¿Porqué nos roban las Malvinas?
LA SOBERBIA PREPOTENTE Y AGRESIVA DE LOS PIRATAS INGLESES,
QUE USURPARON Y OCUPAN LAS MALVINAS, PARA IMPONERNOS A NOSOTROS, Y MANIFESTAR AL
MUNDO ENTERO, QUE ELLOS SON LOS AMOS, Y NUESTRO PAÍS UNA FACTORÍA ANGLOSAJONA,
CONCIENTEMENTE ACEPTADA POR EL RÉGIMEN, IMPOTENTE Y ABÚLICA, QUE NOS AVERGUENZA
Y HUMILLA. IMPIDIÉNDONOS LUCHAR POR
NUESTRO DESTINO HISTÓRICO DE NACIÓN SOBERANA.
En estos dias,
un buque de guerra inglés persiguió a uno argentino, argumentando que ejercía
tareas de espionaje. Tuvo más suerte que el ARA San Juan, pues pudo huir antes
de ser hundido. El gobierno nacional no reclamó fieramente, como hubiera correspondido,
quitándole importancia al hecho; y al fin negándolo. ¿Quién tendrá razón? ¡Seguramente
ellos los piratas!
Como
hubiera saltado de indignación un patriota como don Felipe Arana ante tal
atropello! Pero la burocracia liberal no quiere problemas, y menos aún la
gravosa tarea de rescatar la Soberanía. Continuando, así, la acostumbrada
diplomacia entreguista unitaria; ofrecida en el ara de la utopía del “Progreso”.
Según anda el mundo, sólo se podría obtener circunstancialmente, en
servidumbre, un cierto progreso material, cubierto de vergüenza, según los
intereses de los dueños de la factoría. Así nos nombraron años atrás, “el
granero del mundo”, cuando los piratas necesitaban alimentos a vil precio, que
nunca terminaron de pagar, como los envíos de carne. Pero nunca llegará,
mientras gobierne el Régimen liberal, un Progreso soberano.
Recuerdo
cuando “lord” Costa Méndez, dijo despectivamente: nona luchar por esas
islitas perdidas en el océano. El pobre infeliz, seguramente hermano “tres
puntos”, quiso el ministerio para hacerle “ojitos” a la virtuosa reina, y recibir
algún estipendio; no se propuso salvar el honor y la dignidad nacional, valores
desconocidos por los liberales y masones del Régimen. Y también recuerdo que,
en ese entonces, los grandes personajes del Régimen democrático se alzaron,
esta vez indignadísimos y “virilmente”, no contra los ingleses, sino contra los
patriotas que se atrevieron a recuperar las Islas, lo que significaba una injuria
a la graciosísima majestad. La despreciable, ineficaz y
cipaya “diplomacia” argentina sigue
considerando respetuosos interlocutores válidos a los piratas ingleses;
negando, por obediencia masónica, que agazapada tras la tan promocionada
templanza flemática inglesa, surge una ambición de poder y de oro sin límites; que
allí se esconde el bárbaro fariseísmo judeo-anglosajón,
predestinado para dominar el mundo; -el
salvaje de frac-, que Roma
todavía no pudo civilizar. Con
estos delincuentes –Inglaterra, USA, Israel- no es posible exponer razones
valederas; ni mantener un respetuoso diálogo diplomático. ¡Estos bárbaros sólo
admiten la verdad que obtienen con la violencia de las armas! Pero si la nación
que pretenden someter no baja el copete, invocarán llorosos, que inician la
guerra contra ellas, pues son los defensores desinteresados de la democracia y
la libertad, supuestamente conculcadas por esos “ malos” ¡Con estos bárbaros
sólo es posible el diálogo de la fuerza de las armas! ¡Para ellos la verdad
está en la punta de las bayonetas! Y si defienden a muerte una situación injusta
y falsa, poco se les conmueve la conciencia protestante, pues ya Lutero había
aceptado el uso de la mentira en vista de un interés apropiado; pegándoseles tal
idea anticristiana a su ética farisaica. Cuando los bárbaros anglosajones –ingleses
y norteamericanos- adoptan esa noción de la mentira que debe y puede producir
bienes, tenemos una característica importante de la ética del imperialismo
judeo-calvinista-anglicano.
