martes, 30 de enero de 2024

 

¿Por qué los bancos extranjeros tienen tanto poder? ¿No hay responsables de que los controlen? ¿Los banqueros forman un cuerpo organizado? ¿Pertenecen a las logias inglesas? ¡Onganía, otro general liberal, frustrado por incapacidad e ignorancia política!

LA DICTADURA DE LOS BANQUEROS.

ROGELIO  GARCÍA  LUPO.

(Capítulo del libro: “Contra la ocupación extranjera”,   ed. Sudestada, 1968, pág. 121).

Un Banco es una institución que recibe dinero ajeno y lo presta, embolsándose una ganancia o interés por el trabajo. Lo Bancos realiza operaciones pasivas, tales como recibir dinero en cajas de ahorro y en cuentas corrientes, por el que pagan un interés, y otras activas, consistentes en conceder ese mismo dinero a través de créditos y compra de letras o pagarés, cobrando un interés. .

Este sencillo negocio de intermediación del dinero adquiere, sin embargo, una importancia cada día mayor en los países que, como la Argentina, practican la economía “libre”. A medida que el papel de los bancos aumenta, los capitales de los bancos tienden a mezclarse con los capitales de la industria. La consecuencia es que una parte del capital de las industrias deja de pertenecer a los industriales, o sea a quienes lo utilizan, y pasa a mano de los banqueros, es decir, de los representantes del dinero disponible.

El dinero no es de los bancos, pero los bancos pueden prestarlo o negarlo, según su conveniencia. En cuentas resumidas, los bancos, con dinero que no les pertenece, se apoderan del control de las empresas y constituyen capitales propios dentro de la industria y del comercio. Los bancos se hacen representar en las empresas que controlan por personas de su confianza, las que frecuentemente concentran en sus manos docenas de representaciones de esta clase. El capital, por cierto, tampoco es de ellos, continúa en poder del banco que, a su vez, tiene accionistas. Pero estos representantes perciben honorarios por cada una de sus representaciones, lo que a menudo equivale a retribuciones multimillonarias. Si nos tomamos el trabajo de rastrear las conexiones de los personeros de los bancos en las sociedades comerciales e industriales de la Argentina, nos llevaremos la sorpresa de descubrir que   algo más de 100 hombres se encuentran distribuidos en más de 1.000 compañías.

Eses 100 hombres son, ni más ni menos el misterioso monstruo que se aprovecha de la mayor tajada del trabajo de todos los argentinos: la oligarquía financiera.

La primera condición de un buen banquero es una confianza ilimitada en el poder del dinero. La segunda, una infinita presencia de ánimo, tanto como para negar o prestar el dinero ajeno, con la misma soberbia que si fuera propio. Es por esta causa que los bancos tienen la solemnidad de los templos, los cajeros ofician con la unción de los monaguillos y entrevistar a un gerente es casi tan difícil como ser recibido por un obispo. Y es por eso mismo por lo que resulta tan frecuente encontrar grandes banqueros con una auténtica y deportiva desfachatez.

Los bancos, entonces, van dejando gradualmente su función de intermediarios de   los pagos y se transforman en los propietarios del capital financiero, que es la materia prima indispensable de toda industria y, en pocas palabras, la más influyente “manija” del poder en nuestra época.

 Todos los bancos apuntan a quedarse con las empresas, pero seleccionan a las mejores. Ésta es una operación muy simple: para recibir un crédito la empresa debe mostrar sus entradas, abrir los secretos de su contabilidad, revelar los planos del futuro, las cartas comerciales que se propone jugar. Al penetrar en los secretos de la empresa, el Banco está en libertad de escoger: aumentará los créditos o los reducirá. En el primero de los casos lo más probable es que el Banco termine siendo el socio del industrial, completando el proceso que señalábamos más arriba. Es por esta causa que nadie debe sorprenderse de que las mayores empresas del país hayan pasado a las manos de los bancos.

La conclusión de este análisis es, igualmente, de fácil comprensión. En el momento que un gobierno se propone llevar a la dirección de la economía de la nación a un empresario industrial, generalmente lo que está haciendo es designar a un banquero, representante de un banco que le juntó la cabeza a un puñado de industrias. De este modo, lo que éste viene a hacer, en vez de ayudar a la industria, es reforzar el poder de la oligarquía financiera. Fue así como el dr. Adalbert Krieger Vasena, director del Banco del Interior, fue designado ministro de Economía por el general Onganía.

Como lo banqueros son gente sumamente unida, era natural que de este banco surgiera otros ministros del general Onganía, propósito que se frutró cuando éste designó al S. Luis D'Imperio, banquero y camarada del ministro Krieger Vasena, para el cargo de ministro de Bienestar Social. El Sr. D'Imperio, como se sabe no pudo resistir el fluido presidencial y de inmediato se puso muerto, impidiendo que el Banco del Interior contara con do ministros en el gobierno militar.

