¿Quién será el Presidente?
Casi imposible de adivinar antes de las elecciones. Porque se trata de
adivinar, no hay consideraciones racionales que valgan. Y sin embargo hay una
pista muy segura que puede conducirnos al candidato: una elección la gana quien
es respaldado por la propaganda más avasallante ¡Por algo vivimos precariamente
en una DINEROCRACIA!
Esta afirmación es considerada, por el periodismo asalariado por el Régimen,
un atentado a la sacrosanta democracia. Para estos delincuentes el proceso
electoral transcurre angelicalmente, inocentemente. Con candidatos y votantes
virtuosos. Como no pueden recurrir a la realidad para apoyar sus fraudes, discurren
con ficciones irreales.
Eso sí, por las dudas, siempre y únicamente, entrevistan a los candidatos
favorables al Régimen, mostrando cara de seriedad y circunspección, como si
hablasen con personajes de enjundia moral e intelectual. Unos y otros, políticos
y periodistas, macanean de lo lindo; son actores consumados que representan su
papel demagógico para engañar al pueblo.
Semblanteando a los bufones de las urnas, tal como hace cualquier ciudadano
despierto, comprobé que todos, sin excepción son vividores, sin Dios ni Patria.
En ningún rostro leí un compromiso sincero, grave, trascendente, en consonancia
con la gravedad de la situación nacional e internacional. Ni una pizca de
vergüenza. Ninguno exigiendo juicio y condena de los ladrones públicos; ninguno
hablando de honor personal y soberanía patria.
Declaraciones fingidas, mentirosas, que les obligan a decir, expresando la esencia
misma de la democracia partidista ¿Habrá excepciones? Si las hay, no tienen peso.
Los camaradas que opten por transitar el camino de las elecciones
partidocráticas, si ocurriese un milagro y las ganasen, inmediatamente deben
decretar la REVOLUCIÓN NACIONAL, para restaurar la Patria desde sus cimientos.
Destruyendo, previamente, desde sus cimientos, al Régimen liberal, libertario,
social-demócrata; y toda otra versión bajo la cual se oculte.
Finalizo con la palabra autorizada y terminante del Padre Castellani, “De
Kirkegord a Tomás de Aquino”, ed. Guadalupe, pg. 174:
“La manera de llegar a la
“democracia ideal” no es, categóricamente, el sufragio universal. El sufragio
universal representa a la masa, y por tanto la demagogia y el fraude; y no a la
vera democracia”.
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