lunes, 1 de septiembre de 2014

Segunda parte


COMIENZA EL PASEO TURÍSTICO.

La pintoresca  historia de sus viajes por el mundo comienza cuando, llegado a Chile, ante el asombro de sus panegiristas, quienes  “lo consideran un liberal neto y nato, desoye a los liberales y se acopla a los conservadores, los oligarcas, los discípulos del dictador Diego Portales”. Opta maquiavélicamente por el partido que tenía asegurado el Poder político, para ratear alguna prebenda, bajo el patrocinio de Manuel Montt ¡y vaya que las consiguió! Desde su reducto chileno comenzará a repartir coses a diestra y siniestra, contra argentinos y chilenos, hasta quedar desahuciado y sin amigos, por petulante y agresivo. La aversión era general contra los argentinos exilados (unitarios), y  principalmente contra él. “Como se comprenderá, la franqueza grotesca, la jactancia de superioridad, el dogmatismo y el desdén, no son cosas que engendren simpatía” (Manuel Gálvez, Historia de Sarmiento’). No obstante, cuando en 1835, formando parte de la ‘Comisión Argentina’, integrada por unitarios, Sarmiento dio muestra de su filo-chilenismo exacerbado, proponiéndole a Portales que Chile se adueñe de las provincias argentinas de San Juan y Mendoza (‘Los unitarios y el capitalismo extranjero’ Juan P. Oliver, Rev. Del Inst. Juan Manuel de Rosas, XII, 1940). Esta actitud canallesca ni siquiera entre los chilenos de su calaña moral tuvo acogida; aunque es de notar que posteriormente repudió también a Chile, cuando ya no tenía nada para exprimirle, anhelando ser europeo (146).

“Así nace la idea de su viaje, Mont, que desea salvarlo y favorecerlo –continúa Gálvez- , aunque también quiere librar a Chile y al gobierno de un hombre harto comprometedor, le comisiona para estudiar el desenvolvimiento  de la instrucción primaria en las grandes naciones de Europa y en los Estados Unidos, y le hace dar dinero para el pasaje y para algunos meses de permanencia en el extranjero”; ¡pero el dinero le alcanza sorprendentemente para más de dos años! Y tanto dinero manejó que estando en Canadá se avergüenza (443): “al tomar pasaje en San Lorenzo abajo, vínome el remordimiento de aquella prodigalidad de dinero con que iba haciendo mis viajes, cual si fuera un príncipe ruso” ¿Quién le suministró tanto dinero? ¿La masonería que abre puertas y bolsas? Él sólo menciona que el chileno Arcos le prestó en Filadelfia “treinta o cuarenta dólares para gastos de la excursión” (451). Sabiendo el origen de sus fondos podríamos conocer muchos aspectos políticos de sus ‘Viajes’ y de sus actividades secretas. Al fin, con un buen fajo de billetes, anticipando los que realizarían años después los estancieros de la oligarquía y los diplomáticos del Régimen, comenzó su viaje con el velado propósito de consagrarse con su  ‘Facundo’; con unción religiosa, acobardado de descubrir su verdadera personalidad pueblerina.

La narración de sus ‘Viajes’ no tiene valor histórico pues exhibe tantas inexactitudes y embustes como arenas del mar; pero como recuerdos escritos espontáneamente, sirven para mejor comprender su conflictiva personalidad. “Estas cartas (sigue Gálvez, 246) constituyen lo mejor de su obra literaria… El libro desborda de colorido, de inspiración, de gracia, de fuerza vital. Es humano, divertidísimo, ágil… Dos objeciones graves pueden hacerse a este libro. La primera: los defectos idiomáticos, que por momentos le tornan insoportable al lector que conoce nuestra lengua… El otro defecto achacable a los Viajes es la superficialidad. Sarmiento ve lo exterior, el colorido, las cosas, las escenas y, por excepción, el paisaje. Pero jamás penetra en lo hondo, ni de los pueblos que visita, ni de las personas, ni de las instituciones, ni de las obras de arte”.  Sus narraciones entretenidas, sólo descriptivas, fueron principalmente las horas que vivió en la isla de Mar-afuera, la subida al Vesubio, en las carpas mahometanas, etc.

Pero cuando trata de profundizar, exponiendo sus puntos de vista se revela como un bárbaro absoluto (Castellani); con una visión del mundo no diría metafísica, y menos teológica, ni siquiera iluminada con sentido común, que tanto le escaseaba, obnubilado por su ideología progresista y su odio al catolicismo. Conjugó ‘Civilización y Barbarie’, creyó ser civilizado por las ‘luces’, pero fue un bárbaro por su falta de buen criterio.

Una vez abandonado Valparaíso, a fines de 1845,  narra sus aventuras correteando cabras salvajes por los cerros de  la isla de Mar-afuera. Y allí mismo comienzan sus extravagancias.  Observando los poquísimos pobladores de la isla, se le ocurrió uno de sus disparatadas ideas; “Como dije a Ud. al principio, aquejábamos la necesidad de hablar, la primera necesidad del hombre, i para cuyo desahogo y satisfacción se ha introducido el sistema parlamentario con dos cámaras i comisiones especiales, etc. etc.” (27) ¿Pueden ponerse  como ejemplo del hablar humano los Parlamentos, donde reina la demagogia partidista y la degradación de la palabra verdadera? Sólo de su mundo imaginario e irreal   pudo habérsele  ocurrido  la ridícula idea de idealizar las sesiones parlamentarias. Luego, ya en Washington, al contemplar embelesado el Capitolio, en una pobre metáfora, obsesionado con Franklin,   idealiza la electricidad como la gloria de la inteligencia humana (457): “desde cuyo recinto sale la luz de la inteligencia, iluminando toda la nación…[y que será coronado] por una luz eléctrica que debía iluminar la ciudad i acaso el distrito de Columbia entero”. Por supuesto, aprovecha para burlarse de los edificios parlamentarios sudamericanos: “Acordábamos con Astaburuaga, quien me servía de cicerone en el examen del edificio, de aquella camarilla de diputados que habíamos dejado en Chile. En la que los representantes están ensacados en unas especien de vainas laterales, o si se pudiese   llevar la comparación a terreno irrespetuoso, cual bostitas de cordero en una tripa.”. Comparar a los parlamentarios con bosta no deja de ser gracioso, irrespetuoso pero verdadero,  porque  los que están metidos en la tripa son generalmente incompetentes y corruptos;  aunque él no lo escribió con este significado. Aunque hubiera deseado se4r parlamentario chileno aún a costa de estar metido en la tripa.

Continuando la navegación, dejando atrás las Malvinas, indiferente, sin prestarle atención, llega al Rió de la Plata en enero 1846. El capitán de la ‘Enriqueta’, para divertirse a costa suya, seguramente conociendo su falta de buen humor, se burló diciéndole que las aguas del Río de la Plata tenían el color sanguinolento por los degollados en Buenos Aires, lo que bastó para hacerle explotar su bronca de renegado: “permanecí truste, pensativo, humillado por la que fue mi patria, como se avergüenza el hijo del baldón de sus padres” (29).

EN  MONTEVIDEO  ¡URUGUAYO!

La ‘Enriqueta ancló, luego de 48 días navegando, en Montevideo, sin tocar Buenos Aires, por supuesto, para estar lejos del ‘Tirano’, por lo que pudiera pasar, pues su conciencia estaba intranquila y su valor menguado. “Oh, Montevideo! Yo te saludo, reina rejeneradora del Plata! […] Proscripto de mi raza, un dia vendrá a buscar debajo de tus muros, las condiciones completas  del hombre que las tradiciones españolas me niegan por todas partes” (41)… comenzando con su repudio a la magnífica obra de España en América. Luego, no más llegando se lamenta el ‘maestro inmortal’: “las inauditas i osadas empresas de Garibaldi no han podido nada contra el viejo tirano de esta agua, Brown…” (31). Sarmiento, fiel a su vil antipatriotismo,   aprobó las acciones terroristas de Garibaldi, cometidas  con el apoyo de las escuadras franco-inglesa y de los unitarios residentes en Montevideo,  contra las poblaciones del Litoral en las costas del Paraná, violatorias de  la soberanía nacional.  Además del infamante palo al héroe naval  fueron  palabras  suficientes    para que sus ‘hermanos’ masones las asuman como un dogma,   erigiendo en la plaza Italia de Buenos Aires, un oprobioso monumento al pirata Garibaldi.

