viernes, 16 de agosto de 2019


Revisionismo y Revolución

Interesante artículo publicado  en la revista ULISES, abril 1967, sin firma, titulado: ¿La Revolución, para qué?, del que extraje  unos párrafos que fueron dedicados a relacionar el revisionismo histórico con la  necesidad apremiante, ya en aquella época, de realizar la Revolución nacional; aspiración que  subsiste, pues las condiciones degradantes y corruptoras la hacen  cada vez más imperiosa; aunque esa Revolución está más  y más lejana de concretarse, por la incidencia  del derrumbe moral y político de estas últimos decenas. Al finalizar los mismos, me permitiré escribir mi opinión al respecto.

      La República asiste, todavía confusamente, al despertar de la conciencia revolucionaria nacional. Este es evidentemente: en todas partes militares y civiles de toda condición, coinciden en repudiar con toda firmeza y asombrosa unanimidad la regresión impuesta al país desde el poder por la finanza internacional encarnada en una subclase de tecnócratas y amparada por un grupo de generales.
      La conciencia revolucionaria: he aquí la piedra de toque del problema nacional. Quizá por primera vez en nuestra historia del siglo XX, el pueblo total, la íntegra comunidad de los argentinos que se saben y se sienten tales, aspira de manera conciente y firme a conquistar el Estado. No es ésta la oportunidad de recorrer retrospectivamente los presupuestos de la conciencia revolucionaria nacional. Pero no hay duda que ella se alimenta de dos elementos contrapuestos –positivo el uno, negativo el otro-, que por ahora se hallan disponibles para todo argentino que lo sea realmente. Ellos son el dominio del pasado histórico y la certeza de nuestra alienación económica.
      No cabe duda que el único fenómeno contemporáneo realmente positivo para el desarrollo de nuestra conciencia revolucionaria nacional, ha sido el auge y definitivo triunfo del revisionismo histórico sobre la llamada “historia oficial”. El revisionismo ha demolido la fábula trabajosamente urdida por los traidores, hijos de los traidores de Caseros. La coherencia del esquema liberal presuponía la adscripción integral al dogma del progreso indefinido de la República. La civilización era riqueza, la barbarie atraso. No hubo demasiados problemas mientras el país, entregado a los imperios ”progresistas” asimilaba desordenadamente  los avances de la técnica. La generación del centenario no dudó nunca del dogma liberal; la abundancia era una prueba de la verdad de los Sarmiento, los Mitre, los Alberdi.
      Pero bastó que –como decía Scalabrini Ortiz- la libra se fuera de $11,45 a $12 y 13 para que toda la forzada arquitectura del universo liberal se resquebrajara… La conciencia histórica sirve a la comunidad para ver con la lente exacta los actos inicuos de los herederos de Rivadavia, Echeverría y Urquiza…

Comentario nacionalista:  el revisionismo histórico realizó una obra intelectual patriótica gigantesca en pro de la identidad argentina; pero sus verdades no cuajaron en el pueblo, que continúa siendo profunda e  inconscientemente  liberal. El pueblo –la comunidad- está satisfecha en su ignorancia, con las mentiras propaladas por la escuela de Sarmiento; y se resiste a aceptar la verdad histórica. Hable usted mal de Sarmiento y bien de Rosas y lo comprobará. Niegue los crímenes adjudicados a Rosas y será el hazmerreír… o tildado de nazi. La  propaganda masónica bien se cuidó de que el revisionismo no haya llegado al pueblo.  Si el Estado argentino rindiese culto a la verdad histórica, podría hacer explotar un entusiasmo patriótico popular exaltando la política del Restaurador y sus federales; denigrando y acusando simultáneamente la traición de los unitarios, acabando con  la mistificación histórica liberal del Régimen corrupto y cipayo.. Mientras éste subsista, sin asumir un espíritu revolucionario, Argentina continuará siendo un país falsificado e irreal, carente de auténtica soberanía y grandeza, incapaz de levantar cabeza.  Y si no aparece un hombre providencial, movido por la mano de Dios, capaz de ejercer patrióticamente el poder político, la íntegra comunidad de los argentinos continuará durmiendo políticamente al ritmo angustioso de la miseria.


       

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