miércoles, 6 de junio de 2018



SOCIOLOGÍA DEL PROTESTANTISMO.
LA IDEOLOGÍA JUDEO-CALVINISTA QUE DETERMINA LA POLÍTICA INTERNACIONAL INGLESA Y YANQUI, ES EL FUNDAMENTO TEOLÓGICO DEL IMPERIALISMO CAPITALISTA ATEO; POR LO CUAL, SU  AGRESIÓN CONTRA LA INDEPENDENCIA Y SOBERANÍA DE TODAS LAS NACIONES DE RAÍCES LATINAS, SÓLO PODRÍA ENFRENTARLA Y BATIRLA LA DOCTRINA CATÓLICA SECULAR Y TRADICIONAL, O SEA, EL REINADO ESPIRITUAL, MORAL Y SOCIAL DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO; INSPIRANDO, ORDENANDO Y FORTALECIENDO LAS POLÍTICAS NACIONALES.                                                               ANTE TAN FIERA INVASIÓN DE LOS JUDEO/CALVINISTAS, QUE SE CONSIDERAN PREDESTINADOS PARA GOBERNAR EL MUNDO, SÓLO EXISTEN DOS SOLUCIONES: O SE LA ENFRENTA VIRILMENTE APELANDO AL ESFUERZO HEROICO NACIONAL, COMO EN LAS ÉPOCAS GLORIOSAS DE DON JUAN MANUEL, O SE CONTINÚA SOLICITANDOLE PRÉSTAMOS, ALIMENTANDO SU ESCANDALOSA USURA, QUE ES EL ARMA DE LA DOMINACIÓN MUNDIAL. MIENTRAS TANTO SUBSISTIRÁ LA VERGONZOSA                                        LA   POSTRACIÓN COLONIAL DE LA PATRIA.                                                                              AFIRMÓ ANDRE SIEGFRIED:  A COMIENZOS DE LA DÉCADA DEL SIGLO XX, EN ESTADOS UNIDOS SE ENFRENTARON LA MENTALIDAD PURITANA CON LA JUDÍA, MILLONES DE CUYOS MIEMBROS INVADIERON USA, CON EL PREDOMINIO DE LA IDEOLOGÍA JUDÍA SOBRE LA PURITANA. ANTES DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, CUANDO HITLER ASTUTAMENTE SE DESEMBARAZÓ DE MUCHOS INTELECTUALES JUDÍOS ENVIÁNDOLOS A USA, SE ACENTUÓ MÁS AÚN.                                            MIENTRAS QUE, EN TODO EL MUNDO, INGLATERRA ARRASÓ CON POBLACIONES ABORÍGENES ENTERAS Y SUS TRADICIONES, EN NUESTRO PAÍS NOS COLONIZÓ PACÍFICAMENTE, LUEGO DE CASEROS, POR MEDIO DE LA MASONERÍA. FUE UNA POLÍTICA ESCANDALOSAMENTE PERJUDICIAL Y DESVASTADORA, ABANDONÁNDONOS YA EXPRIMIDOS, EN MANOS DE LOS NUEVOS PLUTONES, LOS JUDEO-YANQUIS, MÁS PÉRFIDOS Y USUREROS                                                                                                                     ES UN NUEVO IMPERIALISMO, EN OCASIONES PACÍFICAMENTE COMERCIAL. Y EN OTRAS INVASOR Y PREPORTENTE; SIEMPRE DOBLEGANDO, MANDANDO Y DOMINANDO CON EL RESPALDO AMENAZADOR DE LOS MARINES; ELLOS SE CONSIDERAN PREDESTINADOS POR JEHOVÁ PARA IMPONER EN EL MUNDO LA “DEMOCRACIA” Y LA ”LIBERTAD”, QUE SON NOMBRES DE BATALLA PARA JUSTIFICAR LA DOMINACIÓN MUNDIAL.
(Capítulo IV del artículo “Sociología del protestantismo”, publicado en Verbo Nº 188, 1978. Titulado:)

ANTE EL CONCEPTO JUDAICO DE DIOS

Miguel Poradowski
EL PROTESTANTISMO COMO JUDAIZACIÓN DEL CRISTIANISMO.
C
uando se reprocha al protestantismo la judaización del cristianismo, ante todo conviene aclarar qué se entiende por judaísmo. Sin embargo, los límites del presente ensayo no permiten aquí hacer un análisis más detallado del judaísmo y, por eso, sólo nos limitamos a recordar, primero, la diferencia entre el judaísmo y el mosaísmo, en seguida señalar algunos elementos mosaicos y judaicos presentes en el protestantismo, como también demostrar que en el protestantismo lo judaico predomina sobre lo cristiano y, al fin, explicar de qué manera el protestantismo se judaizó.
¿Cuál es, pues la diferencia entre el judaísmo y el mosaísmo?
Por el mosaísmo entendemos aquí la religión revelada, es decir comunicada a la humanidad por Dios, por intermedio de los dirigentes del pueblo judío y especialmente por intermedio de Moisés (de ahí su nombre; el mosaísmo).  Los esencial en el mosaísmo es que sus conocimientos sobre Dios (la teología) y también sus preceptos de la vida moral (la ética) son expresa y categóricamente comunicados por Dios.
Parece que al principio esta religión revelada era practicada sólo por los judíos, el “pueblo escogido” por Dios precisamente para este fin, es decir, para recibir y practicar esta religión verdadera, revelada por el mismo Dios. El contenido de esta Revelación comunica al hombre no sólo la verdad respecto a Dios, como un Ser Supremo y Único, Creador y Señor de todo el universo, sino también lo referente al comienzo de la vida del hombre en la tierra, su creación directa por Dios, su caída por el pecado original y, ante todo, la promesa de su Redención por el anunciado Mesías. De ahí que la vida del pueblo judío, en comparación con los otros pueblos, todos paganos, tiene un sentido especial, excepcional, pues tiene una misión, vive de la esperanza, de su vocación, con el permanente contacto con Dios, bajo su mirada, en continua espera de la llegada del Mesías. Muchas de estas ideas, poco a poco, llegan al conocimiento también de otros pueblos, de manera que, durante largos siglos el mosaísmo prepara a toda la humanidad para la llegada del Mesías-Redentor, quien debía salvar a toda la humanidad, enseñarla sobre Dios e indicarle el camino a la felicidad eterna. El mosaísmo, pues, es una religión revelada por Dios, viene desde arriba, desde el Cielo; es una obra divina y no humana, mientras que el judaísmo es una religión judía, siendo síntesis de las creencias del pueblo judío, durante siglos elaborada por el mismo pueblo judío. Por tanto, el judaísmo es una obra humana, es un producto de la mentalidad humana, de su historia, de sus experiencias y vivencias a lo largo de los siglos, como una parte de la cultura judía y como tal es una religión tribal y después nacional. Incluso el judaísmo es algo más  que una religión, pues es también la cosmovisión judía (Weltanschauung) y, fundada sobre esta cosmovisión, es la civilización judía. La civilización judía está vinculada con la religión judía, con el judaísmo (lo que no excluye la presencia también de la influencia mosaica), siendo una civilización sacral. El judaísmo es la civilización judía pagana


El mosaísmo, como otras religiones, ha tenido gran influencia sobre el desarrollo del judaísmo. En efecto, el judaísmo asimiló muchos elementos del mosaísmo, pero nunca se identificó con él; al contrario, siempre estuvo y está en permanente conflicto con él. Los judíos siempre confesaban ambas religiones: unos se identificaban más con el judaísmo, mientras que los otros con el mosaísmo. Hubo períodos durante los cuales el mosaísmo se imponía en el pueblo judío, pero también hubo otros en que ocurría lo contrario, es decir, cuando el judaísmo se imponía esforzándose por asimilar el mosaísmo, transformándolo en una religión tribal, quitándole su carácter monoteísta y reduciéndolo a la monolatría. Nunca lo alcanzó, porque el mosaísmo recibía permanentemente una ayuda y defensa de parte de Dios, por intermedio de los profetas (Moisés es uno de ellos). La Divina Providencia velaba sobre la pureza de la Revelación y la autenticidad de la fe, inspirando a los santos varones, los profetas. Además, por intermedio de ellos, la Divina Providencia completaba la Revelación, poco a poco, dosificándola didácticamente durante los siglos y preparando al “pueblo escogido” a la llegada del Mesías y al recibimiento, por intermedio de Él, de la plenitud dela Revelación, en la misma persona de Jesucristo.