Por si quedasen dudas de su falta de lealtad patria,    escribió: “el enemigo que cercaba a Montevideo, lo era mío también”…  (33), ese enemigo eran argentinos ¡federales  que luchaban contra los imperialistas! Además de chileno en Chile, en Montevideo se consideraba uruguayo, como luego ansiaría ser francés, y yanqui ¿Semejante desarraigado puede ser el maestro por antonomasia de los argentinos?…  Y continúa sus memorias gruñendo: “Cuando se ha dicho que los extranjeros  sostenían el asedio de Montevideo decían la verdad, cuando han negado a estos extranjeros el derecho de derramar  su sangre en Montevideo, como en su patria, por sostener sus intereses, sus preocupaciones de espíritu  i su partido, se ha pretendido una de las maldades más flagrantes, aunque tengan el apoyo de  la conciencia de todos los americanos” (34).  ¡Pero basta de engañarse y engañar, si es sabido que todos los americanos de ley estaban con el Restaurador! ¡Qué riqueza de contradicciones en un solo párrafo!  ¿Los extranjeros ocuparon política y militarmente la Banda oriental como si fuese su patria?  Pero si también es sabido que esos extranjeros querían mantener el asedio anglo-francés a toda costa, pues ganaban fortunas vendiendo abastos a los buques imperialistas, contra los verdaderos intereses uruguayos ¡Por algo estos reclamaban a Oribe! ¡Y cual sería su bronca al enterarse, estando en Montevideo, que 600 españoles de la ‘Gran guardia’ se habían pasado a Oribe, desertando en masa! (56).

Luego de enumerar extasiado las artes y manualidades que llevaron a Montevideo los europeos, “razas viriles y nuevas”, donde ya habitaban en mayor número que los nativos, pontifica que es un ejemplo para América: “Pero en 1842, hai un punto final puesto al progreso, a la europeificación de Montevideo; los aborígenes se aproximan a las puertas de la ciudad con sus cañones y sus lanzas”.  ¡O sea que condena la llegada de los aborígenes –léase uruguayos- a su propia Patria! Pues los extranjeros  “gozan de los derechos de ciudadanía por la fuerza del número, de la propiedad, de las tradiciones de orden, i  por la industria” (41). Y enloda a los patriotas: “Holgazanes criollos… [se entretienen] en derramar sangre… el montevideano criollo, es aquel que canta aun en las pulperías, i lo enrolan para matarlo en el campamento de Oribe… es este el tipo colonial que se revuelca en el fango, i se descompone  en los puntos remotos, donde el comercio europeo no viene a inyectarle nueva vida” (38). Luego compara a Buenos Aires con la España bárbara e inquisidora, y a Montevideo con la Norteamérica cosmopolita” y progresista (39) con la llegada de  “las escuadras protectoras del comercio, o sea la Inglaterra, la Francia o el Brasil quienes la envíen” ¡Siempre repitiendo el mismo cuento!

Y comenta esperanzado pensando que cuando los emigrados unitarios vuelvan a Montevideo será el apogeo de la actividad comercial, con la fortaleza, la ciudadela y la muralla transformadas “en almacenes de mercaderías”.       ¡Convencido que  el comercio de los imperialistas arreglará todos los desbarajustes políticos! […] “que cambio, Dios mío…  en lugar de aquella matriz que reunía a los antiguos fieles, encuentra en el punto que lo dejó un cubo de fortificaciones, un templo cuyas enormes columnas de gusto griego, i sus decoraciones interiores, están revelando que otro culto y otras creencias han tomado posesión del suelo. En el frontón leerá en dos tablas los preceptos del decálogo,  i para chocar su creencia católica, aquel que dice; ‘tu no harás imagen alguna  tallada, ni a semejanza de las cosas que están allá arriba en el cielo, ni aquí abajo sobre la tierra, ni en las aguas más debajo de la tierra” (39).  Soñaba con la exacta descripción de un templo masónico o una sinagoga sustituyendo a la Iglesia fundada por Dios.

UN PAPELÓN  EN  RIO  DE  JANEIRO

Mientras pasea por Río de Janeiro lo deslumbra su belleza natural; y le impacta la corrupción moral de las familias debida a la promiscuidad entre esclavos negros y  amos portugueses;  “la esclavatura se me presenta en toda su deformidad… (68) la raza negra queda hoy tan solo esclavizada por los últimos en la escala de los pueblos civilizados, los portugueses i los españoles”.  Y seguidamente afirma arbitrariamente que la industria y el Progreso acabarán con la esclavitud.  “Pero cuando el hombre se ha encontrado en posesión de matemáticas, ha dejado de esplotar hombres, i sostituído a la fuerza de los caballos mismos, la del vapor… Hai esclavos donde no hai poderes dinámicos…”  Dos observaciones: ¿estaba enterado que sus admirados países ‘progresistas’, Inglaterra, USA y Holanda eran negreros? ¿y  que el imperialismo ‘progresista’ sólo cambió la manera de esclavizar hombres, sean blancos o negros? Además agrega  un absurdo comentario racista, al descubrir que las ansias de ennoblecerse  del mulato se debían a que al ensancharse su frente (no aclara de donde sacó tal teoría)  tenía  “un nuevo i más idóneo cerebro”.

Cierto día Hamilton,  “Encargado de Negocios de la Inglaterra,  lo invitó a comer en su residencia, rodeado de personajes importantes, entre los cuales el pardejón Rivera; de quien dice, pese a estar a  disposición de los unitarios  contra Oribe: “¡No me canso de contemplar a este general Rivera! ¡Qué bruto tan fastidioso i tan insípido! ¡Qué saco de mentiras i de jactancias ridículas, qué nulidad!” (81). Durante la comida  su complejo de inferioridad lo lleva a insolentarse indirectamente con todos los presentes, principalmente con  el dueño de casa, cuando “reventé de risa” en la cara de Rivera; luego continúa tratando de justificarse : “ Yo he debido de quedar mui mal… sin poder disimular  nuestro pensamiento para no lastimar el amor propio ajeno… no han bastado a lo que creo, para ocultarle al buen general no diré mi desprecio porque no es esa la palabra, sino la risa que me daba verlo caudillo de pueblos” (82).¡Y en el colmo del ridículo sacó un pañuelo para ocultar su rostro mientras reía, sin darse cuenta que  así desnudaba su bochorno!  Como es de suponer, se burló porque sabía  que el general, más educado que él,  no iba a reaccionar en casa ajena, dándole el  bofetón que se merecía ante el agravio; quizás de contuvo sabiéndolo un desaforado, un pobre ambicioso acomplejado que desdeñaba al gaucho tratando de equipararse a los demás ‘ilustrados’ comensales. ¿Se hubiera animado  el ‘héroe’ de los hermanos tres puntos a ofenderlo en campo abierto?… ¡imposible imaginarlo!   Repetidas insolencias como ésta le valieron la cantidad de enemigos que cosechó en su vida

¡FRANCIA  A  LA  VISTA!

¡Por fin llega a Francia! ¡Y se mea de gusto y de temor! Sus gestiones y entrevistas en Francia demuestran hasta que punto de bajeza puede llegar alguien nacido en nuestra Patria. Aseguraba, plenamente convencido, que franceses e ingleses no venían a conquistarnos, sino a civilizarnos, desinteresadamente. Aunque seguramente no se  hubiera indignado que nos colonicen, eliminando criollos y poblando con europeos y yanquis.

Considera a los franceses gente superior al resto de los humanos, y como él también se cree superior, ergo se consideraba francés… o por considerarse francés se creía superior.  Sin embargo, frente a las costas europeas se achica vergonzosamente. “Ahora que me acerco a aquel foco desde donde parten para nosotros los movimientos del espíritu, siento no se qué timidez, mezclada de curiosidad, admiración y respeto, como aquel sentimiento relijioso e indefinido del niño que va a hacer su comunión primera. Siéntome, sin embargo, que no soi el huésped, ni el extranjero, sino el miembro de la familia que nacido en otros climas se acerca al hogar de sus antepasados” (90).

Durante la navegación se relaciona con un pasajero, M. Tandonnet y con el comandante Massin, ambos franceses, el “único grupo selecto”, ‘primoroso’, a la altura de su propia cultura, con los únicos con quienes podía platicar, dice con su modestia acostumbrada. En cierta ocasión oyendo que M. Tandonnet le explicaba a M. Massin la situación en el Plata elogiando al Restaurador, el ‘maestro ciruela’ de entrometido nomás los amonestó: “jamás he consentido entre personas inteligentes, cualquiera sea su rango i su posición, que en mi presencia se calumnie y se desfigure el verdadero carácter de la lucha… creo complicidad imperdonable el silencio” (92). Sin embargo cuando el comandante Massin le informó que tenía instrucciones de su gobierno para ocupar el estrecho de Magallanes, de ninguna manera abrió el piquito para protestar  por los agravios a la soberanía argentina; más bien, se complace que la ocupación la hayan concretado los chilenos, incitados por él.  Gruñía cuando  no convenía a su ideología ¡Perro que ladra no muerde… mientras menea la cola!

Porque M. Tandonnet era partidario de don Juan Manuel, habiéndose “formado una pobre idea de los enemigos de Rosas”, residentes en Montevideo (93). Más bien, cuando pasó a Buenos Aires, relacionándose con el  distinguido círculo social de Manuelita, que recibía y homenajeaba a los buenos extranjeros, todos los cuales la ponderaban, tuvo oportunidad de ser recibido por el Restaurador en su quinta, formándose una exacta y muy acertada imagen de su vida familiar, idílica pero humana. Cierto día, habiéndose extraviado mientras cabalgaba libremente por el campo, “Rosas, con la llaneza más grande lo invitó a pasar la noche… Esta escena campestre, tan inocente, tan contraria a las ideas que tenemos de un tirano, habían dejado en él profundas impresiones… Rosas era desde entonces un bon enfant, un paisanote sencillo y bonazo, gobernando sus estados como el buen rei Dagoberto que hacía él mismo su puchero, i daba audiencia a sus vasallos sentado a la sombra de una encina, tomando su mate o comiendo pan y queso” (94).