Además, si el Régimen nunca se le animó a los
ingleses, actualmente podría mostrarles los dientes a sus “hermanos”
imperialistas, aprovechando que estamos con los yanquis como culo y calzoncillo.
¿Le recordará y reclamará, temblando, MAKRI a Trump, la traición yanqui a la
ridícula y ficticia doctrina Monroe, que provocó el hundimiento del “Belgrano”?
¿Se atreverá MAKRI a mojarle la oreja? ¿Cómo haría para evitar que el grandote
se le enoje y lo amenace? En tal caso, pobre MAKRI, cófrade tan modosito ¿Cómo
haría entonces para seguir arrastrándose mendigando dólares? ¿Cómo haría para
no perder su tan alabada postura de sumiso subalterno, de alegre bailarín de
balcón, y para negarle la otra mejilla para que lo abofetee?
MIENTRAS GOBIERNE EN LA PATRIA EL LIBERALISMO, LA
ARGENTINA NO TIENE NI ELEMENTOS MATERIALES, NI ÁNIMO PATRIÓTICO PARA
RECUPERARLAS. PERO PODRÍA, AL MENOS, DIFUNDIR EN LAS ESCUELAS, EN EL PUEBLO, LA
CONVICCIÓN DE QUE LOS INGLESES SON NUESTROS SECULARES ENEMIGOS; Y COMENZAR UN PACÍFICO
BOICOT PATRIÓTICO EN TODOS LOS ORDENE¡BASTA
DE FICCIONES, DISCURSOS DEMOCRÁTICOS Y TRÁMITES BUROCRÁTICOS ANTE LAS N.U.,
PARA ENGRUPIR AL PUEBLO! LA VERDAD ES QUE NI SIQUIERA SOMOS SOBERANOS
EN NUESTRA TIERRA CONTINENTAL.
A continuación reproduzco unos capítulos del artículo: “Las Malvinas,
cuestión previa”, que recomiendo vivamente leer íntegro, pues es de total actualidad, del patriótico pensamiento esclarecedor del camarada nacionalista:
RAMÓN DOLL
NUESTRO
ENVILECIMIENTO
Dejemos ya toda comparación y paralelo [entre Usa y
Argentina]. y marquemos con tintas crudas el contraste entre la geografía económica
y étnica que nos había deparado el destino y la miseranda situación de nación
pobre, con que una confabulación implacable y extranjera estranguló la nacionalidad.
Pues hemos despertado de un sueño de prosperidad ficticia; y las actuales
generaciones han llegado a la desgraciada comprobación de que los tesoros, las
praderas, las selvas, los pájaros y los peces, todo fue entregado a un puñado
de judíos y de ingleses. La carne y el cereal son cambiados en el extranjero
por chirimbolos de ferretería, y en último caso tres o cuatro firmas y diez o
veinte estancieros afortunados se benefician con la exportación. Todas las
fuentes de energías argentinas son dirigidas por grupos de capitalistas de
Londres, de París o de Bruselas; y alguna producción autóctona, como el azúcar,
el vino o la yerba, está controlado por el interés financiero. Ni siquiera se ha constituido una clase
industrial argentina, todo lo privilegiadas que se quiera, pero que por lo
menos fuese argentina. No necesito, pues, exponer en un artículo lo que todos
saben-, y es la triste existencia de la población criolla que trabaja y que
produce en el Norte, en Cuyo, en el Litoral mismo, frente a los magnates
bancarios, ferroviarios, de la electricidad, del teléfono, que ni siquiera
residen en el país y que en estos momentos inventarían nuestros bienes en las
mesas de las cancillerías europeas, como probables valores de cambio a
negociarse mañana en una nueva paz de bandidos como la de Versalles.