Pero durante todo el tiempo de la Antigua Alianza se está librando una dura lucha entre el mosaísmo y el judaísmo, entre el monoteísmo y la monolatría. El judaísmo se esfuerza en interpretar las ideas y los dogmas de mosaísmo según los intereses temporales, contingentes e históricos del pueblo judío. Como un ejemplo muy elocuente, se puede mencionar el caso de las idea-dogma del Mesías. El Mesías del mosaísmo –anunciado como Hijo del Hombre y como Hijo de Dios, como una persona individual, un descendiente de la estirpe real de David, que nacerá de la Virgen y que con sus sufrimientos y pasión redimirá a toda la humanidad, bajo la influencia del judaísmo y dentro de su interpretación  se transformará, primero, en un líder político y después, incluso, en una persona colectiva, moral pues se identificará con el mismo pueblo judío. Cuando, por fin viene Cristo, sólo una parte del pueblo judío sigue confesando la auténtica fe mosaica, mientras que la mayoría de la población es judaica. Incluso entre los mosaísta predomina una falsa idea del Mesías, como consta de las opiniones al respecto de los mismos discípulos de Cristo. ¿Acaso es ahora que vas a liberar a Israel?, con frecuencia le preguntan a Cristo sus discípulos, siempre pensando en una liberación de la dominación política romana. Este hecho (el de la falsificación del mosaísmo por el judaísmo) explica la enemiga actitud de una parte del pueblo judío frente a Cristo; no lo entendían, lo encontraban extraño, incomprensible, pues no correspondía a la idea que ellos se formaron sobre la persona del Mesías, y por eso lo crucificaron.
El Antiguo Testamento (A.T.) es un libro religioso, sagrado, pues contiene una importante parte de la Revelación. Está escrito por los autores inspirados por Dios. Sin embargo, estos autores nos comunican no solamente los mismos preceptos divinos, no solamente las ideas básicas del mosaísmo, las prescripciones morales y todo lo relacionado con el culto, sino al mismo tiempo también describen la vida diaria de la gente a la cual esta religión revelada es dada. Pues bien, la vida del pueblo judío no siempre y no en todo corresponde a los principios de la fe revelada, no solamente por la sencilla razón que esta gente confiesa también otras religiones, especialmente el judaísmo, como ya lo hemos visto, sino también porque los judíos –igual que ocurre con otros pueblos, incluso con nosotros los cristianos- no siempre, en su vida diaria, son completamente fieles a su fe. El pueblo judío ha recibido la Revelación; sabían, pues, cuál es la voluntad de Dios y cómo debería comportarse, pero no siempre respetaba esta voluntad divina. El mismo A.T., describiendo la vida del pueblo judío, nos proporciona los datos concretos y los testimonios, de los cuales consta que solamente una parte del pueblo judío respetaba los preceptos de la religión revelada, mientras que los demás cayeron en el formalismo, con el cual tranquilizaban sus conciencias. además, el A.T. nos describe no solamente a los que vivían según las exigencias del mosaísmo, sino también a los que guardaban los principios del judaísmo; de hecho, pues, contiene ambas religiones mezcladas, hasta el punto de que no todos los lectores de la Biblia están en condiciones de distinguirlas; de ahí que, para un lector común y corriente, no todo lo que hay en el A.T. es edificante.
El A.T. siendo un libro religioso que contiene una importante parte de la Revelación, es una fuente singular de los conocimientos humanos sobre Dios y por esta razón el cristianismo lo reconoce como un libro suyo. Además, este libro “introduce” al Nuevo Testamento. Sin el A.T., muchos dogmas de la fe cristiana serían incomprensibles. El A.T. no solamente prepara a los judíos para la llegada de Cristo, sino que también prepara a todos los hombres de todos los tiempos.
El protestantismo da la prioridad al A.T. frente al Nuevo. En el protestantismo predominan las ideas, principios y el “espíritu” del A.T. sobre el Nuevo y en este hecho vemos la judaización del cristianismo por el protestantismo.
Veamos algunos ejemplos ilustrativos.
En la teología protestante predomina el concepto de Dios según el A.T. Dios cristiano, Dios-Padre de todos los hombres, misericordioso, tierno, cordial, cercano al hombre, Dios-Amor, que quiere al hombre y espera el amor humano, que crea al hombre por el amor y para el amor. Dios-Hermano, Jesucristo, uno de los hombres, quien se acerca al hombre hasta el extremo por la Encarnación y por la Eucaristía, haciéndose el alimento del hombre, en el protestantismo toma de nuevo, como en el judaísmo, el aspecto de un Dios judío, un Jehová inaccesible, lejano; un legislador severo y un Juez terrible y, ante todo un Dios tribal (pues los protestantes, como los judíos, muy a menudo confunden el monoteísmo de Moisés con la monolatría pagana del pueblo judío, ya que ambas religiones están, de hecho mezcladas en el A.T.), protector sólo de su “pueblo escogido” y preocupado por la felicidad temporal sólo de su pueblo, protegiéndolo de sus enemigos, de los infortunios, de las calamidades y apoyándolo en sus conquistas temporales, históricas, incluso en las< no siempre justas, honestas y morales. Los soldados alemanes, llevados por el protestantismo a asimilar el judaico concepto de Dios, van a poner en los broches de sus cinturones la inscripción “Gott mit uns”, pensando en un Dios tribal, un Dios pagano de la monolatría, a la cual reducen el cristianismo.
La aceptación por el protestantismo del judaico concepto de Dios trae consigo, también, la asimilación de la actitud judaica frente a Dios. Desaparece la anterior actitud, profundamente cristiana, cordial, desinteresada, “infantil”, llena de confianza y amor.
La reemplaza el respeto frío, el temor y, ante todo, una relación “comercial” calculada. Si Dios es el Ser Supremo, el Señor y Dueño del mundo, el Todopoderoso, conviene estar con Él, servirle por la recompensa, la que viene en forma de sus bendiciones, de asegurada prosperidad y el éxito terrenal, temporal. En la prosperidad económica, en el bienestar y en la riqueza, el protestantismo (el calvinismo) ve la prueba de la bendición divina, la protección y la “elección” por Dios, exactamente como el judaísmo.
Otra manifestación de la judaización del cristianismo por el protestantismo la constituye el rechazo de la institución del sacerdocio. Históricamente el protestantismo rechaza el sacerdocio de Cristo por la ruptura con Roma, es decir, en romper el entroncamiento con la jerarquía eclesiástica. Pero esto no explica todavía el porqué de la desaparición completa del sacerdocio en el protestantismo , pues, rompiendo con Roma y con la continuación del sacerdocio de Cristo y de los Apóstoles, el protestantismo podría conservar la institución sociológica del sacerdocio (lo que ha ocurrido en el anglicanismo), mientras que él rechaza la misma institución de los “pastores”, la que es casi igual a la de los rabinos en el judaísmo.