INDIGNA  ACTITUD  LLEGANDO  A  FRANCIA.

Indigna por lo servil y risible. Ya va llegando a Francia, a bordo de la ‘Rose’ a solo dos días de sus costas ¡Y de verla nomás metió el rabo entre la cola, el muy cagón! Esperaba quizás que lo homenajeara una banda de música tocando la Marsellesa y a Luis Felipe tendiéndole la mano como bienvenida. Pero nada, nada de nada; seguramente lagrimeó de emoción, porque sentía llegar a su  nueva patria  adoptiva, la segunda en su carrera maquiavélica, donde se rebajó a limosnear como cualquier inmigrante. Entonces suceden unos altercados entre los pasajeros, que no vienen a cuento, pero le dan pié para desembuchar su maniático resentimiento: “ya que no tengo la gloria de ser brasilero… He aquí para lo que sirve la nacionalidad americana; escudo de maldades siempre, máscara de la nulidad y de la impotencia… América del Sur! Española i Portuguesa, lo mismo de siempre!”

franklin, masón y calvinistaCasi inmediatamente pasa a un estado eufórico (101): “Las costas de Francia se diseñaron al fin en el lejano horizonte. Saludábanlas todos con alborozo, las saludaba también yo, sintiéndome apocado y medroso con la idea de presentarme luego en el seno de la sociedad europea, falto de tacto y de maneras, cuidadoso de no dejar traslucir la gaucherie del provinciano, que tantas bromas alimenta en París. Saltábame el corazón al acercarnos a tierra, i mis manos recorrían sin meditación los botones del vestido, estirando el fraque, palpando el nudo de la corbata, enderezando los cuellos de la camisa, como cuando el enamorado novel va a presentarse ante las damas”… y luego: “Con toda la novedad del viajero novel teníame yo apartado, a fin de ocultar a la vista de los otros las emociones de novedad infantil que experimentaba”… (102).
            
Admitamos que llegando a Europa uno pueda quedar apocado y medroso, como un niño ¡Pero no achicado al extremo de querer disimular su identidad! ¡No avergonzado de sus orígenes! ¡Con ese menguado ánimo nada iba a obtener de los colosos! En momentos históricos durante los cuales, gracias a la política nacionalista de don Juan Manuel, un argentino podía mirar cara acara, de igual a igual, sin avergonzarse, a cualquier francés o inglés;  esta dignidad nunca,  luego de Rosas la volveríamos a disfrutar. Sarmiento fue el auténtico representante de una diplomacia entreguista, propia de la que sería una colonia inglesa luego de Caseros.

Comentando la indiscreción de ciertos criados que lo molestaban, dando muestra nuevamente de su inestabilidad emocional, reniega y pasa del alborozo a los reproches: “Eh! La Europa! Triste mezcla de grandeza i de  abyección, de saber i de embrutecimiento a la vez, sublime y sucio receptáculo de todo lo que al hombre eleva o lo tiene degradado, reyes i lacayos, monumentos i lazaretos, opulencia i vida salvaje!” (101).

 “Los pobres diablos de Montevideo – hablo del riverismo uruguayo y de los argentinos redentores [unitarios]… se creían parte del gran sistema diplomático europeo sólo porque se le dirigían tales o cuales elogios interesados o por caridad en la tribuna parlamentaria de París o en la prensa intervencionista de esa capital y de Londres” (Carlos Pereyra, ‘Rosas y Thiers’,  124). Este es el concepto peyorativo que tenían los imperialistas de la diplomacia unitaria.

Creo apropiado comparar, aún reconociendo las diferencias históricas y políticas,  la  lamentable actitud diplomática oficiosa de Sarmiento, que aún así podría haber hecho mucho bien a la Confederación, con la astuta diplomacia de Benjamín Franklin cuando fue enviado a Francia –cerca del fin del siglo XVIII- con la misión de obtener apoyo francés para el caso  de un enfrentamiento bélico entre EEUU e Inglaterra. 

Franklin, ascético calvinista, encumbrado masón, extravagante bostoniano del ‘buen sentido’ materialista, filósofo de las ‘luces’, pero sobre todo defensor de la política de su país, pisó tierra europea conciente de la trascendencia de su misión, con tal desparpajo y suficiencia que tornaba imposible su fracaso. Su éxito fue clamoroso. Obtuvo en total 10 millones de Francos en varios empréstitos, y consiguió hacer enviar un ejército en 1780 a Norteamérica y una gran flota en 1781. Logrando dinero y prestigio político para su país.

¿Cómo lo logró? Acentuando su  primitivismo puritano, transformándose  en la imagen viviente de hijo ‘rousoniano’ de la Razón y de la Naturaleza. Desechando el protocolo fue disfrazado de cuáquero a visitar al masón Luis XVI, con su gorro de marta en la cabeza  ¡y sin peluca! No tuvo que ocultar su provincialismo, más bien lo ostentó. Fue el hombre de moda en esa nobleza corrompida; la condesa Golofkin cantaba sólo para él: “Oh, Dios del Amor! Y las damas querían besarlo y llamarlo papá, agasajándolo con fiestas suntuosas; enamorándose con sus setenta a cuestas de una damisela de cuarenta. Inclusive los obispos recomendaban su ‘Poor Richard’ como complemento del Catecismo, considerándolo el legislador de la moral laica.

Su acción más eficaz la ejerció gracias a la Logia ‘De los nueve hermanos’ a la que pertenecía junto a Voltaire. Después que éste lo besó fue considerado el Patriarca de los dos mundos y USA exaltado como el país de la Libertad, la Razón y la Naturaleza (Fay, ‘Franklin’).

Por el contrario Sarmiento, el  ‘embajador’ chileno, también masón, llegó tan intimidado a Francia que nunca fue considerado más que un simple informante (alcahuete), siendo manoseado por los intereses partidarios franceses, que se disputaban el prestigio de don Juan Manuel de Rosas.  Su decepción llegó al colmo cuando Guizot y Luis Felipe, durante una entrevista, afirmaron que el gobierno federal era de orden y los unitarios unos alborotadores.

Su viaje fue nulo para los intereses nacionales, no gravitó ni tuvo influencia política. Tampoco investigó nada importante sobre educación, y  lo que cuenta es ridículo.  Su meta era la fama que podría lograr con un impensado éxito de su ‘Facundo’ donde falsificó perversamente la personalidad del Caudillo riojano. Aunque fue un embajador ‘oficioso’  de su comparación  con la actuación de  Franklin

FELIPE, GUIZOT, THIERS.

El maniqueísmo de Sarmiento se exalta al enfrentar a ciertos políticos  franceses (123 sgs.).  Y pese a todos sus esfuerzos para hacerse notar queda más chiquito y aplastado que una pulga. Y agrede y se encabrita ridículamente porque comprende que no era nadie de valor, lanzando sus andanadas parlanchinas primero contra dos directores de diarios, LaSalle, del ‘Correo de Ultramar’ y contra el director de ‘Presse’, ambos  “al servicio de Rosas”; también contra M. Pichon, ex cónsul en Montevideo, quien escribe a Oribe “transmitiéndole las propias palabras del rei: Yo! Destronar a ese M. Rosas que gobierna ya 14 años en esas repúblicas americanas, que ha fundado el orden, i sometido a esos anarquistas, alborotadores, a esos unitarios! Dicen que es un bárbaro sanguinario ¿qu´est-ce que ca nous fait á nous? Me dice cosas peores la oposición ¡Calumnias contra los gobiernos moderados!” (123).

Alguien le presenta a M. Dessage, jefe del departamento político, “el ojo con que Guizot ve la cuestión del Plata”, para que le informe respecto a la Confederación (124) aprovechando la ocasión para despachar sus infundios; “Quiero yo establecer los verdaderos principios de la cuestión. Hai dos partidos, los hombres civilizados, i las masas semi bárbaras me esfuerzo por hacerle comprender algo; pero es imposible! Es griego para él todo lo que le hable” Entonces refunfuña indignado una síntesis del pensamiento político francés: “Rosas=Felipe; la Mazorca=el partido moderado; los gauchos=los pequeño propietarios; los unitarios= la oposición del ‘Nacional’; Paz, Varela, etc.= Thiers, Rollin, Barrot· suficiente para sacarlo de sí,  ¡El gobierno francés se atrevió a contradecir sus opiniones ¡que no eran más que procacidades! pero menciona que contiene su furia,  aunque escribe con insolencia: “no es propio de un recién llegado echar a pasear a un funcionario”; aunque si no se hubiera contenido seguramente lo  echaban a pasear a él  ¡Era muy valiente escribiendo! ¡Un gallito tarasconiano!

