miércoles, 10 de junio de 2020


Doctrina Nacionalista
Jacques Ploncard d’Assac.

¿Qué quedará del ser nacional argentino – católico, hispano, federal-, en manos de los corruptos gobernantes que lo repudian para entregar al país al mejor postor? Estos liberales disponen del destino del país, en beneficio propio, del partido y del Régimen liberal cipayo. Transmutando el ser nacional, como vienen haciendo, imponen una Argentina falsificada, liberal, marxista, derechista, progresista, o  ecumenista…  todas contrapuestas a la verdadera Argentina Tradicional, causando la frustración nacional. A continuación el autor:

“Que se dé, pues, por sobreentendido que, para nosotros, el nacionalismo tiene por objeto la búsqueda de las leyes de conservación de la nación· J. Ploncard d’Assac. “Doctrinas del Nacionalismo”, (prefacio). 

“El principio de las nacionalidades apareció como una consecuencia de la situación creada por la Revolución Francesa. La abolición de la monarquía volvió a entregar la soberanía en las manos de los pueblos, los cuales deberían definir sus límites y los principios por los que se iban a guiar. Así nacieron el “derecho de los pueblos a disponer de sí mismos” y los partidos políticos.

Los ideologos de 1789 sostenían que el individuo estaba exento de toda atadura con el pasado, que la sociedad era el fruto de un contrato y que el hombre lo podía modificar a su gusto. La patria dejaba de ser la tierra de los antepasados; ahora se convertía en una asociación voluntaria.

Las ocultas consecuencias de tal teoría surgieron en seguida. José de Maistre tuvo, hacia 1807, el presentimiento y comunicó por escrito a Bonald su inquietud de ver a Francia morir “por vía de putrefacción –decía-, dejando llegar la corrupción hasta el punto central y hasta los principios originales y constitutivos que la hacen lo que ella es”.

En los 1880, las inquietudes de José de Maistre se habían hecho una realidad evidente: la corrupción había llegado hasta el punto central y los principios originales y constitutivos de la nación eran olvidados o negados. Se iba hacia la desnacionalización de Francia.

La reacción de Barrés contra el cosmopolitismo –a la cual él daba el nombre de nacionalismo- modificaba, por tanto, totalmente el sentido de la palabra nacionalismo. Ya no se trataba del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, sino del deber de los pueblos a seguir siendo ellos mismos.

El nacionalismo, tal como lo entiende Barrés, nace de esta comprobación: la nación puede estar amenazada por algo distinto a una agresión exterior; puede perder su voluntad de ser.

Todo, en apariencia, permanece inmutable: el suelo inviolado, los hombres yendo y viniendo a su trabajo y, sin embargo, todo ha sido modificado; si, en ellos la tradición a muerto, no saben ya lo que son ni porqué lo son.

El nacionalismo es la búsqueda de las leyes que convienen a un país determinado para mantenerse incorrupto en su ser nacional.

El nacionalismo, en lo sucesivo, considera la nación como una herencia inalienable, de la cual no tiene el derecho de disponer y que debe transmitir intacta a sus hijos.

En torno a este concepto se ordenan todas las nociones complementarias de lealtad y de tradición, de soberanía y de derecho. Si se abandona, lealtad, tradición, soberanía y derecho, pierden todo su significado, falta un punto fijo con respecto al cual ordenarse. La nueva definición del nacionalismo por Barrés, Maurras  y  toda la escuela de la Acción Francesa debe necesariamente hacer surgir la oposición existente entre el concepto de nación-herencia y el de la nación–contrato.

Si la nación era una herencia inalienable, una “fundación”, no se podía admitir la teoría universitaria del derecho a la autodeterminación de los pueblos que componen la nación histórica. En efecto, este derecho indicaría la libertad de la propaganda separatista, lo que sería incompatible con la idea misma del Estado como unidad territorial y política.

Pero la lógica del principio de la autodeterminación iba aún más lejos: toda minoría podría pretender sustraerse a las leyes que ella no hubiese votado, autodeterminarse de algún modo respecto de la legislación del Estado. No hay razón, efectivamente, para limitar los efectos del principio de autodeterminación a una concepción geográfica de la secesión.

Todo grupo de individuos, aun dispersos por el territorio nacional, constituyendo una comunidad ideológica, podría pretender regirse según su propia conveniencia.
He aquí a que absurdidades extremas se puede llegar.
*
Barrés había hasta tal punto modificado el sentido de la palabra nacionalismo que para designar a los defensores de la nación-contrato precisaba encontrar un neologismo. Se comenzó a decir nacionalitarismo. La causa hubiese sido comprendida; todo el mundo se habría habituado a considerar bajo el nombre de nacionalismo al conjunto  de ideas contrarrevolucionarias definidas por Barrés, Maurras y la escuela de la Acción Francesa, si, en la segunda mitad del siglo XX, con el estallido  de los imperios coloniales, bajo el impulso  del principio de autodeterminación, no hubiese recobrado su antiguo sentido la idea nacionalista.

La confusión provocada por este doble sentido engendró equívocos a veces deplorables.
Que se dé, pues, por sobreentendido que, para nosotros, el nacionalismo tiene por objeto la búsqueda  de las leyes de conservación de la nación.*

1 comentario:

  1. https://www.youtube.com/watch?v=_CSF0Wn-Izk

    inconformeful255431
    Hace 21 horas
    Hermano es terrible lo que pretende este señor Francisco, pero que espere sentado porque ni de chiste le añadiré eso que pretende este señor, Daniel no sé si estás enterado de unas horribles disposiciones que quieren aplicar en las iglesias a partir del 29 de junio cuando reabran las iglesias, se aplicarán esa jalada de la tal sana distancia, comunión en la mano, poca gente en la iglesia y lo peor, cubrebocas obligatorio en toda la misa, esta noticia la vi publicada hace algunos días.


    Olaf Robin
    Olaf Robin
    Hace 5 horas
    Todo eso está pasando ya en EEUU (SAN Diego) y la eliminación de la comunión dentro de la misa. Se concluye la misa, se retira el sacerdote y cerca de las puertas los diáconos reparten la Comunión en la mano a la gente antes de salir.

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