Pues bien, es cierto que para nuestros amos ésta no es
una Patria, sino una factoría donde los gerentes traspasan la mercadería de
mano en mano después de haber abonado el marfil a los nativos con cuentas de vidrio
o con espejos.
EL
CAPITALISMO TIENE UNA INTENCIÓN POLÍTICA.
Pues bien, dando por conocida ya ampliamente la
envilecida situación de colonia en que ha caído la Argentina, lo que interesa
es aclarar en todo su alcance cual es exactamente la subordinación que sufrimos
los argentinos respecto al capital y dominio británicos.
Si se tiene en cuenta las razones porqué el imperio de
John Bull y de Judá no podían cometer la estupidez de dejar que se levantara
una nación guerrera y poderosa de cultura latina y de fe católica, ya puede
comprenderse por que el capital inglés no podría venir a la Argentina
simplemente a sacar su interés en la inversión, cobrar sus anticipos,
amortizarlo después y terminar en un ciclo breve su cometido.
Si así hubiera sido el asunto, sería muy fácil y
francamente no habría necesidad de pronunciar las grandes palabras ni de
denunciar esa dependencia económica como colonial y opresora. Todo el programa
del Nacionalismo estribaría en una paulatina y evolutiva expropiación de
servicios públicos y un cierre discrecional ante nuevas expansiones. Se podría
decir irónicamente del Nacionalismo que no valía la pena de crear una mística,
de arrojar el baldón de la traición sobre los entregadores de la Nación y hasta
de provocar una guerra civil en el país, nada más que para recortarle las uñas
al buitre capitalista o para tomar medidas legislativas tendientes a eliminarlo
de la nación.
Estarían profundamente equivocados los que así arguyeran.
El imperialismo anglojudeomasón en la Argentina no es un caso de física
económica; es el instrumento inteligente, previsor, intencionado, de la
política inglesa, que a su vez lo es de las fuerzas que actualmente están en
posesión de la mayor parte de las riquezas del mundo.
El capitalismo británico no es sólo un hecho económico,
sino que está acoplado a una voluntad política de hegemonía y de opresión que
lo trasciende comprometiendo nuestra soberanía, inhibiendo las aptitudes del
Estado argentino y paralizando su natural desarrollo. Por eso es imperialista y
no por la mera circunstancia de que se trasvase de un país a otro.
El hecho de que los vendedores de manufactura de un país
industrial como Inglaterra vengan a la Argentina a buscar clientela para
colocar vagones de ferrocarril con el nombre de coches de primera aunque en
Londres hayan servido de perreras, es un hecho demasiado simple para llamarlo
imperialista; y aparte de que los recursos de un mueblero charlatán no pueden
engañar más que una vez, la ventaja sórdida que supone no entraña peligro
alguno para la nación compradora.
Tampoco puede llamarse enfáticamente imperialismo al hecho
normal de que un grupo de capitalistas lleve dinero a otro país y construya
allí obras públicas o explote minerales. Eso ocurre y ha ocurrido en todas
partes del mundo, sin que la soberanía del país donde se introduzcan capitales
extranjeros sufra desmedro alguno.
EL
CAPITALISMO INGLÉS ES POLÍTICO
Pero es que el capitalismo anglojudío en la Argentina no
es eso sólo, sino que trae en sus brazos una intención política, un designio de
opresión y tutelaje que es lo que se llama específicamente imperialismo. No se
ha aplicado en la Argentina un solo penique inglés que no estuviera
acondicionado a un plan de dominación extranjera, que no respondiera a una táctica
prevista en Londres para meter a nuestro país en una trampera con una sola
salida a la tributación del imperio insular.
