viernes, 1 de diciembre de 2017

Excelente capítulo del libro “La Iglesia católica y las catacumbas de hoy”, escrito por el recordado profesor  Alberto Caturelli, sobre la misión metafísica y teológica de Satanás para la perdición de las almas y el aniquilamiento de la Creación.
 La vigencia de Satanás explicaría  la maldad, de otro modo incomprensible,  que rige la política nacional e internacional; avanzando hacia el dominio total del Mundo.
(Ed. Almena,  1974, pg. 93).
Alberto  Caturelli

3.- EL OLVIDO DE SATANÁS Y SU PRESENCIA EFECTIVA
                              
                                a)     El príncipe de este mundo, dios de la secularización absoluta.

La Virgen María menospreciada; el Vicario de Cristo desobedecido. Dos signos muy expresivos del estado de la Iglesia Católica en nuestro tiempo. Y existe un tercero que, pese a tantos avisos, parece pasar inadvertido: la presencia actuante y efectiva de un oscuro poder negativo hoy desatendido, “olvidado”, sagazmente negado aunque ocultamente exaltado por el “espíritu del mundo”. El modernismo monofisista lo relega al consabido ámbito del mito, cuando no niega directamente su existencia. En cambio, el Señor, que no era experto en demitificación, creía en la existencia de Satanás y los demonios; sostenía la vigencia de un poder negador que, como una napa subterránea y misteriosa (misterio de iniquidad) intenta la destrucción del orden del  ser  y de todo lo sagrado (desacralización absoluta).

En efecto, Jesús creía en Satanás y en la existencia de un reino propio suyo (Mt. 12,26; Mc. 3,23-24); lo ve caer como un relámpago del cielo (Lc.10,18); a Pedro le advierte “que Satanás os ha reclamado para zarandearos como se hace con el trigo” (Luc. 22,31); proclama a Satanás “homicida desde el principio” y “padre de la mentira” (Jn. 8,44); en la tercera tentación en el desierto le da su nombre: “vete, Satanás” (Mt. 4,1); llámale también “espíritu inmundo” (Mt. 12,43); en la parábola del sembrador le llama “el maligno” (Mt. 13,19); y a los demonios que actúan bajo la potestad de Satanás y su “reino”, les ordena con autoridad y los demonios le reconocen: “¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a perdernos? Te conozco quien eres, el Santo de Dios” (Mc. 1,24); no solamente Le reconocen sino que, pese a ellos mismos, se prosternan ante Él: “Y los espíritus inmundos, al verlo se prosternaban delante de Él y  gritaban: Tú eres el Hijo de Dios” (Mc. 3,11); y en otra ocasión: “Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo?” (Mc. 5,7).