Al fin Dessage lo presenta ante Guizot, como si fuera “un animalito raro”. “Guizot no era lo que se llama un amigo de América; era un admirador de los  yanquis y de los ingleses; su protestantismo lo llevaba necesariamente al campo de Inglaterra” (C. Pereyra, 126), pero era más cauteloso que el ‘gnomo’ Thiers. Esta distinción poco importaba al sanjuanino, que golpeaba todas las puertas con tal de vender su ‘Facundo’.

En otra ocasión su compañero de navegación de Brasil a Francia, el comandante Massin lo presenta  ante el ministro barón  Mackau, quien “tiene una reputación colosal en París de ser un animal en dos pies” (125). Y él admite esta ofensa  pues parece que su olfato maniqueo olió que, poco después el barón de Mackau firmaría el famoso Convenio Mackau-Arana, que significó el fin de las tropelías francesas en el Río de la Plata. ¡Lo que habrá pataleado  rabioso cuando se enteró que el aristócrata europeo abrazó dignamente emocionado al gaucho bárbaro de las pampas, al ‘Gran Americano’, don Juan Manuel de Rosas, en “una de las designaciones más justas de la historia” (Gabriel Puente ‘La Intervención francesa en el Río de la Plata’) ¡ y como hubieran quedado inflamadas sus  ‘orejitas’ de haber oído el retumbar de  los 21 cañonazos de los buques franceses reconociendo la soberanía argentina!

Durante la reunión Mackau fue otro de los ‘animales’ que tomó con pinzas los exabruptos del sanjuanino, ¡considerándolo un tipo políticamente grosero e insignificante!  Al fin la entrevista finalizó cómicamente pues Sarmiento le habla tan “largamente de los acontecimientos del Plata” y tan pesadamente que ¡duerme al ministro de aburrimiento!  Pero este papelón lo toma a la ligera diciendo con su acostumbrado engreimiento: “Había sido tan animado mi discurso”… creyendo haber depositado “alguna idea en aquel cerebro de estopa” (126). Sus oyentes comprendían que no era un personaje ecuánime, pues   sus palabras evidenciaban resentimiento, y al no ser sensato no fue respetable, ni digno de atención.  Cuando Mackau despierta de la siesta que le procuró Sarmiento, aprovecha Massin  para retirarlo del despacho del ministro, y tiene la ocasión de señalarle al conde Alley de Cyprey; Sarmiento le pregunta a Massin: “   ¿I quién es ese? – Es aquel empleado oficioso, que después de la toma de Obligado fue a Buenos Aires de parte del rei, a asegurar a Rosas de la desaprobación del gobierno por las hostilidades comenzadas”  (126).  Y esto termina de herir su orgullo profundamente.

“Aquí tiene Ud. pues íntegro el pensamiento oficial sobre la cuestión del Río de la Plata en el gabinete de las Tullerías -comenta al destinatario de su carta-, jarrón dorado que contiene agua sucia” (125).  No perdona una, al que se le pone delante lo execra. 

Luego de su fracaso ante el gobierno francés también se desengaña de los americanos residentes en Europa (126):  “Va Ud. a buscar la opinión de los americanos  mismos y por todas partes encuentra la misma incapacidad de juzgar… [porque exceptuando a sus secuaces todos apoyan a Rosas]… Sarratea viejo escéptico”. Con el general San Martín pasa “momentos sublimes” , todo va como sobre ruedas, pero cuando se menciona a Rosas y San Martín lo  elogia como a un auténtico patriota, Sarmiento pierde su poca cordura, se enceguece, la maldad lo domina y transforma al Libertador en un guiñapo: “San Martín anciano abatido y ajado… San Martín era un hombre viejo, con debilidades terrenales. Con enfermedades de espíritu… con su inteligencia que declina…” ¡Qué canallada, infamar  públicamente a un anciano glorioso! ¡Él que no era nadie para juzgarlo, sólo un mantenido por el gobierno chileno! ¡Su soberbia no quería dar  el brazo a torcer admitiendo que los auténticos argentinos admiraban a Rosas!  Pese a sus supercherías para deshonrar a los federales con su cháchara ideológica, los dos próceres  “se comprendieron y se estimaron. Por eso ambos tuvieron los mismos enemigos” (Vicente Sierra, Historia de la Argentina, t. IX, 57), Sarmiento y la cáfila de traidores unitarios.

Al fin “soi introducido a M. Thiers… Tan fastidioso estoi de los grandes hombres que he visto, que apenas siento entusiasmo al acercarme a este diarista historiador, estadista, financista, orador… I al fin de tantos sufrimientos tuve la dicha, tan cara para los hombres que comienzan y no tienen prestijio, de verse animados, aprobados y aplaudidos por una de las primeras inteligencias de la tierra” (127).  El ‘padre del aula’ se deshace en elogios exaltando a Thiers, solo porque al fin alguien  lo escucha atentamente. Si los ‘animales’ de las Tullerías no lo entendieron, deja entrever que al fin encontró quien está a la altura de su inteligencia. Sarmiento no comprendió que Thiers lo escuchaba para usarlo  sólo en la medida que apoyaba su política imperialista de atacar a la Confederación; a Thiers no le interesaba ni Sarmiento ni los unitarios.   “Thiers, historiador, había reanimado los recuerdos de la revolución y del Imperio. Quería ilustrarse por una política exterior activa… Esta política tan temeraria, tan peligrosa que se ha podido llamar  al partido de Thiers el partido de la fanfarronada” (J. Bainville, Historia de Francia, ed. Iberia, 338). Pese al empeño de Thiers y de Sarmiento, el gallo francés sólo pudo cacarear en Argelia; en el Plata el gallinero fue barrido y los gallos volaron.

Pero lo que no dice Sarmiento del verdadero Thiers lo escribió C. Pereyra en su ‘Rosas y Thiers’. “No nos escandalicemos, no nos indignemos. Lo que escandaliza e indigna es que Thiers haya puesto cátedra de ternura evangélica para predicar contra Rosas” (243); porque de él es la ‘doctrina del exterminio’, que aplicó durante la Comuna de París, asesinando a 17.000 personas. Evidentemente fue un maestro para Sarmiento, pues la aplicó contra los federales; dos astillas del mismo palo, dos asesinos inescrupulosos.

Luego Thiers  “tributó elogios… los más exagerados” a F. Varela. No era para menos pues el unitario apoyaba la política imperialista contra nuestra Patria, por lo que  la masonería lo premió dedicándole el nombre de un Partido en el Gran Buenos Aires. Y Sarmiento se entusiasma haciéndole eco; y agrega repitiendo su cantilena acostumbrada, que regaló también a Purvis: Varela “hace valer la influencia de sus modales cultos, de su espíritu tan sensatamente elevado” (128) ¡Modales primorosos! ¡Como si tales modales atestiguasen moralidad, patriotismo, erudición y capacidad política!  Comenzaba la época de los traidores de guante blanco, los leguleyos que desde entonces asolan el país (R. Doll);  los que fruncían la nariz cuando olían a campo y a pólvora, pero que usarían cínicamente, luego de Caseros para asesinar  a sus opositores. 

¡PAN  Y  CIRCO!

Mientras vagaba en  París  Sarmiento  comenzó a elucubrar seriamente otro de sus disparates; los ‘buenos modales’ unitarios, fundamento de la civilización, también se adquirían en los bailes públicos, como leeremos a continuación.  En París le absorben profundamente la atención los placeres públicos, que tienen por unos instantes divertido al pueblo, soñando con grandezas inasequibles. Pero del famoso pan y circo romano nada de pan, sólo circo para embrutecer a la gente; lo que interpreta insólitamente el maestro como una muestra de civilización. Y explaya otro de sus extravagantes comentarios: “No hai que decir que el lujo corrompe la enerjía moral del hombre, ni menos que el placer lo enerva, puesto que a cada momento vése a este pueblo dar síntomas de enerjía moral desconocida entre los pueblos más frugales o más sobrios tanto en la verdad como en el error, sin tutelas, sin trabas,… presentándose la naturaleza humana en toda su verdad” (198). Así proclama el ‘sabio chileno’ las virtudes de su ‘filosofía’ hedonista. Y confirma su teoría con alabanzas ridículas y fantasiosas: “El francés de hoi es el guerrero más audaz, el poeta más ardiente, el sabio más profundo, el elegante más frívolo, el ciudadano más celoso, el joven más dado a los placeres, el artista más delicado y el hombre más blando en su trato con los otros… siendo el modelo para las otras naciones” .Lo ‘gracioso’ es que luego, sin cambiar una tilde, dedicaría los mismos elogios a los yanquis.