Desde el punto de vista sociológico, lo esencial en la institución del sacerdocio es que la sociedad aparta un grupo de personas con la finalidad propia y exclusiva de interceder por ella ante Dios. La persona que pertenece a este grupo está “consagrada”, según un rito prescrito, para subrayar su carácter singular. El concepto de la “consagración”, como un acto por el cual una persona o un objeto está dedicado exclusivamente al culto, a servir a Dios, se encuentra en casi todas las religiones. El sacerdote es una persona “consagrada”, es decir excluida de la vida profana y dedicada exclusivamente al papel de intermediario entre la sociedad y Dios, lo que cumple por la oración y la ofrenda-sacrificio.
La institución del sacerdocio, conocida por casi todas las religiones, incluso el mosaísmo, solamente en el cristianismo llega a su pleno y verdadero significado. El sacerdote, en la plenitud de la palabra, el único Sumo y Eterno Sacerdote, como un perfecto intermediario entre la humanidad entera y Dios, es Jesucristo. Él, uniendo en su persona el papel de la víctima-ofrenda con el de victimario-sacrificador, en el altar de la Cruz, presenta a Dios la única ofrenda verdadera y plenamente efectiva, redimiendo con su sangre a toda la humanidad, de una vez para siempre.
La institución mosaica del sacrificio del A.T. es la figura, el símbolo y el anuncio del sacerdocio de Cristo, como lo es también el sacerdocio de Melquisedec. Cristo, instituyendo durante la última Cena la Eucaristía, como un perpetuo sacrificio, en el cual se perpetúa su sacrificio en la Cruz, al mismo tiempo instituyó el nuevo sacerdocio, como participación en el suyo. Es el mismo Cristo quien –misteriosamente presente en la Iglesia, en cada sacrificio de la Santa Misa, sirviéndose de la persona del sacerdote sacrificante que por la ordenación recibida está entroncado en el sacerdocio de Cristo- convierte el pan y el vino en su cuerpo y su sangre. Cada Santa Misa no es un nuevo sacrificio, ni la repetición de la Última Cena, sino su continuación, su perpetuación, simbolizada en el milagro de la multiplicación de los peces, que ya, en la Eucaristía, no son solamente el alimento del cuerpo, sino ante todo el alimento del alma, siendo misteriosamente transformados en el Cuerpo de Cristo.
Según el cristianismo el hombre no puede salvarse exclusivamente con sus propias fuerzas, no puede vivir plenamente la fe y modular su personalidad a imagen de la de Cristo sin la ayuda de Cristo, es decir, sin la Gracia la cual Dios se la proporciona por los sacramentos. Los sacerdotes, injertados por la ordenación en el sacerdocio de Cristo, son distribuidores de los sacramentos y, con ellos, de la Gracia.  La función intermediaria del sacerdocio cristiano entre el hombre y Dios es, pues, muy distinta de la de otras religiones. Siendo el sacerdocio lo esencial en el cristianismo, no hay cristianismo sin sacerdocio de Cristo
El judaísmo no conoce la institución del sacerdocio, pues los rabinos no son sacerdotes, sino los  ”doctos en las escrituras”, o más bien los especialistas, los peritos en la legislación mosaica y tradicional judía, es decir, los expertos en la Tora y en el Talmud. La institución mosaica del sacerdocio se terminó con la llegada del Sumo Sacerdote Jesucristo y con el sacrificio de la Cruz. Después del sacrificio de la Cruz perdieron su significado los sacrificios en el Templo, y es muy significativo que, una vez destruido el Templo, los judíos nunca se preocuparon de reedificarlo o de continuar sus ritos en otros lugares. Ya no tienen más ni el Templo, ni sacrificios, ni sacerdotes activos; sólo tienen las sinagogas y los rabinos, pero las sinagogas no son templos y los rabinos no tienen nada que ver con el sacerdocio. En el  judaísmo cada uno es su propio “sacerdote” y prácticamente algunas funciones sacerdotales las cumplen los padres de familia, presidiendo las oraciones y algunos ritos tradicionales.
El protestantismo abandonó el sacerdocio de Cristo (salvo algunas sectas), pues prescindió del sacrificio de la Santa Misa. Algunas sectas protestantes conservaron algo al respecto, pero sus ceremonias y celebraciones no tienen carácter de sacrificio, sino de memorial de la Última Cena, donde se conmemora este histórico evento. El protestantismo también prescindió de la Gracia y, por ende, de los sacramentos (prácticamente guardando sólo el bautismo), pues considera que el hombre no se salva por sus acciones y su vida llevada en el estado de Gracia, sino por la fe. No teniendo el sacrificio y no preocupándose por la Gracia, el protestantismo no necesita el sacerdocio. En su lugar introduce la institución de los “pastores”, muy semejante, como se ha dicho, a la institución judaica de los rabinos. El pastor es solamente una persona instruida, algo más que otras, en los conocimientos de la moral, a base de la Biblia. No hay ninguna diferencia esencial entre el papel del pastor y el del rabino en sus respectivas comunidades religiosas.
Junto con el rechazo del sacerdocio vino también el rechazo de la Iglesia. Las Iglesias protestantes, fuera del término “Iglesia”, no tienen nada en común con la Iglesia como institución jurídico-religioso-mística. Las Iglesias protestantes son solamente “comunidades religiosas” o agrupaciones de ellas, es decir, organizaciones o asociaciones de ellas, mientras que la Iglesia de Cristo se considera como una institución de origen divino, siendo fundada por Cristo, indispensable y absolutamente necesaria para mediar entre los hombres y Dios, y cumple esta misión precisamente por el sacerdocio de Cristo, que le es intrínseco, de manera que “fuera de la Iglesia no hay salvación posible”.
En el protestantismo la relación entre hombre y Dios es individual y directa, mientras que en el catolicismo, es decir, en la Iglesia Católica, esta relación es “social” e indirecta, pues sólo por intermedio de la Iglesia, concebida no solamente como una “comunidad de los fieles”, sino ante todo como el Cuerpo Místico de Cristo, del cual los fieles, es decir los bautizados, son miembros y del cual sólo una pequeña parte es visible, la que constituye la ”Iglesia militante”, mientras que las otras partes de ella, las invisibles, pero principales, son la “Iglesia triunfante” en el Cielo, encabezada por Cristo mismo y compuesta por la Santísima Virgen y los innumerables (según el Apocalipsis) Santos, y la “Iglesia sufriente” en el Purgatorio.
El protestantismo, al reducir la misteriosa realidad de la Iglesia sólo a la ”comunidad de los  fieles”, una comunidad de fe y de culto, se asemeja a la sinagoga del judaísmo.
También la ética protestante contiene muchos elementos judaicos. Del judaísmo viene el principio de “la doble moralidad”; una moralidad en las relaciones con sus correligionarios y otra con los demás. A pesar de que no son tan extremados al respecto como los judíos, los protestantes distinguen entre los correligionarios y los que no lo son, y si en las relaciones con los suyos demuestran una moralidad muy severa y escrupulosa, en las relaciones con los demás poco se preocupan por las exigencias del Decálogo y del Evangelio.
El principio típicamente judío de que el “fin justifica los medios” también pasó el protestantismo ya en los tiempos de Lutero (1). Según el judaísmo, moralmente es bueno todo lo que sirve al bien del pueblo judío, pues este pueblo es un “pueblo escogido” por Dios y en consecuencia es un “pueblo santo”. La cruel exterminación de varios pueblos, habitantes de la  ”tierra prometida”, con ocasión de la ocupación de estos terrenos por el “pueblo escogido” bajo la dirección de Josué, encontró plena justificación en las descripciones de la Biblia. La aceptación de este principio por los pueblos protestantes viene junto con la asimilación por ellos dela idea de “pueblo escogido”.
