viernes, 29 de marzo de 2019


Su Santidad Pío XII

Del artículo “UNA ENCÍCLICA PROFÉTICA: LA HUMANI GENERIS DE PÍO XII”, escrito por “Reginaldo”, (publicado en SISINONO, febrero 2011), extraje sólo los párrafos que explican filosóficamente la satánica degradación moral vigente en el mundo; sin considerar la cuestión teológica, de donde aquella proviene.

Los hechos de maldad sorprendente, que diariamente se publican en nuestro país, realizados por delincuentes, políticos, sindicalistas, periodistas y jueces,  y gente del pueblo, cada cual en su medio, sólo tienen explicación lógica teniendo presente estos principios de la inmoralidad atea más exacerbadamente nihilista, destructora hasta el último aroma de cristianismo; tanto en la vida privada como en la pública. Así es como, al caer Dios, también desaparece el amor a la Patria, la familia, y al prójimo,  cada vez más relegadas.  Lo primero: negar la existencia de Dios; pues “si Dios no existe todo está permitido” (Dostoyevsky), y nada queda; sólo “yo” sobreviviendo en la selva, golpeando y violando.

Estos principios de la postmodernidad, elaborados principalmente por filósofos judíos y difundidos desde universidades yanquis, en nombre de la “democracia y la libertad”, finalizada la segunda guerra mundial, aparentan ser humanamente imbatibles, pues son el desarrollo llevado hasta las últimas consecuencias del liberalismo, que rige entrañablemente a sociedades e individuos.  Dios dirá.

MODERNISMO Y NEOMODERNISMO.
MODERNIDAD Y POSTMODERNIDAD.

“Pío XII enseña, con la encíclica Humani Generis, que la filosofía y la mentalidad moderno-contemporáneas son inconciliables con la recta razón y con la fe de la Iglesia romana…”

[…] La época contemporánea, esto es, el siglo XX, se caracteriza por el primado de lo económico, lo práctico, el hacer, lo relativo [o sea el “americanismo”, nota del blog]; carece de cualquier absolutividad o valor fundamental, aunque sólo sea meramente humano y subjetivo, como la razón y la vida, por lo que asume dimensiones animalescas, puramente instintivas, irracionales y pasionales, y destruye hasta la menor reliquia de cualquier “valor”, sea el que sea, aunque de “valor” no tenga más que el nombre. “Las corrientes materialista [Marx], vitalistas, lúdicas [Nietszche], antiintelectualistas, activistas y pansexualistas [Freud] no vacilaron en sostener, contra la racionalidad puramente lógica de lo real que se afirmaba ayer, la irracionalidad de esto último [de lo real], su absurdidad, igual que no temieron negar todo principio ético y proclamar los derechos del inmoralismo más crudo después de abandonar el ámbito de una moralidad puramente autónoma, subjetiva y racional” (Padre Agostino Gemelli). Se negó asimismo el valor de la voluntad racional, a la que se redujo a puro instinto animalesco o a sentimiento. Gemelli cita a Sartre. Ya hablamos en un número anterior de la escuela de Franckfurt y del estructuralismo francés, herederos postreros del nihilismo lúdico de Nietzsche y del pansexualismo de Freud (SISINONO, agosto 2009.ed. italiana).

Como escribe el Padre Gemelli, la diferencia que se da entre el modernismo clásico, que san Pío X condenó en la Pascendi (1907), y el neomodernismo o nouvelle théologie,  que fue reprobado por la Humani Generis (1950), es la misma que media entre la modernidad (subjetivista, sí, pero seducida  aún por la esperanza vana de poder  mantener una lógica, una ética y una vida puramente humanas, aunque sin anclaje en lo real o en el ser objetivo) y la postmodernidad o filosofía contemporánea, que pretende destruir  hasta el menor vestigio de dichos valores humanos (pensamiento, moral, vida, ser) por objetivo (no ya real) que sea. El propio Maritain reconoció que “el modernismo fue, comparado con el neomodernismo, nada más que una rinitis alérgica” (El campesino del Garona, 1966). No obstante, fue precisamente él quien con su obra [Humanismo Integral] abrió las puertas al neomodernismo en el ambiente católico, si bien, como es obvio, quedó luego horrorizado, cual buen aprendiz de brujo, al ver que no podía controlarlo.