En Satán tiene su origen el pecado y como el mal no tiene naturaleza, es la negación del ser, es decir la mentira radical; con el pecado comenzó a actuar la negatividad en la historia que, como una naturaleza segunda, actúa con el anti-Yavé o el anti-Creador puesto que intenta la nadificación del ser. Por eso en el demonio “no hay nada de verdad” (Jn, 8,24) y quiere trocar la verdad de Dios en mentira (Rom. 1,25); y si pensamos que la verdad de un ser es su conformidad con la idea divina, Satanás quiere trocar esta idea en su opuesto: la belleza en la fealdad, la verdad en la mentira, la bondad en la maldad, la luz en las tinieblas, el ser, pues, en la nada; trátase entonces en una inversión de los trascendentales, especie de demencia ontológica que ha puesto en la interioridad de la historia su incoercible tendencia al no-ser. Y como la regla de toda verdad es el Verbo, el demonio no solamente peca desde el principio y es padre de la mentira sino que es, por eso mismo verbicida. En tal carácter (como tan bien lo vieron San Agustín, San Ireneo, Clemente  Alejandrino y todos los Padres) el demonio cumple un papel esencial en la historia del hombre pues Satanás se coloca en lo contrario del ambiente de Gracia. Alberto Frank-Duquesne dice que Satanás es “hipóstasis de mentira” y, sobre todo, “en Satán, la luz recibida se levanta contra la vida y las dos se revelan contra el Ser”; en ese sentido es la misma “anti-Vida” y, en cuanto tal, es esencialmente homicida desde el principio, como le llama San Juan (Jn. 8,44); precisamente porque es el padre de la mentira es el gran Adversario del que es la Verdad; se comporta como tortuoso obstáculo respecto de quien es el Camino; pero su mentira es ontológica en la misma medida en la cual es el anti-Creador y porque, siéndolo, debe odiar toda la entidad del ente creado; es decir, el ser mismo del ente. Podría decirse que si Satanás pudiera,  se daría el absurdo de su propia  nadificación porque , repito, si el pudiera, reduciría a nada  el mismo ser; pero en cuanto hay orden  no en la nada sino  sólo donde hay ser, Satanás odia el orden (que es su contrario) y pone en todo lo que puede el desorden radical. En cuanto quiere nadificar el ser, es hipócrita consigo  y en cuanto desea el desorden es una especie de suicida que eternamente no concluye de suicidarse. Todo cuanto existe es asumido por la Mediación del Verbo salvador que es la Verdad y la Vida; por eso mismo, el padre de la mentira y de la muerte es el mediador de muerte. En cuanto existe pues este  “mediador de la muerte” total, al Reino de Dios él opone su propio “reino”, reino de la negatividad cuyos miembros son todos aquellos que le están sujetos por el pecado: mientras los miembros vivos del Cuerpo Místico están unidos  por la caridad, los desolados miembros del anti-Cuerpo satánico están  “adicionados” por el odio sobrenatural. Existe pues un “cuerpo de muertos” que, para San Agustín forman la ciudad del mundo, el anti-Reino que constituye el misterio de iniquidad. Así pues, el que peca desde el principio y es homicida desde el principio, el padre de la mentira (cabeza del anti-Cuerpo Místico) y mediador de muerte, es por esencia el que se afinca en el mundo; en cuanto “mundo” significa el mismo ambiente de pecado donde se absolutiza lo finito y se niega la trascendencia, él es el “príncipe de este mundo” que induce a los hombres al mal auto-destrutivo. Por consiguiente, Satanás odia no solamente la trascendencia sino todo lo sagrado; en el lenguaje de hoy, podemos decir que es el dios de la inmanencia y el dios de la secularización puesto que, en cuanto Adversario, debe hacer del “siglo”, del “mundo”, un ab-soluto no ligado a Dios sino autosuficiente. En este sentido, sin ninguna duda debemos decir que el demonio induce, sugiere, el inmanentismo total de la vida, el secularismo autosuficiente y la desacralización de todo lo que es. Tal es el insondable misterio del mal en la historia y lo que a la historia le ha conferido su carácter dramático y doloroso. Cierto es que Satanás ha sido ya vencido; el perdió el “derecho” que había adquirido sobre el hombre por el pecado desde el mismo instante de la muerte de Cristo; y sin embargo, en la medida  en la cual subsiste el reato de pecado, subsiste su acción negativa y misteriosa; hasta la Parusía, el demonio tiene aún  “un poco de tiempo” (Ap. 12,12) y en ese poco de tiempo sigue siendo  “el dios de este mundo” (Cor. II, 4-4).  Dios del tiempo de la inmanencia del mundo a sí mismo, demiurgo del temporalismo dispersivo y secular, una suerte de “señor” del vaciamiento del hombre y de la desolación autodestructora. Invirtiendo la expresión agustiniana, Satán podría decir: “Derrámate afuera, sal de dentro de ti mismo, porque en el hombre exterior habita la “verdad”; y si hallares que su naturaleza es mutable, quédate en ella, pues en la inmanencia de tu ser, llegarás a ser semejante a Dios”. Santo Tomás hace notar que este appetendo esse ut Deus no quiere decir que se quiera ser igual en naturaleza pues es imposible y el demonio lo sabe; se trata de ser semejante a Él (S.Th. I, 63-2); y semejante a El por sí mismo. Induce por ello al hombre a ser autosuficiente y semejante a Dios no por la Gracia sino por sus propias fuerzas humanas.

Es proponerle el secularismo absoluto.  Para ser como Dios es menester pasar por la negatividad del pecado y, desde ella, conquistar (por sí mismos) la verdad. No puede haber mentira mayor y secularidad más intensa. Como se ve, el mundo, este mundo clauso en sí, este siglo, el nuestro pero en la inmanencia de sí mismo, constituye el imperio de Satán o el contra-Reino que intenta afincarse definitivamente en el mundo. Coherentemente con todo lo dicho, Satanás, así como niega la Creación (es el anti-Creador) quiere negar a Dios trascendente resolviéndolo todo en la inmanencia del mundo; es el dios de la secularidad total, de la desacralización absoluta y, por eso, como un poder subterráneo y demoledor, intenta por un lado sofocar toda obra sobrenaturalmente buena y, por otro, conducir al hombre a su propia aniquilación.

                   b)        Las tres tentaciones como intento de secularización absoluta.