Es sabido que lo más típico en la moral judaica es el formalismo. Eso es también lo que Cristo reprocha a los judíos de su tiempo. Los Evangelios están llenos de ejemplos concretos del rechazo del formalismo fariseo por Cristo, según el cual el cumplimiento exterior de los preceptos era lo único que importaba (2). Esta actitud pasa al protestantismo y se manifiesta principalmente en el puritanismo (3), en el cual los elementos judíos son muy evidentes.
También por intermedio del protestantismo pasó a la sociedad cristiana el concepto judaico del trabajo como maldición o castigo de Dios, algo como malum neccessarium. El concepto cristiano del trabajo, ya elaborado en la temprana Edad Media, como acción llena de dignidad, pues facilita al hombre su propio desarrollo, comprometiendo sus capacidades y facultades físicas y espirituales; como acción asociada con la oración (ora et labora), pues también glorifica a Dios; como acción en la cual el cristiano ve su consciente participación en la obra creadora de Dios, en el protestantismo está abandonada, pues el protestantismo, otorgando en todo la prioridad al A.T. sobre el Nuevo, vuelve al concepto del trabajo como consecuencia del pecado original y como castigo de Dios. En vez de buscar por el trabajo el perfeccionamiento del hombre, se empieza a buscar el enriquecimiento y el bienestar, con lo cual el protestantismo contribuye al nacimiento del capitalismo y del materialismo práctico, económico. Dentro de la sociedad protestante aparece un nuevo ideal: el hombre económico, “homo oeconomicus”; el hombre dedicado al enriquecimiento, a la acumulación de los bienes económicos, especialmente a la acumulación del dinero.  Como los judíos en el desierto en los tiempos de Moisés, los paganizados y judaizados pueblos protestantes empiezan a adorar el oro, símbolo de la riqueza y del bienestar. El culto del dinero, tan característico para los judíos (4), pasa a las sociedades protestantes y lleva a la deshumanización de la economía (5).
El síntoma más importante, por las consecuencias, de la judaización del pueblo alemán por el protestantismo es la asimilación del concepto de “pueblo elegido” (6). En general no se aprecia adecuadamente el papel de la Biblia en la formación de las naciones europeas. Sin embargo, la Biblia es el primer libro en el cual aparece en una forma elocuente el concepto de nación. El pueblo judío, el protagonista principal de los acontecimientos relatados por la Biblia, según el testimonio bíblico, es una nación en el pleno sentido de esta palabra. En todos los relatos bíblicos, el pueblo judío está presentado no solamente como una comunidad tribal y racial, lo que está allí frecuentemente subrayado, sino también como una comunidad histórica, es decir, como sujeto de la historia. Además, los judíos forman una comunidad cultural y religiosa personificada (una persona moral), con un profundo sentido de la responsabilidad colectiva frente a Dios y a su propio destino. El pueblo bíblico, judío, desde su más remota antigüedad, tiene conciencia de su unidad y de las diferencias entre él y los otros pueblos. Existe también el sentido de la unidad de las generaciones pasadas, presentes y futuras, vinculadas entre sí por la común responsabilidad en el cumplimiento de su misión histórica, encomendada por Dios, una misión mesiánica. Como una entidad histórica recibe de Dios bendiciones y castigos. Parece que nunca en la historia antigua se da un concepto más claro e indiscutible de la nación como lo es el caso del pueblo judío.
Desde el punto de vista sociológico, hay que reconocer que el pueblo judío es una nación por excelencia. Y lo es ante todo por la influencia de la imagen bíblica de esta nación por lo que los pueblos europeos se transforman en naciones.  Cuando el cristianismo llega a los pueblos de Europa, la Iglesia empieza su labor educadora y el clero, en sus enseñanzas, usará con frecuencia los textos bíblicos que hablan de la nación judía. Antes de que estos pueblos adquieran el carácter de personas jurídicas, como sujetos de la ley, se hacen personas morales, como sujetos de la responsabilidad ante Dios, y este proceso de la “personificación” se presenta como uno de los factores de la maduración de los pueblos en naciones. La prudente lectura de la Biblia, introducida por la Iglesia contribuye a la transformación de los pueblos cristianos en naciones, pero una imprudente asimilación de los conceptos e imágenes bíblicos, practicada por el protestantismo, termina con la aceptación por los pueblos protestantes del judaico concepto del “pueblo escogido”.
Los judíos aparecen en la Biblia como un pueblo escogido por Dios entre los pueblos paganos para conservar y preservar de cualquier deterioro la Revelación y, ante todo, para que de ellos salga el prometido Mesías, el Redentor de toda la humanidad. De esta manera los judíos han recibido de Dios una misión religiosa, en favor de toda la familia humana, y para esta misión fueron escogidos de entre todos los pueblos descendientes de Adán y Eva, la primera pareja humana. Esta misión se terminó con la llegada de Jesucristo y con la realización por Él de la redención en la Cruz.
La idea del “pueblo escogido” aparece a lo largo de la Biblia de una manera extraordinariamente sugestiva e impresionante, lo que hace que no solamente los mismos judíos quedaron para siempre impregnados durante toda su historia por ella, sino que también otros pueblos asiduos lectores de la Biblia, la aplique así mismos, sea por la vía de la analogía, sea por considerarse, a su vez, escogidos por la Providencia para cumplir algina misión histórica  en favor de la humanidad. Como el protestantismo otorgaba a la lectura del A.T. mayor importancia que a la lectura del Nuevo –contrariamente al catolicismo-, la influencia de la idea bíblica de “pueblo escogido” se notaba mucho más entre los pueblos protestantes que en los católicos.
Pero hay también otro aspecto de este problema, a saber: la enorme diferencia entre las ideas mesiánicas del “pueblo escogido” mosaica y judaica. La idea mosaica del “pueblo escogido”, relativa al Mesías, con toda claridad y evidencia se refiere a la persona individual, concreta; y, poco a poco, especialmente en los escritos de los profetas, la individualiza y hasta identifica con el futuro descendiente de la familia real de David, presentado muy detalladamente (especialmente es el caso de Isaías) su vida, su carácter, sus obras y milagros y, ante todo, describiendo minuciosamente su misión redentora. En resumen: el concepto mosaico del mesianismo y del “pueblo escogido” es exclusivamente religiosa; la misión del pueblo judío como un “pueblo escogido” es rigurosamente religiosa: guardar la Revelación y dar de su seno al Mesías-Redentor de la humanidad; el cual, por su pasión y muerte, va a reconciliar a todos los hombres con Dios.
No es así el concepto judaico del “pueblo escogido” y su mesianismo. El judaísmo coge la idea mosaica del “pueblo escogido”, y las transforma adaptándola a las exigencias políticas del pueblo judío. En primer lugar, la seculariza y la temporaliza, y en segundo lugar la politiza.
La seculariza, pues le quita su carácter religioso y sagrado. Según el judaísmo, el pueblo judío es un pueblo “escogido” por Dios en el sentido de ser un pueblo privilegiado frente a los demás, no por la misión religiosa que debería cumplir, sino por la situación especial de la cual va a gozar durante toda la historia de la humanidad, siendo un pueblo gobernante sobre los demás pueblos, es decir una casta superior, destinada por Dios a gobernar a todos los pueblos del mundo, gozando de los efectos del trabajo de los pueblos gobernados. De esta manera, la misión del pueblo judío como un “pueblo escogido” se seculariza, desacraliza y temporaliza, pues es una misión “temporal”, es decir, en este mundo y para fines temporales, para la grandeza y bienestar del pueblo judío en este mundo. También se la politiza, pues se trata ante todo de una misión política: gobernar a otros pueblos, llegar a ser una casta gobernante, una clase superior en todos los países y en todos los pueblos.
