Weizmann trató al 1º Ministro británico en las primeras décadas del siglo XX,  y a los presidentes yanquis… aludiendo oscuramente a las consecuencias de resistir a Jehová y a los premios…). Aunque Londres y Á msterdam  estaban hermanadas en el hebraísmo,  aún siendo competidores comerciales,  es fácil  de comprender que Menasséh, dueño del oro, es quien impuso sus condiciones, y Cromwell, quien lo necesitaba, las aceptó sumisamente. (James Parkes, ‘Historia del pueblo judío’). Podemos asegurar que luego  de estas tratativas    la piratería inglesa, con fuertes bases financieras judaicas, enemistad política y aversión religiosa al catolicismo,  amplió sus agresiones en toda la redondez del mundo.
    
Este Menassh ben Israel, nacido en Lisboa en 1505, era el más reputado rabino de su tiempo, representante de la ortodoxia, maestro de Spinoza, quien luego apostató de la tendencia de su maestro,  amigo del judaizante H. Grocio y de la también judaizante reina Cristina de Suecia… “Llevado por la idea mística de que la redención de su pueblo se producirá una vez que se halle disperso por todos los ámbitos de la tierra, osó concluir que los habitantes autóctonos de América (los pieles rojas), en la época del descubrimiento, descendían de las 10 tribus perdidas de Israel”  (L. Dujovne, ’Spinoza’), anticipándose a otra de las ‘famosas revelaciones’ ‘inéditas’ del mormón Joe Smith. Y hasta pretendió viajar a América para recibir al Mesías, pues pretendía, con su odio al catolicismo, “que los israelitas, ocultos en las montañas, dejen su retiro y acometan y expulsen a los españoles del Nuevo Mundo” (V. Risco); Cecil Roth  lo confirma, (“Los judíos secretos…”173)  diciendo que estuvo por asentarse en Recife, y que su intervención para el asentamiento de marranos en Brasil fue importantísima, y muy exitosa, dada la considerable cantidad de judíos que allí se instalaron. De este modo el pretendía  completar el círculo de comunidades marranas alrededor del mundo, para que aparezca el mesías talmúdico ¡Todavía lo está esperando!
      
Entonces, “¡Lo que se exigió de Cromwell –escribió Douglas Reed en “La controversia de Sión”, -www.ecorevisionista.wordpress.com.- fue de hecho un acto de sumisión pública a la ley judaica; no la ‘readmisión’ de los judíos, porque ellos nunca habían dejado Inglaterra! Ellos habían sido expulsados  en el papel, pero habían permanecido donde estaban, y una legalización formal de esa situación era requerida…”  Y así se concretó el comienzo de  la primera de las tres grandes revoluciones subversivas del mundo moderno, anterior a la  francesa y la rusa.
     
“Cromwell fue uno de los primeros que se llamaron cristianos del Antiguo Testamento… una figura títere en la historia sionista, ¡él prohibió la celebración del día de Navidad, quemó las Iglesias y asesinó a sacerdotes, y por un momento fue un candidato para ser el Mesías Judío!... aunque en su ascendencia no se encontró a David, (se hubiera alegrado con ese papel) él tenía una calificación demasiado atrayente… por su entusiasmo por la ‘destrucción absoluta’…  sus seguidores, de espada-y-Biblia, afirmaban, por sus hechos sanguinarios,  que estaba cumpliendo la profecía: restaurando a los judíos en Inglaterra estaba dando los pasos prescriptos en la preparación del Milenio… Cromwell se alegraba de declamar sobre la ‘libertad religiosa’ y el cumplimiento de la profecía, mientras cazaba a muerte a sacerdotes y clérigos.” (Douglas Reed).
    