No puedo fatigar la atención del lector con pesadas
estadísticas. Pero si quiere un ejemplo, mírese el mapa de los ferrocarriles argentinos
¿Qué es esa tela de araña con arranque central en Buenos Aires sino el
resultado de un esfuerzo coordinado de afuera para poder paralizar en media
hora la circulación de la riqueza nacional? Cualquier hombre de simple sentido
común al ver esa tela de araña comprende que nuestros ferrocarriles no han
contemplado en ningún momento el interés, la seguridad, la comodidad y la
estrategia y defensa nacional; no ligan directamente zonas interdependientes
del país: el vino de Mendoza para ira Tucumán tiene que pasar por Buenos Aires
y lo mismo el azúcar de Tucumán para ir a Mendoza. No se construyeron teniendo
en consideración los intereses creados en los pueblos; no guarnecen o comunican
las fronteras, no consultan los intereses del Estado Mayor.
En cambio, responden a una facilidad: y es la de que el
extranjero enemigo pueda apoderarse de toda la Argentina en el momento que
domine Buenos Aires solamente.
Lo que decimos de los ferrocarriles podemos decir de los
empréstitos, de las obras públicas, de los bancos, de la luz eléctrica, del
teléfono. Todas las inversiones de capital extranjero tuvieron fines políticos,
fueron dirigidas desde Inglaterra, país imperial donde la política calza en la
economía como un guante en la mano, porque la mano no extiende el índice sino
con larga sapiencia diplomática ¿Cuál es esa intención política? Repitámoslo
una vez más; impedir a toda costa el poderío económico de cualquier país
católico.
No es tan fácil según se ve nuestra emancipación
integral, porque el imperialismo británico, de savia judaica, no sólo ha
realizado en nuestro país una penetración económica sino que provocó una
verdadera revolución política y hasta social en la estructura nacional. Decir que
la influencia económica anglosajona determinó la adopción de una carta magna
también anglosajona, sería decir ya un lugar común por todos conocidos. Creemos
que en ese aspecto del problema ya las nuevas generaciones han pronunciado su última
palabra. Los llamados organizadore4s de la Nación, los Sarmiento, los Mitre,
los Alberdi, prestigiaron una constitución anglosajona, lisa y llanamente,
porque esa constitución perfeccionaría jurídicamente la entrega del país al
extranjero. La única y valedera historia constitucional argentina, los orígenes
y antecedentes de la Constitución argentina, hay que buscarlos en los diversos
tratos y contratos que Tuvieron los unitarios con el extranjero, antes del
destierro, en el destierro y después del destierro.
INFLUENCIA
SOCIAL DEL IMPERIALISMO.
Pero es que el imperialismo británico no sólo ha tenido
influencia política o institucional en el país, sino que ha producido efectos
sociales y morales de todo orden. Ha determinado en último análisis el ambiente
cartaginés de una capital hacia la cual confluyen y de la cual refluyen todos los
canales por donde se desparrama en la nación el virus de la corrupción y de la
deserción de los grandes ideales patrióticos; también ha contribuido a
pauperizar las clases campesinas y a desequilibrar la sinergia nacional creando
una economía que favorece el comercio
urbano sobre la producción rural; y por el control monetario que ha ejercido la
libra sobre nuestro numerario ha tenido el monopolio del comercio exterior.
Hay entonces una dominación efectiva, una subordinación
real y permanente de nuestro país al imperialismo británico; y antes de pasar
adelante conviene advertir que ese estado de protectorado virtual, mediante una
colonización capitalista efectiva pero disimulada bajo una soberanía nominal,
nos envilece y nos degrada más ante propios y extraños que una coloniaje
integral, porque por lo menos en este caso
la exhibición pública del pabellón inglés provocaría el hartazgo y la
rebelión en las reservas morales que mantiene el país, y porque no continuaría el equívoco y el
confusionismo entre los argentinos. Agregaremos que la ocupación lisa y llana
localizaría la situación del enemigo, que en la actualidad se infiltra, se
mimetiza, se torna ubicuo, en las antesalas palaciegas, en los acuerdos
parlamentarios, en los expedientes judiciales, soborna funcionarios, atiza
campañas periodísticas desde las sombras y desaparece en los subterráneos del
Servicio Secreto británico cada vez que un patriota decidido lo denuncia ante
la opinión pública.
EL CARÁCTER
DE NUESTRA LUCHA.