Los bancos se quedan con las empresas, pero a su vez los bancos grandes se quedan con los chicos. De este modo, cuando un banco chuico tiene problemas para digerir a una empresa, el resto del trabajo lo hace el banco grande, cuyas mandíbulas reforzadas le permitirán terminar el asunto.

 ¿Cómo se liquida a un banco chico? Existen los métodos tradicionales, por la adquisición de un paquete accionario. Y existe también el exterminio en masa, para lo cual se requiere el concurso del Estado. Vemos este último caso.

El Banco Central del Gobierno militar dispuso el aumento del capital propio de los bancos de las provincias, lo que en principio parecía responder a la sensata exigencia de que, quienes se benefician con la intermediación del dinero ajeno, aumenten igualmente su participación en todo el negocio   . , mediante el incremento del capital. Sin embargo, los Bancos de las provincias en general se han formado con el movimiento de los fondos del mismo lugar, lo que ha establecido un lazo prolongado entre los clientes y la institución e impide, de hecho, la actividad de otros bancos, especialmente si son filiales de organizaciones extranjeras radicadas en Buenos Aires.

Los tiburones, por lo tanto, necesitaban que alguien ayudara a la masacre de las sardinas, y para eso apareció el Dr. Pedro Real, un banquero justamente designado presidente el Banco Central de la República Argentina, que hizo desde allí el trabajo reclamado por lo tiburones.

Mediante la nueva reglamentación, se ha creado un abismo entre el capital exigido a los bancos para continuar operando y la capacidad efectiva de los bancos de las provincias. Unos setenta bancos provinciales han comenzado a ser devorados por los grandes bancos internacionales, especialmente por The First National City Bank. Este banco, un modelo en su género, es el centro del imperio de Morgan, el supermagnate norteamericano, y para dar una idea de cómo funciona el sistema digamos que en 1956, con un capital de 8 millones de pesos, recibiría depósitos anuales. por 1.000-millones. Pues bien: The National City Bank adquirió en noviembre de 1967 el Banco Argentino del Atlántico, con sede en Mar del Plata, que a su vez tenía tres sucursales, dos en Necochea y una en Miramar. Poco antes, el mismo banco norteamericano se había quedado con el Banco de Bahía Blanca, y poco después abrió otra agencia en Rosario. De este modo, totalizó 22 sucursales, en 11 ciudades argentinas. ¿Para qué?

Hemos vito que el negocio del banco es sensacional.

Hemos visto que a los bancos chicos se los mata en masa, con la ayuda del Banco Central, o se los compra de a   uno.

Pero estamos ahora en presencia de otra cara del mismo negocio.

En los bancos depositan señores que trabajan aquí, en la Argentina, y que por lo tanto tendrían derecho a recibir de nuevo su dinero, mediante créditos y descuento de documentos.  Sin embargo, no es así en la mayoría de los casos ¿Por qué?

Los bancos extranjeros prestan a las empresas extranjeras, y no prestan a  las nacionales. Son, en una palabra, los agentes financieros de los extranjeros, y su misión es salir a buscar plata para que las compañías internacionales puedan operar sin recurrir a su propio capital. Se llama a ésta operación la “captación del ahorro nacional”.

El banco extranjero, entonces, gana con su trabajo de intermediario del dinero.

Pero al prestarle a la compañía extranjera, ésta fortalece su presencia en el mercado argentino, gana más, y finalmente, exporta sus utilidades también al extranjero.

Veamos un caso: el Banco de Londres destinaba su cartera de préstamos, en un 80 % a los ferrocarriles británicos. De este modo, lo que no era ganancia del Banco era ganancia de los ferrocarriles, y en los dos casos la giraban a Londres.

El First National City Bank, por su parte, destinaba la mayor parte de su carrera de créditos a la General Motors. El procedimiento se repite, ayer los ingleses, hoy los norteamericanos.

Como el ahorro nacional, a través de los bancos, se filtra al exterior, no debe sorprendernos que la Argentina “carezca” de capital cada vez que se proyecta una obra de importancia, por ejemplo, la represa de El Chocón. Entonces el circuito se repite esta vez de fuera hacia adentro. Los bancos que en Nueva York o en Londres acrecientan su riqueza con lo que reciben de la Argentina, le prestan a la Argentina, embolsándose, eso sí, los intereses. Y el país vive pagando intereses sobre intereses, mientras la riqueza se escurre hacia los bolsillos de los que después van a prestarle una parte, exigiéndole humillaciones políticas y concesiones económicas.

A medida que la disputa por el ahorro nacional aumenta, los bancos recurren a procedimientos cada vez más detallados. Así, por ejemplo, The National City Bank inventó el “Citiplan”, mediante el cual “usted compra mejor que al contado”. En las casas adheridas le efectuarán un descuento mínimo del 5%”. El truco es vidente: en vista que las organizaciones de crédito personal han ocupada la plaza, se trata de disputar con ellas el control sobre una masa de millones de pesos por día. Pero existe una diferencia de fondo: las organizaciones de crédito, formadas por los comerciantes, de hecho no sustituyen a los bancos y cada cual sigue depositando en el que le da la gana.   Para The First National City Bank, el negocio es doble, porque por un lado cobra los intereses corrientes a compradores y comerciantes, pero por otro deriva hacia sus propias arcas el movimiento de los comercios que se adhieren a su plan.

