Alguna vez advertí el dolor que sentía cuando las trágicas profecías del Padre Castellani,
que existen abundantes en sus escritos, entre sus serios y profundos artículos
denunciando la degradación religiosa, cultural, política argentina, intercalaba alguna nota de fino humorismo, haciendo
que algunos lectores desorientados interpreten ligeramente la tremenda realidad de su mensaje; donde el Padre Castellani vislumbra la
desaparición de la Argentina
y de su pueblo estragado por el liberalismo. A continuación transcribo unos
párrafos de su extraordinario libro Las
Canciones de Militis, en el capítulo La
Destrucción de Roma,
que hacen temblar a quienes lo leen concienzudamente, corroborando lo que escribí. Es para llorar
como mujer lo que no supimos defender como hombres. Hago notar que el artículo
fue escrito en plena guerra mundial, que el Papa reinante (con todas las
letras) era el último Príncipe , Pío XII, y los obispos, poco más o menos, los
de siempre.
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a desaparición gradual del sentimiento de lo sacro es uno de los peores síntomas de
la decadencia del mundo moderno, en el cual crece a la par de esta pérdida el
sentimiento contrario de la crueldad,
que Belloc pone como una de las notas de esa “última herejía” que se prepara a
dar el asalto general a la
Iglesia , herejía que no tiene nombre todavía, porque el de
“modernismo” ya le queda chico, herejía que es la falsificación de la religión
más temible que ha existido, y que será sin duda la religión del Anticristo.
Así como el mundo no reaccionó eficazmente contra las matanzas de Rusia, las
matanzas de Méjico y las matanzas de España, no se debe esperar que la llamada
“opinión pública”, perfectamente sujeta bajo los mecanismos de anestesia de la
gran prensa mercantilizada, reaccione eficazmente contra la destrucción del
centro de la unidad católica, pese a las protestas aisladas de algunos obispos,
y a la formal maldición del Papa. Porque hay una maldición en la alocución del
12 de marzo: el bombardeo de Roma es “abominable
a los ojos de Dios”.
Roma es el centro de la unidad católica y es como la
cifra de las cuatro notas de la
Iglesia visible. Son por lo tanto los otros núcleos de la
unidad de la Iglesia ,
los obispos de todo el mundo, los que deben proteger al Primer Obispo con su
protesta, que si fuera unánime y universal ciertamente sería eficaz: pues por
democráticos que sean los gobiernos democráticos de hoy día, todavía le
conservan cierto vago respeto a la opinión pública, aunque no tanto como al
dinero. Si esta protesta no se produce y la confusión del momento o la tiranía
del Estado moderno entregado a las
fuerzas económicas, impone el silencio a los sucesores de los Apóstoles, quiere
decir que la catolicidad ha sufrido un momentáneo eclipse, y que los males del
mundo actual son tan profundos que el remedio se ha marchado al cielo, para
bajar de allí en forma de hierro y fuego…
Padre
Leonardo Castellani