Además, respecto al mismo Mesías, esta deformación judaica llega a concebirlo primero como a un líder político, quien va a liberar al pueblo judío de la opresión política del imperio romano; lo que esperaban de sus varios personajes históricos todavía antes de Cristo, lo mismo esperaban de Cristo, incluso sus discípulos, como lo leemos en los Evangelios, y esto también esperaban de otro después de Cristo. Después, cuando el pueblo judío quedó desilusionado con esta interpretación judaica del mesianismo mosaico, aparece la otra interpretación judaica, todavía más deforme, pue ve al Mesías en el mismo pueblo judío. El Mesías mosaico, concebido como una persona individual, es concebido por el judaísmo como una persona colectiva: es el mismo pueblo judío. Ahora, a él, como pueblo, se aplican las profecías de Isaías, insistiendo, en que es el mismo pueblo judío quien por sus sufrimientos, siendo perseguido por otros pueblos, está redimiendo a la humanidad. Este concepto de “pueblo escogido” identificado con el Mesías, con un Mesías ya colectivo, se divulga después de la destrucción del Templo y de Jerusalén (año 70), y la consiguiente diáspora (7). Este concepto del Mesías colectivo y del “pueblo escogido”, que debe sufrir disperso entre los pueblos no judíos, se afirma en la doctrina rabínica después del advenimiento del cristianismo y se manifiesta en el Talmud. Cuando vienen los tiempos de la Cábala, la mística judía va a llegar hasta un nuevo concepto horroroso de la redención por el pecado (8), pero esto ya no tiene nada que ver con lo aquí tratado.
Hubo que recordar estos distintos conceptos del “pueblo escogido”, pues ellos pasan, a través del protestantismo, de nuevo deformados, a los pueblos protestantes, especialmente a los alemanes e ingleses. Por la lectura de la Biblia pasa a los pueblos protestante no solamente el concepto mosaico del “pueblo escogido”, sino también el judaico. Según Wells (6), tanto los ingleses como los alemanes quedan profundamente impresionados por el concepto de “pueblo escogido” y lo aplican a sí mismos. Lo más importante es que estas dos naciones toman el concepto ya judaizado, es decir secularizado, temporalizado y politizado.  Los ingleses se van a considerar un “pueblo escogido” para gobernar a otras naciones y pueblos (especialmente en la época de la reina Victoria, según Wells), llevándoles la cultura occidental, civilizando a los pueblos bárbaros y salvajes e incorporándoles a la civilización occidental europea, admitiéndoles a la comunidad Británica de las Naciones. Así ven los ingleses, según Wells, su misión como un “pueblo escogido”, prácticamente hasta la Segunda Guerra Mundial, la cual pone fin al colonialismo y al Imperio británico. Se puede observar que en este caso la judaización del pueblo británico por el protestantismo anglicano es muy superficial, suave, y no perjudicial ni para los mismos británicos ni para los pueblos coloniales, y se manifiesta sólo en un corto período de la historia de Inglaterra.
No es así en el caso de Alemania, pues el protestantismo alemán, siendo profundamente judaizado, transforma el alma alemana, impregnándola con el concepto judaico del “pueblo escogido”, como un pueblo destinado por Dios para dominar, subyugar y gobernar a otros pueblos e incluso a todo el mundo. Más todavía:  los alemanes, asimilando el concepto judío del “pueblo escogido”, lo interpretan según sus propias tradiciones y antiguos anhelos, concibiéndose como una raza superior. no tanto por un destino providencial, sino más bien por su superioridad racial, biológica, por su sangre aria, nórdica, alemana; es que están destinados a ser un “pueblo de señores” del mundo, un Herrenvolk. En Alemania, por la influencia protestante, las antiguas tradiciones germánicas de carácter panteístas se mezclan con las ideas mesiánicas judaicas, llegando a una síntesis del pensamiento germánico-judío que encuentra una presentación simplificada, pero sumamente atrayente y peligrosa en el hitlerismo.
Recordemos al respecto que el concepto judaico del Mesías colectivo, en algunas doctrinas rabínicas, fieles al misticismo religioso y alimentados por los conceptos mosaicos de la Biblia respecto al Mesías-Hijo de Dios, al identificar al Mesías con el pueblo judío, llegan a la divinización del mismo pueblo judío, pues si éste es el Mesías y el Mesías es el Hijo de Dios, el pueblo judío es el Hijo de Dios. En otras palabras: es Dios mismo quien se manifiesta en el pueblo judío y por eso este es su “pueblo escogido”.
Cuando la mística alemana, nutrida por las antiguas creencias germánicas de carácter panteísta, asimila el concepto judaico del “pueblo escogido” identificado con el Mesías, también llega a considerar el suyo como un pueblo divinizado, un pueblo en el cual se manifiesta lo divino. El pensamiento alemán, preparado ya desde siglos tanto por sus propias y tradiciones germánicas, paganas y panteístas, como también por el pensamiento panteísta filosófico judío de Espinosa y después por el pensamiento inmanentista-panteista de Hegel, quien –recordemos- en el Estado prusiano ve  la manifestación del  Absoluto, con facilidad llega a una síntesis de estos elementos y se considera  un  “pueblo escogido”,  por su naturaleza superior a  otros y destinado a gobernar a todo el mundo, lo que lo lleva después hasta el fanatismo hitlerista. De ahí que el nacionalismo alemán en el siglo XX, confundido por sus propios líderes con el racismo de inspiración judaica del “pueblo escogido” y penetrado por la mística panteísta germánica y por la filosofía inmanentista, será el objeto de la severa condenación por parte del Papa Pío XI, en su encíclica Mit Brennender Sorge.
Veamos ahora las causas de esta judaización del protestantismo.
Parece que la causa principal y más importante es la lectura sin criterio de la Biblia.
La aparición del protestantismo coincide con la época del humanismo y del entusiasmo por la antigua cultura griega y latina. En la clase culta se difunde la costumbre de leer las obras clásicas en originales, es decir, en griego y en latín, y este entusiasmo se extiende también a la lectura de la Biblia. Pero los protestantes se dedican a la lectura de la Biblia mucho más que los católicos por una razón muy especial, pues al rechazar la autoridad del Papa en los asuntos de fe, tenían que buscar otra autoridad, y la encontraron en la Biblia. La Biblia, una vez tomada por los protestantes no solamente como la única fuente de la Revelación –pues rechazaron la Tradición (9)-, sino también la única autoridad en materia de fe, llega a ser un libro absolutamente indispensable, y su lectura y estudio se hace, para los protestantes, imprescindible. Además, rechazando el sacerdocio y aplicando el principio de que cada cual es su propia autoridad en materia de religión, recurriendo sólo a su propia razón, hicieron de la lectura de la Biblia una necesidad diaria. Cada protestante se sentía obligado a buscar personalmente en los versículos de la Biblia las directrices concretas para su conducta y para la orientación de su conciencia. Mientras los católicos, en casos de duda, seguían recurriendo al consejo de sus sacerdotes u obispos, los protestantes podrían recurrir sólo a la lectura de la Biblia. Esta lectura es facilitada por el hecho de que en la misma época viene el invento de la imprenta y el primer libro que se imprime es precisamente la Biblia. Por otra parte, el protestantismo es el primero que insiste en la introducción de los idiomas vernáculos en el culto, especialmente en la lectura de la Biblia.