Poco después de que el general Onganía ocupara el gobierno, los agentes viajeros de Rockefeller comenzaron a visitar Buenos Aires. Estaba buscando un banco. Rockefeller es la Standard Oil, es la acumulación de capital y poder político más famosa del mundo ¿podría realmente interesarle el ahorro de los argentinos? Si.

Lo que debe entenderse de una vez por todas es que los grandes capitalistas mundiales jamás han llevado un peso a ningún lado.

Expertos en la organización de sus empresas, se han limitado a presentar proyectos ya organizar, inmediatamente, el método para canalizar el ahorro nacional en dirección a sus propios negocios, para repetir el circuito de    llevarse después las ganancias a casa.

El grupo Rockefeller se denomina IBEC en la Argentina. Tiene una compañía de seguro Robilec; un fondo para apropiarse de las inversiones modestas, Cecinco; una cadena de granjas para fabricar pollos, Minimax. Este circuito produce tanto movimiento de dinero cada día, que debía completarse con un banco para de allí saltar a otras tareas como lo explicó el presidente del Chase Manhatan Bank de Nueva York (Rockefeller 51%), cuando dijo que ahora buscarían el negocio del campo. , (La Razón, 10 de marzo de 1967, pg.8) y agregó que también habían comprado el 51% de un banco de Brasil.

El Banco Industrial es una institución de crédito para la industria. Su misión es prestar a los industriales argentinos. ¿La cumple? El general Onganía designó allí a un hombre que inmediatamente declaró que se proponía no prestar a los industriales argentinos, porque era necesaria una especie de depuración, según la cual quedarían al final sólo las empresas fuertes. Este hombre dispuso la venta de las acciones de empresas argentinas que habían sido adquiridas después de 1947, con el fin de protegerlas en momentos de dificultades. Este hombre no es otro que un banquero, Emilio Van Pebogh, director del Banco Francés del Río de la Plata, expresidente del Banco Industrial y ahora ministro de Defensa, a pesar de haber jurado lealtad a SM Británica (o tal vez, por lo mismo) .

La presidencia del Banco Industrial es una calesita. La toma y la dejan, después de proporcionar préstamos generosos a las compañías del grupo. Van Peborgh cumplió con los suyos: Eternit SA, Cresud SA, Torquinst Ltda., Lo Lagos SA, Sud Atlántica de Seguros SA, Punta Alta SA, Sominar Minera Argentina, Crédito territorial inmobiliario Sud América SA, Noetinger & Lpetit SA, Pioneros del petróleo Comodoro Rivadavia SA, etc.

Y vino Rodolfo Guido Martelli, directivo de Ducilo (dependiente de EI Dupont de Nemours, monopolio norteamericano de extensión mundial). Él es ahora el presidente ¿Qué hará? Vemos lo hechos.   

Ducilo acaba de apoderarse de una empresa nacional Hisisa Argentina, productora de nylon en Mercedes, Provincia de Buenos Aires. El acuerdo se divulgó cinco días después que Martelli, ejecutivo de Ducilo, fuera designado presidente del Banco Industrial, organismo que muy bien podría destinar un importante préstamo a financiar el arreglo entre el monopolio norteamericano y la empresa argentina.

Hay una dictadura de los banqueros. Es fría, implacable, exacta. No necesita apelar a los métodos de coerción típicos de una dictadura política, pero cualquiera sabe que la promesa de ampliación de un crédito bancario la amenaza de su restricción, vuelve mansos a muchos ejecutivos impetuosos, domestica a muchos patrones impacientes.

El 18 de diciembre de 1956, una empresa monopolista, Sonimar SA pidió al Banco Industrial de la República Argentina quince millones de pesos para pagar una deuda pendiente con el Eximbank de Washington. La nota era de una notable crudeza. Decía que “por razones de prestigio internacional” la concesión de esa suma debía ser acordada “de inmediata”. El directorio del Banco Industrial, ante una solicitud tan persuasiva se Reunión al ¡día siguiente! Y de inmediato le concedió el préstamo, con un interés del 4% anual y para ser renovado cada 180 días. ¡Una maravilla de la rapidez burocrática! Aquel préstamo fue solicitado por el Ing. Emilio Van Pebourg, director de Sonimar SA y autor de la fórmula expeditiva “de inmediato” para los préstamos a los monopolios.

Éste es el poder de los bancos (1), ésta la fuente del poder de la oligarquía financiera que carcome nuestro país y se lleva su riqueza, como las hormigas se desmontan pieza por pieza y se llevan a su refugio los productos del trabajo humano y de la naturaleza.*

 

(1 (1)  El tema del poder de los bancos es un tabú en la Argentina, donde la bibliografía resulta realmente magra. Ver: “La concentración bancaria. Su evolución en Argentina”, de Jorge Raúl Alcibar; ed.Machi, 1964.

 

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