Y continúa (142): “Sujiérenme estas reflexiones tan sesudas los bailes públicos de París, a donde me asomo de vez en cuando, para curarme del mal de la patria que me incomoda. No tengo ni tiempo, ni gusto, ni dinero para engolfarme en las gustosas frivolidades cuyo goce envidio a otros. Ah! Si tuviera cuarenta mil pesos nada más ¡qué año me daba en París!”. ¡En fin! Que la boca habla y la mano escribe lo que anhela el corazón. Es humano tentarse presenciando la ficticia alegría de esos bailes, pero lamentarse de no poder abismarse durante un año en esa lujuria (y publicarlo) no es digno del ‘maestro de los maestros’. Porque él fue a estudiar durante unos meses los sistemas educacionales a Europa, no a pasarse un año bailando. Pero existe algo así como un paliativo a su indecorosidad, considerando lo que cuenta de su tío el cura Oro, su ayo: “Vestía de paisano con chaqueta y no rezaba el Breviario por concesión especial del Papa. Gustaba con pasión bailar, y él y yo hemos fandangueado todos los domingos de un  año enredándonos en pericones y contradanzas”  La pasión farrista la mamó, entonces, de jovencito y rebrotó viendo los ‘civilizadores’ bailes franceses. El baile es un entretenimiento lícito, que puede ser agradable, distinguido, culto, artístico, pero también fuente de disipación y corrupción moral, como los que envidiaba  en París.

Sarmiento no comprende la consecuencia trágica  de esos bailes populares; al contrario. Una de las que allí reinan, la Rigolette  “váse  ajitando, animándose, perdiendo el sentido y las formas humanas… Es la fiebre, la convulsión del placer, la enajenación del poseído, que ha dejado de presidir a los movimientos del cuerpo, y se abandona a otra alma que la suya que está haciendo cosas sobrehumanas, no soñadas… y al fin cae sobre los brazos de alguno, pálida, moribunda, llorando, jadeando, los ojos cerrados, y volviendo a la vida a fuerza de oír la tormenta de aplausos, los gritos de admiración, las vivas delirantes que acompañan su nombre. Como la Rigolette, hubo antes la Reina Pomaré que murió, vive la Reina Margot, Marion y otras celebridades, bautizadas por el público según el carácter de su poesía, salvaje, bulliciosa o llena de fiereza. Al día siguiente la Reina Margot es simplemente Adela Rimbaut, costurera de ropa blanca , u otra cosa peor, pero una hora al menos ha sido reina por aclamación universal, sintiéndose grande, cubierta de gloria como Napoleón o Murat, y goza de las fruiciones que le están al vulgo vedadas.”  Tan embelezada quedó con el baile enajenado de la Reina Rigolette que, en otro de sus acostumbrados disparates menciona a la Reina Margot junto a Santa Juana de Arco y otras damas distinguidas, como las que tuvieron “ingerencia en todos los grandes acontecimientos de la historia de esa nación”.  

Y en otra de sus imbecilidades descubre una enseñanza positiva en esos bailes, que ennoblecen y espiritualizan: “la sociedad se igualiza, las clases se pierden, la mujer de clase ínfima se pone en contacto con las jóvenes de alcurnia, los modales se afinan, i la unidad y la homogeneidad del pueblo queda establecida; el público se constituye, i una miaja de gloria cae también a los pies de la mujer del bajo pueblo, entre los placeres con que aturde su miseria o su vileza. La luz suministrada a torrentes, la música de los maestros puesta al alcance de la muchedumbre por una  ejecución artística y sabia, aquellos jarrones y estatuas que la habitúan a los primores del arte, aquel lujo y aquel gusto... concluye por ennoblecer su espíritu, iniciarlo en la civilización…

Cuanto más  bailan las damas más se prostituyen, y entonces, de acuerdo con la insólita ‘lógica’ del maestro inmortal, más culta son. Pareciera que el influjo de Fourier lo trastornó luego de leerlo durante dos meses. Otra vez y siempre, el mundo sarmientista al revés del sentido común. Pienso que no era más que un gaucho renegado, que se odiaba a sí mismo y a todos  sus congéneres, al darse cuenta  que no podía cambiar su naturaleza para transformarse en un dandi, según advertimos al contemplar se rostro bastante repiñsivo..

Surge una observación política respecto al reinado fugaz de  esas pobres mujerzuelas, soberanas por un instante. Luego de guillotinar a los reyes, la republica democrática, por no poder subsistir sin paradigmas, pues los políticos no lo son, creó una pantomima ridícula erigiendo ‘reyes’ populares, del deporte, la farándula, etc., tan comunes en USA y adoptados en nuestro país. Luego la  partidocracia avanzó demagógicamente y sin inhibirse  repartió generosamente coronas, consagrándonos reyes a todos los ciudadanos votantes (así como Lutero nos había hecho a todos sacerdotes); ¡aunque en realidad no lo somos ni siquiera durante el segundo que trascurre mientras echamos la papeleta en la urna! ¡la democracia obsesionada por las monarquías, como una manera de obtener la majestad que le falta! ¡Las reinas de los bailes, los reyezuelos de las urnas! ¡El pueblo soberano en democracia, bailando y votando! ¡El fraude político más escandaloso de los siglos, gestado desde el ‘libre examen’ protestante! Pero Sarmiento en babia; ¡era una digresión demasiado ‘sesuda’!

La igualdad de las clases sociales durante los bailes es ficticia, pues subsiste hasta que finaliza el último acorde  de la música “artística y sabia” ; luego cada uno por su lado, algunos con su vida rumbosa, otros arrastrando miseria. Pero afirmar que las modistillas se  “igualen a los jóvenes de alcurnia” por el sólo hecho de bailar durante un rato desenfrenadamente, viviendo unos instantes entre la lujuria del ruido y las luces, quedando así elevadas en el rango social y civilizadas es una perversión propia del que ignora principios elementales sociales y morales con tal de justificar su adoración por la vida francesa. Cualquiera comprende que los “jóvenes de alcurnia”  sólo pretendían igualarse a las costureritas en la cama. Y luego, las pobrecitas ‘reinas’ por una noche, al despertar sufrían el desengaño y la esclavitud ¿Esto es civilizar? ¿Esto es educar? ¿Puede alguien sensato afirmar que el hedonismo civiliza y educa, que “ennoblece el espíritu”? ¡Que el libertinaje epicúreo sea la moral civilizadora! ¿Es admisible que así piense el ‘padre del aula’  cubierto de ‘gloria y honor’?  ¿Puede ser considerado un gobernante progresista y prototipo de los maestros quien propone usar subterfugios, engatusando y enviciando a la gente para disimular su miseria, en vez de mejorar su nivel de vida? ¡Tal cual sufrimos actualmente en nuestra Patria! ¿Maestro  inmortal esto es cultura o barbarie?

¡Es lógico pensar que en algún momento haya pretendido implantar esta extraordinaria teoría en la buena sociedad cristiana que existía en ese entonces  en nuestra amada Argentina! ¡Cuando los extranjeros admiraban la belleza, sencillez y recato de las jóvenes argentinas!  ¿Habrá querido consagrarlas reinas por una noche para civilizarlas? ¡No existe una moral más ajena a la de Jesús; ninguna más acorde a la moral que impone el imperialismo para ablandar las resistencias nacionales!  Lamentablemente, hoy día se concretó en nuestra Patria  la bárbara aspiración del sanjuanino con el libertinaje moral, la educación sexual, etc., desde los medios de comunicación con el consentimiento y el ejemplo del gobierno. Sarmiento sigue vivo, maestro del oprobio nacional

Hoy día, por una lógica simbiosis se está deteriorando la calidad de los educadores, desde aquellos buenos maestros con una vocación que subsistía casi clandestinamente, tratando de suplir con amor –las maestras eran las segundas mamá- las deficiencias de los programas escolares; hasta los de hoy día democratizados, irresponsables y chabacanos, presentándose con facha de jipis o guerrilleros, exteriorizando a los gritos, en las manifestaciones su resentimiento marxista de clase ¡luchando enseñamos!

¡EL  MAESTRO  EDUCADOR!

Pero sacó de la galera otro sistema educativo aprendido en Europa para civilizarnos: el nuevo espectáculo creado por el “espíritu parisiense” ¡el Hipódromo! (145); que  “debería ser trasladado  incontinente a América” donde sería  “una alta  escuela de cultura”.  ¡El ‘coronel volantinero’ de Caseros no termina de asombrarnos! Admitimos que puede ser una hermosa diversión popular pero olvida siempre los problemas morales que ocasionan sus extravagancias; pues es sabido que el juego causa graves problemas personales y familiares. Según su criterio ‘ilustrado’ la civilización determina los que es moral y culto, desapareciendo entonces, lo verdaderamente moral y culto.

Y  se lamenta de la poca destreza de los gauchos comparados con los jinetes franceses. “Pero fáltanos a nosotros arte, esto es, el arte antiguo, las posiciones nobles de la estatuaria, el estudio de las fuerzas, y la clase y belleza de las clases cultas” .  ¿Habrá imaginado a los gauchos como jinetes primorosos usando casacas de seda con colores chillones y haciendo morisquetas, adoptando  “el manejo  francés i las poses artísticas, cuya falta desgracia tanto nuestras exterioridades, irían a mejorar nuestras costumbres”, para entretener a las damas y hacer ganar dinero a los patrones de los ‘burros’? Quizás con este dislate comenzó a imaginar la política de ‘civilizar’ a palos a los gauchos retobados para afrancesarlos.