A esta altura de nuestra exposición ya podemos advertir
cuál es la verdadera naturaleza, el verdadero carácter que debe tener nuestra
lucha por la emancipación integral del país. Si tenemos en cuenta que la
dominación e influencia extranjera, léase anglojudeomasónica sobre la Argentina
no es solamente económica, sino política; si tenemos en cuenta que Inglaterra
no tiene solamente un interés económico en sojuzgarnos, sino un interés
superior hegemónico, político y hasta religioso, en nuestra sujeción, la lucha
por la emancipación integral de la Argentina no puede reducirse a una simple
cuestión de cobre y pague, a una simple tarea de que el usurero devuelva su
pagaré, reciba su platita y se largue con viento fresco. No tengamos la
pretensión de que podremos libertarnos de ese protectorado virtual reuniendo un
día, por grado o por fuerza, a todos los contribuyentes argentinos y
obligándolos a entregar sumas de dinero
pata expropiarles a los ingleses los frigoríficos, los ferrocarriles o los yacimientos
petrolíferos.
De ninguna manera. Si el capital inglés hubiera venido al
país como simple capital, el problema sería muy sencillo. Un buen día el Estado
argentino resolvía el asunto por medio de una sencilla operación de traspaso de
todo el fierro existente al nuevo propietario. Pero como el capital extranjero
ha venido a la Argentina con una intención que va más allá del principio
hedónico, es decir, el mero deseo de sacarle utilidad, debo manifestar que
jamás permitiría Inglaterra esa expropiación lisa y llana, ni aun pagando el
triple de los que cuesten los cacharros.
Inglaterra no puede dejar por vía pacífica y evolutiva
que nuestro país se independice económicamente: tiene que tenernos bajo un
protectorado virtual porque así estamos escritos en el libro de la dominación
imperial protestante y judaica para que no crezca una potencia católica y
latina que sería su enemiga natural, una enemiga más importante que Italia o
España por su patrimonio y a la que no puede maniobrar como a Francia.
También ha comprendido Inglaterra desde el principio que el
protectorado liso y llano sobre la Argentina no le hubiera causado más que
dificultades Si se hubieran podido quedar en 1807, los ingleses todavía
andarían a la gresca con una población que no habría pasado jamás al
conquistador con el que todo lo separa y los divide. En cambio, con el
protectorado virtual, Albión ha podido sorber el huevo dejando intacta la
cáscara como suelen hacerlo las alimañas en los gallineros.
A mayor abundancia diremos que Estados Unido observa con
simpatía esa dominación británica en el continente, pues nuestra hegemonía
sería peligrosa también por las mismas razones que valen contra el poderío
protestante. La prueba de este aserto está en que los europeos han intervenido
varias veces en la Argentina después de la Doctrina Monroe y los Estados Unido
no la hicieron funcionar entonces ni cuando Inglaterra tomó las Malvinas, ni
tampoco cuando bloqueó con Francia el Río de la Plata.
QUE SIGNIFICA
EL DESPOJO DE LAS MALVINAS
Ya podemos comprender perfectamente cuál es la función
específica del dominio inglés sobre las Malvinas. Con respecto a la Argentina
sirven como de una advertencia muda, como un gesto simbólico de señorío sobre
nuestro país. Desde el archipiélago malvinero, un inglés fue apostado ahí para
que constantemente nos hiciera un signo imperativo de silencio y sumisión
respecto a la situación de colonia vergonzante con que nos tiene subordinados.
Adviértese fácilmente que la presencia de esa posesión
inglesa, el recuerdo de que la obtuvo a base de la más cínica prepotencia, y el
silencio irónico con que Inglaterra contesta nuestras reclamaciones, tienen una
gran importancia psicológica sobre el espíritu público argentino, enfermizo y
decadente, fácilmente impresionable.
Suponiendo que un buen día un gobierno patriota y más
intrépido que los demás se decidiera a recuperar para el Estado todo lo que nos
pertenece, las Malvinas están ahí no solamente para recordar que son una excelente
base naval que puede efectuar un desembarco, es decir, que ellas, en poder del
extranjero, vulneran aquella defensa inexpugnable de que hablábamos al principio.