Adán había sido tentado por el demonio; el segundo Adán debía ser “tentado” a su vez para  quitar al hombre del dominio del demonio. El “seréis como dioses”, significaba la rebelión total, el des-ligamiento de Dios  y el sometimiento bajo el poder del príncipe de este mundo; por eso, las tres tentaciones a Jesucristo, tienen el mismo significado, pues  en el fondo, el demonio quiere invertir la misión salvífica de Jesus que acaba de ser proclamado   como Hijo de Dios en el Jordán. En la primera tentación, luego del ayuno de cuarenta días, el “tentador” le dice: “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se vuelvan panes” (Mt.4,3). No se trata aquí de meras visiones interiores o de alucinaciones producidas por el hambre  como hace mucho tiempo se viene diciendo desde la crítica racionalista del siglo pasado hasta los actuales expertos en demitificación, sino un hecho objetivo; Satán habló efectivamente con Jesús y le propuso o le invitó (que tal es el sentido de la tentación) a ceder a las exigencias corporales; es decir, a la primera solicitación del mundo en el orden de la corporalidad sensible. Pero, más abajo todavía, hay una tentación mayor que es producir un milagro para saciar el hambre corporal; en tal caso el demonio lograría  invertir el orden natural anteponiendo el orden sensible a la palabra de Dios. No se trata de una mera antelación cronológica sino de naturaleza. Repito: Satán quiere invertir el orden anteponiendo el orden sensible al orden espiritual, que es, precisamente, el predominio del “espíritu del mundo”. Por eso el Señor le responde con la Escritura: “Está escrito: no de pan sólo vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. (Mt.4,4).

Defraudado, el demonio intenta avanzar en profundidad: “Entonces lo llevó el diablo a la Ciudad Santa y lo puso sobre el pináculo del Templo; y le dijo: Si tú eres el Hijo de Dios, échate abajo, porque está escrito: “El dará órdenes a sus ángeles acerca de TI, y te llevarán en palmas, para que no lastimes tu pie contra alguna piedra” (Mt. 4,5). Satanás, docto en Escritura, distorsiona su sentido  y quiere que Jesús obre un  milagro desligado de la voluntad del Padre; el condicional si eres Hijo de Dios muestra cierta inseguridad en cuanto al conocimiento exacto de Quien es Jesús; pero intenta nada menos que desligar su Voluntad de la voluntad del Padre pues, de ese modo, si fuera el Mesías comenzaría su misión con un milagro propio, hecho en su propio nombre, autónomo, perdiendo así todo sentido salvífico la acción de Jesús; Satán, en verdad, quiere impedir de ese modo  el rescate del hombre que está bajo su dominio;  homicida desde el principio, quiere matarlo en su propia fuente de vida sobrenatural tentando el mismo Jesús. De ahí la respuesta más directa: “También está escrito: ‘No tentarás al Señor tu Dios” (4,7).

Satanás se quita la careta y hace el último intento: “De nuevo le llevó el diablo a una montaña muy alta, y mostrándole todos los reinos del mundo y de su gloria, le dijo: “Yo te daré todo esto si postrándote me adoraras” (Mt.4,8-9). Ante todo Satán miente porque promete dar aquello que no le pertenece pero su verdadera intención es profundísima; aunque el Reino del Mesías ha sido anunciado como un Reino espiritual, interior, logrado a través de la pasión dolorosa del Hijo de Dios (Is 49-4; 53-1 y ss.) Satanás quiere trocarlo en un Reino secular, exterior; por eso Jesús dice a los fariseos “vosotros sois del diablo” en cuanto se oponen al Reino que él anuncia y sueñan con la “liberación” del reino secular  de Israel y luego con su dominio puramente terreno. No piensan en la única liberación legítima dentro del plan de Dios que es la liberación del pecado, es decir del dominio destructor del demonio. Del mismo modo el padre de la mentira quiere trocar el Reino de Dios en el reino del mundo del cual él es el Jefe, “el príncipe de este mundo” (Jn. 16,11). Todos los reinos del mundo y de su gloria (nada a los ojos de Dios) sometidos a Satanás constituyen el anti-Reino, la inmanencia del mundo a sí mismo, la secularización absoluta de toda la existencia, lo cual significa, como consecuencia implícita, la desacralización total de todo cuanto existe. Por eso Satanás requiere, lógicamente, un acto definitivo de Cristo para  transformarlo en una suerte de anti-Cristo: “Yo te daré todo esto si postrándote me adoras”. Sustituyese a Dios y propone a Jesús un reino  totalmente de este mundo, la tentación suprema, en el cual sea el poder secular el instrumento del absoluto desorden definitivo. Propone lo mismo que el neomodernismo: la secularización total de la existencia. Por eso, al mostrarse abiertamente, abiertamente le rechaza Jesús: ”Vete Satanás, porque está escrito ‘Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás” (Mt. 4,10).




                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

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