Por su incomprensión, su ignorancia o su resentimiento tampoco  comprendió que el Hipódromo era la comercialización de las carreras cuadreras, que seguramente nunca se acercó a contemplar. Pedro de Paoli en su Facundo  describe las carreras cuadreras corridas  y apostadas mano a mano entre los gauchos, sin turbios manejos comerciales, destacando  el orgullo del gaucho de poseer un animal valioso. Era un entretenimiento emocionante para ver, limpio y varonil.

Ya pisando USA, olvidándose de exorbitantes loas a la cultura francesa escribe que es “el único pueblo del mundo que lee en masa… donde la educación como el bienestar están por todas partes difundidos i al alcance de los que quieran obtenerlo” (360). ¿Cómo se obtiene esa admirable cultura? ¡Leyendo algunos de los 2000 diarios que se imprimen en ese país!, “para satisfacer la curiosidad pública”. Maestro, la curiosidad no es cultura, aunque puede ser su comienzo. Si fuera plena cultura, hoy día con las ´des-informaciones’ de la TV basura los televidentes alcanzarían el cenit cultural, encima de la griega, de la romana y, por supuesto, de la cristiana, heredera de ambas. Aunque admitimos que podría ser ‘cultura’ sarmientista al modo yanqui.

REY  DEL  PUCHO

Nadie como el de la ‘honra sin par’ aconsejó aprovechar las virtudes mágicas del tabaco para generar auténtica cultura metafísica. Si, tal como lo lee: fumando se generan metafísicos, y no vulgares metafísicos del montón, ¡sino metafísicos alemanes! ¡La agudeza del  ingenio del sanjuanino no tiene límites! ¡Las multinacionales del pucho deberían cubrir  sus bustos con flores! Estando en Alemania observó  que de las largas pipas alemanas fluían volutas de humo contempladas por los fumadores,  extasiados y amodorrados.  Entonces se le ocurrió otro de sus delirantes ideas: mirando imperturbablemente las volutas de humo los alemanes adquirieron esa característica vocación por la “metafísica mística… como yo tengo la manía de andar a la caza del porqué de las cosas, he creído hallar en el uso de la pipa el origen de la mística metafísica  de los alemanes… Esta teoría tan plausible i que arrojaría una gran luz sobre los misterios de la filosofía alemana, no ha sido aceptada, sin embargo por los sabios de Gotinga a quienes la sometí humildemente (320) ¡Qué falta de vergüenza jactarse de semejante burrada ante unos ‘sabios’ que se habrán reído hasta el fin de sus vidas! ¡Como si para pensar metafísicamente hubiera que estar en estado letárgico! ¡los drogadictos sería entonces  profundos metafísicos! Si fuese cierta tan rara teoría científica deberían haber enclaustrado  al ‘grande entre los grandes’ durante varios meses, a pan y agua, fumando ininterrumpidamente,  absorto en la contemplación de las volutas de humo, y se hubiera logrado el milagro de avivarlo; y entonces sí, obligar a los niños que canten el famoso y ridículo himno a Sarmiento agregándole: ¡rey del pucho, Sarmiento inmortal!

Y agrega otras ideas  pasmosas sobre la magia del tabaco:  fumar es  “el único uso que hace hermanos a todos los pueblos de la tierra; pues el tabaco, en trescientos años que median entre su glorioso descubrimiento i nuestro ilustrado siglo, ha conquistado más prosélitos que los que el cristianismo ha logrado en veinte siglos, y sin derramar para ello una gota de sangre, i sin otras lágrimas que las que arranca de los ojos de los neófitos la primera columna de humo que al fumar se levanta” (152). En fin, según el sabio chileno, el tabaco no sólo despierta la inteligencia sino que pacifica, armoniza plácidamente sin ninguna violencia, sin guerras, sin usurpaciones, a todos los pueblos de la tierra que adquieran el hábito; mucho mejor que el cristianismo ¿Qué pensarán de esta hipótesis sus admirados imperialistas y sus cómplices unitarios que asolaban nuestra Patria? Si hubiera sido patriota les hubiera aconsejado  someterse a fumar durante varias sesiones intensivas para calmar su angurria ¡Y principalmente al desaforado M. Thiers! ¡Creyó descubrir la panacea  virtuosa para mejorar la humanidad! Es evidente que al sanjuanino hay que tomarlo en broma para evitar sufrir un síncope cardíaco de la risa.

En las memorias de sus ‘Viajes’ menciona en varias oportunidades que se le ocurren teorías ‘plausibles y sesudas’, según nos cuenta y hemos leído algunas. Pero hay más, porque su jactancia  es indomable. Durante su visaje en barco a Argel, por ejemplo, afirmó: “sin embargo, en desagravio de mis compañeros que en lo cariacontecido  i mohíno de mi figura reconocieron bien pronto que era algún alto personaje” (198).

REY  DE  ESCOBAS.

Merece plenamente este nuevo título nobiliario: ¡rey de escobas! Pues nos sorprende con otro de sus disparatados y risueños descubrimientos: “La escoba es una invención moderna. En Córdoba [España] i otros puntos no se ha inventado el mango aún, barriendo con escobitas de palma doblando el espinazo para alcanzar el suelo. Los Estados Unidos se hacen notar por la perfección de su escoba que exporta a todo el mundo. La escoba, pues, es signo de cultura, como la limpieza es el distintivo de la civilización”.  Hace varias décadas la plaza principal de Posadas, se barría perfectamente, sin que nadie quedara encorvado ni incivilizado, con grandes hojas de palmeras, por ser mucho más eficientes que las pequeñas escobas con mango; tal como ocurría en otras plazas provinciales, de nuestro bárbaro país. Propongo, por lógico y apropiado, otorgar algún reconocimiento universitario a los barrenderos municipales que usen escobas con mangos y las tomen con guantes, debido al alto nivel cultural que adquieren barriendo cordones. Asimismo, ya en tren de disparatar, tratando de ponernos a la altura inaccesible del ‘grande entre los grandes’, aconsejo, para civilizar a los gauchos y malandras que juegan al truco, que se sustituya la figura del rey de bastos de los naipes, signo de barbarie y violencia de épocas sin ‘ilustración’,  por la de un yanqui barriendo  primorosamente con una escoba con mango, asida con guantes; asimismo, y por la misma razón,  que el rey de espadas ocupe el tercer lugar y la ‘ilustrada’ escoba con mango el prioritario.

Considerando la tendencia irresistible de los masones a erigir bustos y monumentos  a  troche y moche de Sarmiento y otras figurones, podrían levantar los más ampulosos, en los sitios más destacados de todas las ciudades y pueblos del país, con estatuas de ‘chicas’ bailando, caballos de carrera, pipas alemanas, cartones de lotería, escobas con mango, etc, y cualquier otro elemento de verdadera cultura; con lo que se habrá reconocido el ingente esfuerzo del ‘maestro inmortal’ viajando por Europa,  en pro de la educación.   

UNA  FRANCIA  OSCURANTISTA.

Descubrió horrorizado  a ciertos franceses que añoraban las dos magníficas y auténticas glorias de Francia: la Monarquía y la Iglesia.  “Cuando fui a Nápoles, me acompañé con un joven francés de veinte i dos años, de la Vendeé, conde, ignorante como no vi jamás hombre de su edad tan negado. Había sido educado en el odio de la república, del imperio u de todas  las glorias de la Francia, por un ayo sacerdote… el odio contra la revolución francesa, contra Napoleón, Luis Felipe, i cuanto de progreso ha hecho la intelijencia humana i la libertad de medio siglo a esta parte… Habían muerto por la educación su inteligencia, helado su corazón por los odios políticos, i desnacionalizado por decirlo así, a fuerza de apegarlo a tradiciones muertas i maldecidas por la jeneración actual… disipar era imposible esa nube de preocupaciones inicuas en que había sido criado…” (292).

Estas ideas no nos asombran porque era previsible que este lamentable maestro  pretenda asumir las ideas avanzadas de la época, deplorables y falsas, sin haberlas estudiado; ensalzó la revolución francesa, por ejemplo, sin conocer los entretelones ocultos que la produjeron y sus criminales consecuencias, ni tampoco la situación social y política de Francia a fines del siglo XVIII: “Versalles había sepultado el poder absoluto de los reyes, empobrecido a la Francia, i convocado los estados jenerales para remediar la espantosa deuda, enjendrando la revolución de 1789 que ha rejenerado el mundo” (180) ¡Otra falsedad! Trascribimos  anteriormente la  verdadera situación catastrófica del mundo descripta por Saldías en  la época de sus  ‘Viajes’. Pero el maestro veía  el mundo iluminado con sus ‘luces’ maravillosas.

 Porque en realidad, debido a una desgraciada subversión  política, cuyas consecuencias aún no finalizaron,  además del asesinato de dos millones de personas, la revolución francesa fue la tercera revolución, -luego de la luterana y la inglesa-, cuyas consecuencias provocaron la humanamente insoluble crisis mundial actual. Pero el maestro repetía las modas de la época sin meditar. Y al escandalizarse por el odio del joven francés a la revolución francesa y a Luis Felipe, no advierte que él tenía el corazón más helado aún de odio a las auténticas glorias de Francia  y a las del país donde nació; y que su odio es mucho más pérfido que el del francés, pues al fin de cuentas odiaba con razón.