“Consideraba, escribió Belloc en ‘Oliverio Cromwell’, (ed. ‘Juventud’, pag. 32) a la católica Irlanda como algo cuya destrucción era imperiosa, y con quien no era preciso proceder con lealtad; (la expropiación de tierras a los irlandeses para pagar a sus soldados fue una canallada); a los católicos ingleses, como seres indignos de toda consideración, a quienes debía eliminarse arruinándolos financieramente”; inclusive instaló una cantidad de judíos en Irlanda para neutralizar la supremacía católica, (Walsh, ‘Felipe II’) extendiendo su odio a España e Italia. Continúa Belloc: Cromwell “estaba completamente imbuido del espíritu del calvinismo…Los dogmas de Calvino –un Dios implacable, justiciero y vengador, condenación de la mayoría, escasos predestinados a la gloria (Cromwell entre los elegidos), futilidad de las buenas obras, perversidad del placer, sacerdocio de los seglares,- eran todos pauta de su ser, como lo era la avasalladora sensación de la superioridad de su estirpe sobre los no santificados, ‘los que desconocen la ley’, y la certeza de una misión, como justiciero de un airado Jehová, contra los débiles y los vencidos (mas no contra los fuertes). Esta ilusión de ‘raza elegida’, que aún perdura acá y acullá en nuestros días, dimana de la Escritura hebrea en su forma inglesa… Las persecuciones, venganzas y crímenes que en aquel libro se relatan no tenían para él nada de simbólicos y los aceptaba reverentemente como veraces y fidedignas normas de conducta”. ¡Ojo! Esta locura de violencia persiste disimulada, latente, en las actuales sectas  norteamericanas, calvinistas,/presbiterianas, mormonas, etc.,  para apoyar al imperialismo.
     
Roth escribió (“Los judíos secretos…”,175): “en el notable período de la expansión de Inglaterra que coincidió con el reinado de Isabel creció naturalmente la colonia extranjera (judía) de comerciantes asentada en Londres”. La riqueza judía creció enormemente, tal como había acontecido en Holanda. Durante el apogeo del Protectorado... existían dos tendencias filo-‘semíticas’: una era la afinidad religiosa entre calvinistas y judíos… pues el puritanismo había representado un regreso a la Biblia y, sobre todo, un regreso al Antiguo Testamento. Muchos de sus fieles  habían llevado esto a su último extremo… La otra tendencia asumida por Cromwell era práctica, pues  vio enseguida las ventajas materiales que los judíos podían ofrecer a Inglaterra como las habían ofrecido a Holanda… ayudando a establecer en Londres el principal centro comercial de Europa…evitando el predominio que hasta entonces había ejercido Holanda”. Esta alianza se explica considerando “su desmedido amor al dinero. (Belloc, ‘Oliverio Cromwell’).  Mas hay que reconocer que este defecto acompaña con frecuencia a su tipo de religión (calvinista) que, a decir verdad, casi no considera reprensible la avaricia, como tampoco la consideraban reprensible aquellos héroes de la historia y las leyendas hebraicas que informaban su vida”.

Como “había en Londres cripto-judíos (judíos ocultos) muy ricos y relacionados con la nobleza, sus servicios fueron utilizados por el dictador para su política comercial. Carvajal, judío secreto que fue a Inglaterra como Embajador de Portugal, puso a disposición de Cromwell un verdadero ejército de espías y agentes en toda Europa” (Vicente Risco). Es evidente, entonces, que el judaísmo, tal como aconteció durante la segunda Guerra mundial, fue plenamente beligerante, financista, espía, saboteador, quinta columna, incitador…  

Concluyo aclarando que me propuse  exponer lo esencial de las investigaciones de grandes historiadores, difundiéndolas para aquellos que no pueden acceder a  ellos. Hubiera preferido,   ampliar lo escrito con la semblanza de otros pesados personajes surgidos de la oscuridad protestante. Pero lamentablemente no cuento con documentación disponible para hacerlas, aunque  en realidad, nada nuevo a lo ya dicho nos iban a decir sobre el espíritu del protestantismo.

La mal llamada ‘Reforma’, pues solo deformó, no fue más que una tergiversación del cristianismo. Su misma esencia, el ‘libre examen’, o sea la posibilidad de que cualquiera debe opinar sobre temas escriturarios y teológicos, sin contar con los conocimientos imprescindibles, desencadenó todas las malas pasiones allí donde se asentaba el protestantismo.+


Horacio Bonfiglioli