La dimensión positiva de la Humani Generis (no sólo negativa o condenatoria de los errores contemporáneos) estribaba en que procuró hacer comprender a los “neo-teólogos” –en vano, por desgracia- que su subjetivismo o inmanentismo filosófico conduciría invariablemente a la “ateología” de la “muerte de Dios” prevista por Nietzsche a principios del siglo XX (“vosotros lo habéis matado”  le habría dicho a los peritos conciliares). [nota de SISINONO: El autor se equivoca, pues Nietzsche no previó nada a principios del siglo XX, ya que murió en 1900, loco rematado]. En efecto, aunque la moral autónoma o laicista es una contradictio in terminis, la amoralidad por principio es aún más desastrosa; y bien que el modernismo, que buscaba maridar el dogma católico con el subjetivismo idealista, era contradictorio y vaciaba desde dentro la esencia del cristianismo, el neomodernismo, en cambio, es aún más destructivo, como que pretende arruinar hasta los últimos vestigios del “catolicismo” trascendental y apriorísticamente kantiano y querría, si ello fuera posible hacer tabla rasa del catolicismo y de toda verdad y moral natural. Se podría plantear la siguiente ecuación: el neomodernismo es al modernismo como Adriano (135 d.C.) es a Tito (70 d.C.). Adriano arrasó hasta los cimientos de lo que quedaba de Jerusalén y de toda Judea, antaño asoladas por Tito.  De hecho, desde el siglo XVII hasta principios del XX seguían existiendo, al menos, las ideas de Dios, Patria, familia, matrimonio, bien y mal, pese a que la modernidad había pretendido quitar toda consistencia ontológica a las realidades que designaban al sustituirlas por conceptos puramente lógicos: en la segunda mitad del siglo XX se impugnan, por el contrario, dichas ideas, o mejor dicho, se las agrede para aniquilarlas también en el ámbito lógico o subjetivista:  son las propias ideas de Dios, moral, familia… las que deben desaparecer.

La modernidad decía “Dios existe porque yo lo pienso” (Kant en su Crítica de la razón pura) y, por ende, “debo comportarme éticamente bien” (Crítica de la razón práctica); la postmodernidad dice: “si Dios no existe realmente, su idea es opio; ha de ser destruida y todo está permitido en el ámbito moral” (Marx, Nietzsche, Freud, Adorno, Marcuse, Sartre, Levy-Strauss). Como se ve, la filosofía y la teología contemporáneas son filosofía y teología “de la crisis y de la nada, con hechos, no sólo con palabras, y aún en la vida pública, no solamente en la privada” (Padre Gemelli); la filosofía y la teología de la modernidad, en cambio, salvaban por lo menos las ideas subjetivas de los entes reales de la metafísica aristotélico-tomista y clásica, y también una determinada moralidad, aunque fuera autónoma.

[…] Así, pues, la Humani Generis no fue tan sólo una Encíclica oportuna, verdadera y justa, sino, además, un documento realmente profético y constructivo, esto es, previó el futuro y lanzó un grito de alarma lleno de esperanza y preocupación al mismo tiempo: si aceptáis la filosofía contemporánea y postmoderna, venía a decir el Papa, os hundiréis en la destrucción de la naturaleza y la pérdida de la gracia, que es inicio de la condenación eterna; si volvéis, en cambio a las fuentes puras de la revelación divina, a la patrística y a la escolástica (señaladamente  la tomista), tomaréis el camino que lleva de la razón a la fe, de la naturaleza a la gracia, y de ésta al paraíso… […]. +



No hay comentarios:

Publicar un comentario