No solamente recuerdan eso. Recuerdan que en ningún caso Inglaterra puede
desprenderse del protectorado, de la dominación. Recuerdan que la operación de
nuestra emancipación económica no sería cuestión de transacciones comerciales,
y que Inglaterra no aceptará o chicaneará, alargará y trampeará todas las
operaciones tramitaciones sin consentir jamás en desprenderse de este poderío,
que ejerce sobre la zona templada, ofrézcasele lo que se le ofrezca y
quiérasele pagar lo que se quiera. Porque el Imperialismo inglés en la
Argentina, como el Demonio de Fausto, no quiere el cuerpo, sino el alma, y no
acepta ninguna redención ni ningún rescate.
De aquí, pues, que como las Malvinas son en manos de
Inglaterra algo así como la fianza o si se quiere la prenda o el arras que
simboliza la venta total de la soberanía argentina, yo creo que antes de
estudios financieros, estadísticos y económicos, sobre si los capitales reales o
los capitales aguados, sobre si los rieles costaron tanto y se cobraron cuanto,
antes que toda tramitación sobre la expropiación y confiscación de servicios
públicos en manos de empresas, habría que plantear directamente como problema
nacional la vindicación de las Malvinas,
como cuestión previa, como nudo vital de nuestra emancipación integral.
Contestémosle a ese ciudadano escéptico y frívolo de los
cafés de Buenos Aires que dice que las Malvinas no representan ningún interés
vital, ni siquiera una minoría argentina radicada en el archipiélago,
diciéndole que no tiene el país un territorio de interés más vital que las Malvinas,
pues Inglaterra las mantiene como una demostración, como una exhibición de
fuerzas a distancia suficiente como para que lo advirtamos, exhibición de
fuerzas con que nos indica que su hegemonía no es lisa y llanamente económica,
sino política; y no es una hegemonía temporal, redimible, sino que implica una
hegemonía permanente, de naturaleza que trasciende los angostos quicios de las
relaciones económicas y se subordina a las finalidades fundamentales de un
imperio que ha sido el furrier del judaísmo.
PARA
EXPROPIAR, PRIMERO, LAS MALVINAS.
No podremos negociar tranquilos nuestra independencia
material, si primero no traemos a los planos de más luz el despojo pirático de
las Malvinas, sea cual fuere su importancia territorial, sea también cual fuere
su importancia táctica, porque su importancia fundamental estriba en que la
consagración del despojo coloca al estado argentino en posición desairada,
humillante, cada vez que tiene que tratar con los agentes comerciales
británicos y con los intereses particulares de aquel país. Las Malvinas son algo así como una escuadra
perenne extranjera estuviera apostada en
la boca del Río de la Plata. Nadir podría impedirlo, la flota no interrumpiría
la navegación, no molestaría nuestro comercio, todo lo que se quiera, pero el
hecho es que estando ahí por el sólo motivo de estas, insuflaría prepotencia a
los súbditos extranjeros de la misma nación que esa escuadra y deprimiría la
acción del Estado argentino que estuviera en tratos comerciales o de cualquier
especie con ellos.
En síntesis, la lucha por nuestra emancipación integral
no cabe en los términos de gestiones o negociaciones diplomáticas y comerciales,
ni puede ser abarcada por una serie de medidas legislativas que expropien o
confisquen bulones o tronillos, locomotoras viejas o caños enmohecidos. Es una
lucha de carácter político y social y libertador, por la sencilla razón de que
la dominación de Inglaterra no está en locomotora más o menos, sino en el
avasallamiento efectivo y deliberado en que nos tiene y no puede dejar de
tenernos Gran Bretaña.
[…]
(Dictio, Obras de Ramón Doll, pgs. 359-368).
Es el sionismo que se camufla a veces detrás de EEUU, a veces detrás de UK, a veces detrás de Ginebra, otras tantas detrás de Israel, etc etc...
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