martes, 2 de diciembre de 2025

 

ARTE

X1ª.  CLASE DICTADA POR EL PADRE

FRAY MARIO PETIT DE MURAT.

La naturaleza de Dios opera en Dios. La del ángel en otros ángeles. El hombre necesita de la materia. Cuando se comprende la índole substancial del hombre se ve que su espíritu está hecho para informar y asignar la materia. Es ésta la razón por la cual Dios dijo que “lo hizo a su imagen y semejanza”. Es todo un orden dependiendo de su espíritu. La naturaleza humana está injertada en la materia sensible: el niño que chapotea en los remansos de agua recién caída, el que se embriaga en las playas, gustando el sabor de la arena, es un artista y un hombre. El santo que se queda en la etapa ascética   no es pleno, deberá complementarse con un místico. En el místico se reconcilian todas las cosas.

En la vida profundamente humana hay tres etapas: el niño, el artista y el santo. Ellos son seres humanos completos, no se quedan sólo en la vida mental sino que cumplen plenamente la vida humana.

Veamos otro punto.  Tratemos de ver a Adán en ese primer día tal cual Dios se lo entregó. Para comprenderlo veamos un niño recién nacido. No el recién nacido, que no está todavía en plenitud de belleza, sino el que está en sazón nacarado y nuevo la córnea límpida, celesta. ¡qué maravilla es un niño! Créanme que ante mi sobrinita quedé plasmado como ante el espectáculo del mar. Es el alba en que todo está recién creado ¡Lo que es el alba!! En los primeros tiempos de mi vida espiritual debía pasar al amanecer por el parque de Córdoba ¡Ese olor de todos los pastos, perlados por el rocío! ¡El cielo de plata, como recién salido de las manos de Dios! Son atisbos de aquel primer día. Adán era el artista eminente. No tocaría la madera ni la piedra porque no había nada susceptible de perfección: todo estaba en perfecto equilibrio y armonía. Y no había la nostalgia paradisíaca que es una de las causas del arte. Un abeto era un abeto de perfecta belleza. Adán sólo podría extasiarse ante la belleza de lo creado. Ante la firmeza de esas líneas ¡lo que sería aquello recién dibujado por la mano de Dios! Si todavía encontramos atisbos de eso, que deslumbran: el trazado de una ceja que sombrea un ojo de forma perfecta, esa nariz armonizada con la curva de la frente. Uno se queda prendado. ¡Cómo sería en Adán el trazado de la línea del hombro, con el acento en el punto necesario! Los griegos comprendieron la belleza del cuerpo humano. La línea de la pantorrilla tiene en ellos el acento donde corresponde, de manera de acentuar su nobleza. Esto se pierde en los romanos y hoy no existe. No hay nada más racional que el desnudo griego. No es copia sino creación artificial. Ese juego del empeine con la rodilla y cadera es algo elevadísimo, metafísico. Van esos ritmos como ritmos de melodía. Lo que sería la nobleza que habría en Adán y Eva. Créanme que si se presentaran ante nosotros caeríamos de rodillas como ante dioses. Nosotros somos seres achicharrados, llevamos los rastros de siglos de vicios que no afectan sólo a los viciosos sino que se heredan y que van deformando ese ser nobilísimo hecho por Dios para coronar la materia.

En medio de esa materia llena de armonía y belleza, henchida de iluminación interna, Adán no tenía otro arte que la palabra humana. La poesía es el arte más humano. Con ella Adán nombraba con palabra humana empapada de Dios, a Dios. Así, el arte principal de la Iglesia es el canto gregoriano. El hombre canta. Ahí no sólo la idea pertenece al artista sino también la materia: la palabra que es del hombre. En otras artes la materia es arrebatada a las cosas, aquí es propia del hombre.

Veneren mucho el lenguaje: no es obra de un artista sino es la obra magistral de todo un pueblo. ¡Me da tanta pena cuando oigo que protestan por las irregularidades de los verbos!  Quieren reducir el lenguaje a una cosa muerta. Esas irregularidades expresan algo hondo, allí está el temperamento artístico de todo un pueblo; esa cosa inasible que no puede encerrarse en un genio. ¡Lo que es el modo subjuntivo! Expresa los matices más finos del alma. ”Hubiera habido”, es algo en que se ve la flexibilidad del espíritu jugando con la materia. Es de extasiarse como ante un cuadro de Velázquez. El poeta descubre esas bellezas, tienen sentido de esa música interna, saca esa luz de todos los resquicios de la palabra ¿Cómo cambia la palabra usada por un empleado de comercio y por San Juan de la Cruz!  ”La amada es el amado transformada”. Es algo común hablar de la amada y del amado: pero él ¡adonde nos lleva! Allí la palabra no se mueve, está en un mismo diapasón. Y a lo mejor viene un profesor de gramática y en encuentra allí una cacofonía… Goethe era criticado porque ponía el adjetivo delante del nombre…

El arte humano más arte es la poesía. De ella brotan todas las otras artes. De haber permanecido perfecto el hombre, su único arte hubiera sido la poesía: se hace belleza de cosas que están ausentes. Adán no hubiera hecho otra cosa que cantar y la Iglesia canta ¡Como está el hombre!  Es desolador ver hoy como se desconocen los poemas. A veces se conoce la obra de un poeta por su argumento adaptado para el cine. A éste van millones de personas, mientras la obra es leída por unos cuantos. La poesía está abandonada.

Ahora ¿Dónde está la Iglesia? ¿Dónde está su canto? El mundo de hoy llegó a dar a la Iglesia el residuo de sus cantores, aquellos que ya ni cantan los números de los autos van a cantar para ella. Se acepta cualquier cosa. ¡La esposa de Cristo donde está! ¡Qué diferencia de la Abadía de Cluny que logró coros perpetuos: cuando salía un coro entraba otro: cantaban en forma continuada! Créanme que los coros de la Abadía de Solesmes lograron más conversiones que muchos predicadores juntos. Lograron grandes conversiones de judíos y de incrédulos. ¡Ese canto que no es de gestos sino de matices, las cosas del alma atenuando la materia en esa armonía que baja y sube colocando planos de profundidades insospechadas! Un Credo cantado por ellos sube y baja como cosa de misterio que se acerca a uno y vuelve al misterio. Cuando escuché los coros de los Benedictinos en Buenos Aires, sentí escalofríos, me sentía metido en el templo de Dios. Es algo que me redimió. Nunca sospeché tanta belleza: vi la belleza de la Iglesia, lo que toda la vida ansié.

La poesía es la que mayor capacidad de belleza tiene. Es donde el hombre se aproxima a Dios, porque Dios obra con materia propia y aquí la materia es suya, propiamente humana. +

 

(CONTINUARÁ)

 

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