NUESTRA  MADRE  PATRIA.

Así como exaltó desaforadamente a Francia, anatematizó a España; porque un masón (en Chile ya pertenecía a la masonería) no puede perdonarle habernos evangelizado criándonos con las enseñanzas de la religión verdadera. Durante sus ‘Viajes’ rezuma un odio incontenible contra España, contra Felipe II, Juan de Austria, la Inquisición, los carlistas,  ¡nadie se salva! ¡Porque su odio explotaba ante cualquier rastro de catolicismo! ¡Odiaba a la Iglesia!... Según él, para que concuerde con su ideología, afirmaba España estaba estancada desde el siglo XVI; si la hubiera visto en ese entonces “mis ojos no habrían visto otra cosa que lo que ahora ven”, pero descomponiéndose paulatinamente. Las citas son numerosa,  cada cual más agresiva:

+ “Es la nación  que menos puede pretender a nada suyo propio en materia de trabajos de la intelijencia; porque el atraso no es una civilización, ni produce una literatura… (172),  Pueblo inútil y estéril de poetas (59).

+ Así le contestó Sarmiento a unos escritores españoles, muy molesto porque creía que lo sobraban: “Uds. no tienen autores, ni escritores, ni sabios, ni economistas, ni políticos, ni historiadores, ni cosa que lo valga.”. (148).

+ “en mi vida he leído libro malo, por cuya razón conozco tan poco los autores españoles”  (147).

+ “El pueblo español es el pueblo más romano que existe hoy día. Todos sus males le vienen de ahí… todavía pide panen et circenses para vivir feliz en medio de su caída” (161).

“las costumbres y las modas genuinas  “dan al español un aspecto tan peculiar  que bastara por sí solo , a no haber tantas otras singularidades, para colocarlo fuera de la familia europea, como aquellos subgéneros que descubren en plantas y animales los naturalistas”  (159).

+  “Traíame triste i desencantado hasta entrar en Suiza el repugnante espectáculo de la miseria i el atraso de la gran mayoría de las naciones. En España había visto   en ambas Castillas y la Mancha un pueblo feroz, andrajoso y endurecido en la ignorancia i la ociosidad; los árabes en África me habían tornado fanático hasta el exterminio; i los italianos de Nápoles mostrádome el último grado a que puede descender la dignidad humana bajo de cero”  (317).

+ “Cuando la inquisición existía, i mandaba a esta misma plaza mayor sus ensambenitadas víctimas, las autoridades debía sentir la necesidad de refrescar las escenas de sangre y de llamas, para acariciar y entretener al pueblo, i este denunciar al primero que veía leyendo un libro…” (170) “darse tiempo a concluir alguna matanza de hombres para mayor gloria de Dios” (298).

 Para rematar estos falsos comentarios, pocos años después de haber pasado por el mundo uno de las más encumbrados genios del arte de todos los tiempos, Francisco Goya, un ungido por la divinidad para elevar la pintura a un valor trascendente, exclamó: “¿Cómo ha sucedido que la pintura haya muerto en España; pero muerto a punto de desaparecer completamente, como si jamás hubiese existido?” (183).  Y al ver uno de sus óleos en el Prado llegó a decir: “Lo único que hai digno i noble es la figura simpática de los oficiales franceses que distribuyen víveres, todo lo demás es vil de formas, innoble de sentimiento, asqueroso de aspecto u de decoración” (183). Fue un bárbaro opinador. ¡Repudió a Goya por pintar la gloriosa defensa española contra el invasor francés, que según su desquiciado caletre imperialista sólo pretendía civilizar a España! ¡Pan rechazado con indignación por los heroicos españoles! Este óleo debería haberle recordado que por ese entonces los franceses vinieron al Río de la Plata a regalarnos unos trozos de pan para satisfacer nuestra ‘miseria’, también rechazados dignamente por el Restaurador. ¡De ninguna manera el ‘maestro ciruela’ iba a justificar la pretensión del pobre pintor españolito de denunciar los atropellos civilizadores de Napoleón!

LA BARBARIE  MAHOMETANA.  CIENTIFICISTA  Y  MILAGRERO.


Sus comentarios sobre la visita a Argel, según ocurrieron los acontecimientos ulteriores son muy acertados (principalmente recordar la política ignominiosa de De Gaule; y  la que estamos viviendo en nuestros días con la invasión mahometana a Europa, incitada por políticos renegados); “Es imposible imaginarse depravación moral más profunda, ni hábitos de crimen más arraigados. La historia no presenta nada de comparable, sino en las épocas más tenebrosas… jamás la barbarie i el fanatismo han logrado penetrar más hondamente en el corazón de un pueblo, u petrificarlo para que resista a toda mejora… (en las escuelas enseñan ) el rencor musulmán contra los cristianos, a quienes está mandado exterminar sin piedad… un pueblo original, un idioma primitivo, i una religión intolerante i feroz por su esencia, que no acepta, sin la perdición eterna, el trato siquiera con los cristianos” (196 sgs.)

Expuso una muestra de su improvisación e ignorancia artística  cuando exaltó la capilla de Zancarón (Córdoba, Esp.): “es una joya de la arquitectura árabe que no tiene pareja en parte alguna del mundo donde su raza ha existido; las gracias de la arquitectura griega, la seriedad de la romana, la blonda de la gótica, todo ha sido reunido saquí i sobrepasado” (187). Odiaba a los mahometanos, pero más aún  a los españoles, al extremo de repudiar inclusive su arte. Luego leeremos sobre su errada opinión sobre la arquitectura  colonial argentina.

Su pensamiento siempre reflejó las modas de la época; creía, por ejemplo, que la ‘ciencia’ era la panacea universal que curaría los problemas del mundo; y que él era el médico predestinado para aplicarla. Sin embargo, estando en África musulmana, al parecer sugestionado por lo que veía en los campamentos árabes, se traga unos cuentos tan absurdos que avergonzaría a las viejitas crédulas en el espiritismo, o cualquier otra superchería, que contradecían abiertamente su devoción cientificista.  Quizás rememorando sus lecturas infantiles de “brujas i aparecidos,”  comentó el poder sobrenatural que, suponía cándidamente, tenían ciertos religiosos mahometanos (210): “Omito la vida del santo fundador de estas i las otras órdenes, i los millares i millares de milagros obrados por su intercesión. ¡Oh, amigo! Si Ud. quiere ver milagros véngase al África i se hartará su curiosidad hasta no dar un ardite por ver otros nuevos. Y no es cosa de resucitar muertos, ni curar la tiña con sólo el contacto de sus manos, todas esas son paparruchas y el abc del arte taumatúrgico. El caballo de Bou-Maza arrojaba el año pasado, no más, corrientes de balas contra los franceses, con otras mil bellaquerías de este jaez. Desgraciadamente Ud. vendrá con toda su poca fe de cristiano, y teniendo ojos no verá… Quédame tan sólo contarle una verídica historia que sirva de moraleja a todos los datos que voi hacinando…”  Vivió por esos años un santo varón con apariencia muy humilde, que tenía una cabra con la que mantenía “misteriosos coloquios”, se trataba nada menos de un sultán “enviado por Dios para expulsar a los franceses” prometiendo a los que se alistaban en sus filas “el saqueo de las ciudades, i la satisfacción de todos los apetitos”, promesa acostumbrada de los jefes mahometanos. Pues bien, “por poco no realiza en todas sus partes las profecías” pero fracasó; el único milagro que menciona el sanjuanino fue hacer hablar a la cabra.

Se entiende que es una burla insidiosa a los milagros realizados por Jesús. El padre Giulio Tam (FSSPX) en uno de sus memorables Ejercicios Espirituales, recordaba que Monseñor Marcel Lefebvré, siendo Arzobispo en Dakar, mencionaba que  presenció una cantidad de milagros espeluznantes y sobrenaturales que realizaban  los brujos en ciertas tribus con el poder del demonio; pero aclaraba que sólo Jesús, por ser Señor de la vida y de la muerte, puede resucitar muertos con su divino poder. Si los mahometanos también resucitan muertos son también ellos dioses, o los resucitan en nombre de Jesús, lo que es absurdo. Ni el  más poderoso de los taumaturgos puede realizar la ‘paparrucha’ de  resucitar muertos.  Afirmarlo es herético.  (277). Luego en otra de sus arbitrarias afirmaciones evolucionistas  dice que la ‘ciencia’ podría  resucitar muertos, al estilo Frankestain: “el galvanismo, para hacer la tentativa de volver a la vida este cadáver guardado hace diez i siete siglos”  ¡Podría haber sido un buen libretista de Hollywood!

Y agrega otra superchería mayúscula: “Pero los árabes dejan atrás a nuestros gauchos en la asombrosa agudeza de sus sentidos. Un árabe, por ejemplo, conversa con otro en el Sahara, mediando entre los interlocutores una distancia de dos leguas (unos 10 Km.); Los espías husmean la proximidad del ganado a tres leguas de distancia” (229). ¡Sin comentarios! ¡Estaba machado!

LA BARBARIE  ARGENTINA.