Aparecen muchas traducciones de las Escrituras Santas, y antes de que se imprima toda la Biblia en alemán, salen algunas de sus partes, como el Salterio, etc. También la necesidad de leer personalmente la Biblia urge a muchos a aprender el arte de leer. El protestantismo introduce poco a poco la costumbre de la lectura familiar de la Biblia, de manera que, en poco tiempo, esta lectura entre los protestantes se generaliza. Una vez introducida esta costumbre, deviene una práctica, si no diaria, al menos dominical, y el hombre protestante, desde su más tierna niñez, queda bajo la influencia de estas lecturas. Hay que tener presente, también que, en estos tiempos, la Biblia es prácticamente el único libro difundido y la suya es la única lectura; de ahí su extraordinaria influencia sobre la mentalidad del hombre protestante, pues los otros libros son escasos y raras veces leídos, mientras que la Biblia se encuentra después de algún tiempo en casi cada hogar y es permanentemente leída.
Esta influencia delas lecturas bíblicas aumenta también por otras razones, como, por ejemplo, por el respeto por el cual se la lee y se la escucha como “la palabra de Dios”, como un libro sagrado, que contiene la Revelación. Bajo esta influencia, los protestantes empiezan a rezar con el lenguaje bíblico, a pensar con las categorías bíblicas, a meditar los acontecimientos narrados por sus libros sagrados e impresionarse con las historias de sus personajes. Durante varios siglos esta lectura, estas meditaciones y estos ejemplos de los protagonistas de los acontecimientos bíblicos son, para los protestantes, casi los únicos conocidos y vividos.
El hombre de hoy, quien durante toda su vida tal vez ni siquiera una vez ha leído toda la Biblia, no está capacitado para imaginarse esta extraordinaria influencia sobre el hombre protestante de los siglos XVI, XVII, XVIII y hasta la mitad del siglo XIX. Pero los que leen los escritos, memorias, discursos, etc. de los protestantes de estos siglos quedan asombrados que el lenguaje, las expresiones, el estilo y a veces hasta las frases –sin hablar de las ideas- son bíblicos. Incluso los discursos políticos de esta época son casi idénticos a los sermones y homilías (10).
La Biblia es un libro extraordinariamente sugestivo, pues contiene no solamente algunos preceptos, recomendaciones y reglas de la vida (como por ejemplo el Corán), sino también la detallada descripción de la vida de las personas y de los pueblos a los cuales estas prescripciones están dadas. Algunas partes de la Biblia son de carácter épico incluso de un género literario muy parecido al de las novelas, escritas con excepcional talento literario y extraordinaria belleza, y por eso hablan no solamente a la razón, sino también a la imaginación del lector. Cada lector de la Biblia encuentra en ella personajes a los que se asemeja en distintas ocasiones y situaciones de la vida individual, social y nacional. Tal vez no existe ningún problema humano que no esté en alguna forma tratado por la Biblia; de ahí que los griegos antiguos la llamaron “biblión”, es decir, el libro por excelencia. Casi cada lector de la Biblia encuentra en ella un ejemplo concreto de comportamiento en una situación dada, pero… este ejemplo no siempre es edificante, pues la Biblia contiene no solamente la Revelación, sino también las descripciones de la vida diaria de la gente a la cual este Revelación es dada. Los pueblos bíblicos no siempre se comportaban según las reglas de la moral revelada, no siempre en su vida respetaban los diez Mandamientos y otras prescripciones de Dios; al contrario, muy a menudo llevan una vida completamente opuesta a lo exigido por la Revelación, pues viven no según el mosaísmo (la religión revelada), sino según el judaísmo, es decir según sus religiones paganas.
No todo lector de la Biblia es capaz de entender estas diferencias, de ahí que algunos lectores tomen las descripciones de la vida inmoral de la gente de los relatos bíblicos como modelo, o al menos, como algo autorizado o sugerido por la Biblia. Para una persona de poca cultura y sin previos estudios bíblicos, no es fácil discernir en los relatos bíblicos lo revelado y recomendado de lo no revelado pero realmente vivido, entre el ideal bíblico  y la vida diaria de los pueblos bíblicos, y por eso la influencia de estas lecturas no siempre es positiva, edificante y moralizante. Más todavía si se toma en cuenta que la Biblia es un libro muy voluminoso; a muchos lectores falta tiempo para llegar a la lectura del Nuevo Testamento y sólo alcanzan a leer el Antiguo.  Por otra parte, también los que llegan a leer toda la Biblia quedan más impresionados por la lectura del A.T. que por la lectura del Nuevo, por la sencilla razón de que la primera dura mucho más tiempo, pues el Nuevo Testamento ni siquiera ocupa la quinta parte del espacio. Además hay que recordar que muchas ediciones de la Biblia ni siquiera incluyen el Nuevo Testamento, siendo ediciones judías, pero muy divulgadas entre los cristianos. Es lógico que los judíos publiquen la Biblia sin el Nuevo Testamento, pues no lo consideran como parte “canónica”, pero estas ediciones del Nuevo testamento están especialmente difundidas entre los cristianos por las distintas sectas protestantes.
La moral del Nuevo Testamento es muy distinta de la del Antiguo, no solamente porque es más exigente, sino ante todo porque es universal, es decir que se extiende por igual a las relaciones entre todos los seres humanos.  Según la enseñanza de Cristo, expresada en la parábola sobre el buen Samaritano, para el cristiano el prójimo es cada persona, cada hombre y no solamente el correligionario, como lo entendían los judíos. Algunos lectores de la Biblia podrían sentirse dispensados de las severas exigencias morales del Nuevo Testamento por los ejemplos de vida presentados por el Antiguo, más todavía cuando el Antiguo se ponía en primer lugar. El hombre que lleva una vida muy alejada de las exigencias morales del Nuevo Testamento encuentra en el Antiguo la justificación de su conducta. Prácticamente, cuando se habla de la influencia de la Biblia, se piensa en el A.T.
La Iglesia acogió el A.T. como una parte integral de las Escrituras Santas, pues en él se encuentra una importante parte de la Revelación y, además, el A.T. introduce al Nuevo, facilitando su entendimiento. Pero la Iglesia siempre se hadado cuenta de la inconveniencia de la lectura del A.T. por las personas sin adecuada preparación y también siempre ha exigido que las ediciones de la Biblia tengan la debida autorización eclesiástica, tanto para que el lector tenga la seguridad de que los textos sagrados son auténticos, completos y no deformados por las traducciones, como también para que estén acompañados de  los adecuados comentarios y explicaciones, sin los cuales podrían presentarse malentendidos. La Iglesia siempre ha estado principalmente preocupada por la difusión del Nuevo Testamento, mientras que el Antiguo prácticamente quedaba reservado a la lectura del clero y de los estudiosos.  De ahí que entre los católicos no se produjera el fenómeno de la tan extraordinaria influencia del A.T., como entre los protestantes. Incluso, cuando se extiende la costumbre protestante de la lectura de la Biblia, la Iglesia recuerda a los fieles que los cristianos deben vivir  según la moral del Nuevo Testamento y no según la del Antiguo, .lo que expresa con claridad el Concilio de Trento: praecepta Veteri Testamenti sunt mortua et mortífera, lo que quiere decir que ya no obligan y que a los que quisieran observarlos podrían ser dañinos.  Sin embargo, la Iglesia nunca puede permitir que se tilde al A.T. con el nombre de  “libro judío”, pues él contiene una parte de la Revelación. (11).
