miércoles, 24 de agosto de 2016

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE  LOS PRINCIPALES  HEREJES  CREADORES DEL PROTESTANTISMO

(Primero de una serie de artículos que publicaré sobre el Imperialismo judeo-protestante).                                                                    

A
conteció en cierta época histórica, que Belloc llamó la ‘Edad oscura’, pues fue la preparación para el esplendor luminoso de la Edad Media –tan denigrada aviesamente por los enemigos del catolicismo-, que Dios Nuestro Señor, quizás para probar la integridad religiosa  de los hombres, permitió que  se lanzaran nuevamente  a volar ciertas palabras hirientes que ofendían la razón humana, masculladas  por filósofos espurios y teólogos talmudistas,  afirmando la pretensión de ‘endiosar’ al hombre; pronunciadas en casi inadvertidos conventículos, contra la filosofía de Aristóteles y Santo Tomás, basada en  la realidad  y la verdad de los seres y de la naturaleza humana, para desacralizar la teología.

LUTERO, EL FRAILE QUE SEPARÓ AL HOMBRE DE DIOS

M
uchos años después, Lutero encaramado en el  taco de un enorme árbol descuajado,  en el claro de un monte que bordea Wittenberg,  arrojando se hábito al viento, fue ungido  por  las furias   de la soberbia,  mientras a su alrededor un  aquelarre con los malditos de todos los tiempos, sus inspiradores y servidores: herejes, satánicos,  talmúdicos, gnósticos y maniqueos, y la monja renegada,  exaltada  de lujuria, brincaban   al grito  de  ¡amo y señor! Entonces Lutero, el nuevo profeta  que encarnaba el resentimiento y la soberbia acumuladas a través de los siglos, en medio de la turbamulta, viendo  en el valle, en lontananza,  las torres de la catedral de Wittenberg, comenzó a bramar sus imprecaciones: ¡Soy el predestinado para demolerlas! ¡Acabaré con la prostituta de Roma!  

(Así imaginé esta escena, tan realmente como si la hubiese contemplado con mis propios ojos espantados; y aunque, como es de suponer no existen documentos históricos que la atestigüen, no pudo haber ocurrido de otra manera).

En SISINONO, del  verano 2015, “Speculator” describió  perfecta y definitivamente  la verdadera personalidad de  Lutero, comentando el excelente libro del profesor Georg May, “La Trampa del Ecumenismo”, escrito cuando los ‘progresistas’ vaticanistas comenzaron a magnificar a Lutero, para satisfacer su manía ecumenista: “Ante todo, ha de rechazarse una iniciativa que los ecumenistas están poniendo por obra  desde hace tiempo: la de revalorizar a Lutero, como si no hubiese sido bien comprendido o interpretado. “Hay hombres píos y ejemplares en el luteranismo, pero el fundador no se encuentra entre ellos”. Sus defectos morales e intelectuales son harto conocidos: fue un fraile que rompió sus votos, que cedió a la sensualidad, a la soberbia, a la ira, al odio. Se idolatraba a sí propio (personalidad astuta y agresiva, fue polemista violento y habilísimo, y, al mismo tiempo, sutil y desenvuelto en sus sofismas hermenéuticos). Incitó  a las masas el odio contra el Papa y contra los católicos valiéndose de una ‘libelística’ canallesca.  No es justo considerarlo un  “reformador”. Fue un destructor de la fe, de la Iglesia, un sembrador de discordias: un auténtico Atila. Se sirvió de los males que afligían a la Iglesia militante en su tiempo como pretexto para rechazar la sana doctrina y sustituirla por su interpretación personal  de la Escrituras (interpretación que pretendía conseguir la cuadratura del círculo, esto es, conciliar la salvación con la libertad de un sujeto que quería continuar siguiendo los impulsos  de la carne y del orgullo)”.