Los únicos civilizados que reconoció eran los unitarios de las Luces y la Ilustración, a los que colmó de elogios desmesurados. Frente a don Juan Manuel de Rosas y a los patriotas que lo acompañaban, explotaba su odio ‘civilizado’, pues eran quienes refrenaban  su demencial ego, y quienes defendían nuestra identidad nacional, que él quería adulterar.  “Nuestro animal [Rosas]  se hubiera domesticado, si no hubiese hallado en Buenos Aires i al principio de su carrera espantosa, veinte generales i ciudadanos que consintieron en ponerse bigotes pintados con corcho para complacerle” (310)

Es  famosa la cita de este asesino de guante blanco aconsejando exterminar a los gauchos. No merecen vivir, decía, son parásitos que rechazan la ‘civilización’ de las ‘luces’, incapaces de trabajar a las órdenes de los buenos estancieros de la naciente oligarquía. Estando en Montevideo estalla de ira contra “Oribe mismo, triunfante, absoluto soberano por la victoria, la venganza, los hábitos de despotismo i la degradación de los aborígenes” (40).

Aunque admite no conocer la pampa se larga audazmente a definirla: “Imagínomela yerma en el invierno, calva y polvorosa en el verano interrumpida su desnudez por bandas de cardales y de viznagas… ¿Porqué la pampa no ha de ser, en lugar de un yermo, un jardín como las llanuras de la Lombardía, entre cuyo verdinegro manto de vegetación, la civilización a salpicado a la ventura puñados de ciudades, de villas i de aldeas que lo matizan i animan ¿Porqué? Diréselo a Ud. al oído, a fe de provinciano agricultor, porque el pueblo de Buenos Aires con todas sus ventajas es el más bárbaro que existe en América” (302). Ahora bien, los bonaerenses amaban su Patria y la defendieron constantemente. Y si era todavía, en partes, un yermo, se debía a que estaban abocados a luchar hasta la extenuación contra los traidores unitarios, los imperialistas y los malones. ¡Fue incapaz de intuir que de esa pampa viviría el país!

Por otra parte  hay que ser maligno  para comparar la pampa  con uno de los paisajes más hermosos de Italia. ¿Porqué menosprecia la pampa sin siquiera haberla pisado? ¡Para que cuadre dentro de su ideología!  ¿Porque no la comparaba con los yermos ingleses, alemanes, franceses o yanquis?

Tanto es así que en Alemania,  presentándose como chileno por adopción, dijo que “el buen espíritu… había preservado a aquel país de la anarquía general en América. O de los despotismos sanguinarios, considerando a Chile como un oasis de civilización i orden en aquel desierto que principia en Méjico i acaba en Buenos Aires” (323). Y luego; la América del Sur es en la creencia popular, el mito del mal, el reino de las tiniebla i de la muerte” (325), que él habrá gustosamente difundido.

Las siguientes palabras publicadas en la ‘Revue des Deux Mondes’ (citadas por  C. Pereyra 47) coinciden con el pensamiento de Sarmiento respecto a la política imperialista: “Tenemos un fe profunda en todos los medios de cultura intelectual y moral, así como en los medios  y resultados de la cultura material. Creemos, para entrar en el asunto, que después de algunos años de gobierno estable y regular, conducidos por espíritus ilustrados y por voluntades enérgicas [o sea por los mismos franceses] la civilización penetraría hasta apoderarse de los salvajes habitantes de las llanuras de Buenos Aires, esos gauchos que viven a caballo y sin camisa, hijos degenerados de los héroes de la conquista española, que casi no tienen de cristianos sino el  nombre, y de hombres, la forma únicamente”.

Entonces se le ocurrió otra de sus tesis que lo hicieron merecedor del agradecimiento eterno del liberalismo. Considera que  la sangrienta historia argentina  se debía a que sus habitantes se solazaban “hartándose de emociones, a endurecer sus nervios con el espectáculo del peligro, la saña de los elementos o la violencia de los hombres… Hé aquí las emociones que educan a aquellos pueblos” (30). ¿De donde `proviene esta barbarie? ¡De la inquisición española, por supuesto! : “los suplicios atroces perpetuados por la inquisición en el espíritu español, toman formas nuevas, estrañas, adaptadas a la vida pastoril”.¿Pero y los franceses regodeándose con la sangre vertida en la guillotina, y los ingleses con las atroces torturas a los católicos? ¿Al no mencionarlas, el ‘maestro de los maestros’ era ignorante, desmemoriado  o tenía mala fe? ¿Ellos eran civilizados y nosotros los bárbaros? Para civilizarnos Rosas debería haber instalado una guillotina, abandonando la primitiva y rústica ‘refalosa’, o castrar vivos a los adversarios, genuino deporte  de los cultos ingleses protestantes contra los católicos, porque creían en la transubstanciación.

LA  CIVILIZACIÓN  DE  LOS  INVASORES.

Además de elogiar desmesuradamente al Comodoro Purvis, pese a que era un pirata inglés (don Juan Manuel con su humor criollo llamaba a uno de sus perros Purvis), aprovecha la oportunidad para alabarlo y enmugrecernos: “Es un hombre colocado en una alta escala social, educado en los pueblos cultos,  (lleno de generosidad)…estas brutalidades de nuestros terroristas, sublevan más indignación y encono que entre nosotros mismos, que tenemos por antecedentes de gobierno la inquisición, por tradiciones populares las incursiones de los indios, i por hábitos la violencia i la arbitrariedad…” (44). Después de esos elogios ya no se sabe que pensar ¿culto y generoso quién llega, aún con maneras gentiles y primorosas a invadir, usurpar, asesinar, chantajear, aprovechando la violencia bélica, asociado con el otro imperialismo contra una nación planamente soberana? ¿Quiénes son los brutos? ¿Los imperialistas con sus acostumbradas tropelías en el mundo, o quienes defienden con uñas y dientes los bienes que le pertenecen? No queda más que pensar que el ‘maestro’ no estaba en sus cabales. O que trastornado por su utopía la quería validar mintiendo y ultrajando.

También colmó de elogios al ‘bueno’ del almirante Deffaudis, furibundamente anti-argentino y anti-rosista: el que dio la batalla de Obligado; propulsor del ataque armado contra el Plata aún contradiciendo las órdenes francesas: “un hombre afable, entrado en años sin que sus palabras ni su acento revelen nada de aquel espíritu belicoso que se le atribuye” (45). Evidentemente tenía que ser bueno y afable por ser ‘culto’, civilizado, y nada menos que francés  y ¡anti-rosista! Pero al enterarse del decreto de Rosas “por el cual se declaraban piratas a los extranjeros que navegasen en el Río de la Plata, más allá de Martín García”, se descontroló el gallito francés largando un cacareo que no condecía con su civilización: “si el decreto se pone en ejecución, cuelgo de las vergas de mi buque al primer general, ministro o gobernador argentino que caiga en mis manos,  i  yo sabre procurármelo”… mientras el maestro de los cipayos asentiría esperanzado…

LOS  UNITARIOS.

En cierta oportunidad tuvo la ocurrencia de buscar en el diccionario ‘Salvá’ la definición de la palabra ‘civilización’ que ya la venía usando pródigamente, sin saber por lo visto, su verdadero significado; y cuál sería su sorpresa al leer: “aquel grado de cultura que adquieren pueblos y personas, cuando de la rudeza pasan al primor, elegancia y dulzura de voces y costumbres propias de gente culta” (346). Esta definición tan de aquella época es muy graciosa, describiendo perfectamente a los primorosos y empaquetados lechuguinos que frecuentaban los Salones literarios. Gracias a Dios los verdaderos argentinos de la época de Rosas no eran primorosos ni hablaban dulcemente; eran hombres normales. ¡Pero hoy día en Argentina nos estamos civilizando lenta y  primorosamente, perdiendo la virilidad  de la raza hispano argentina  (Castellani), según se  manifiesta  hasta en las costumbres cotidianas, cada vez más afeminadas, como los besuqueos entre hombres y las palmaditas en las nalgas de los deportistas! Primorosas costumbres heredadas de la civilización pretendida por Sarmiento.

Todo  pueblo anhela el gobierno autoritario, personal o de una élite, y  es el espejo de quien lo ejerce, para su bien común o su perdición.; el pueblo es amorfo, maleable. y actúa de acuerdo al ejemplo que cunde desde arriba. El liberalismo, que es un paso ineludible al imperialismo capitalista o al imperialismo estatista,  sume al pueblo en el hedonismo,  lo afemina y lo corrompe,   siendo  el espejo de sus lacras,  pues a través de  esta degradación  lo puede manipulear. Cuando cae en ese estado de abyección el pueblo quiere divertirse, pasarla bien, tal como  propone Sarmiento,  tornándose egoísta se  desinteresa de los problemas políticos nacionales  y se defiende del   gobierno liberal (Castellani) que empleará métodos coercitivos para  que obedezca; exceptuando, por supuesto, a  los miles y miles de políticos profesionales, a los subvencionados  y a  las cándidas víctimas de la demagogia,  que entre todos  dan cierta  apariencia  populachero a la democracia liberal. ¡Pero si milagrosamente surgiera un