Se puede suponer que en los primeros siglos la influencia del A.T. era casi nula. Pues, probablemente sólo se leía en las Sinagogas, durante los primeros decenios, cuando el cristianismo  se propagaba casi exclusivamente entre los judíos dispersos en el Imperio romano. Pero a medida que el cristianismo toma el carácter de una religión universal y se extiende a todos los pueblos, son las Cartas de los Apóstoles las que son leídas y comentadas con fervor, y en seguida, los Evangelios. La lectura del A.T. tal vez reaparece en las comunidades cristianas sólo cuando viene del oriente el movimiento monástico, lo que ocurre al final del siglo IV. Sólo los conventos y lo monasterios podían permitirse el lujo de los larguísimos textos del A.T. y de tener la gente dedicada a estudiarlos, y esta situación se prolonga prácticamente hasta el final del siglo XV, cuando se empieza a imprimir la Biblia. Esto explica el porqué de la nula influencia del A.T. entre los católicos. Mientras que los protestantes, tomando la Bibli  como la  única fuente de la Revelación y la única autoridad en materia de fe, quedan bajo la profunda influencia del A.T., influencia no tanto mosaizante como judaizante.

Otra causa dela judaización del protestantismo es el hecho de que los primeros “estudiosos de las Escrituras Santas” son los judíos o los protestantes de origen judío. Hay una analogía entre el proceso de la paganización del cristianismo en la época del Renacimiento y del proceso de su judaización en la época de la aparición del protestantismo. Si, como ya lo hemos visto, la vuelta al estudio de los clásicos de la literatura resulta ser uno de los factores de la vuelta del antiguo paganismo greco-romano, la asidua lectura del A.T., introducida por el protestantismo provoca la judaización del cristianismo protestante. Ahora bien, así como los emigrantes de Bizancio, ya muy paganizados, muy a menudo son los maestros de los que desean estudiar las antiguas obras de la literatura clásica griega, del mismo modo los emigrantes de España, es decir los judíos sefardíes, expulsados en este tiempo de España por los Reyes Católicos, Fernando e Isabel (1468-1516), y que son recibidos con entusiasmo en Alemania son los maestros de los que quieren dedicarse a los estudios del A.T. en hebreo. Y así como a los emigrantes griegos de Bizancio se ofrecen las cátedras en las Universidades del idioma griego y de la literatura clásica griega, a los emigrantes judíos de España se ofrecen las cátedras del idioma hebreo y de la exégesis del A.T. Pues los protestantes querían estudiar la Biblia, especialmente el A.T., pero les faltaban los especialistas en esta materia, pues la Iglesia, desde hacía muchos siglos, se servía de la traducción latina, llamada Vulgata, atribuida principalmente a San Jerónimo. Los protestantes alemanes odiaban el latín, como todo lo romano, mediterráneo, italiano; querían estudiar el A.T. en sus originales, en arameo y en hebreo. Casi los únicos especialistas en estos idiomas, en esta época, eran los judíos; por eso se recurre a ellos, se les ofrece las cátedras en las universidades. Los marranos y los judíos son los primeros maestros de los protestantes. Ellos les enseñan no solamente el idioma bíblico, sino también les interpretan la Biblia y los inician en los estudios bíblicos judíos: en la crítica del texto, de su originalidad, de su procedencia, autoría etc. Siendo los marranos y los judíos los maestros de los primeros líderes del protestantismo, tenían una extraordinaria influencia sobre la formación “teológica” de ellos. Huelga decir que estos maestros no siguen la enseñanza mosaica, sino la judaica; de ahí que sean uno de los factores de la judaización del protestantismo.
La influencia de los marranos y judíos sobre los protestantes tenía que ser mucho más importante que la de los maestros griegos-bizantinos sobre sus alumnos, pues aquí entra en juego el problema de la extraordinaria diferencia entre el idioma griego y el hebreo (o arameo). El idioma griego expresa la mentalidad y la cultura griega: la clara y desinteresada búsqueda de la verdad, abierta para todos. Otro es el caso del idioma hebreo, el que también refleja la mentalidad y carácter de la cultura hebrea: la iniciación en lo misterios sólo reservados para algunos privilegiados. En efecto, el idioma hebreo (o el arameo) es un idioma de los iniciados, es misterioso. Teniendo sólo las consonantes, no expresa el pensamiento plena y claramente, sino parcial y simbólicamente; supone y exige una iniciación. Casi cada palabra de este idioma puede ser leída de distintas maneras; según las vocales que se le agrega, en cada caso puede expresar otra idea, otro pensamiento y tener otro sentido. Cuáles vocales es preciso agregar y cómo leerlas sólo se puede saber por iniciación, lo que supone una ciencia esotérica misteriosa, reservada sólo para los iniciados y transmitida por  la Tradición. De ahí la autoridad de los “estudiosos de las Escrituras Santas”, como personas que conocen no solamente el idioma hebreo (o el arameo), sino que también saben leer la Biblia, escrita en este idioma.
Las monografías sobre la historia de las Universidades europeas de los siglos XVI y XVII proporcionan muy interesante material informativo sobre la presencia en ellas de emigrantes de España, marranos y judíos (12).
La judaización del protestantismo es también efecto de la presencia de una cantidad muy importante de judíos en las comunidades protestantes convertidos al protestantismo. Es un hecho muy destacable que, precisamente al mismo tiempo que aparece el protestantismo, muchos judíos se convierten al cristianismo protestante, engordando sus filas. El carácter masivo de estas conversiones justifica las dudas sobre la sinceridad de ellas y la sospecha de que no se trata de pura coincidencia. Es curioso que estas “conversiones” masivas ocurren precisamente pocos años antes de la rebelión de Lutero e inmediatamente después de ella (13). Estos judíos, recién convertidos, entrando en masa en la Iglesia, introducen en ella sus costumbres, sus tradiciones, su mentalidad.  Esta gran masa de conversos no podía ser inmediatamente asimilada por el ambiente cristiano, y más aún si se tiene en cuenta la profunda crisis por la cual pasa la Iglesia en esta época, a raíz del Renacimiento. De esta masa de neófitos salen los principales líderes del protestantismo, especialmente en el campo de la teología y de la exégesis de la Biblia. Por esta razón se puede sospechar que el mismo protestantismo, como reforma y como rebelión contra Roma, es, hasta cierto punto, una manifestación del afán de adaptación del cristianismo al judaísmo que espontáneamente sale de las filas de los neófitos, pues ellos constituyen, en esta época, dentro de la Iglesia, un elemento culturalmente muy distinto. Desde este punto de vista se puede considerar el protestantismo, un judaísmo no completamente “digerido” por el cristianismo.
Que el protestantismo, hasta cierto punto es un cristianismo judaizado se confirma por el hecho innegable de que son al protestantismo, desde su aparición, casi todas las conversiones de judíos, especialmente las masivas, lo que es muy comprensible, pues la vida de un judío que se convierta al protestantismo poco cambia. Prácticamente, entrando en la comunidad protestante, un converso se encuentra entre los suyos y, al mismo tiempo, sale del “ghetto” y entra en la sociedad cristiana, sacando todas las ventajas de este hecho. Por otra parte, es bien conocida la simpatía que las sectas protestantes gozan entre los judíos.
Estas conversiones de los judíos que abrazaron el protestantismo en distintas ocasiones también explican el porqué del relativamente pequeño porcentaje de judíos en las sociedades protestantes, pues en las estadísticas ellos figuran como protestantes, mientras en realidad ellos siguen siendo judíos, conservando su cultura, su sentimiento nacional y, muy a menudo, también su fidelidad al judaísmo.
Esto explica también, al menos parcialmente el fenómeno de la judaización de la cultura de las sociedades protestantes.  En las sociedades católicas, a pesar de su gran cantidad numérica, los judíos tienen muy poca influencia sobre la cultura y las costumbres, pues presionan sólo desde fuera mientras que en las sociedades protestantes esta presión se efectúa dentro de la misma sociedad. En las sociedades protestantes, los judíos constituyen un elemento integrado, asimilado, esencial, característico. El cristianismo protestante es judaizado no solamente por la asimilación de las ideas judías, sino también por la asimilación de los elementos biológicos judíos, de la raza judía.
Completamente distinto es el problema de la permanente presencia dentro del cristianismo de los así llamados ”judaizantes” (término latino). Este movimiento se manifiesta dentro de la Iglesia desde los primeros días de la existencia del cristianismo, lo que consta en varias Cartas de los Apóstoles y en los Hechos de los Apóstoles. Los ”judaizantes” son auténticos cristianos, en la mayoría de los casos de origen judío, que consideran la previa conversión de un pagano al mosaísmo como condición indispensable para su posterior al cristianismo. Según ellos un pagano puede entrar en la Iglesia sólo pasando por la sinagoga. Prácticamente exigían, antes del bautismo, la circuncisión. Esta actitud, muchísimas veces condenada por los mismos Apóstoles, especialmente por San Pablo, reaparece a lo largo de la historia de la Iglesia, pero ya no como exigencia del previo paso por el mosaísmo, sino por el judaísmo. Más todavía, desde los tiempos del protestantismo, los “judaizantes” presentan sus exigencias en una nueva forma, a saber, que el cristianismo, según ellos, no es una religión nueva, fundada por Cristo, sino el pleno desarrollo de la antigua religión judía, la de Abraham y la de Moisés, que es la plenitud del judaísmo. Los “judaizantes”, siempre presentes en la Iglesia, dentro del protestantismo encontraron condiciones muy favorables para su actividad y manifiestan su actitud ante todo en la teología protestante.  Algunas sectas protestantes casi se identifican con los “judaizantes” y la práctica de la circuncisión la consideran como el signo externo de esta actitud. De ahí que pretendan imponer esta práctica incluso a los demás e incluso contra la voluntad de los padres, circuncidando en los hospitales a los niños recién nacidos sin el conocimiento de sus padres, lo que ocurre actualmente con frecuencia en los Estados Unidos e Inglaterra.
La judaización del protestantismo se debe también en algunos casos a la imprudente enseñanza de la religión cristiana. Me refiero aquí al caso de no hacer distinción entre la historia de la Revelación y la historia del pueblo judío. Es evidente que los que enseñan la religión cristiana tienen que tomar en cuenta la historia del pueblo al cual la Revelación está dada, pero la historia del pueblo judío no debería ser confundida o identificada con la historia de la Revelación. Desgraciadamente, no ocurre muy a menudo, y los niños, que reciben esta enseñanza tan confusa, careciendo todavía no solamente de la madurez intelectual, sino también de los indispensables conocimientos históricos, quedan, a veces para toda la vida, bajo la influencia de esta enseñanza, confundiendo para siempre la historia de la Revelación con la historia del pueblo judío, identificando lo uno con lo otro, los que les predispone a las futuras simpatías en favor de los “judaizantes”.  Más todavía, si eso ocurre no solamente por falta de prudencia por parte de los catequistas, sino también por la actitud consciente de ellos, cuando los mismos, siendo de origen judío o de tendencias de los “judaizantes”, lo hacen a sabiendas y con el propósito de judaizar al máximo al cristianismo.
El pueblo alemán, adaptando en su vida un cristianismo protestante, es decir, judaizado, encontró en él lo que le gustaba, pues éste estimulaba una de las antiguas pasiones germánicas, talvez la peor de todas, la libido dominandi. Judaizándose, por el protestantismo, los alemanes encontraron la justificación de esta pasión, que les autorizaba, por motivos bíblicos, a sentirse predestinados a ser un nuevo “pueblo escogido” para dominar al mundo y gobernar a todos los demás.
En el protestantismo hay no solamente la primacía del A.T. sobre el Nuevo, sino también la primacía de los judaico sobre lo cristiano. Tal vez esto podría explicar el odio del protestantismo contra Roma, contra la Roma aeterna, pues solamente lo judíos tienen razones para odiarla; para odiar a la Roma antigua, la del Imperio romano, que destruyó el Estado judío y el Templo, condenando a este pueblo a vivir en la diáspora, y a la Roma cristiana, la de los Papas, como un doloroso testimonio de la Verdad y un permanente reproche para la conciencia judía por el crimen del Deicidio.+

NOTAS:
(1)   Véase, al respecto, los Sermones de Lutero;  Maritain, en Tres Reformadores, cita muchos ejemplos.
(2)   El judaísmo confunde la norma moral con la norma jurídica e incluso llega, en el Talmud, a identificarlas, de ahí viene el minucioso formalismo ético y la casuística.
(3)   El puritaniamo es un fenómeno muy complicado y, fuera del protestantismo, tiene también otras raíces. Véase Barcker, The National Character.
(4)   Karl Marx, nacido de una familia rabínica, en su ensayo Zur judenfrage escribe un texto en alemás que no transcribo. Pg. 57.
(5)   Las obras que destaca la influencia del protestantismo sobre el nacimiento del capitalismo moderno son muiy abundantes: empiezan con MaxWebwe, y Werner Sombart, Ernst Troeltsch, Georges O`Brien y P. Bernard.
(6)   Véase al respecto, la obra de Wells, The fate of homo Sapiens. Recordemos que Wells pertenecía a Godless Society. El autor destaca también la judaización de Inglaterra por la lectura de la Biblia.
(7)   Los judíos vivían en la Diáspora ya antes, pero la Diáspora anterior a la destrucción del Templo y de Jerusalén era voluntaria, mientras que la siguiente ya tenía en los ojos de los judíos el carácter de un destino impuesto por Dios a través de los acontecimientos políticos.
(8)   Véase G. Scholem, Le messianisme juif, 139-217.
(9)   Actualmente algunos teólogos protestantes aceptan la Tradición, (pero concebida de una manera distinta  de los católicos), pues los estudios bíblicos les demostraron que una parte de la Biblia es la descripción de la Tradición prebíblica.
(10)                       Véase, por ejemplo, Carlyle, Cromwell´s Letters and Speeches.
(11)                       Véase Cardenal Faulhaber
(12)                       Véase K. Eschweller
(13)                       Véase Thataud, Historia de los judíos.

+ Crítica nacionalista del Blog: me permito, y pido disculpas, por pretender aclarar unos conceptos de tan excelente artículo, que me parecen algo confusos.  Pues me resultó sorprendente que el Padre Poradowski apele a un inglés - Wells-, cuando trata las tropelías del imperialismo inglés; y también la lenidad cuando debería describir la pérfida y terrible política imperialista inglesa por medio de la masonería; de ninguna manera fútil; y la actual más demoledora y prepotente aún del imperialismo judeo-calvinista yanqui.
Además, parecería decir que la predestinación bíblica judía de los pueblos para dominar el mundo, arraigó más en la Alemania nacionalista; pero el “cuco” ya murió, es historia, y mencionarlo confunde; y es como relegar al verdadero y único peligro: el imperialismo anglo-yanqui. Parecería una visión política que se entrevera con la histórica.
El peligro globalizador del imperialismo no es el germano, es netamente el anglo-yanqui, único vivo, donde ejerce su predominio el judeo-calvinismo.  Porque el imperialismo está fundado en la alianza judeo-calvinista y no en fábulas de la mitología germana. Debe recordarse que, históricamente, la convivencia entre Cromwell y los judíos holandeses, además que fue atada con intereses comunes financieros y usurarios, base y origen del imperialismo judaizante, fue, desde ese entonces, una coexistencia entrañable, cultural, política y religiosa. 
También, evidentemente, el Padre Poradowski relega o desconoce la trágica historia argentina, cuando en pocos años los latrocinios ingleses, con el cómplice Régimen demo-liberal, nos devastaron. Esto quizá se explica considerando que el Padre Poradowski era polaco, nacionalizado chileno.
 “Regalan Biblias y se roban el petróleo” como advertía el padre Castellani, ¡y la dignidad nacional


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